Capítulo 30
—¡Hola Agustina! ¿Viste a Dana por casualidad?—le pregunté a la Biblioteca Escolar, que solía estar en la puerta de la Institución minutos antes de la hora de apertura, como así también mi compañera.
La joven, que tenía unos veinticinco años de edad, me observó tras la pirámide de libros que sostenía en las manos y negó.
—Todavía no llegó, y me extraña ya que ella suele hacerme las entregas de los libros antes de entrar, para ahorrarse la espera en Biblioteca—comentó y luego bajó la voz, como si de pronto se diera cuenta de que "alguien" podría estar escuchando que se había salteado el protocolo (aunque a esa hora la escuela estaba desértica) y añadió—: Se lo permito solo porque es una alumna muy responsable y cumplidora. Además es una usuaria que nunca ha presentado retrasos en la devolución de los textos y...
—Sí, está bien. No lo voy a andar divulgando—la tranquilicé. El semblante de Agustina volvió a adquirir algo de color natural—. Y gracias, voy a seguir esperando. Quizá tuvo que volver a la casa a llevar a los perros. Suelen seguirla hasta la escuela a menudo.
—Claro. Y si la vez antes que yo, decíle que le voy a dejar el material de lectura que me solicitó sobre mitología regional en el estante de literatura, marcados con el señalador verde. Si hay mucha gente en la Biblio o si yo no estoy para orientarla, que vaya ahí directamente—indicó.
El primer timbre de entrada sonó y de pronto, como si hubiese salido de abajo de las piedras circundantes, una la sonora muchedumbre comenzó se apiñarse en las puertas.
"¡Qué extraño! Tal vez esté enferma." Pensé. Era la única hipótesis que podía justificar una falta de su parte.
—¡Hola Iru! ¿Buscabas a alguien?—inquirió una voz masculina a mis espaldas, al tiempo que sentía el contacto de una mano sobre mi hombro.
Al voltear, mis ojos se encontraron con Nahuel. Había pasado tiempo desde la última vez que habíamos estado tan cerca (las horas de clase no contaban) que mi pulso se aceleró.
Inspiré profundamente reconociendo aquella fragancia que tanto me gustaba y por un momento me quedé estática contemplando su rostro adormilado (Nahu era de los chicos que salían de la cama directo a la escuela.)
—Hola Nahu...Sí, a Dana—musité recordando cuál había sido su pregunta—.¿ La viste?
Luego me aparté hacia un costado, puesto que me di cuenta que estaba obstaculizando el tránsito.
El moreno me siguió y ambos nos ubicamos a unos metros de la entrada, junto a un grupo de chicos rezagados que se debatían si asistirían a clases o no.
—No la vi, porque apenas llego. Pero ella es muy puntual, así que seguro debe estar adentro—expresó—. ¿Vos estás bien? Te noté media rara estos días y ayer no viniste. ¿Se arregló la situación con tus hermanos?—indagó con un gesto consternado.
Me sentí culpable de haber estado tan distraída y haber dejado a Nahuel al margen de la situación actual después de que él me había ayudado tanto. Y en un punto recóndito de mi ser, también sentí el pinchazo de la culpabilidad por haberme rateado... "con Tobías".
—Digamos que estoy "maso". Y tenés razón, ando media distraída por temas familiares y otras...cosas. Mis hermanos se calmaron pero siguen sin hablarse—expliqué—. Y eso me estresa y me pone de mal humor, razón por la cual me castigaron.
—¿Te castigaron por estar de malas?—dijo, elevando una ceja con asombro.
—En realidad, fue por contestar mal en la mesa. En fin... También discutí con Dana el otro día y ahora la busco para disculparme—Barrí el entorno una vez más, pero seguía sin aparecer—. Sin mencionar que en unos días cumplo años y la tensión entre los miembros de mi familia va a ser palpable—suspiré, dejando ir parte de mis cargas. En un minuto le había contado a Nahuel mis angustias sin esfuerzo. Era fácil hablar con él.
—Lamento mucho por lo que estás pasando. Y sabés que para lo que necesites, acá estoy—ofreció, deslizando el dorso de su mano por mi mejilla, provocándome un marcado ascenso de la temperatura. Por unos instantes volvimos a mirarnos con mayor intensidad que antes, mientras nuestros cuerpos se acercaban. El aire alrededor comenzaba a extinguirse, combustionado por aquella atmósfera cálida. "Creo que si no dice algo pronto voy a besarlo" Pensé, pero entonces habló—: ¿Cuándo cumplís años?
—El próximo sábado—respondí, pestañeando para salir de aquel estado de embeleso. El calor, sin embargo, no había aminorado ni un poco—. Bueno, en realidad cumplo el viernes, pero mi familia me lo va a festejar el sábado. Seguro organizan una comida y eso... Estás invitado, por cierto. Pero no es obligatorio, solo andá si tenés ganas—sonreí sintiéndome de pronto avergonzada. "¿Por qué iba a querer asistir a una reunión familiar? La onda sería salir a bailar, ir a un Pub o algo por el estilo"—. Y gracias por lo que dijiste, significa mucho contar con tu apoyo.
Nahuel correspondió formulando una sincera sonrisa mientras asentía.
—Claro que voy a ir. No me lo perdería por nada—observó, mientras el timbre sonaba anunciando el último llamado de "ingreso" a clases—. ¿Entrás?
—No creo. Voy a llamar a Dana o me voy de una corrida hasta la casa, a ver qué pasó y después entro— expliqué. No podía darme el lujo de volver a hacerme la rata, por eso iba a entrar así fuese media jornada (una media falta no es lo mismo que una inasistencia completa) luego de que investigara qué había pasado, no solo porque me urgía hablar con mi amiga, sino por qué de pronto un mal presentimiento se había instalado en mi pecho. Llámenlo "instinto lobuno".
—Dale. Yo voy a entrar porque mi tía es media hincha con el tema de las faltas, sino me quedaba a hacerte la segunda—informó, volviendo a hacer palpitar mi corazón. "¿Acaso podía ser más dulce ese chico?" Acto seguido depositó un beso en mi mejilla y susurró en mi oído—¡Nos vemos al medio día hermosa!— Y se fue, pasando ágilmente entre los postigos, antes de que se los cerraran en la cara.
Un minuto después, cuando la sensación de hormigueo en mi estómago se me había pasado (un treinta por cierto digamos) me dispuse a llamar a Dana.
Para mi sorpresa el teléfono empezó a sonar "cerca" de la zona donde me encontraba.
Gracias a mi sensibilidad auditiva, seguí el sonido de la melodía sin dificultad y llegué a la zona de estacionamiento.
Nuevamente una puntada en el pecho me asaltó, mientras los vellos se me erizaban. Definitivamente algo no andaba bien.
El celu seguía sonando, cada vez con mayor intensidad, hasta que pude ver el pequeño aparato plateado en el suelo, al lado de un automóvil. Lo recogí justo cuando el sonido de una voz conocida puso mis sentidos más alertas.
Se trataba de Dana, quien estaba forcejeando con un individuo encapuchado, que intentaba meterla a la fuerza en su vehículo.
Aquel grito ahogado fue el último sonido que profirieron sus labios, antes de que fuera sofocada y cayera desmayada en sus brazos.
Mis pies tardaron solo segundos en moverse, pero desde mi ubicación (a unos treinta metros de donde se hallaba mi amiga) me fue imposible llegar a tiempo.
El vehículo ya se había puesto en marcha y ella se alejaba velozmente de mi alcance.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top