Capítulo 6.

Por fortuna el bosque de coníferas que rodeaba la zona de mi actual residencia no estaba lejos. Corrí como alma que lleva el diablo hasta adentrarme en el follaje al abrigo de aquellos titanes leñosos.

Cuando llegué a una zona segura me detuve. Estaba jadeante y sudorosa.

«¿Por qué mierda me estoy transformando ahora? » me quejé mentalmente.

Hasta donde sabía no había entrado en cólera, al contrario, me sentía alegre, completamente animada, exci...

«Excitada» me susurró mi conciencia.
«¡Carajo!»

Mis garras empezaron a aflorar en el mismo instante en el que tomé conocimiento de que otro detonante de mi transformación era una calentura diferente a la relacionada con el enojo.

Rasgué la corteza de uno de los taciturnos pinos, mientras maldecía mi maldición.

«¿Qué voy a hacer ahora?» pensé al tiempo que la metamorfosis continuaba.

En ese momento no solo padecía alteraciones interiores sino que se sumaban cambios corporales externos, mucho más notorios que unos orbes brillantes y un poco de vello corporal.

Sin poder evitarlo, me fui encorvando, pues una serie espasmos abdominales comenzaron a aquejarme. La hojarasca del suelo se hizo cada vez más cercana. Mis palmas se enterraron en la resina seca que crujió mientras mis garras la trituraban. Un exuberante pelambre comenzó a poblar mis brazos que iban alterando su forma humana, trasmutando en gruesas patas caninas.

Mi propia transformación aumentaba mi ansiedad y una excitación diferente me invadía, porque no solo podía ver cómo mi cuerpo cambiaba sino que podía sentirlo. Notaba cada molécula, cada célula alterándose, reagrupándose hasta formar una fisonomía diferente, de rasgos más bestiales.

Me dolía, pero era un suplicio soportable. En ese momento recordé una frase que mi padre siempre recitaba ante la adversidad: "Dios no nos pondrá mayor carga de la que podemos soportar."

Aunque mi maldición provenía de Dioses distintos al ente superior que él adoraba, tal vez aquellas deidades también tenían su lado benevolente.

Unos minutos tardó la "magia" en hacer efecto por completo. Cuando volví a enfocarme ya era un animal enteramente.

Exceptuando los cambios físicos, mi psiquis no había cambiado. Mi cerebro funcionaba igual que siempre, pero mis sentidos se habían intensificado.

El aire del bosque se pobló de aromas nuevos, penetrantes, tanto que hasta podía paladear las diversas esencias como si las tuviera en la lengua y podía diferenciarlas a cada una en mis papilas gustativas.

Respecto a esa última, tuve que meterla nuevamente dentro de mi hocico, porque se había zafado hacia uno de mis laterales donde se extendía, cuan larga era, escurriendo espumarajos de saliva.

Una vez hecho esto alcé mi peluda cabeza hacia las alturas. La luz solar que se filtraba por los ramales altos me encandiló y me obligó a enfocarme en un entorno más próximo.

Olfateé el aire, ahora a conciencia, y percibí un fuerte olor ácido que atribuí a la resina. Este se entremezclaba con la podredumbre de las hojas y la torva.

Después, la brisa me trajo aromas nuevos, junto al sonoro trinar de algunas aves, principalmente zorzales y el taladrar del pico de los carpinteros contra los maderos.

Comencé a caminar, insegura al inicio, pero adquiriendo mayor confianza a medida que avanzaba.

El andar suave, poco a poco, se volvió trote y me di cuenta que era mi nariz y no mis patas la que guiaban.

No supe cuándo había sucedido exactamente, pero la atmósfera se había vuelto deliciosa. Entonces me di cuenta que tenía hambre. Pero ese conocimiento llegó tarde a mi mente, mucho después de que mis sentidos, mi instinto, reconociera mis propias necesidades y buscara saciarlas.

Agudicé mi oído y capté el sonido de un animal moviéndose entre la maleza a algunos metros. No podía verlo, pero sospechaba que se trataba de un pequeño ciervo, pues en esa zona eran comunes.

Me agazapé por acto reflejo, rodeando cautelosamente el perímetro donde sabía que se encontraba, hasta colocarme en sentido contrario al viento para que mi presa no me detectara.

Poco a poco me fui abriendo paso hasta el claro donde pude verla. En efecto era un pequeño cervatillo de pelaje colorado. El mismo olisqueaba el aire eventualmente mientras arrancaba algunas briznas reverdecidas que se agrupaban en torno a los anchos troncos de los árboles, como mullidos faldones vegetales.

Sentía que la boca se me hacía agua a cada paso que daba y mi corazón latía apresurado. Pero mis sentidos me indicaban que no debía avanzar velozmente, no en ese punto, pues todavía me encontraba demasiado lejos.

Cuando estuve a una distancia adecuada, salí de entre la foresta dispuesta a aniquilar a aquel indefenso animal. Deseaba con cada partícula de mi nuevo ser desgarrar su garganta, probar sus cálidos fluidos, degustar su fibrosa carne.

Aquel deseo era, sin duda, reprochable desde mi naturaleza humana. Si bien me gustaba la carne, no mataba a los animales que me servían de sustento y menos los comía crudos. Pero desde mi lado animal, aquel acto de cacería era perfectamente justificable y lo estaba disfrutando.

Me sentía libre de aquellas limitaciones éticas mundanas, ajena de toda culpa. ¿Por qué tenerla? No mataría por placer, lo haría para alimentarme.

Casi podía saborear a mi presa cuando esta empezó a correr ágilmente por el sendero que se habría delante, sin siquiera voltear a verme.

No lo necesitaba. Tal vez yo era astuta, pues mi naturaleza me concedía aquella sabiduría sin esfuerzo, ya que derivaba de un antiguo conocimiento heredado, pero el ciervo también lo era. Años de supervivencia le habían enseñado a resguardarse, a estar en estado de alerta continuo.

Sin embargo, la carrera volvía más interesante la caza y aumentaba mi anhelo de obtener aquella suculenta recompensa.

El ciervo era rápido y se movía entre el follaje con destreza y gracia, dando saltos largos, sorteando cualquier obstáculo natural que se le presentara.

Yo me sentía algo torpe en mi andanza, pero de todas formas no le perdía pisada.

Dos veces estuve a punto de ponerle las garras encima, pero dos veces aquel sagaz animal se me había escapado, como si su pelaje estuviese untado con vaselina.

Así nos acercamos hasta una fuente de agua, un lago. Algunas piedras irregulares asomaban entre las gélidas aguas tornasoladas.

Anticipé mi victoria, quizá demasiado rápido, cuando vi a mi presa arrinconada entre la franja de gravilla y el agua, creyendo que no se atrevería a cruzar el caldoso manto, pero lo había subestimado.

Ese era un ciervo suicida... o muy confiado.

Fijó sus grandes ojos obsidiánicos en los míos, en una burlesca despedida, y sin más viró para dar un envidiable salto hasta la primera piedra anclada en el lago, afirmándose sobre ella, como si sus patas tuvieran imanes en lugar de pezuñas y la roca fuera magnética y así siguió en salto aerodinámico, de piedra en piedra, hasta llegar al otro lado y desaparecer en la tupida arboleda.

Yo me quedé estupefacta, jadeante, con abrojos en mi lanuda melena y tierra y astillas entre las uñas (luego de eso necesitaría una buena manicura) Pero sobre todo me quedé con hambre, porque aunque me había sumergido un poco en las aguas, con intención de continuar la persecución, estas estaban congeladas y dudaba mucho poder cruzarlas a nado.

En esas estaba, entre los crujidos estomacales y demás pesares, cuando fijé la vista en aquel espejo cristalino y en el me vi reflejada.

Pese a mi estado salvaje, no era un ser monstruoso o abominable. Era simplemente una loba. De un tamaño considerable, mucho más grande que canis lupus corriente, pero loba al fin.

Además era bonita (desde un punto de vista animal) Tenía una abundante melena platinada, un regio porte, una fuerza vigorosa, y unos rutilantes ojos chocolates...idénticos a los humanos.

Quizá fue esa asociación la que rompió el encanto, o tal vez la descarga de adrenalina producto de la cacería (infructuosa, pero cacería al fin), pero lo cierto es que nuevamente me estaba transformando, en condiciones idénticas, pero en reversa.

Poco después volvía a ser simplemente una chica, que como auténtico irupé emergía desde el lago, para reposar en sus orillas.

Gracias a todos por su apoyo Estanislaa sebymelano44 edith0teresa clarymorgen2 kariis78 Escriboymegusta xandy547 DarysDiaz shamialvarez ConstanzaUrbano98 JayCam sarita_mommy lajovendelaperla ariagomez69 hadapiromana

Me voy unos días de vacaciones así que la historia quedará en pausa temporal. ¡Prometo venir con ideas frescas y divertidas! Un abrazote 😙

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