Capítulo 40
—Siéntese gurisa—indicó mi abuela, señalando la cama. Ella tomó asiento en la silla mecedora que mi viejo había tenido a bien colocar en el cuarto de huéspedes para mayor confort de su querida suegra.
Aunque parezca increíble, su relación era bastante buena, a diferencia de los tradicionales vínculos entre yerno/suegra. Tal vez resultaba beneficiosa la distancia, y el hecho de que la abuela solía hablar mucho en Guaraní, su lengua natal, razón por la cual podía mandarlo a los mismos dominios de Añá sin que se diera por enterado.
Respiré hondo, tomando coraje, y rememoré las palabras de mi amiga Carla quien me había dicho que había estado charlando sobre el tema con Itatay durante el viaje, y mi abuela se mostraba calma y resuelta a ayudarme. Eso me infundió mayor tranquilidad, pero igual tenía que asegurarme.
—¿No está enojada porque le oculté mi condición a mis vie...padres, cierto abuela?—dije en tono respetuoso. A continuación clavé mis ojos en el parqué del suelo. No podía ver a la longeva mujer que estaba sentada frente a mí, pero podía oler lo que hacía. Estaba preparando su pipa. La atmósfera pronto se perfumó de un penetrante aroma.
Mi abuela era una gran consumidora de tabaco, además cultivaba la planta y no era extraño verla fumándolo en pipa, cigarro o incluso mascándolo como si fuera un chicle.
—No estoy enojada con usted, sino conmigo—Sus palabras me impulsaron a levantar la vista. Una pequeña nube se elevaba en zigzag hacia el techo—. Debí hablarle de esto hace mucho, para que esté preparada...
Pestañé atónita. No podía creer lo que estaba oyendo.
—¿Qué quiere decir abuela? ¿Usted sabía lo que iba a pasarme?
—Me imaginaba gurisa—corroboró—. Al Angatupyry* no se le engaña tan fácil. Y yo sabía que toda esa cosa médica que le hicieron cuando nació no iba a servir de nada. Pero su madre estaba tan feliz y esperanzada de que la maldición de Taú* y la doncella durmiente* no la alcanzara que no tuve corazón para decirle lo que pensaba. Así que ¿cómo iba a culparla a usted de no hablar?
Me removí inquieta en la cama, deseosa de compartir con mi abuela mis recientes descubrimientos al respecto. Las palabras comenzaron a fluir con verborragia.
—¿Y si le dijera que recientemente me enteré de una nueva versión de la historia abuela? ¿Una que cambia por completo el sentido de la maldición del Lobizón y que no está ligada solamente a los Guaraníes sino que afecta a otras comunidades nativas por igual?
Itatay sostuvo su pipa meditabunda. ¿Podría esa mujer de conservadoras costumbres y creencias ancestrales abrirse al nuevo conocimiento y aceptarlo?
—Diría que en la historia "no escrita" muchas palabras se pierden o cambian el sentido, así que es posible que haya más de una verdad—respondió para mi asombro. Una sonrisa se pintó en mi rostro, mientras mi abuela asentía—Prosiga mi' ja.
A continuación le transmití a Itatay aquella historia que me había contado Tobías cuando visitamos la Logia de la Luna, le hablé del significado de las pinturas y manuscritos existentes y le compartí mi propia visión al respecto.
—Creo que puede ser posible, sobre todo ahora que estoy aprendiendo a convivir con "mi condición lobuna". Ya no la siento una carga y empiezo a experimentarlo como un don que debo llevar con orgullo.
Al finalizar el relato la anciana tenía los ojos cerrados y guardaba silencio, mientras se mecía con lentitud en la silla, abrigada con su poncho. De no ser por aquella perpetua estela vaporosa que escapaba de su pipa y seguía su plateado ascenso, se podría pensar que se había quedado dormida.
Después de unos minutos Itatay abrió aquellos ojos atezados que me miraron con un brillo nuevo.
—Su historia me ha refrescado viejas memorias—exclamó a continuación—. Palabras que alguna vez su bis abuela, mi madre, estando ya en su lecho me susurró cuando yo era una gurisita. Palabras que junto a ella se perdieron como el viento de la tarde.
Mi abuela rara vez hablaba de su madre, por el hecho de que la había perdido muy joven y poseía de ella difusos recuerdos. Además tenía escasas pertenencias de su progenitora ya que en la tradición Guaraní era común despojarse de objetos que vinculen a la persona fallecida con el mundo de los vivos, para evitar que su alma regrese.
Antigüamente incluso se consideraba que en sus primeros estadios de desprendimiento del mundo terrenal el alma conservaba ciertas apetencias humanas por eso los muertos se enterraban junto a una vasija con agua y alimento.
Yo tampoco sabía mucho a cerca de ella, hasta ese momento en que me había hecho conocedora de algo muy valioso: la historia que le había dicho a Itatay.
Al parecer la diosa luna "Arasy", quién sentía especial interés por los Lobizones y los consideraba sus acónitos, prometió que un día levantaría su castigo. La "elegida de la luna" se convertía en la esperanza de la especie al restaurar la "honra" perdida.
Esas simples palabras, que bien podrían ser interpretadas como una profecía, decían más de lo que se podía dilucidar a simple vista.
Arasy hablaba de restaurar la "honra" perdida pero, ¿qué tal si no buscaba acabar con la licantropía sino devolverle a los Lobizones aquellos dones prístinos que los demás dioses les habían concedido originalmente?
También hacía referencia a un "emisario", alguien que claramente está relacionado con la luna, pero no supeditado a ella. ¿Y sí se tratara de un licántropo que fuese capaz de transformarse a voluntad? ¿Uno que no hubiera perdido su condición de guerrero y no debiera guarecerse en las sombras, o detrás de un "Protector" y pudiera enfrentarse por sí mismo al peligro?
Hubiera pensado en Tobías, de no ser porque la profecía habla de una elegida, una mujer...¿Una "Lobizona" quizá? Pero, si fuese así ¿cómo podría devolverles a los miembros de su especie su poder?
Le compartí a mi abuela mis teorías y me encontré con que ella había seguido una línea de razonamiento similar, pero además ya poseía la respuesta a mi último interrogante. Una que así como fue pronunciada, estaba dispuesta a olvidar, porque era tan simple y complicada como la naturaleza misma. "No se trataba de devolver dones, sino de transferirlos"
—Descendencia mi' jita. En los futuros frutos de su vientre podría estar la salvación de la especie.
*Angatupyry: Espíritu del bien. Creado por Tupá.
*Taú: Espíritu del mal.
*Doncella durmiente: se refiere a Keraná, quien -según la leyenda Guaraní- se convierte en la concubina y madre de los hijos de Taú. Los siete monstruos malditos, entre los cuales está el Lobizón.
¿Se imaginan a los bebecitos de Irupé? 😍 ¿Quién sería el padre? ¿Tobías? ¿Nahuel? ¿Algún viejo y decrepito Lobizón de la misteriosa Logia? 😱😱😱 Esperemos que no jajaja
¡Muchas gracias por leer corazones! ¡Hasta pronto!
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