9 "Nueva amiga"

Nora

Hoy me he levantado con otra filosofía de vida, voy a ser positiva ¿Nacho no me quiere? ME DA IGUAL, él se lo pierde, además, un poco de razón tiene, no íbamos a durar mucho, para que engañarnos, obviamente sigo dolida, pero no me puedo estancar, que le den.

Creo q es la primera vez que estoy tan de buen humor a las siete y media de la mañana, muy fuerte. Después de cambiarme, bajo a desayunar y ya están todos.

—Hola familia—digo con una gran sonrisa.

—Vaya, parece que alguien está de buen humor—dice mi padre sonriendo.

—Sí, he decidido que no me voy a amargar por nada—digo sentándome en mi sitio y cogiendo una tostada.

—¿Por? ¿ha pasado algo? —me pregunta mi madre, que me sorprende que esté levantada a estas horas, seguro que ha quedado con alguien.

—Nacho y yo lo hemos dejado—al acabar la frase se me corta un poco la voz, pero lo disimulo tosiendo.

—¿Estás bien? A mí nunca me ha gustado ese chico—me dice Nico preocupado, que mono.

—Sí, estoy bien, no me va a dar la depresión por un tío que no me valora—lo digo más para mí que para ellos, necesito creerme esa frase para dejar de pensar en Nacho.

—Muy bien cariño, me alegro de que pienses así—me dice mi padre todo orgulloso.

Y entonces me doy cuenta de que Marco está al final de la cocina limpiando, bueno está fingiendo que lo hace porque me está mirando a mí. Yo aparto la mirada, otra vez, odio cuando coincidimos miradas y me mira de esa forma, me pone muy nerviosa.

—Y bueno mamá, ¿Qué haces despierta a estas horas? —le pregunto para distraerme y no pensar en que Marco me está atravesando con la mirada.

—He quedado con unas amigas para ir al club de caza—se pasan más tiempo allí que en casa, pero oye, no me quejo.

—¿Tan pronto? —digo sintiendo una mirada, me está costando evitar mirarle, es como si tuviese un imán y no pudiera evitar fijarme en Marco, maldita sea.

—Bueno, es que hay unas señoras que han empezado a quitarnos nuestro sitio, entonces hemos quedado pronto para que no nos lo quiten porque...—dejo de escuchar su historia de maruja porque caigo en la tentación y miro a Marco, es increíble cómo soy la única que se da cuenta de que está ahí parada sin hacer nada, me está poniendo d esos nervios, ¡¿Por qué no deja de mirarme!? Me lanza una sonrisa y yo obviamente no sé la devuelvo, si no que le miro con los ojos medio fruncidos y la boca seria.

Esto se ha hecho rutina, nos miramos, él me sonríe, yo no lo hago y así un buen rato todos los días, lo peor es que nos dirigimos tres palabras diarias, sin exagerar y aun así las miradas hablan por sí solas.

Una semana más tarde

Ya llevo una semana en el colegio y ahora tengo la clase que he odiado desde que tengo uso de razón, no estoy preparada para dar educación física, me da mucha vergüenza, soy realmente ridícula corriendo, pero bueno, es lo que hay. Bajamos al vestuario y al ser la primera vez que entro, me quedo impresionada, tanto prestigio tiene el colegio y el vestuario es horrible, es un cubículo enano con duchas abiertas, aquí hay de todo menos privacidad, que horror. Después de cambiarme, empieza la clase y nada más ver al profesor de educación física me enamoro de él, ES GUAPISIMO, no sé cuánto tiempo estoy mirando, pero de repente una de mi clase de la cual, no recuerdo su nombre se me acerca y me dice.

—Guapo ¿eh? —dice refiriéndose al profesor.

—Sí, la verdad que está muy bueno, en mi otro colegio teníamos a un cincuentón con mala leche—se ríe de mi comentario y se presenta, supongo q ha intuido que no me sé su nombre porque no hemos hablado nunca.

—Soy Laila, por cierto—me sonríe y me doy cuenta de que no me había fijado en ella en toda la semana, como si fuese la primera vez que la veo.

—Yo Nora—entonces el profesor nos interrumpe y nos manda correr cinco minutos. Nooooo.

—Dios, primer día y ya estamos corriendo—digo para sacar algún tema mientras corremos.

—Aquí corremos todos los días que hay educa.

—¿Enserio? ¿Ni un descanso nos dan? —digo asfixiándome y ella se ríe.

—No, eres graciosa, me caes gracias—vaya q maja.

—Gracias tú también me caes bien—digo y seguimos corriendo, aunque a ella no la veo cansada y yo ya estoy que me muero y eso que solo llevamos un minuto.

—¿Cómo tienes tanto aguante? —pregunto costosamente por el cansancio.

—Me gusta hacer ejercicio, me relaja, lo que para ti son cinco minutos de infierno, para mí son cinco minutos de relax—flipante, que suerte.

—Se nota, estás estupenda—digo refiriéndome a su cuerpo, ni un gramo de grasa.

—Es lo que tiene ser una obsesionada de mi salud y estado físico, como sano siempre y hago mucho ejercicio—dice sin una pizca de asfixio.

—Tía, te envidio, yo he intentado hacer dieta muchas veces, pero nunca la cumplo—digo y ambas nos reímos, haciendo que me entre flato, lo que me faltaba—Por cierto, no te he visto en toda la semana, o estoy ciega o no has venido—digo cambiando de tema para evadir el dolor en la tripa que siento.

—He estado mala, aunque yo ya sabía de tu existencia.

Y seguimos corriendo ya en silencio porque me dice que si hablamos va a ser más cansado. Después nos mandan hacer planchas, luego otros cinco minutos correr y luego otra vez planchas. Ósea esto en mi vida lo he hecho, este tío nos quiere matar, menos mal que esta bueno porque si no ya le habría cogido manía.

Cuando terminamos me tiembla todo el cuerpo y nos vamos a cambiar, lo peor de este colegio, que no nos da tiempo a ducharnos y tenemos que quedarnos con todo el sudor, lo bueno es que solo queda una hora de clase, así que tampoco voy a estar mucho tiempo sudada. Cuando ya estoy en el vestuario y me intento poner los pantalones, me tiemblan tanto las piernas que me caigo para atrás con la mala suerte, como no, de que aprieto el botón de la ducha con la espalda y me mojo entera, incluyendo mi mochila. Que asco de vida, ¿POR QUÉ NADA ME PUEDE SALIR BIEN?

Entonces todas las chicas de clase empiezan a reírse y yo me pongo roja, que desastre.

—Vaya, en los cincuenta y tres años que lleva el colegio nunca le había pasado eso a nadie, y tú que no llevas ni una semana ya has estrenado la ducha—dice Mónica riéndose a carcajadas, maldita barbie estirada.

—Ven, no las hagas caso, son unas víboras—me dice Laila llevándome a no sé dónde.

—¿A dónde vamos? —Digo chorreando, menos mal que no me he puesto rímel.

—A un armario en el que tengo ropa mía—dice y se queda tan ancha, ¿Quién tiene un armario con ropa en el colegio?

—¿Por qué tienes ropa en un armario del colegio? —vamos caminando bastante despacio porque además de estar mojada, sigo con las piernas como flanes.

—Mi padre es el director—vaya eso no me lo esperaba. Pero ahora que lo dice todo me cuadra, Víctor dijo que su hija estaba enferma.

—¿Víctor es tu padre?

—Sí.

—Qué fuerte, oye en realidad os parecéis, los dos pelinegros y ojos súper azules—me he dado cuenta de que en este colegio hay mucha gente con ojos azules.

—Sí, nos lo dicen mucho— entonces llegamos al armario y realmente tiene mucha ropa dentro—Elige lo que quieras, no es por presumir, pero tengo muy buen gusto en la moda—dice sonriendo orgullosa.

—Muchas gracias.

Cojo unos vaqueros y una camiseta sin mirarlos si quiera, solo quiero quitarme esta ropa de encima porque me estoy congelando de frío.

—Oye, tú te llevas bien con Robles ¿no? —me pregunta así de la nada mientras volvemos al vestuario para que me pueda cambiar.

—Sí, bueno, se ha portado muy bien conmigo esta semana—no sé por qué me lo pregunta, pero noto un tono de celos en su voz.

—Si es que es muy majo—afirma mirándome de reojo, ¿todas en este colegio están locas por él o cómo?

—La única pega que le pongo es que está todo el día con Mónica—digo intentando sonsacarle información, lo que me puede a mí un buen cotilleo.

—¿Te gusta? —pongo los ojos en blanco, coño, no te puedes llevar bien con un tío sin que tenga que gustarte, aun así, no siento que Laila me lo esté diciendo de la misma manera que me lo dijo Mónica.

—Noooo—le dejó bien claro para que no haya confusiones.

—Ah vale—suelta un suspiro y yo la miro con una sonrisa.

—¿A ti? —le pregunto curiosa, espero que no piense que soy una cotilla metomentodo.

—No, somos amigos desde pequeños, pero nada más—no se lo cree ni ella, está claro que algo siente porque lo dice con un tono melodramático.

—¿Y eso? ¿Habéis estudiado siempre aquí? —en cuanto hago la pregunta me siento idiota, está claro que ella lleva toda su vida aquí teniendo en cuenta quién es su padre.

—Lleva toda la vida en el colegio y sus padres se llevan muy bien con los míos, se conocen del club de caza, supongo que es ahí donde conocieron a tus padres también—¿Todos los hijos de los del club van a aquí o qué?

—Ahhh ¿y cómo es que no os he visto juntos en lo que llevo aquí? —otra pregunta estúpida, lleva toda la semana sin venir, creo que vino ayer por primera vez.

—Puf no es muy complicado averiguarlo, cuando está con Mónica, yo desaparezco y esta semana no se ha separado de ella, bueno más bien ella no se ha separado de él, y creo que es desde que tú llegaste—madre mía, pues que tóxica, si no confía ni en su propio novio mal vamos.

—¿Pero están juntos? —intuyo que sí, pero es verdad que Robles no le hace mucho caso.

—Que va, tuvieron un lío en verano y ella se ha pillado mazo de él, pero él pasa de ella—lo dice con una pequeña risa malévola, me encanta.

—Ahh ¿y por qué la sigue haciendo caso? Ósea, es verdad que cuando están juntos, Robles se ve pasota, pero aun así no la echa de su lado.

—Porque el pobre es más bueno que el pan y no quiere herir sus sentimientos—me cuadra, se le ve buen chaval, pero aún solo aumenta las esperanzas de ella.

—Vaya, con lo intensa que es la chica no me quiero imaginar tener que aguantarla todo el rato.

—¿Por qué crees que no estoy casi nunca con él? —ambas nos reímos y entramos al vestuario para seguir cambiándonos.

—¿Y con los otros dos también te llevas bien? —digo refiriéndome a Guerrero y Jorge.

—Guerrero me cae genial, al principio cuesta pillarle, pero es un tío estupendo y al final sus bromas te acaban haciendo gracia y Jorge es todo un crush, es un poco más callado, pero también tiene un corazón enorme—se ve que les tiene cariño, y coincido con ella en todo, aunque no los conozca tanto y bueno literalmente no he cruzado palabra con ese tal Jorge, aunque sí que me he fijado en él.

—¿Ellos también llevan toda la vida aquí?

—Sí, los cuatro hemos sido siempre muy buenos amigos, con nuestros más y nuestros menos, pero siempre que les he necesitado han estado ahí—noto un tono de tristeza en su tono.

—¿Pasa algo? —digo preocupada.

—No, no, cosas mías.

Al terminar las clases salgo a la puerta con Nico y hablando con Laila cuando de repente veo a Marco, ¿qué hace aquí? Me acerco a él y se lo pregunto directamente.

—¿Qué haces aquí? —digo susurrando enfadada.

—Tu padre me ha dicho que venga—lo dice sin mirarme a la cara mientras le choca el puño a Nico.

—¿Por? —papá no quiere que hable con Marco, pero le manda a por nosotros, ¿Quién le entiende?

—Para recogeros—responde a mi pregunta con una respuesta de lo más estúpida.

—Ehhh no entiendo, pero si llevamos una semana yendo solos, además ya soy mayorcita, ya tengo dieciocho años—se ríe por mi comentario y yo le asesino con la mirada.

—A mí no me lo digas yo soy un mandado—maldita vida.

—Hola, yo soy Laila—dice Laila apareciendo por detrás de mí.

—Yo soy Marco—se sonríen y yo me siento incómoda al instante, no quiero que Laila sepa quién es Marco.

—¿Y sois hermanos o algo? —pregunta Laila curiosa.

—No, somos...—empieza a decir, pero le interrumpo

—Amigos—digo rápido, no quiero que sepan que tengo a un delincuente en casa—Sus padres y los míos son muy amigos.

—Ah, bueno me tengo que ir, chao—se despide y se va, entonces yo empiezo a caminar por el camino que lleva a casa sin pararme a pensar si me siguen Nico y Marco.

—Así que amigos ¿eh? —dice Marco poniéndose a mi lado, llevando a Nico de la mano.

—Perdón, pero debes entender que no quiero que sepa quién eres—digo mirándole de reojo.

—Lo entiendo, te agradezco el perdón—no había dicho perdón con esas intenciones, a ver si se va a pensar que me estoy ablandando.

El resto del camino, como las veces que hemos ido andando juntos, Nico cuenta su día y Marco y yo asentimos todo el rato.

Al llegar a casa me subo corriendo a la ducha, no hay nadie en casa salvo Marco, a Nico lo hemos dejado en casa de un compañero suyo para hacer un trabajo, Marco está en el garaje, así que aprovecho para irme al jacuzzi, todavía no lo he estrenado y hoy, para estar en invierno, no hace mucho frío, así que me voy a poner el agua mega caliente y me voy a dar un gran baño.

Después de llevar quince minutos intentando arreglar Dios sabe qué del maldito jacuzzi, pego un grito de frustración, se me ha acabado la paciencia, tengo tanta mala suerte que he empezado a llenar él jacuzzi y no lo he tocado en ningún momento, así que no ha sido hasta que he metido el pie que me he dado cuenta que el agua sale helada y ahora estoy intentando mirar las tuberías, pero claro, de tuberías se lo mismo que de física ósea, NADA, debe ser que Marco me ha escuchado gritar porque me dice desde la terraza que da a mi balcón.

—Nora ¿estás bien? —yo me asomo y le veo con un mono azul marino, cortando el césped, tiene el mono medio desabrochado y debajo tiene una camiseta blanca que se le pega al cuerpo, marcando sus abdominales, me obligó a dejar de mirarle y mis ojos se dirigen al cortacésped.

—No, no sé qué le pasa al agua que sale helada—digo enfadada con el mundo, ¿Por qué todo me tiene que salir mal? Yo solo quería darme un baño relajante.

—¿Quieres que te ayude? —ni de coña le dejo que suba aquí, que solo llevo puesto un albornoz, sin nada debajo.

—No, estoy bien, ya me las arreglaré yo sola—vuelvo a meter la cabeza en las tuberías y me olvido de Marco.

Y parece que me hace caso, pero después de un rato, escucho la puerta y miro, parece que no me ha hecho caso, simplemente ha ido a por la caja de herramientas.

—Te he dicho q estaba bien—digo en ese tono borde que me he acostumbrado a usar con él.

—ya, por eso sigues con la cabeza ahí metida y helándote—entonces se me acerca y me intenta quitar la llave.

—¿Qué haces? —digo poniendo el brazo detrás de mi espalda para que no me quite la herramienta.

—Esa no es la llave que se necesita para arreglar la bañera, dámela y deja que te ayude—dice cogiéndome el brazo para quitármela.

—La puedo arreglar yo solita, suéltame—pero no lo hace, seguimos forcejeando hasta que la llave se nos resbala y cae en mi pie.

—NO TE PUEDO CREER—pego un chillido que se oye hasta la otra punta del mundo.

—Perdón—le lanzó una mirada asesina y él intenta contener una risa, idiota.

—Esto es por tu culpa—le grito súper enfadada y agachándome para coger la maldita llave.

—No, esto lo has provocado tú por cabezona y orgullosa—lo dice partiéndose de la risa y me entran muchas ganas de tirarle la llave a la cabeza.

—Me duele mucho—digo acariciándome el pie, lo tengo descalzo así que la llave me ha hecho un daño de narices, me ha dado en el dedo meñique.

—Ven, déjame cogerte para meterte el pie en el agua—me coge en brazos y nos metemos los dos en el agua, yo con el albornoz y el con la ropa. Entonces, cogida de su cuello apoyo la cabeza en su hombro, el agua fría hace que se me vaya el dolor poco a poco, y así estamos durante unos segundos, hasta que me doy cuenta de con quién estoy y me separo de golpe, al pisar atrás me resbalo y me caigo de culo.

—Joder, eres muy torpe—dice volviéndose a reír de mí, me está poniendo de los nervios tanta risa, ni que fuera un payaso.

—Vaya, gracias—digo sarcástica.

—No me puedes negar que eres torpe, te caes constantemente.

—Eso es porque me pones nerviosa—en cuanto lo suelto me arrepiento.

—Así que te pongo nerviosa—dice con media sonrisa, y no sé qué le pasa a mi cuerpo que siento mariposas, whattttt.

—No te flipes, no nerviosa como te piensas—digo haciéndome la dura, aunque en verdad si son los nervios que piensa, pero me niego a admitirlo.

—Ya...—egocéntrico.

Se sienta junto a mí en la bañera, a pesar del frío que hace y que el agua está helada, ninguno de los dos dice nada, nos quedamos unos segundos callados hasta que rompe el silencio.

—¿Qué tal tu día? —me pregunta, es sorprendente que no sienta nada de frío, pero es que su mirada me tiene embriagada y me ha hecho olvidar todo a mí al rededor.

—Bien, ¿por? —me tenso de nuevo, me parece demasiado íntimo este momento, ¿Por qué narices no salgo de la bañera?

—Curiosidad—me fijo en sus labios, están muy cerca de los míos.

—Ah—que incomodo.

—Oye, no te quiero incomodar, pero se te está subiendo el albornoz y me da que no tienes nada debajo—lo dice aguantándose la risa, que cabrón. Me levanto corriendo, esta vez sin caerme y salgo del jacuzzi, el hace lo mismo.

—¿No me lo podrías haber dicho antes? —digo sin mirarle, ahora mismo estoy roja como un tomate.

Me meto en mi baño y cojo una toalla para secarme.

—Te lo he dicho cuando me he fijado—coge otra toalla para secarse el también y empieza a desnudarse.

—¿y que hacías fijándote en eso? ¿Y qué narices haces? Deja de desnudarte delante de mí—suelta una carcajada y yo frunzo el ceño.

Ósea que yo me estoy secando con el albornoz puesto mientras me congelo y él con toda la confianza del mundo se queda sin camiseta en mi cara.

—No sé, he bajado la mirada y me he fijado y además, que quieres, ¿qué me quede con la ropa empapada?, ni que fuera la primera vez que ves a un tío sin camiseta.

—bueno gracias por nada, ya te puedes ir—abro la puerta del baño haciendo un gesto para que se largue.

—Joder ya empezamos con la bordería—suelta un suspiro mientras se dirige a la puerta, yo le sigo con la mirada.

—No lo he dicho borde, solo quiero ducharme porque tengo frío—no sé porque le doy explicaciones.

—Vale, me voy—cierra la puerta cuando se va y yo me apoyo en la pared, soltando un gran suspiro, que estrés.

Cuando salgo de la ducha oigo a mamá llamarme desde abajo.

—¡¡¡NORA!!!

—¿Qué? —pregunto pegando un chillido como el suyo.

—Adivina lo que te he comprado—bajo hacía donde está ella para dejar de gritar.

—¿Unos pantalones? —intento adivinar.

—Noo—canturrea emocionada, lo que más le puede gustar a mamá en este mundo es comprar cosas.

—Unos zapatos—digo sentándome en el sofá, se ve que esto va para largo.

—Nooo—sigue canturreando y me hace reír.

—Vale, que me has comprado—digo intrigada, me he aburrido de intentar adivinar.

—un disfraz—dice Nico apareciendo por la puerta, mamá le ha recogido de casa de su amigo.

—¿Por qué? Y ¿de qué?—digo confusa, mamá nunca dejará de sorprenderme.

—De ¡¡¡cat woman!!!—¿el típico traje negro, entero y sexy? Bueno, pues ese me ha comprado—Pruébatelo ahora mismo—dice dando palmas entusiasmada.

—Voy, ¿pero cuando me lo voy a poner? —no es que vaya a ir a muchas fiestas de disfraces.

—Ya lo he pensado—dice con una sonrisa que no me gusta nada, está tramando algo que sabe que no voy a aceptar.

—Sorpréndeme—digo esperándome lo peor.

—Vamos a hacer una fiesta de bienvenida—dice y Nico y ella empiezan a aplaudir y dar saltos por todo el salón.

—Mamá ¿te das cuenta de que no tengo amigos a los que invitar? —vale que me llevo bien con los de clase, pero no tanto como para invitarles a una fiesta de disfraces.

—Tú eso déjamelo a mí—me guiña el ojo y yo pongo los ojos en blanco.

—No mamá, no quiero fiestas—le dejo bien claro, aunque sé que va a hacer lo que le dé la gana.

—Bueno, ya veremos, sube a probártelo.

Cuando termino de ponérmelo, he de reconocer que me queda increíble, me marca las curvas y hasta me hace más de donde no hay, porque tengo que admitir que mucha delantera no tengo, trasera sí, pero la delantera es escasa. Así que voy al cuarto de mis padres rezando para que Marco esté abajo y no me vea así, pero obviamente el mundo todavía no se ha cansado de torturarme, así que cuando voy a abrir la puerta del cuarto de mis padres, está se me adelanta dándome en la frente y tirándome al suelo, y vaya que sorpresa, el que la abre es Marco.

—Joder perdón—se agacha para ayudarme, pero yo le quito las manos de encima y me levanto yo sola.

—Tranqui—entonces se da cuenta de mi vestimenta e intenta no reírse, pero no lo consigue.

—Vaya, ¿vas a ir a salvar el mundo ahora? —le miro con una sonrisa sarcástica.

—Muy gracioso, le estoy haciendo un favor a mi madre.

—Ya veo—me pega un repaso de todo el cuerpo y siento como me entran los nervios. Entro en la habitación de mi madre y esta al verme, pega otro chillido.

—MI HIJA ESTÁ PIVONAZO TOTAL.

—Gracias mamá—Marco se ha quedado en el marco de la puerta mirándome, ¿por qué no se va? Qué vergüenza.

—Nora, estás muy guapa.

—Gracias, Nico—digo y le doy un beso.

—¿Sabes lo que te falta? —me dice mi madre.

—¿El qué? —digo suspirando.

—Maquillaje.

—Hombre, pero ahora solo me lo estoy probando no hace falta maquillaje—no me apetece maquearme.

—Si hace falta, ya que lo hacemos, lo hacemos bien. Y entonces coge un pinta labios, rímel y colorete, y cuando termina, me miro al espejo, estoy impresionante.

—Hija, con esto puesto te vas a ligar a todo Madrid—madre mía, mi madre es un caso perdido.

—Franco, a que Nora está guapísima—dice Nico y le mando una mirada asesina.

—Ehh sí, está preciosa—ha dudado, no lo dice enserio, tampoco me importa vaya, entonces se va.

—Estás guapísima, mi amor—dice mi madre toda orgullosa de su compra.

—Bueno, me voy a ir a sacar esto.

Antes de quitarme todo, bajo a la cocina y yo no sé qué le pasa hoy al mundo, pero me vuelvo a comer la puerta, pero está vez la de la cocina y obviamente vuelve a ser Marco.

—Joder perdón—dice riéndose por lo absurdo de la situación.

—¿Te has propuesto a dejarme sin dientes? —digo medio en broma medio enfadada y él se ríe.

—Vaya, pero si sabes bromear—dice vacilándome.

—No te acostumbres, pasa una vez cada milenio—digo de broma, otra vez.

—tienes una sonrisa demasiado bonita como para rompértela—lo dice al ayudarme a levantarme y yo me quedo paralizada, lo ha dicho de gratis, sin venir a cuento.

—Ehh, gracias—Entonces se pone serio dándose cuenta de lo que acaba de decir y se va. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top