Capítulo 51
El bosque olía a resina de pino, a tierra húmeda debido la proximidad del lago, al perfume de los Amancay y a Nahuel... Su hombro acariciaba el mío mientras transitábamos por el sendero en dirección a la Logia. Conocía bien el camino, por supuesto, pero dejaba que él me guiara.
El sol se deslizaba lento y en declive por éter tejiendo su telaraña luminosa a nuestras espaldas. Algunos rayos se filtraban entre las hojas y trazaban runas misteriosas sobre la piel caramelo de mi acompañante. "Si no fuera Lobizón podría haber sido un hermoso nefilim" pensé, sonriendo en mi interior.
—¿Qué pasa?—cuestionó mirándome de perfil, por el rabillo del ojo. El hecho de que me pescara infraganti provocó que casi tropezara con una raíz que salía del camino y me estampara contra el suelo. ¡Qué bueno que tenía excelentes reflejos!
—¿A mí? ¡Nada! ¿Qué iba a pasarme?
—No sé—Se encogió de hombros—. Me siento algo observado—Sonrió al ver mi sonrojo—¿Tengo algo en la cara?—Abrí la boca para responder y luego la cerré atontada. Él se detuvo en seco y se giró para verme. Sus ojos negros parecían haber absorbido las sombras de las taciturnas araucarias.
—¿Qué pasa? ¿Yo tengo algo que me mirás así?—interrogué y él asintió.
—Sí, belleza innata—murmuró. Acto seguido colocó una mano en mi mentón para atraerme a sus labios. Mi corazón se desbocó. No estaba segura de poder sobrevivir a tanto amor; sobre todo por el hecho de que aquellas muestras de cariño desmesurados no provenían de una sola persona. Nahuel llevó la mano libre hacia mi pecho, tomándome desprevenida. Mi cuerpo reaccionó soltando un jadeo—. Late muy fuerte, casi tanto como el mío—Hizo descender su mano en peligrosa trayectoria por mi vientre hasta mi pelvis y desde allí la movió a un costado para tomar la mía que descansaba en su cintura. La dirigió entonces hacia su propio pecho—¿Escuchás?
Me obligué a salir de mi embeleso y presté atención a sus latidos. Aquellas tamboriles palpitaciones superaban con creces las mías.
—Tenés razón—susurré fijando mis ojos en los suyos. Nahuel tenía su propio bosque en el interior de aquellos orbes misteriosos.
—A veces pienso que se va a salir de control, que ya no voy a poder refrenarlo. Así como tampoco puedo ponerle un alto a mis instintos cuando estoy con vos—Tras aquella confesión comenzó a depositar suaves besos sobre mi cuello erizando mi piel con su respiración. Uff otro latigazo eléctrico.
¡Mierda! Otra vez no. Si seguía así los augurios de mi abuela se cumplirían antes de lo planeado. Pensar en peludos bebés lobizones hizo que mi libido descendiera. No tanto como me hubiera gustado, porque aún me sentía arder con el fuego de mil infiernos, pero algo.
—Vas a tener que refrenarte, porque me parece que ya llegamos—Nahuel se apartó y me miró con gesto sorprendido. Fue hasta ese instante que me percaté de que había dicho más de lo que me convenía e intenté arreglarlo—. Bueno, eso creo. Es que eso de allá—señalé la entrada al recinto, la cual estaba camuflada entre la maleza—, parece una puerta.
Él relajó el gesto. Parecía tragarse todas mis mentiras y ya iban varias que le decía aquel día, empezando por aquella en la que chamuyé sobre mi llegada tarde a la clase. Supuestamente lo había dejado para ir a buscar a Dana a la Biblioteca, pero ella no había vuelto conmigo, al contrario, ya estaba bien sentada en el banco exponiendo que el mío figuraba vacío. Por suerte la excusa había salido con naturalidad cuando él me interrogó en el receso. Los engaños salían más fáciles cuando guardaban parte de una verdad. Para resumir, le había dicho a Nahuel que iba a buscar a Dana cuando la preceptora, Alicia, me sorprendió deambulando por el pasillo en "actitud sospechosa" luego de que el timbre sonara y había tenido que disuadirla para que no me amonestara. ¡Sí, mis mentiras eran tan geniales que hasta yo misma me las creía!
Pero eso estaba mal. No podía seguir ocultándole la verdad a Nahu, él no lo merecía. Tenía que decirle que también estaba saliendo con Tobías, pero...Si su reacción no era positiva. Es decir, no podía pretender que ambos serían tan comprensivos, sobre todo cuando se trataba de Lobizones ubicados en lados opuestos del yin yang.
—Ey, tierra llamando a Irupé—mi pensamiento fue interrumpido por el paso de unos dedos que nublaban mi campo de visión—. Te preguntaba ¿si estabas lista?
No. En definitiva no estaba lista para muchas cosas, menos para confiarle la verdad sobre mi otra relación a Nahu. Sin embargo...
—Sí. Vamos a entrar.
Comenzamos a descender por el angosto túnel cavernoso y una sensación de deja vú me envolvió. Mi mente era una vorágine de pensamientos y recuerdos y en todos estaba Tobías. Aunque la mano que ahora sujetaba la mía y me guía a través de aquel pasaje recóndito era muy diferente. Luego de un buen trecho divisé una luz proveniente de la galería subterránea.
—Ya llegamos—anunció Nahu y mis palpitaciones se incrementaron. No es que no conociera aquel sitio. Cada una de las imágenes que captaron mis ojos, cuando estuvimos dentro, era tan cercana y familiar que era como estar en mi segundo hogar, pero la diferencia era que ahora Greg (quien era el "líder no declarado" del grupo) estaba allí, sentado a la cabecera de aquella larga mesa que ocupaba el puesto central del recinto, en actitud ceremoniosa como todo un yoda. Aunque en realidad lucía más como un hippie. Cuando se incorporó pude hacerle una panorámica: unos cincuenta años, barba abundante, cabello ondulado y entrecano, largo hasta los hombros, pantalones rotos, remera con diseño psicodélico. Podría apostar que lo había visto en la última feria artesanal donde mi viejo había estado exponiendo su trabajo. "¿En el puesto de venta de sahumerios?" pensé.
—¡Bienvenida Irupé! Qué bueno conocerte. Nahuel me habló mucho de vos—expresó, mientras caminaba hacia nosotros. Extendí mi mano para estrecharla a la suya y él me envolvió en un abrazo. Su fragancia era herbal. Arrugué la nariz y él dijo—: Lo lamento, sé que apesto a resina—"Con que eso era"—. Sirve como adhesivo natural. Lo uso para restaurar los encuadernados de los libros deteriorados. Además hago la mezcla yo mismo. Es fácil conseguirla en el bosque—explicó mirando hacia la Biblioteca. ¡Claro! Ya sabía dónde lo había visto. Era el tipo del puesto de libros usados. Eso quería decir que el famoso Greg era también el padre de Rodrigo, el Protector de Nahu. ¿Acaso la vida era una sucesión de hechos predeterminados por el destino, o estos actos eran fortuitos, azarosos y meramente coincidentes? Me inclinaba más por lo primero.
—Es un gusto conocerlo también—respondí, apenada—. Y no se preocupe, casi ni se siente el aroma—mentí. Aunque Greg no era de fácil convencimiento como Nahuel.
—Tutéame por favor, me haces sentir súper jovato—. Decir "jovato" lo volvía un viejo. Aunque antepusiera el término "súper" a la frase—. Y disculpá también por el abrazo. Me dejé llevar por la emoción. ¡Sos la primera Lobizona que pisa este recinto en la Historia! Aunque no sos la única que ha existido...Pero, eso ya lo sabés, obvio.
—Sí, sé que mi condición es inusual, pero no excepcional. Aunque tengo entendido que hace casi dos siglos que no nacía una Lobizona.
—Hasta donde se tiene conocimiento...—alegó él—No es que todo esté escrito en los libros de texto o graficado en los murales—añadió él, observando las imágenes que daban la vuelta completa a la habitación—. ¡Hay tanto de que hablar que ni sé por dónde empezar! Nahu me dijo que tenés ascendencia Guaraní. Eso es genial—El moreno permanecía silente hasta el momento, pero estaba atento a las palabras de Greg y a su notorio exacerbo. Él también se notaba entusiasmado.
—Y estoy orgullosa de serlo—confirmé—. De hecho, como mi abuela está de visita en la ciudad esa parte ancestral mía tomó más fuerza en estos días—confesé.
—Su abuela es Itatay y fue la persona que le habló a Irupé sobre la profecía—intervino el ojinegro.
—Ya entiendo—comentó Greg atando cabos—. Tu abuela es poseedora de un gran conocimiento sobre nuestra especie. Sin embargo, todavía faltan tantas cosas que descubrir—Señaló un par de sillas vacías ubicadas en torno de la cabecera—Por favor, tomen asiento—Nos ubicamos en el sitio señalado. Los nervios habían comenzado a invadirme. "¿Qué más podría haber sobre mi condición que necesitara saber?"—. Mirá Iru, voy a ir directo al grano para no hacerla tan larga—inició "el líder"—, comparto la idea que tiene Itatay sobre que sos la elegida de la Luna y gracias a Nahuel tengo pruebas para corroborarlo—Mis ojos se abrieron como platos—. Él me dijo que fue capaz de realizar una transformación parcial en tu presencia, aún cuando no estamos próximos a la luna llena.
Hasta el momento no me había percatado de aquello, pero era cierto. El día de mi cumpleaños, cuando estábamos en el bosque en esa "situación", él se había transformado. Obvio que con tantas cosas en mente yo no había tenido en cuenta el ciclo lunar, pero ahora sí y comprendía que mi compañero no podría haber cambiado de esa manera.
Parecía que cada día aprendía algo nuevo sobre mi origen y mi destino y estas revelaciones no dejaban de asombrarme.
››El tema es que para estar seguros de que fue tu cercanía, y no una especie de "conexión mística" entre Nahuel y vos que solo los Dioses saben, el motivo de que él pudiera realizar la conversión, vamos a necesitar hacer otra prueba, si estás de acuerdo, claro.
—¿Qué tipo de prueba?—interrogué alternando mis ojos entre ambos interlocutores. Nahuel estiró su mano para tomar la mía.
—Tranqui, no es nada malo—dijo.
—Tiene razón—aseguró Gregorio—. En la primera etapa voy a intentar realizar una transformación completa con vos presente. Esta va a ser de forma voluntaria, no accidental como sucedió con Nahuel. Y si funciona, voy a pedirte un poco de tu sangre...
Malo no sé si era, pero algo mórbido sí.
—¿Cuánta sangre? ¿Para qué?—inquirí con curiosidad. Necesitaba mayores argumentos para que aceptara que alguien colocara una jeringa en mi brazo.
—Poco menos de medio tubo de ensayo. La medida de una jeringa mediana—comunicó— En cuanto al para qué, la voy a necesitar para elaborar un suero que puede ayudar a nuestra especie de forma considerable. ¿Estás de acuerdo?
Asentí con un gesto.
Greg no perdió tiempo. Se incorporó, cerrando sus ojos para concentrarse, convocando a su lobo interior. Al principio no ocurría nada, pero a los pocos segundos sus garras empezaron a emerger cortando sus yemas, su cuerpo se cubrió de una pelambre negra entrecana y cuando abrió sus orbes pude ver la luz manando se ellos, un destello de fuego antes de que la transmutación se completara.
El líder de la Logia ya no era humano, en ese momento se había vuelto un lupus, un cánido de esbelto cuerpo, musculatura compacta y tamaño considerable. Lo único que conservaba cierto "atributo" humano eran sus ojos, inteligentes, atentos y astutos.
—Es increíble—musité anonadada.
—Vos sos la increíble—corrigió Nahuel—. Increíble y mágica.
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