Capítulo 38
Luces de neón, música de rock, humo de cigarrillo y alcohol...
No, definitivamente esta no era la idea que apareció en mi mente cuando Tobías mencionó lo del "paseo pre-cumpleaños", pero el bar no estaba tan mal. De hecho, hasta tenía mesas de pool en la parte trasera, así que podríamos jugar algunas partidas.
—¿Seguro que no va a caer la cana?—indagué con preocupación. Todavía no podía creer que con "casi diecisiete" me dejaran entrar a un bar. Claro que el hecho de que Tobías conociera al dueño del negocio influía bastante.
Mi acompañante se acercó para hablarme al oído y hacerse sentir sobre la música. Estaba sonando un viejo tema de los Redonditos de Ricota, "La Bestia Pop"
—Tranquila bonita. La yuta se tendría que preocupar de vos—bromeó, dejando un beso en mi mejilla. Por unos instantes se esfumó mi inquietud.
El castaño tomó mi mano y comenzó a conducirme hacia una mesa libre, mientras le hacía señas al barman.
Desde la barra, un pibe* de unos veinte años —cuyo rostro tenía más agujeros que regimiento de topos— sonrió, enmarcando la hilera de piercing de sus labios y saludó a Tobías con familiaridad.
—Te hablo en serio—insistí, cuando recuperé la compostura.
—Yo también...Además, la policía no hace razia* acá porque el comisario es amigo del dueño.
Al parecer "conocer al dueño" traía muchas ventajas.
Nos sentamos en una mesa pequeña ubicada en un rincón, donde las luces eran un poco más tenues y el humo del cigarrillo no se sentía tan denso. En un sitio con tales características podría decirse que era lo mejorcito, el "sector vip del antro".
Unos minutos allí y la campera que llevaba me estaba asfixiando. Hacía demasiado calor y aunque estaba renuente a quitarme la prenda, para no volver a sentir las lascivas miradas del grupo de motoqueros cincuentones que me habían echado ojo cuando entré al bar, finalmente debí hacerlo. Con suerte en aquel apartado no me verían con claridad.
—Sos hermosa—musitó Tobías, deslizando una mano por mi cintura descubierta, provocándome cosquillas. Se había sentado junto a mí en el sillón semicircular que abarcaba media mesa y en menos de un segundo había vuelto a aumentar mi temperatura.
¡Quitarme la campera no había servido pa' mierda!
—Gracias...—alcancé a murmurar antes de que fuéramos interrumpidos por una de las mozas, una pelirroja de unos treinta años que miraba a mi acompañante como si fuera una especie de postre.
La mujer llevaba puesta una musculosa entallada que dejaba ver el aro del ombligo, jeans negros con roturas, sobre los cuales tenía doblado un delantal con el logo del bar, y estaba calzada con unas converse gastadas. Claro que el atuendo era lo menos con aquella tremenda delantera.
A continuación, la fulana* se inclinó sobre la mesa, regalándonos un primer plano de su escote, y depositó un beso prolongado en la mejilla de Tobías.
Yo la miré fijo, "regalándole" mi mejor cara de cu...
—¡Cuánto tiempo sin verte, cielo!—exclamó la tipa.
—Sí, la verdad llevaba tiempo sin venir Zoila...—afirmó Tobías.
"¿¡Zoila!? ¿Qué clase de nombre es ese? Más bien debería llamarse Zoi-la-zorra" pensé. Pero el hecho de que mi acompañante no utilizara apelativos cariñosos con ella me gustó.
— ¿Te sirvo lo de siempre? ¿Cerveza "roja" artesanal?—Ni siquiera dejó que contestara y ya hacía anotaciones en su celular—. ¿Y para vos algún agüita saborizada?—añadió, con una sonrisa forzada, reparando por primera vez en mí.
—Esta vez prefiero cerveza "morena"—informó Tobías y a continuación se giró en mi dirección—. ¿Y vos mi cielo, qué querés tomar?
¡A vos y largarme lejos para poder besarte como quiero!
—También una cerveza morena, mi vida. La "roja" me cae mal—respondí con voz dulce.
La pelirroja tomó los nuevos pedidos—ahora sin sonrisita— y se retiró como si el mismo Añá le pisara las zapatillas. Tiempo después otro mozo trajo nuestras bebidas.
La noche estaba fluyendo de manera fantástica. Después de tomarnos las birras fuimos directo a las mesas de pool y ya iba ganando dos partidas. ¡Andaba de racha!
—¿Dónde aprendiste a jugar así?—preguntó Tobías mientras intercalaba las bolas lisas y rayadas, acomodándolas para la nueva partida.
—A mis hermanos Yaguati y Amaru les gusta mucho el pool. Tanto que compraron una mesa para jugar con frecuencia, pero quedó en la casa de Buenos Aires. Ellos me enseñaron todo lo que sé...Aunque gran parte del talento es nato—fanfarroneé, al tiempo que le ponía tiza al taco—. Vos tendrías que practicar más, si no querés seguir perdiendo así—reí.
—Te estoy dejando ganar por la víspera de tu cumple—se excusó.
—¡Ah no! Por mí no te contengas—le guiñé de forma provocativa. Luego dejé mi taco a un lado de la mesa, me acerqué a él posicionándome detrás de su espalda y deslicé mis yemas por la musculatura de sus brazos descubiertos—. Dame lo mejor que tengas "cielo"—. Me puse de puntillas y dejé un beso en su cuello. Sus vellos se erizaron ligeramente.
Volví a mi puesto mientras lo contemplaba fijo. A Tobías le tomó un momento volver en sí.
—Vos lo pediste preciosa—sentenció al fin, dibujando una sonrisa "lobuna". A continuación se tronó los dedos para flexibilizarse y tomó su taco, inclinándose ligeramente sobre la mesa. Un mechón de su cabello castaño cayó sobre su frente y cubrió parte del medallón dorado de su orbe. Recién entonces volvió a mirarme—. Espero que estés preparada, para lo que voy a darte. Después no se aceptan quejas—dijo y dio el primer golpe haciendo vibrar la mesa.
—¡No puedo creer que haya perdido!—refunfuñé—. ¡Maldita bola 8!—Tobías se deshacía de risa—. Vos dejá de reírte, ganaste de casualidad.
—¡Una victoria es una victoria!—se jactó.
—Sí, pero no hubieras ganado de no haber estornudado. El taco de movió y le di a la negra sin querer. ¡Es culpa de este olor a cigarro!
—Claro bonita, como digas—Su actitud no hacía más que incrementar mi enfado. Porque no había perdido por verdadera destreza de mi oponente, sino por accidente y odiaba aquello. Me crucé mis brazos y le di la espalda. Era imposible discutir con él—. ¡Vamos, no te enojes!— Se aproximó a mí y me rodeó con sus brazos—. Sos la mejor y lo sabés...
—No trates de ablandarme ahora o va a ser peor.
—¿Qué vas a hacer, te vas a ir?—inquirió, y aprovechando el tema musical que estaba sonando, comenzó a moverse al ritmo de Memphis la Blusera—. "Si te vas, no, no, no me voy a matar" —Empezó a hacer un cover del tema de Pappo, usando el taco de pool de micrófono. ¿Cómo resistirse a eso? ¡Se veía muy sexy!— "Sabes, mejor, llévate si querés el televisor. Mientras haces la valija, escuchá esta canción..."
En pocos segundos había conseguido alejar mi enojo y me tenía riendo junto a él. Incluso bailamos un par de temas, pero cuando ya se estaba creando ambiente, se armó el lío en el bar.
Primero, vimos un tumulto apiñándose contra las puertas traseras y a la brevedad la música se cortó.
—¿Qué pasa?—pregunté contrariada. Tobías hizo un gesto de negación.
—Voy a preguntarle a "Wally", el barman. Esperáme acá—indicó y se abrió camino hacia la barra, entre empujones y puteadas.
Cuando volvió me dijo que nos teníamos que ir porque al fin si iba a haber razia. Resulta que la esposa del comisario también "conocía" al dueño del bar y de una forma demasiado "íntima". Cuando el marido se enteró, le rompió la cara al dueño y de yapa mandó clausurar el bar. Así que aquella noche amena había desencadenado en una huida estrepitosa. Pero el shock de adrenalina tampoco había estado mal. Esa era mi segunda huida y la me sentía una fugitiva consagrada.
—La pasé genial—dije cuando bajé de la moto, que el castaño había aparcado a una cuadra de mi casa, para no alertar a mis viejos.
—Me alegra oír eso, porque yo igual. Me encanta pasar tiempo con vos—susurró, atrayéndome hacia su pecho, para envolverme con su campera. Hacía un poco de frío. La brisa agitaba el follaje del bosque y las copas de los pinos ondulaban como puntas de mástil, incluso las fúlgidas centellas vibraban, estremeciendo aquel cosmos distante—. Feliz cumpleaños—añadió y recién entonces tomé conciencia del tiempo. Hacía treinta minutos que tenía diecisiete años y él había sido la primera persona que me había saludado: ese chico loco, indómito, indisciplinado que por momentos se volvía precavido y moderado, que con sus palabras y acciones me elevaba hacia el cielo, volviéndome capaz de cualquier cosa y con igual simpleza me hacía sentar cabeza, me bajaba a la tierra, segura entre sus brazos—. ¿Vas a pensar en mí cuando me vaya?
—Hasta que me duela el bocho de tanto imaginarte—murmuré y una vez más me entregué a sus labios tiernos. Antes de cerrar mis ojos atiné a mirar el cielo. Me pareció que llovían estrellas fugaces.
Pibe: chico, joven.
Fulana: persona cuyo nombre se desconoce o no interesa precisar.
Razia: redada, incursión o entrada sorpresa de la policía.
JosyFalcon kariis78 Jckgermany
xDISTURBIAx wednesdayaddamsgrey Escriboymegusta shamialvarez ConstanzaUrbano98 xandy547 ItsasoAU JayCam RubnPrezPardo clarymorgen2 ariagomez69 maygomez1513 sebymelano44 sarita_mommy edith0teresa cecilyherondale89 EeegooPercabethForever19
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top