Capítulo 28
Mi idea de entrar a mi casa por la puerta trasera sin levantar alerta me salió para el traste.
En la galería posterior, sentada en el sillón flotante que colgaba de uno de los postigos de madera, se encontraba mi madre.
—Sabía que ibas a usar esta entrada—comentó, dejando de lado el pilón de trabajos escolares que estaba corrigiendo.
Tragué saliva, intentando controlar el temblor de mis manos. Sus expresivos ojos estaban por completo puestos en mí, y me examinaban por sobre los lentes que usaba para leer. Palmeó el sillón, que era lo suficientemente amplio para albergar a dos personas y me "invitó" a sentarme a su lado.
—Mamá quiero decirte algo...—Estaba dispuesta a confesar lo del faltazo, antes de que las cosas se pusieran mucho más bravas—. Hoy no entré a clases—dije tomando asiento, desviando mi atención hacia el piso y buscando "formas" en el descolorido de las baldosas.
—Ya sé hija—corroboró y era algo obvio ya que tenía varios espías a su servicio. Acto seguido colocó una mano (aquella adornada con el ribete azulado de la tinta del bolígrafo) sobre la mía, aminorando el temblor. "La calma, antes de la tormenta" pensé—. Es nuestra culpa—dijo, logrando descolocarme.
Entonces me atreví a verla directo a los ojos. Sus preciosos iris del tono de los ópalos, brillaban, iluminados por la luz de los astros nacientes y de la vieja farola que zumbaba sobre nuestras cabezas como un moscardón.
Reconocí aflicción reflejada en sus gestos, pero no enojo.
—¿Cómo?—pregunté enarcando una ceja—. No entiendo por qué decís eso.
—Ya no tenés que fingir más Irupé. Sé bien que estás cargando con un gran peso que no querés compartir con tu familia por miedo a cómo podamos reaccionar—De pronto se me fue todo el aliento. Estaba muda. Sabía que mi mamá era astuta, perceptiva, pero ¿cómo carajo supo que era una Lobizona?—. Sé que estás fingiendo que todo está bien, que estás feliz en esta provincia, en tu nueva escuela, con esta nueva vida en general. Pero debe ser duro para vos el desarraigo—Entonces comprendí de qué hablaba mi mamá y quise intervenir para tranquilizarla.
—No má...
—Déjame terminar hija—Asentí, guardando un forzoso silencio—.Tal vez sientas que tenés que ocultar tus emociones para que no nos afecten a nosotros, en especial a tu papá que se está esmerando día tras día por salir adelante, lidiando con la carga que implica estar desempleado y no poder ser ese pilar que sostiene a toda la familia. Sé que en esta época moderna esos principios son algo machistas, pero él está chapado a la antigua y siente que aquella es su responsabilidad, su deber—Le di la razón en ello—. Sin embargo, no es justo para vos que tengas que guardarte tu tristeza por aquello que dejaste atrás, o incluso la insatisfacción que puede generarte atravesar por todos estos cambios, para que tu familia no sienta una nueva carga. Al contrario, tenés que expresarte, decir lo que no te gusta, y entonces nosotros vamos a intentar mejorar eso...Porque para eso estamos, para darnos apoyo y fuerza en momentos difíciles.
No me di cuenta el punto exacto en el que flaqueé completamente y a aquel temblor se sumó el llanto.
Puede que mi madre no hubiera acertado en la causa de mis pesares, pero lo cierto era que sí llevaba una gran carga y saber que podía contar con el apoyo de mi familia era un aliciente y me inspiraba confianza para poder comunicarme con ellos. No obstante, ese no era el momento. Confesaría que era una Lobizona, pero no hasta haber mantenido la charla con la matriarca de la familia.
Sentí los brazos de mi madre abarcándome mientras me atraía a su cuerpo y me envolvía con aquel chal que había tejido con sus propias manos y que albergaba su familiar aroma. La primera fragancia (la que se percibía más rápido) era una mezcla de yerba mate y tiza, (una que cualquiera podría reconocer, aún sin una nariz tan entrenada como la mía) pero había un bálsamo más profundo e íntimo, la esencia de su excepcionalidad, que la definía y distinguía del resto, como una huella adicional que englobaba sus peculiaridades (olfativamente hablando)
Correspondí al abrazo con ternura, empapándome en su perfume, mientras le susurraba "gracias".
Cuando por fin los espasmos cesaron, al igual que las lágrimas, y pude recuperar cierta compostura dije:
—Es cierto que estoy mal por algunas cosas, pero también es verdad que hice mal en faltar hoy a la escuela y también estuve pésimo esta mañana en el desayuno...La forma en la que le hablé a los chicos...
—Katu y Yaguati admitieron que tienen problemas entre ellos—reveló mi madre—. No especificaron de qué se trata el asunto, pero prometieron arreglarlo—Esperaba que hablaran en serio y que sus palabras no fueran solo una excusa para zafar—. Imagino que eso también te puso mal a vos, porque es obvio que estás involucrada así sea de manera indirecta y sumado a la indiscreción que cometí al hablarte anticipadamente de la relación de Amaru y Dana...—La mención del tema provocó un nuevo pinchazo en mi vientre—bueno, estabas en todo tu derecho de tomarte un día sabático para pensar y despejarte. Además soy consciente de que tu padre te prohibió las salidas y sí, me siento culpable también de eso.
Suspiré profundamente. La conversación había tomado rumbos insospechados y hasta el momento parecía que no iba a recibir castigo alguno por mis actos. Quizá el destino había decidido bendecirme al fin y al cabo. Aunque en el fondo, sabía que era merecedora de algún reto por mis actos.
—Hagamos una cosa, vos dejá de culparte por haber contado aquello y yo voy a dejar de culparme por faltar a clases—Era una extraña forma de lograr cierto equilibrio y evitar que mi madre siguiera justificando mis acciones.
—Hecho...Y además prometé que desde ahora no te vas a guardar tus sentimientos y nos vas a contar cuando algo te agobie—Levantó el menique de forma solemne.
—Prometido—Lo entrelacé con el mío sellando la promesa—. Te quiero mami.
—Y yo a vos Arami*—susurró mi madre y yo reí. Me gustaba ser nuevamente su pedacito de cielo.
—Má, tengo una duda—dije luego de un momento—¿Cómo sabías que iba a intentar meterme a casa por la puerta trasera?
Mi madre sonrió con picardía y por un momento en su maduro y sabio rostro resplandeció la niña que una vez había sido.
—Yo hubiera hecho lo mismo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top