Capítulo 21
No volví a ver a Tobías por el resto del día, y aunque Dana no insistió con sus preguntas, noté una actitud un poco distante. ¡Y no era para menos! Soy su mejor amiga, y le guardo demasiados secretos. En ese momento medité seriamente el contarle la verdad, al menos la referida a mi maldición.
Cuando llegué a mi casa, tenía la cabeza revuelta como para notar de forma inmediata que "alguien" había entrado en mi habitación.
Coloqué la mochila sobre la cama, retiré algunos de los útiles escolares y mientras me desvestía fue cuando sentí un aroma ajeno a mi entorno impregnando la atmósfera. Me puse alerta e inspiré hondo.
El perpetrador aún estaba allí.
Mi primer pensamiento fue que se trataba de Tobías. Teoría que descarté rápido, ya que aquel perfume no era el mismo que desprendía su piel.
Entonces escuché unas pisadas justo a mis espaldas. La cercanía del intruso me dio una nueva pista y mis sentidos asociaron la fragancia a Nahuel, aunque la persona que yacía detrás de mí olía ligeramente diferente.
En señal de posible peligro, mis garras comenzaron a salir y mis caninos a alargarse.
Volteé con agilidad, dispuesta a atacar al desconocido, cuando mis ojos se toparon con los de mi hermano Katu. ¡Eso explicaba el perfume!
—¡Soy yo! ¡No me muerdas please!—Mi fraterno levantó ambas manos en señal de rendición y en su rostro se dibujó una mueca de pánico, gesto un poco sobreactuado.
—Sabés que podría haberte arrancado la yugular ¿no?—sugerí y en ese momento Katu se puso lívido por completo—. Solo estaba bromeando. Sé controlarme...Al menos cuando no estoy convertida del todo—Le guiñé.
—Ja Ja—expresó una risa falsa.
—¿A todo esto por qué entrás a mi cuarto como un ladrón?—cuestioné.
—Porque no quería que nadie me viera—argumentó—. Todavía no estoy preparado para volver, pero necesitaba decirte algo importante.
—¡Hello! Tengo celular—levanté el móvil que estaba sobre la cama y lo agité.
—Esto no podía decírtelo por teléfono y sabés que tampoco asistí a clases—Estaba por hacer un comentario al respecto cuando él me cortó—. Créeme que tengo una buena explicación y te la voy a dar cuando te sientes.
"Okey. Esta charla ya comienza a asustarme" Medité.
Mi hermano dio ejemplo tomando asiendo en mi silla de escritorio y yo lo imité sentándome sobre la cama.
—Decílo de una—apremié, con nerviosismo.
—Nahuel es un Lobizón.
—Creí que estarías menos sorprendida—observó Katu.
Lo cierto era que, aunque ya venía sopesando la posibilidad, la hipótesis se había esfumado después de que comprobara que el lobo del bosque era Tobías. Pero en el fondo, siempre perduró un ápice de duda.
—No tengo por qué saberlo todo—argumenté, un poco a la defensiva—. Además Nahuel se esforzó mucho por guardar el secreto.
Y hete aquí una de las cuestiones que me molestaban. ¿Por qué se lo había dicho a Katu y no a mí? Oportunidades le sobraron, y aunque no estaba en posición de reproche, porque yo también era albergadora de "misterios", no podía evitar sentir que la confianza que le había brindado había sido traicionada.
—¡Ya lo creo! Y no lo hubiera descubierto sino lo hubiera seguido anoche—confesó.
"¡STOP! ¿Entonces él no se lo había contado?" Aquella nueva información me dejaba un poco más tranquila.
Me acomodé en la cama, ansiosa de que continuara.
—Tenés que explicarme todo en detalle, si querés que haga mis observaciones al respecto—apremié.
—Está bien. Empiezo desde el principio...
Katu me contó que se había despertado a media noche y de inmediato notó que Nahuel no estaba en el cuarto. Lo hubiera dejado pasar, de no ser porque la ventana estaba abierta y el viento que se filtraba había sido el responsable de que algunos de los objetos de las repisas se cayeran provocando el sonido que lo sacó de su letargo.
Cuando se levantó a cerrarla, fue cuando vio a su compañero perdiéndose en el sendero que daba al bosque colindante.
—La actitud me pareció sospechosa. ¿Por qué saldría a medianoche en pleno auge de una tormenta? Así que me vestí rápido y fui detrás de él.
Al principio le había perdido pisada, pero fueron sus gritos lo que volvieron a guiarlo hacia él. Lo halló en un claro. La cetrina luz de la luna, que había abierto una brecha entre los nubarrones, se proyectaba en su figura haciendo que pareciera fantasmagórica.
De inmediato notó lo que pasaba. Su cuerpo estaba en plena metamorfosis.
—Era notorio que la transformación le resultaba dolorosa, y por eso no podía contener los alaridos—indicó—. Los truenos los solapan un poco, pero yo estaba demasiado cerca como para oír y ver lo que sucedía...Cuando al fin concluyó el cambio, un lobo de pelaje dorado surgía entre las prendas de vestir completamente desgarradas y con la misma furia de los rayos, vi cómo se perdía en la espesura.
—¿Notó tu presencia?—pregunté entonces.
—No lo hizo. Estoy seguro, porque cuando lo enfrenté en la mañana se mostró completamente sorprendido—arguyó.
—¡Te atreviste a encararlo!—exclamé sobresaltada.
—Por supuesto. Necesitaba respuestas—dijo, muy práctico.
—¿Y te las dio?
—No todas, pero me contó parte de la historia... ¿Tenés algo de comer? Me muero de hambre—comentó. Y entendí que si deseaba que prosiguiera, tendría que prepararle un sándwich.
Cuando regresé al cuarto llevaba un plato repleto de tostados y dos vasos de gaseosa. La charla también me había abierto el apetito. Además en la tarde tampoco había probado bocado.
Mientras comíamos, retomó:
—Vos y Nahuel no son los únicos Lobizones que hay en el pueblo. Hay varios como ustedes, y la mayoría se conocen. Incluso Nahuel me habló sobre una especie de Logia, o sociedad secreta de licántropos. Ah y mencionó algo sobre un grupo llamado "Protectores" y otro de "Cazadores".
Mis ojos amenazaban con salirse de sus cuentas.
—¡Esto sí que es interesante! ¿Dónde queda esa Logia? ¿Cómo me puedo unir? —Comencé a acribillarlo a preguntas—. ¿Y qué es eso de los "Cazadores" y "Protectores"? ¿Tiene algo que ver con la membresía?
—No es como si se tratara de un Club hermanita—indicó Katu, girando sus ojos—. No vas y te asociás a la Logia. Formás parte por derecho, o dicho en otras palabras, pertenecés a aquella solo por ser un licántropo. Aunque hay una entidad o un sitio específico de reunión donde se debaten temas relacionados con la licantropía y se tratan asuntos de interés, por ejemplo aquellos que podrían afectar a la especie. Pero no sé dónde queda, ya que Nahuel no me dio ese tipo de información. De hecho, para que me soltara lo poco que sé, debí someterme a un escrutinio minucioso para probar que no era un maldito "Cazador".
—Sigo sin entender del todo el término. Pero me representa peligro—señalé y sentí que el vello comenzaba a erizarse por debajo de mi ropa.
—Y no te equivocás. Por lo poco que reveló, supe que se trata de un grupo de humanos que poseen ciertas "habilidades" que los vuelven una amenaza para ustedes. Es como si fueran los depredadores de la especie. Y por eso existen los "Protectores". También son personas normales que conocen el secreto de su existencia, y que reciben una formación especial, un tipo de entrenamiento, que tiene como objetivo su defensa y preservación.
—No es por disentir Katu, pero si fuiste testigo de la transformación de Nahuel, podrás darte cuenta que somos bastante resistentes y fuertes. No necesitamos humanos que nos defiendan—espeté. En algún punto su narración perdía sentido.
—Los "Protectores" son importantes para la defensa en su etapa más vulnerable, Irupé. Cuando no hay luna llena por ejemplo o cuando el "gen" apenas se está despertando. Ese es un período de "transición" en el que los lobos están más expuestos. Son jóvenes, impredecibles y apenas controlan el cambio.
—Entonces "Los Protectores" son como niñeros para lobos adolescentes—sugerí—. ¡Qué bueno que no tengo ninguno asignado!
Katu sonrió de manera amplia y se cruzó de brazos.
—Hasta ahora.
—¿¡Qué!? ¡De ninguna manera vas a ser mi "Protector" Katu! Puedo cuidarme sola. Además, ¿estás sugiriendo que le dijiste a Nahuel sobre mí o cómo es la cosa?—Lo miré enardecida. Mi voz sonaba irritada.
—No le dije nada, tranquila. No me corresponde develar ese secreto. Sin embargo, está claro que necesitamos saber más al respecto y Nahuel no va a decirme solo porque tengo un rostro bonito—Pestañeó coqueto.
—Bien...Pero no sé si quiero decirle todavía a Nahuel. Al fin y al cabo, él tampoco fue sincero conmigo.
Katu blanqueó sus ojos.
—Contaba con eso. Por eso tengo un plan B. Solo hay una persona que nos puede dar todas las respuestas y la ayuda que necesitamos. Una mujer que va a guardar el secreto hasta que estés lista para contárselo a la familia...
—¿Itatay?—pregunté con cierto temor a adivinarlo.
Katu asintió.
—Sí hermanita. Tenemos que llamar a la abuela.
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