Capítulo 4 "Solos en casa"
Franco
Hoy vuelvo a estar solo en esta pedazo de casa, bueno solo solo no, está Nico conmigo, pero vaya, que está encerrado en su cuarto sin molestar, así que no me importa que esté aquí, al parecer sus padres se han tenido que ir porque alguien de su familia ha tenido un accidente, creo recordar que su hija, pero no sé, me tienen incomunicado desde las ocho de la mañana, menudo despertar me han dado, el puto policía ha llamado a golpes a mi cuarto, he abierto la puerta y me ha empezado a gritar un montón de mierdas, que no voy a mentir, me han entrado por un oído y me han salido por el otro, lo único que he retenido era— te quedas con Nico— nos tenemos que ir a Madrid— han tenido un accidente— a lo último me ha dicho nombres, pero no los recuerdo porque no me importaban, no me sonaba ningún nombre solo el de su hija y tampoco estoy seguro de que sea el de su hija, pero bueno a mí me ha venido genial, tengo todo el día para mí solo, porque con el niño lo único que tengo q hacer es hacerle la comida y listo.
Como no puedo salir de esta puta casa me voy a poner el bañador y me voy a ir a la piscina climatizada que tienen detrás de la casa, su patio es tan grande que tienen dos piscinas, una climatizada en la parte más lejana del patio y otra normal al lado de las ventanas que dan al salón. El verdadero quien pudiera, su patio es tan grande que parece más un parque.
Cuando estoy saliendo por la puerta trasera, se me corta toda la buena onda que tenía porque Nicolás me llama.
—Marco, adonde vas—dice sin soltar su Nintendo, yo nunca tuve una, pero los niños de mi clase en primera sí, y yo siempre les envidié, me parecía tan guay esa máquina... Pero nunca pude permitirme comprar una.
—A darme un baño, ¿te importa? —le doy la espalda para irme a la piscina, pero el crío no se calla.
—¿Puedo ir contigo? Es que me aburro, no sé a dónde han ido mis padres, lo único que sé es que me han prohibido salir de casa, así que te toca jugar conmigo—me dice con una sonrisa malévola, me está manipulando para darme pena y que juegue con él, me cae bien.
—Bueno vale, vente —lo ha conseguido, me da pena el crio, alguien de su familia ha tenido un accidente y sus padres le han abandonado sin darle explicaciones con un desconocido, que vale, yo sé que el niño conmigo está bien, pero lo sé porque me conozco a mí mismo, pero esos señores no me conocen de nada... ¿y si me da por secuéstrales al niño? Qué bueno, tampoco podría hacerlo por la tobillera de los huevos, pero da igual, yo a mi hijo nunca le dejaría con desconocidos.
Me pongo a nadar mientras Nico juega con la Nintendo en la hamaca, le he dicho que podía venir conmigo, pero eso no significaba tener que hacerle caso.
Siempre me ha gustado este deporte, en mi primer colegio lo dábamos como asignatura y yo era el mejor de clase, es de las pocas cosas buenas que recuerdo de mi infancia, luego seguí haciendo este deporte cada vez que tenía la oportunidad, eso me ha dejado un cuerpo bastante tonificado, no es por presumir, pero tengo una espalda de escándalo.
Cuando ya ha pasado un rato desde que me he puesto a nadar y ya me noto cansado, paro en la zona que no cubre y me pego un susto al ver de pie en el marco de la puerta a Nicolás, ese niño es muy raro. ¿Cuánto tiempo llevará ahí de pie?
—¿Te vas a meter? —yo ya me quiero salir así que si se baña ahora... Sería un coñazo porque tendría que quedarme haciendo de socorrista.
—¿Te puedo hacer una pregunta? —me pregunta y pasa de lo que le he dicho.
—Sí—normalmente los niños hacen preguntas innecesarias e irritantes así que miedo me da lo que me vaya a preguntar.
—¿Por qué estás aquí? —sinceramente, me lo esperaba, si no le han contado lo del accidente, dudo que le hayan contado quién soy yo. Me sorprende que haya tardado tanto en hacérmela, ya llevo dos semanas y pico aquí, pero no hemos hablado mucho.
—Me estoy dando un baño, ¿está mal? —me hago el tonto, es más fácil que mentirle, porque obviamente no le voy a decir la verdad sobre quién soy.
—No me refiero a en la piscina, digo en mi casa—dice haciéndose el listillo, me jode admitirlo, pero me gusta el crío, me recuerda un poco a mí, además de nada sirve ser borde con él, no tiene la culpa de mis desgracias, y tampoco quiero tener malos royos con esta familia. Así que primero voy a empezar camelándome al más pequeño de todos.
—Ahh, bueno es una larga historia, ¿no te lo han contado tus padres? —sigo haciéndome el tonto, pero ahora intento ser amable.
—No, lo único que me dijeron era que no me acercara a ti, pero a Nora si se lo han dicho —Nora, ahora lo recuerdo, es su hermana, su hermana ha tenido un accidente y este niño está aquí sin saber si quiera que hago yo con él.
—Bueno resumiendo hice algo malo y este es mi castigo—no se me ocurre ninguna excusa así que opto por una verdad mal resumida.
—Marco, mi padre dice que eres malo, pero a mí no me lo pareces—se sienta al borde de la piscina mientras yo sigo apoyado dentro, en cierta parte, me sienta bien su comentario, y no sé si eso me hace muy patético o no.
—Eso es porque no lo soy —esto se está volviendo muy sentimental. —Por cierto, no me llames Marco, no me gusta, prefiero Franco.
—¿Franco? ¿Por qué? —dice con una sonrisa intrigante, no para con las preguntas...
—Es una larga historia, simplemente me gusta más, algún día te lo contaré—nunca se la voy a contar, es demasiado pequeño para entenderlo.
—Todo en tu vida son largas historias—su comentario me hace gracia, la verdad que sí, todo en mi vida son largas historias.
—Sí, he tenido una vida complicada —no quiero decir mucho más, no me gusta recordar el pasado. —Bueno ¿te apetece meterte en la piscina? Como no te metas rápido y me sigas teniendo aquí parado me voy a congelar—a pesar de estar en la piscina climatizada, estamos en enero, así que hace frío, y si no me muevo me quedo helado.
—No quiero bañarme solo quería estar
contigo. —¿quiere estar conmigo? Eso sí que no me lo esperaba, se supone que su padre le ha dicho que soy mala gente, yo soy él y tendría miedo.
—¿No era que tu padre no te dejaba hablar conmigo? —levantó una ceja, en modo, estas desobedeciendo órdenes de superiores. Me gusta vacilar cuando me siento incómodo, y este niño me está haciendo sentir muy incómodo con tanta pregunta íntima.
—Mi padre no está y tú sí, así que me da igual lo que diga —Nicolás será raro, pero es muy listo y los tiene buen puestos.
—Bueno pues entonces cuéntame cosas de ti, no voy a hablar sólo yo. ¿Ya has empezado el colegio? —digo saliendo de la piscina y poniéndote una toalla, se me estaban helando los huevos, necesito una ducha bien caliente.
—No, mañana es mi primer día—dice siguiéndome por la casa, eso me irrita y me hace gracia a partes iguales, hacía tanto que no trataba con un niño...
—¿Tu primer día? ¿En enero? —le digo confuso, que yo sepa el colegio empieza en septiembre. Y bueno, las vacacione de navidad terminaron hace dos semanas o así.
—Sí, como nos hemos mudado me he tenido que cambiar de colegio y papá ha tardado en encontrar uno bueno—ouuuuu es verdad, no había caído.
—Ahh, claro tiene sentido, no lo había pensado, ¿estas nervioso? —no sé porque sigo dándole tema de conversación, sobre todo cuando entro en mi cuarto y Nico se sienta en mi cama con toda la confianza, pero supongo que es porque me da pena y no quiero dejarle solo, el baño puede esperar.
—Sí, pero no porque me cueste hacer amigos sino porque en cuanto empiece el cole será definitivo que no volveré a ver a mi hermana hasta que se acabe y yo quiero verla ya —joder pobre niño no sabe lo que le espera.
—¿La quieres mucho? —porque no me gusta llorar sino ahora mismo estaría llenando el tajo, probablemente su hermana ahora mismo esté entre la vida y la muerte.
—¿A Nora? Sí, mucho es la mejor del mundo, siempre estamos juntos, bueno este año también estábamos con Nacho—dice sonriendo, veo como sus ojos brillan al hablar de su hermana y me entra una morriña horrible.
—¿Quién es Nacho? —pregunto para dejar de pensar en mi patética vida.
No le da tiempo a responder porque empieza a sonar mi móvil y lo cojo rapidísimo, a ver si va a ser su padre con noticias. Cuando veo la pantalla pone teléfono desconocido lo cojo para ver quién es.
—¿Diga? —me responde un silencio, pero cuando voy a colgar oigo una voz muy dulce al otro lado.
—Hola, soy la hija de José—empiezo a pensar si conozco a algún José, pero no me viene ninguno a la cabeza, mientras tanto Nico me mira expectante.
—¿José? No sé quién es ese—no sé si es algún tipo de broma telefónica o qué.
—¿Estoy hablando con Marco? —vale ahora si estoy confundido, ¿quién coño es esta chica y por qué sabe mi nombre?
—Sí—que conversación más rara, sigue sin sonarme ningún José.
—Soy Nora, la hija de tu jefe —mierda el policía se llama José, se me había olvidado, la única vez que escuché su nombre fue en el juicio, y eso fue hace un mes. Y su nombre me importaba una mierda así que no hice mucho por aprendérmelo.
—Ahh sí, perdona no me acordaba de su nombre, ¿usted está bien? — ¿la he tratado de usted? ¿Porque cojones la he tratado de usted? Si es más pequeña que yo.
—sí, ¿me pasas con mi hermano, por favor? —la tía es un poco borde, no es una chica de muchas palabras, pero hago lo que me pide.
—Sí claro—le paso el móvil a Nico, me estaba perforando con la mirada intentando averiguar con quién hablaba, es muy cotilla.
Se tiran hablando un rato con mi teléfono, que en realidad no es mío, me lo prestó José para que me pudieran hablar si había algún problema, pero en cuanto me vaya me lo quita.
Mientras ellos hablan yo aprovecho para cambiarme, se ve que la ducha me la tendré que dar antes de irme a dormir.
Ahora me siento un poco mejor, me alegro de que su hermana esté bien, pero ¿entonces quién ha tenido el accidente? No me entero de nada.
Cuando terminan de hablar, Nico me da el teléfono y se sienta en el bordillo de la cama, yo me siento a su lado para ver qué le pasa, debería estar feliz, acaba de hablar con su hermana.
—¿Pasa algo? —le digo preocupado, no me gusta ver a los niños tristes.
—Mañana viene mi hermana a vivir aquí —¿cómo? ¿Por qué? Otra más a la que servir, ¡que coñazo!
No entiendo nada de lo que está pasando, esa chica no iba a venir hasta verano, ¿Por qué ese cambio repentino?
—¿Y por qué estás triste? —la verdad que eso es lo que más me extraña, o el chico es bipolar o no entiendo lo triste que está, hace un rato me ha dicho que echa de menos a su hermana.
—Porque ella no quiere venir, se quedó en Barcelona porque tiene a sus amigos y a Nacho y a mis tíos y aquí va a estar triste y no quiero que esté triste—¿Por qué un niño que probablemente no tenga más de diez años tiene una empatía más desarrollada que el ochenta por ciento de los adultos?
—Vaya que buen hermano, cualquiera diría que tienes seis años—no sé cuántos tiene, digo un número al azar, le hecho entre seis y nueve, he tirado por lo bajo, es muy bajito.
—Tengo ocho—dice con el ceño fruncido, se ve que no le gusta que le digan que parece más pequeño.
—Bueno más de lo mismo. ¿Que más te ha dicho? —ahora tengo intriga.
—Que llegan mañana porque hoy tienen un asunto pendiente— ¿Un asunto pendiente? Que misterioso todo, me siento como un intruso en esta familia, que bueno, más o menos es lo que soy.
—¿No te ha dicho cuál es el asunto? —le paso un brazo por los hombros para darle un abrazo, no soy mucho de abrazos, pero es un crío y se ve que lo necesita, el niño no es tonto y sabe qué pasa algo malo.
—No—mierda, le brillan los ojos, está a tres Segundos de echarse a llorar.
—Bueno, pues tenemos todo el día para los dos, ¿qué te apetece hacer? —le digo en un tono alegre y enérgico, me da pena así que le voy a entretener y así de paso me entretengo yo, que esta casa será todo lo grande que quieras, pero es muy aburrida.
—Jugar a la play—dice emocionado, me encanta la capacidad de los niños para olvidarse de los problemas tan rápido.
—Me gusta ese plan, vamos a ver qué videojuegos tienes—la play es otro juguete frustrado de mi infancia, así que también me emociona un poco el poder jugar.
Nos pasamos toda la tarde jugando a todos los juegos que tiene, que no son pocos, tiene más de treinta videojuegos, para mí esto es un sueño hecho realidad, tener la play y un juego para cada día de la semana, bueno, mejor dicho, para cada día del mes, yo el único juego que tuve fue una pelota de fútbol y porque la heredé de mi hermano, que, si no, nada.
Cuando Nicolás empieza a protestar porque tiene hambre, dejamos de jugar y nos hacemos una pizza precocinada, hacía mucho que no comía una y eso que es de mis comidas favoritas, Nico me ayuda a poner la mesa y me deja comer en el comedor, su padre no me deja comer con ellos, en realidad lo entiendo, no soy nadie en esta familia, pero comer solo todos los días tampoco mola y menos comer las sobras. Después de cenar, jugamos otro rato más a la play, hasta que Nico se queda dormido y yo me pongo un capítulo de Friends, al final el día no ha estado mal, no he tenido agobios por satisfacer al puto policía ni tampoco he tenido que aguantar malos tratos ni insultos por su parte espero que se repita mas veces esto de dejar la casa sola, aunque para la próxima espero que sea por trabajo o algo que no incluya accidentes.
Al sexto capítulo ya no aguanto más y me quedo dormido más o menos a la una de la mañana.
Al día siguiente me despierta un despertador que no es mío porque yo nunca pongo despertador, los odio, siempre los he odiado y siempre los odiaré, cuando deja de sonar abro un ojo y me doy cuenta de que estoy en el salón con Nicolás en el sofá de enfrente, entonces caigo en que hoy es su primer día de colegio y yo ayer dejándole dormir hasta tarde, que desastre, el despertador no le ha despertado así que no me queda otra que hacerlo yo.
—Nicolás despierta, tiene que ir al colegio —consigo despertarle, pero antes me llevo una hostia en la cara, se ha despertado de golpe y su brazo ha acabado en mi cara, pero bueno no me ha hecho mucho daño, al fin y al cabo, es un brazo minúsculo.
—No quiero ir al colegio —que cachondo y yo no quiero estar en esta casa haciendo de chacha.
—Venga dormilón, vete a vestir mientras te hago el desayuno—él se estira y yo sonrío, veo mi viva imagen en este chaval.
—Quiero tortitas, por favor—me mira como un cachorrillo y asiento, es difícil decirle que no.
—Vale, pero ahora levanta o llegarás tarde—tiro de su brazo para levantarle del sofá, aún sigue medio dormido.
—Me tienes que llevar —vaya, con eso no había contado.
—¿No puedes ir tú solo? —intuyo que es una pregunta estúpida, pero yo lo intento.
—Tengo ocho años, me puedo perder—tiene razón, pero yo no conozco esta zona, aunque supongo que él tampoco, ninguno de los dos hemos salido mucho desde que llegamos aquí, aunque yo tengo excusa, si salgo por razones no consentidas me suena la tobillera.
—Pero yo no sé dónde está el colegio—digo cogiéndole en brazos para llevarle a su cuarto, anda tan despacio que o le cojo o tardamos horas en subir a su habitación.
—Llama a papá —genial me toca hablar con su padre, la mañana mejora por momentos y ni siquiera son las 8:00 a.m.
Cuando Nicolás ya se ha acabado de vestir, baja a tomarse sus tortitas y mientras, aprovecho para llamar a su padre para que me diga que narices hacer, después de tres toques me lo coge y me responde con un ¿diga? Yo le cuento lo que pasa y me manda la ubicación del colegio, aparte de eso me dice que llegarán para comer, que haga lasaña que es el plato favorito de su hija y también me pide que arregle su cuarto, al que solo entré el primer día y ya, como nadie duerme ahí no hay que limpiar.
Después de orientarme un poco, ya sé cómo se va al colegio y Nicolás ya está vestido y desayunado, le he puesto un rato a ver la tele mientras yo me arreglaba así que cuando ya estamos ambos listos, nos ponemos en marcha y rezamos para no perdernos, durante el camino que son siete minutos andando, jugamos al veo veo, se le ve nervioso, le entiendo, yo me he cambiado muchas veces de colegio y sé cómo se siente el primer día.
Cuando llegamos me doy cuenta de que es un colegio privado y enorme, lleno de pijos y padres con descapotables, dejo a Nicolás en la puerta y me piro, tengo que hacer muchas cosas en la casa antes de que lleguen sus padres, aunque para qué mentir, aprovechando que la pulsera no pita porque estoy llevando al niño al colegio, me doy un paseo por el bosque que hay entre la casa y el colegio, cuando veo que son las 9:00a.m y que tengo cuatro horas para organizar la casa me agobio un poco, porque cuatro horas parecen mucho tiempo, pero tengo que hacer una lasaña, limpiar el salón de anoche, que lo dejamos hecho una mierda, limpiar el cuarto de su hija y la piscina, si se tratara de una casa pequeña lo mismo hasta me sobraba tiempo, pero es que en esta casa en limpiar una habitación se tarda media hora así que vuelvo corriendo.
Después de tres horas y media ya tengo todo listo, solo me falta sacar la lasaña del horno, estoy nervioso y no sé por qué. Como me queda todavía media hora hasta que lleguen me doy una ducha, que me hace falta, desde que estoy aquí me ducho dos veces al día, una al despertarme y otra al irme a dormir, pero no porque esté sucio sino porque estás duchas son alucinantes, tienen chorros y agua caliente permanente y una banqueta para sentarse mientras te enjabonas, tienen hasta jacuzzi que solo uso cuando sé que todos están dormidos porque no me dejan usarlo, vaya.
Cuando ya estoy duchado y cambiado bajo a la cocina, llegarán de un momento a otro, así que apago el horno sin sacar la lasaña para que no se enfríe y me siento en la mesa a esperar, no pasan ni tres segundos desde que me siento cuando escucho que se abre la puerta y voy hacia allí para darles la bienvenida, no lo hago porque me apetezca sino porque José me obliga a dar la bienvenida a cualquiera que entre en cualquier momento, a mí me parece una gilipollez, pero soy un mandado así que no me queda otra.
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