Capítulo 41
"¡Bajo ninguna circunstancia! ¡Nunca! (o al menos no hasta que cumpla cuarenta)"
La abuela tenía la senilidad por las nubes si insinuaba que debía ser madre tan joven para salvaguardar la continuidad de la especie. Y no me mal entiendas, la causa era noble, pero no estaba dispuesta a sacrificar mi pubertad para encargarme de la crianza y educación de otro ser humano, cuyo entendimiento del mundo distaría apenas del mío.
Madres adolescentes hay muchas y cada una conoce los motivos que las condujeron por ese camino. No soy quien para juzgarlas, pero tengo una opinión formada al respecto, además de un riguroso estándar de prioridades en mi vida. Por ejemplo: quiero disfrutar mi juventud, salir a divertirme mucho, cometer locuras... Y, por supuesto, también deseo terminar de estudiar, seguir una carrera, conseguir un trabajo, viajar y recién cuando me harte de todo eso, formar una familia. Como verán ocuparse de un infante ocupa el último puesto de la clasificación.
Por otro lado, ni siquiera estábamos cien por ciento seguras de que la profecía aplicaba a mí.
—¡Qué mal te ves amiga!—exclamó Carla, ingresando al cuarto—. ¡Ni que hubieran cancelado Shadow Hunters! ¡Aguarda, cancelaron SHADOW HUNTERS!—gritó. Itatay y yo le destinamos una mirada de desconcierto, aunque por motivos diferentes. Mi abue porque no tenía ni la más mínima idea acerca de los comentarios de mi amiga y yo porque no podía creer cuáles eran sus preocupaciones en la vida.
—No, tranqui. La serie sigue. Medio pelo como siempre, pero sigue—señalé.
Como súper fans de los libros que soy, me cuesta asimilar que la actriz escogida para interpretar a Clary en la serie sea más alta que Izzy o el hecho de que las runas de los cazadores parecen estar marcadas con tinta de birome.
Ante la buena noticia, Carla recuperó el color de semblante. ¡Incluso el rubor del Makeup se le había bajado!
—En ese caso ya puedo volver a ser feliz—Se llevó una mano al pecho aliviada y sonrió. ¡Y a mí que me parta un rayo!—. Por cierto, lamento interrumpirlas, pero tu mamá me pidió que les avise que ya está la cena—anunció.
Intenté esconder mi malestar antes de bajar al comedor, ya que se suponía que ese era un día de festejo por mi cumpleaños y por las recientes visitas.
El resto de la familia ya se había ubicado en sus respectivos asientos en torno a una mesa ya servida. Mamá se había encargado de vestirla con la mantelería bordada y la vajilla fina reservada para ocasiones especiales.
Respirar el aroma a mi comida predilecta hizo que aligerara la sensación de opresión en mi pecho. Además, si Katu y Yaguati podían hacer a un lado sus diferencias para pasar un rato ameno, entonces yo podía echar a la papelera mental las recientes revelaciones.
La cena transcurrió bastante animada, con la incorporación de nuevas voces, anécdotas y recuerdos, por lo que en pocos minutos más me sentí plenamente a gusto.
¡Todo lucía precioso!
El arco de globos y el colorido cartel de "Feliz cumple María Irupé", que tenía el sello inconfundible de una madre maestra y un hermano apasionado por las artes plásticas—me refiero a Katu—, estaban colocados y le daban un toque pintoresco y alegre a la habitación.
A aquella decoración se le sumaria un pequeño Candy y un lunch salado, además del asado, al día siguiente. Esa era la forma que tenía mi familia de demostrarme su amor en estas vísperas. Y, aunque ya no era una niña y podía prescindir de la piñata y los bonetes, a mí me encantaban esos pequeños detalles que me hacían sentir valiosa.
En ese aspecto también era poco fuera de serie. Sobre todo porque la mayoría de mis conocidos y amigos de mi edad preferían salir de joda para su cumple, y quedarse lo menos posible en la casa junto a sus familiares. Aunque debía admitir que gracias a Tobías también había tenido ese "plus" durante la madrugada.
Al finalizar la cena, mi vieja sacó una mini-torta. Se trataba de una milhojas bañada en chocolate, con mucho relleno de dulce de leche.
Amaru bajó las luces y entonces empezó la parte bochornosa de la canción del "feliz cumple". Ese momento en que no sabes qué expresión poner, mientras todos te rodean aplaudiendo, tarareando o cantando un desafinado tema de felicitaciones donde cada cual recita una versión distinta de tu nombre. En este caso era "Iru" "Irupé" "Irupecita" (créanme hay quien lo dice) "María", etc.
En esa ocasión preferí sumarme a los aplausos para no quedar tan descolgada, hasta que al fin soplé las velas. Pero me tomé mis cinco segundos extra para pensar en los tres deseos (uno de eso incluía explícitamente NO embarazarme hasta los cuarenta)
Luego llegó la avalancha de besos y abrazos, algún tirón de orejas y la mejor parte que fue cuando casi pude hincarle el diente a la torta. Y digo "casi" porque el hambre se me cortó cuando Itatay anunció que "le gustaría decir algunas palabras".
¿Has experimentado la sensación de mirar a través del lente de una cámara? Uno observa, pero solo ve un cuadro específico de todo el entorno. Un fragmento que se percibe con mayor detalle, más nitidez y definición. Un momento que queda atrapado, suspendido en el tiempo y que se perpetúa mágicamente con un "clic" tornándose en un inmortal recuerdo.
Bueno, te diré que los siguientes quince minutos —tiempo que mi abuela estuvo hablando— vi a cada uno de los presentes a través del lente de esa cámara y capturé cada expresión y cada gesto, a fin de adivinar sus pensamientos. Porque de más está decir que cuando Itatay habló reinó el silencio. Las voces una a una se apagaron, al igual que las pequeñas diecisiete llamas que formaban un perfecto circulo sobre la torta, ya que cuando la abuela hablaba, el resto escuchaba.
—No puedo creer que seas una Lobizona...—fueron las palabras de mi madre, apenas dichas en susurros. Claro, que con un silencio sepulcral de fondo y con sentidos como los míos, se oyeron tan claras como si tuviera un Home Pieter carca de mis oídos.
Y sí, mi abue lo había dicho. No todo lo que concierne al secreto— se había saltado lo de la última profecía, por ejemplo, para que mi madre no se infarte—, pero sí había contado la mayoría. ¿Con qué derecho? Con el que le otorga ser la matriarca de la familia y la portadora de mayor sabiduría.
—Yo...—inicié. Pero, el resto de las palabras se estrangularon en mitad de mi garganta. Jamás en mi vida había estado tan asustada y, en parte, por eso había evitado hablar sobre mi estado con mis padres, en especial con ella. No quería lidiar con su amargura, y con esa mirada desolada con la que me contemplaba.
—No diga nada mi' ja— interrumpió mi abuela—. Yo hablé, porque era necesario que el resto de familia supiera la verdad, en especial ella—señaló con un gesto a mi madre—, y yo voy a contestar las preguntas que tengan, así acabamos con el drama de una vez por todas, que esto ya se parece a una telenovela.
—Madre, le puedo tolerar que le haya guardado el secreto a Irupé, incluso que haya sido quien cuente la verdad, pero esto es algo que tengo en arreglar con mi hija sin mediación—sentenció mi mamá, con voz seria.
Nunca la había oído cuestionar a Itatay, pero debía admitir que en su petición había algo de razón... Bueno, mucha razón. Teníamos que resolver ese tema sin mediación.
Era tiempo de que hiciera uso de la poca madurez que me habían otorgado mis recientes diecisiete, afrontara mis temores, y hablara con la verdad.
—Está bien abue—asentí, antes de que Itatay pudiera objetar. Acto seguido, froté mis manos contra los jeans para quitarme el sudor, cerré mis ojos y suspiré profundo con la intención de infundirme valor (solo inspiré aire). Luego volví a abrirlos, despojándome de cualquier velo, mirando de frente a todos los presentes, a aquellas personas importantes que formaban parte de mi pequeño mundo—. Soy una Lobizona, es cierto. No hice nada para merecer mi condición, pero es un hecho que padezco de licantropía—Los orbes de mi madre me escrutaban fijo. Estaban completamente negros, de no ser por aquella mota luminosa en el centro del iris que amenazaba con expandirse y desbordar por sus lagrimales—. Sé que te duele escucharlo má, sé que tenías esperanzas de que mi operación funcionara y "que me hubiera salvado". Por eso mismo me esforcé tanto por ocultar la verdad, porque no quería causarte malestar. A ninguno—añadí dirigiéndome al resto de los interpelados, quienes se mantenían silenciosos, sumidos en sus propias especulaciones—. Suficientes los problemas cotidianos que tenemos, para sumarle algo más. Además, tienen que saber que yo no vivo esto como una maldición, sino lo opuesto. No digo que me encante tener más vello corporal o mayor descontrol hormonal que una adolescente normal, pero tampoco está tan mal—Me encogí de hombros. Carla, Katu y Amaru sonreían y asentían comprensivos. Mi padre seguía mirándome con ternura, lo que resultaba confortante. Yaguati estaba en proceso de "iluminación" (supongo que rememoraba aquella transformación que había sufrido frente a él y que había adjudicado a un estado de shock) y mi madre, bueno...Su expresión de rigidez se había aflojado. Ahora estaba blanda como flan y finalmente llorando.
¡Carajo!
Me levanté de mi asiento para ir a su lado.
—No estés triste má. Te digo que en serio no es la gran cosa— Acaricié su espalda con afecto.
—¡Por Añá! ¡¿No es la gran cosa estar maldita?!—sollozó desconsolada, ocultando su rostro entre sus manos trémulas.
—Ya te dije, ni siquiera es una maldición. De hecho...
Aproveché para narrarle, de forma abreviada, la historia que me había relatado Tobías sobre nuestra creación. Al menos eso sirvió para calmar su llanto y generar curiosidad.
—¿Usted qué opina madre? ¿Puede ser eso posible?—inquirió limpiando sus lágrimas. Su voz tenía una pizca de esperanza.
—Lo creo hija. Hay historias más antigüas de las que usted y yo sabemos y que van más allá de nuestro entendimiento. Además, si su hija es Lobizona es porque los Dioses así lo quisieron y no hay que ir en contra de la voluntad de los Dioses, porque ellos son sabios y por eso son artífices de los grandes eventos de nuestras vidas. Y yo estoy segura de que a su gurisa le auguran grandes cosas—. "Y esas cosas no tienen nada que ver con una maternidad prematura" pensé—. Nuestra tarea no es ir en contra del destino, sino apoyarla y ayudarla a sobrellevarlo—concluyó.
—Amén por eso suegra—musitó mi padre, hablando por vez primera—. Y quiero que sepas que yo te apoyo hijita—Aunque ya lo sospechaba, escuchar sus palabras fueron un paño de agua fresca en un corazón que estaba bastante golpeado. ¡Vaya giro que había dado mi cena de cumpleaños!
—Gracias pá—sonreí.
—Yo también—anunciaron Katu y Amaru, casi al tiempo.
—Sabes lo que pienso. Incondicional hasta la muerte—expresó Carla, y se levantó para darme un abrazo.
—Mientras no quieras "volver" a saltarme a la yugular, estamos en paz hermana—comentó Yagua guiñándome.
¡Era un condenado pero lo amaba!
Entonces volví mis ojos hacia mi madre, esbozando con un silencioso "¿y vos má?"
Anahí estiró su mano buscando la mía para estrecharla y cuando la tuvo sujeta al fin sonrió.
—Yo también hija. Pero no vuelvas a ocultarme nada nunca más. Por más drama que haga, soy tu madre y al final siempre voy a encontrar la forma de dejar mis temores e inseguridades de lado y apoyarte. Sos mi orgullo y eso jamás va a cambiar.
Entonces me abrazó y al fin puedo decir que mi alma estuvo en paz.
N/A
¡Hola! ¿Me recuerdan? Soy la pésima autora de esta historia que no se actualiza hace un mes. Sí, llevo la cuenta. Estoy al tanto de mi falta para con ustedes y quiero disculparme y explicarles qué grandes cambios acontecieron en mi vida en este tiempo.
Para empezar Lobizona no llegó a ganar el Watty y eso, admito que me desmoralizó y apagó mis ganas de seguir escribiendo. Pero fue apenas unos días, ya que el premio es eso solamente, pero no se compara con la gratificación que aportan a diario ustedes, mis lectores, con su apoyo y comentarios. Así que, esa no fue la razón primoldial de mi alejamiento, sino el hecho de que me estuve formando para ser Embajadora y eso sí llevó tiempo y esfuerzo aunque valió toda la pena.
Además conseguí un nuevo trabajo de Bibliotecaria y ayudo a administrar dos perfiles en la comunidad: Humor y Misterio.
A eso añadan que escribí 3 cortos para distintos desafíos, hice entrevistas, reseñas y un largo étcetera que les aburriría.
Esos son los motivos de mi ausencia. Y sepan que no los digo para justificarme, porque bien podría publicar y no decir nada, pero me pareció que les debía una explicación por todo el interés que manifestaron en la obrita.
Bueno, eso es todo y espero que el capi haya llenado parte de sus expectativas, aunque aún queda mucho de Lobizona por narrar.
¡Un gran abrazo! Los adoro 🤗
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