Capítulo 37 ¡Especial lista corta!
Al respecto diré que ese "beso" sí me hizo ver estrellas... Debido al ataque de tos que me dió por mi falta de experiencia.
—Tenés que ir tragando el humo de a poco—declaró Tobías, mientras me daba palmaditas en la espalda.
«Ese es el tipo de observaciones que se hacen antes, no cuando la fatalidad está en curso» pensé. Pero los sucesivos espasmos me impedían manifestarlo en voz alta.
Para colmo de males, la tos era tal que había llamado la atención de mi viejo.
—Hija, ¿estás bien?—lo oí preguntar desde el otro lado de la puerta.
Respiré hondo intentando serenarme, y empecé a hacerle señas a Tobías para que me ayudara a entrar al cuarto.
—Sí pá. Me ahogué de la risa por algo que...leí—Logré articular una excusa más o menos creíble.
—Humm...¿Puedo pasar?—inquirió e hizo amague de abrir el postigo justo cuando la ventana se cerraba detrás de mí.
—¡No! ¡Pará!—medio grité—. ¡Estoy en calzones!
Esa advertencia bastó para que mi viejo reculara.
De manera ágil me quité las botas y la campera. Después me metí en la cama, y me cubrí con el cobertor.
Pese al desorden siempre tenía un libro a mano, así que lo tomé pues serviría de respaldo a mi argumento.
››Pasá—indiqué, ya más recuperada.
Mi papá ingresó al cuarto echando un vistazo general para cerciorarse de que debajo de la montaña de ropa no se estuviera escondiendo ningún adolescente lascivo.
Me mantuve pacífica. El adolescente libertino estaba en el techo.
—No puedo creer que en pocas horas cumplís diecisiete—Sus gestos habían pasado de la preocupación a la añoranza. Eso podía significar que iba a soltarme un emotivo discurso paternal, en vez de uno a cerca de "métodos anticonceptivos y enfermedades sexuales"—. ¿Puedo?—preguntó, buscando sitio donde sentarse.
Le hice espacio en la cama.
Por unos instantes mi padre guardó silencio y eso me hizo sentir incomoda. Por un lado, porque las conversaciones con él no solían ser tan fluidas como las que mantenía con mi mamá, y por otro, porque empecé a preguntarme si desde aquella distancia podía advertir el aroma a faso.
—Parece ayer que tu mamá entraba al hospital para darte a luz...—Sí, era ese tipo de discurso: "súper emotivo". A pesar de la cercanía, sus ojos estaban distantes, volaban en busca de remotos recuerdos—. ¿Sabés? Cuando los médicos nos hablaron a tu mamá y a mí de tu condición y de lo aconsejable que sería hacer la cirugía de inmediato para corregir esa "anomalía" lo único que podía pensar era en lo generoso que había sido Dios por darnos una bendición semejante.
—Claro, que naciera intersexual les daba esperanzas de combatir "la maldición del Lobizón"—observé.
—No hablo de eso—negó mi papá, fijando aquellos orbes cargados de nostalgia en mí—. Sino de la bendición que implicaba tenerte con nosotros. Aún con todo el revuelo de los médicos y las preocupaciones relacionadas a nuestras creencias, me sentía plenamente feliz de poder contemplarte, y tenerte, al fin, entre mis brazos. Desde ese instante supe que serías mi orgullo y hoy, después de tanto tiempo, me siento dichoso, satisfecho, porque no me equivoqué.
Empecé a sentir cierta comezón en la nariz y en los ojos, seguida de una compresión en el pecho.
¿Por qué tenía que ponerse tan sentimental esa noche?
No fui capaz de seguir mostrando fortaleza y cedí.
Nuestros cuerpos se unieron en un profundo y reconfortante abrazo. Algunas de mis lágrimas humedecían las solapas de su suéter, tal como pasaba cuando era chica y tenía un ataque de llanto. La única forma de calmarme, según me contaron, era que mi padre me pusiera contra su pecho y me diera masajitos en la espalda. Era un método efectivo. El malestar pasaba, el llanto cesaba y en agradecimiento le dejaba mis babas adheridas a la ropa.
—Te quiero papi.
—Y yo a vos. Siempre vas a ser mi chiquita— murmuró, rascando mi cabeza, para depositar un beso en mi coronilla. Acto seguido se apartó buscando mi rostro—. Sin embargo, soy consciente de que nos sos una niña para el resto del mundo, especialmente para los chicos—espetó, frunciendo su encanecido entrecejo—. Y no puedo pretender que vivimos en el siglo pasado y te vas a guardar virgen hasta el matrimonio...
—¡Papá, no es necesario!—lo interrumpí, antes de que la charla se tornara aún más vergonsoza —. Mamá ya me habló de esas cosas. Además, mi "florecita" sigue intacta y seguirá así por largo tiempo.
Tal vez esa noche me estaba mostrando un tanto más desinhibida que de costumbre, pero mi desenfado no llegaba a tanto. Además, había ciertas cosas para las que prefería esperar. Mínimo, hasta ver fuegos artificiales.
—Oh...—Se rascó la nuca y suspiró aliviado—En ese caso, creo que ya no tengo nada que decir. Te dejo descansar hija—sonrió dejando otro beso en mi mejilla.
—Que descanses pá...
Dejé pasar unos minutos, me vestí de nuevo y regresé al techo con Tobías.
El castaño no hizo alusión a la charla filiar, cosa que se lo agradecí en el alma. Ya bastante pena había pasado, no solo por el carácter de la conversación, sino porque sabía que él estaría escuchando.
—¿Todavía tenés ganas de salir?—indagó, poniéndose de pie. Su negra figura se acopló a la perfección con la entoldada noche que investía el bosque, que se erguía a sus espaldas.
—Obvio, si todavía tenés ganas de aguantarme un rato más —respondí.
Él estiró su mano hacía mí y me condujo hasta el enrejado de madera que adornaba la pared posterior de la casa, sitio donde trepaban las enredaderas y que había usado de escalera para llegar a mi ventana.
La idea de un Romeo contemporáneo estilo rocker, cruzó por mi cabeza y me hizo sonreír.
—¿Podés bajar sola?—preguntó.
—Sí. Apenas le di una calada al faso. No me siento en las nubes todavía—dije en tono de broma, pero mi compañero se mantuvo serio. Algo en su "aura" había cambiado desde que había vuelto a salir del cuarto.
—Respecto a eso...Que no se te haga costumbre.
—¿Lo decís por experiencia? —Enarqué una ceja.
—Sí. Al principio el faso me ayudaba a evadir la realidad, a deshacerme de mis problemas... Pero el efecto es momentáneo, y cuando se va todo vuelve recargado. Es como una herida mal curada. Se le hace costra, pero al menor raspón de nuevo sangra. Esto lo aprendí a la mala y aunque todavía fumo, lo hago para relajarme. Las propiedades sedativas ayudan a ocultar mi naturaleza cuando estoy alterado, y fumarlo mezclado con acónito refuerza mi inmunidad.
—Entiendo, pero no es el caso—insistí—. No mentí cuando dije que era solo curiosidad. Yo no busco evadir nada.
—¿Ni siquiera el hecho de que asesinaste a alguien?
Ante aquella pregunta me sentí un tanto indefensa, dubitativa. Era un golpe bajo, pero me hizo reflexionar.
Puede que una parte de mí siguiera lidiando con ese asunto, aunque intentara negarlo. Y puede que mi sistema de autodefensa estuviese obrando en segundo plano, buscando métodos alternos para apresurar la relegación del recuerdo. Pero conscientemente sabía que aquella no era la forma de deshacerme del peso que implicaba cargar con un homicidio. Había otras "sendas" más sanas y estaba segura de que encontraría aunque me llevara más tiempo. Lo más importante y lo que me aportaba mayor seguridad al respecto era la certeza de que no estaría sola en el camino.
—Vos tranquilo, creo que también voy a poder con eso—repuse tomando un poco de carrera.
Luego salté del techo, aterrizando en el suelo con destreza.
¡Estamos en la lista corta! Gracias a todos por el aguante a Lobizona. Iru, Nahu y Tobías se los agradecen 😍
Los amodoro 😘
JosyFalcon kariis78 Jckgermany
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