LobLun se encontraba leyendo un fascinante libro mientras se encontraba sentado en el balcón de su casa, desde allí se podía apreciar el castillo donde vivía su amada, LobLun se pasaba horas enteras esperando por algún milisegundo donde pueda apreciar a la hermosa princesa, convirtiéndolo así en su lugar favorito, su total atención estaba en aquel libro, sus gestos cambiaban con cada párrafo que leía, sorpresa, terror, alegría, tristeza, decepción y así sucesivamente hasta pasar al siguiente capítulo.

- Estás tan concentrado en tu misterioso libro que no te haz dado cuenta que la hermosa Luna ha salido - LobLun quitó su vista del libro dirigiendo su vista hacia el castillo, el chico de ojos rojizos suelta una carcajada haciendo que LobLun frunciera el ceño - Has caído en mi trampa.

- ¿No tienes mejores cosas que hacer Júpiter? - Los chicos más guapos de la luna, fueron llamados de acuerdo a los planetas de nuestro sistema solar, todos eran hijos del mismo padre el Sol.

- Vaya hermanito, hoy amaneciste con mal carácter, tu aureola esta oscura - LobLun rodó los ojos volviendo a hacer reír a Júpiter - Esta bien, esta bien, no te molesto, nos veremos en la noche LobLun.

Todos se preguntarán porqué LobLun no tiene el nombre de un planeta como sus hermanos, la respuesta es simplemente, hace 17 años atrás, a la luna llegó una pequeña nave, dentro de ella se encontraba un pequeño bebe quien traía su nombre en un papel envuelto en su muñeca derecha, LobLun no es hijo del Sol, no es hermano legítimo de los demás, pero eso es un secreto que este chico jamás sabrá.

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- Joven luna ¿Nuevamente admirando la Tierra madre? - Sate era la nana de Luna, desde que su madre murió, ella ha sido la encargada de la chica, para Luna, Sate es la madre que nunca llego a tener -

- No es eso nana - Suspira - Son tan hermosas las flores encontradas allí, ojalá aquí en la luna se pudiera cultivar tal belleza.

- Tu padre, el rey Galax, siempre decía que tú parecías una hermosa rosa, como tus favoritas - Luna sonrió al recodar a su padre, ya había pasado 3 años desde que el rey bajo a la Tierra por una rosa para su hija, pero jamás regresó.

- Lo extraño mucho nana - La mira fijamente - ¿Crees qué algún regrese?

- No lo se Joven Luna - Fija su mirada en la Tierra - Jamás lo sabremos.

Sate salió del balcón dejando a la Luna sola nuevamente, la chica pasaba casi todo el día sentada en una silla mecedora admirando las rosas, le gustaban como se movían al viento, como cambiaban con cada estación, le encantaba la naturaleza.

"¿Por qué habré nacido en un lugar desterrado de la naturaleza? Si no la tengo ¿por qué me atrae tanto? ¿Acaso sera un capricho del universo?" Las pequeñas pero infinitas preguntas se hacían presentes en la mente de Luna, tal vez tenía razón en una, el universo se había encaprichado con la hermosa naturaleza de la Tierra y le había trasmitido el deseo a la joven princesa.