32 "Parque de atracciones"
Nora
Me levanto siendo una persona nueva, ayer fue una noche demasiado intensa para mi gusto, pero no me arrepiento de nada de lo que pasó.
No puedo parar de sonreír, sobre todo al darme la vuelta en la cama y ver a Fran... a Marco dormido como un bebé, tiene un brazo sobre mí, agarrándome como si tuviera miedo de perderme, aunque me cueste admitirlo, no puedo estar mas enchochada. Este momento me recuerda al día después de la fiesta de disfraces, cuando me desperté de la misma manera y me le quedé mirando, fue vergonzoso cuando me pilló, pero todo acabó bastante bien, así que no me puedo quejar. Han pasado tantas cosas desde entonces... Y las que quedarán, teniendo en cuenta que todavía tengo a una banda de asesinos detrás de mí, pero mira, no tengo cuerpo como para preocuparme de eso hoy, quiero pasarme todo el día con Marco, recuperando el tiempo que hemos perdido por estar enfadados. Aunque si es verdad que quiero ir lento, toda nuestra relación ha ido demasiado rápido y esto que ha pasado me ha dejado muy tocada, así que me voy a tomar las cosas con calma.
De repente abre los ojos y me sonríe, esta vez no pego un brinco.
—Hola, guapa—dice y me da un pequeño beso en los labios.
—Hola—le digo sonriéndole como una tonta. Me acerca más hacia él, aunque creo que no es posible estar más cerca el uno del otro.
Tengo mi cabeza apoyada en su pecho y siento su respiración y el latido de su corazón en mi odio.
—¿Qué tal?—me pregunta mientras me hace cosquillas en la espalda, creo que esta es la mejor sensación que alguien puede sentir en el mundo, estar con la persona que quieres, tumbados en la cama, abrazados mientras te hace cosquillas. No quiero despertar nunca de este sueño.
—Muy bien, me siento como nueva—se ríe y su risa me hace cosquillas en las orejas.
—Pues normalmente es al revés, después de una borrachera todo el mundo se encuentra en la mierda.
—Ya... ni me acordaba de la resaca—es verdad, se me había olvidado por completo, pero tampoco me encuentro tan mal, no suelo tener resaca, solo el típico cansancio el día de después, pero ahora ni eso.
—Te veo muy contenta—me separo un poco de él para mirarle a la cara, pero tapándome la boca con la sábana, que esto no es una película de amor, aquí somos todos humanos y nos acabamos de despertar, el ya sabe esa manía que tengo y le hace gracia.
—¿Tú no lo estás?—digo levantando una ceja, más vale que me diga que sí lo está.
—Si te soy sincero... nunca había estado tan feliz—en cuanto lo dice me sale esa sonrisa de tonta que me sale cada vez que hablo con él, al principio la odiaba porque me hacía sentir idiota, pero ahora me encanta y no la puedo evitar.
—Podría quedarme aquí todo el día...—mi momento romántico no dura mucho porque la abuela abre la puerta de repente y entra toda la luz del pasillo.
—Buenos días, niños, a despertarse que no son horas. Además, os tengo una sorpresa, asearos y bajad a la cocina que os he hecho el desayuno—¿nos tiene una sorpresa? ¿qué será? ¿y por qué?
—¿Qué nos querrá dar? Qué guay, me encantan las sorpresas—digo ilusionada, ahora mismo nada puede salir mal.
—Venga vamos—Me coge de la mano y tira de mí, estaba tan a gustito en la cama con él.
Al bajar vemos tortitas hechas y están los abuelos, Nico y mamá sentados en la mesa del comedor, supongo que nos estaban esperando.
—¿Qué tal estáis?—Dice la abuela con una sonrisa de oreja a oreja.
Ambos nos sentamos en la mesa y nos miramos, si me viera desde fuera me daría grima, estamos demasiado acaramelados, pero es que estoy como en una nube de algodón de azúcar.
—Bien, ¿Dónde está papá?—Pregunto confusa, es raro que no esté en casa, ha estado muy encima de nosotros estos días, bueno en realidad siempre, me extraña que no esté aquí tocándonos las narices.
—Le hemos echado de casa.... Le hemos mandado a pasar el día con el vecino—Dice mamá, riéndose.
—¿Y eso?—No estoy entendiendo nada.
Nos servimos todos mientras nos explican qué narices está pasando, las tortitas están riquísimas, son la especialidad del abuelo, siempre ha sido muy buen cocinero.
—Bueno, sabemos que lleváis unos días raros, así que os queremos regalar unas entradas para el parque de atracciones, así os despejáis un poco y os divertís un rato—dice la abuela con una sonrisa enorme en la cara, siempre le ha gustado darnos sorpresas a Nico y a mí, es lo que más le gusta en el mundo, ver nuestras caras de ilusión y como disfrutamos esos pequeños detalles.
—Alaaa, yo también quiero ir al parque de atracciones—dice Nico, quejándose.
—A ti te vamos a llevar a jugar con los mellizos del quinto, no te quejes—le contesta mamá, Nico se queda con la boca abierta y yo me río, Marco me mira confundido.
—Son unos niños muy raros que siempre juegan con bichos y a Nico le dan mucho asco—le explico para que entienda la situación.
—Es injusto, yo no voy a ir con esos niños, me niego, yo quiero ir con Marco y Nora.
—Campeón, otro día te llevamos, pero yo creo que hoy necesitamos un poco de intimidad—le explica Marco y me mira con una sonrisa.
Cada vez que me lanza esas miradas mojo bragas, esos ojos azules que me penetran muy fuertemente, madre mía.
—Que asco—Nico hace un gesto como de vomitar y yo le cojo un moflete porque se que le fastidia mucho.
—Ya te gustaría a ti tener a tu novia aquí.
—¿¡Cómo!?—Dicen los abuelos y mamá a la vez y me miran sorprendidos—¿Por qué mi hijo tiene novia y yo no lo sabía?
—Mamá es que al principio no era nada serio, solo éramos amigos que se gustaban—Le explica de una manera adorable, el probecito se ha sonrojado.
—Como no van a tener pareja mis dos nietos.... Si es que no pueden ser más guapos—a la abuela le encanta alagarnos, cada vez que la veo, salgo con una autoestima igual de alta que la estatua de la libertad.
—Bueno, volviendo al tema de antes... ¿Por qué habéis echado a papá?—en nuestra familia es común perder el hilo de una conversación por otra.
—Ah, si... No nos habría dejado regalaros las entradas, así que le hemos quitado de en medio—explica mamá y yo la miro abriendo mucho los ojos, se supone que los abuelos no deben saber nada de esto y eso quiere decir que papá está fingido que le cae bien Marco.
—Nori, ya lo sabemos todo—dice el abuelo y yo me quedo con la boca abierta.
—¿A que os referís con todo?—miro a Marco para ver cómo está y le veo pálido, se nota que no quiere que los abuelos sepan nada, no quiere que le juzguen.
—A vuestro padre se le escapó el otro día—dice la abuela mirando directamente a Marco—Sabemos que estás medio detenido, pero Olivia nos ha explicado un poco la historia y hemos decidido darte una oportunidad, además si mi nietas Nora ha permitido que entres en su corazón seguro que es porque eres una buena persona—les miro a todos incrédula y después a Marco, se nota que esto le ha pillado por sorpresa.
—Muchas gracias, no os arrepentiréis, de verdad quiero a Nora y estoy muy arrepentido por lo que hice—dice y yo le cojo del brazo para levantarle de la mesa.
—No hace falta que nos expliques nada, te creemos—dice la abuela sonriéndole, yo estoy apunto de lágrima, así que decido cambiar de tema.
—Bueno, vamos a arreglarnos, muchas gracias—voy dandole un beso en la mejilla a cada uno como agradecimiento y después nos vamos a mi cuarto.
Al entrar, cierro la puerta y miro a Marco.
—Que fuerte lo que acaba de pasar ¿No?—se da la vuelta para mirarme y me sonríe emocionado.
—Nora, ¿Sabes hace cuanto que no me sentía querido?—me mira un segundo, callado y sigue—Años, llevo años sintiendo que iba a morir solo, que la gente que me quería no iba a volver y creí que nunca volvería a sentir que encajo en un lugar—se levanta de la cama, donde se había sentado y me da un abrazo súper adorable—Todo esto es gracias a ti, te lo agradezco mucho—me separo del abrazo y le miro.
—Marco, esto no es gracias a mí, es gracias a que eres una persona increíble a la que aunque la vida le haya hecho muchas putadas, sigue siendo maravillosa—le miro a punto de llorar.
—Te quiero.... Mucho.
—Yo también te quiero, Marco—nos besamos y después de este momento ñoño, nos vestimos para irnos. Pero antes de salir, Marco me coge del brazo y me dice.
—Espera un segundo—me lleva hasta el baño y se saca del bolsillo la bala vibradora que nos regaló Guerrero.
—¿Te la has traído?—le miro muy sorprendida, ¡pero si estábamos enfadados!
—Nunca sabes cuando lo vas a necesitar—le pego en el brazo y el se ríe, me encanta su risa despreocupada, es tan pegadiza...
—¿Y qué quieres que haga con esto?—me mira enarcando una ceja y yo me río.
—¿Qué voy a querer? Póntelo y nos vamos—hace el amago de salir del baño para dejarme intimidad, pero yo le paro.
—¿No me lo pones tú?—le miro con un puchero y el se acerca a mi oído y me susurra—Como te lo ponga yo, te acabaré follando aquí mismo y no nos iremos nunca, llevo mucho tiempo sin sexo, no tientes a la suerte—sale del baño como si nada y yo me siento un poco mareada.
Yo que quería tomarme las cosas con calma...
******
Cuando ya llegamos al parque, me siento libre, llevamos un tiempo lleno de intensidades, y la verdad que nos hacía falta un poco de intimidad y tiempo de ocio, hace mucho que no hago cosas de adolescente normal y me apetece mucho.
—Bueno, cat-woman, ¿Dónde nos montamos primero?—me mira sonriendo de oreja a oreja.
—Hacía mucho que no me llamabas así—me tira del brazo y me abraza fuerte por detrás.
—A lo mejor si te lo llamaba me metías una hostia—me da un beso en la mejilla y yo me río.
—Tienes razón, bueno, vamos a la lanzadera—le cojo de la mano y le guío hasta la cola.
—¿Has venido alguna vez?—me pregunta mientras esperamos.
—Sí, de pequeña vine dos veces con mi familia y luego con mis amigos venía todos los veranos, ¿No te acuerdas que te conté mi horrible experiencia con el chico de mi clase?—avanzamos muy lentos en la cola, pero me gusta hablar con Marco así que no me importa.
—Hostia es verdad, se me había olvidado—empieza a reírse a carcajadas y la gente nos mira.
—No es gracioso—me pico de coña—¿Tú has venido alguna vez?
—No, es la primera vez que vengo a un parque de atracciones—la verdad que me lo esperaba, después de lo que me contó de su infancia, dudaba mucho que tuviera tiempo para venir aquí.
—Bueno, pues entonces me toca hacer que te lo pases muy bien y te lleves un buen recuerdo de aquí—le doy un pico en los labios y le sonrío.
—Contigo es fácil que me lo pase bien—me sonrojo un poco y continuamos hablando.
Después de media hora de espera por fin nos montamos y yo grito como si no hubiera un mañana cuando la atracción nos suelta y caemos a toda velocidad, le cojo la mano a Marco lo más fuerte que puedo mientras escucho como se ríe sin parar. Al bajar me voy al primer banco que pillo, me encantan las atracciones, pero lo paso fatal en ellas.
—Dios, Nora, eres increíble—dice llorando de la risa, yo le pego un puñetazo en el brazo porque se que se está riendo de mí.
—Lo paso muy mal ¿Vale?—me pasa el brazo por los hombros al sentarse a mi lado y me quedo en silencio hasta que se le pasa la risa floja.
—¿Por qué no me habías dicho que eras todo un show en las atracciones?
—Porque pretendía hacerme la fuerte, pero no he podido—le digo riéndome yo también, pero de vergüenza.
—Venga, vamos a la siguiente, quiero ver cómo sigues gritando y suplicando por tu vida en las atracciones—pongo los ojos en blanco y le sigo hasta la siguiente atracción.
Después de varias atracciones y de haberme quedado casi sin voz, nos sentamos al lado de un lago a comer.
—¿Te lo estás pasando bien?—le pregunto preocupada, es su primera vez aquí y quiero que disfrute.
—Me está gustando mucho, pero tus gritos lo están haciendo el mejor día de mi vida.
—¿Vas a seguir bromeando mucho más tiempo?—digo medio enfadada mientras me como mi bocata de jamón y queso.
—Hasta que me canse, que probablemente sea nunca—se ríe con la boca llena y yo le miro embobada, ¿Cómo puede este chico gustarme tanto? Es que me lo imagino haciendo de vientre y me sigue encantando.
—Tu tampoco eres tan valiente como me imaginaba, ehh—le he visto cerrando los ojos en más de una atracción.
—Nunca dije que lo fuera, pero tampoco grito como una loca—me pellizca el moflete y yo arrugo la nariz, en verdad está mal que lo piense, pero me encanta que me vacile de esta manera.
—Después de comer vamos a alguna de niños, necesito un descanso, además no quiero vomitar la comida—se vuelve a reír, pensando que lo digo de broma, pero lo digo completamente en serio.
—Vamos al saltamontes.
—No, que en esa me mareo, mejor vamos a la de agua que es un paseo por un bosque.
—Vale, pero como grites en esa ya no me podrás decir que no me ría de ti.
—Que tonto eres—ambos nos reímos y siento que es el mejor día de mi vida, ambos relajados, sin preocupaciones y riendo sin poder parar.
Cuando ya llevamos horas en el parque y estamos esperando a la última atracción, me acuerdo de la bala vibradora.
—Oye, ¿Por qué me has hecho ponerme la bala si no la has usado?—me mira pensativo y después le sale una sonrisa que intenta disimular.
—Aún queda una atracción—llevamos diez minutos esperando en la cola, es la peor atracción de todas, nos la hemos guardado para la última porque no estaba segura de si montarme o no, pero al final Marco me ha convencido.
—¿La vas a poner en marcha cuando estemos montados?—es una pregunta retórica porque sé la respuesta.
—Cuando menos te lo esperes, y así podrás olvidar el otro recuerdo que tienes del parque—vaya, no lo había pensado.
Me acerco a su oído despacio y mirándole a los ojos mientras pongo ambos brazos al rededor de su cuello para llegar mejor ya que él es muy alto.
—Vale, pero cuando salgamos de la atracción nos vamos a los baños o a donde sea—le susurro para que solo él me oiga. Ambos llevamos días sin sexo, y la tensión que tenemos acumulada ya hasta duele, necesito hacerlo ya con él y en casa no vamos a poder.
—¿Te va lo de hacerlo en un lugar público?—dice susurrándome de vuelta, se aparta un poco para mirarme a los ojos y me lanza una sonrisa malvada.
—No suele ser mi pasatiempo favorito, pero después de que hayas estado todo el día calentándome pues sí, si me va—y es cierto, lleva todo el día poniéndose detrás de mí, abrazándome y todo eso para que sienta su erección en cada parte de mi cuerpo, y dándome besos intensos que me tienen en un sin vivir. De repente me coge de la cara y me planta un morreo y claro una así no puede.
—Bueno, me lo pienso—se hace el difícil, pero él tiene las mismas ganas que yo de acabar en los baños. O incluso más.
—De pensárselo nada, vamos y punto.
—¿No decías que querías tomártelo con calma?—dice con una sonrisa burlona.
—Bueno, he cambiado de idea—se ríe y acerca su boca a la mía para susurrarme.
—¿Hoy estás mandona? Te recuerdo que me toca a mí llevar el mando—que cabrón, como se guarda esas cosas para cuando más me jode.
—Pues no te flipes mucho que como te me hagas mucho el estrecho te dejo a dos velas—le guiño el ojo y me giro para avanzar en la cola, somos los siguientes.
Marco se pone detrás de mí, presionando tu polla contra mi culo, por décimo-sexta vez hoy y me dice al oído.
—No mientas, no vas a poder aguantar más tiempo sin follarme—me giro para mirarle con una ceja enarcada y le respondo toda chula.
—Rétame, puedo darme placer a mi misma, no te necesito, no sé si lo recuerdas—hago mención indirecta a la vez que acabamos cada uno masturbándonos delante del otro, la verdad que fue muy excitante.
El encargado nos abre la cinta para que pasemos y nos sentemos en la parte delantera de la atracción.
—Ambos sabemos que no es lo mismo, Nori—me llama como lo hace la abuela, mientras nos ponemos el cinturón. No le contesto porque me empiezo a poner nerviosa, esa conversación me ha tenido entretenida, pero ahora me doy cuenta de que estamos en una atracción que me da mucho miedo.
Le cojo la mano a Marco para que me dé seguridad, el me la aprieta y me mira con una sonrisa.
—No te pongas nerviosa, lo único que va a pasar ahora mismo es que vas a tener uno de los mejores orgasmos de tu vida—me río y se me quitan un poco los nervios.
La atracción empieza a moverse y yo respiro profundo, aprieto más la mano de Marco, un poco más y le dejo manco, estoy sintiendo un conjunto de sensaciones ahora mismo, nervios por la atracción, adrenalina, excitación, ansia....
Cuando la atracción empieza a subir, cierro los ojos, no puedo con las alturas, como mire para abajo me entra el mareo, cuando llegamos al pico de la atracción y empezamos a bajar, la bala se pone en marcha y yo abro los ojos. Estamos bajando a toda velocidad mientras en mi interior siento como me vibra cada centímetro de piel, le lanzo una mirada a Marco mientras me muerdo el labio para no gemir y este me devuelve una mirada lasciva que aumenta mis ganas de comerle toda la boca y lo que no es la boca.
La atracción sigue haciendo piruetas, pero a mí ya se me ha olvidado hasta como respirar, solo puedo pensar en esa balita, haciéndome perder el control, siento como el orgasmo va llegando a mi poco a poco, como me empieza a vibrar el interior, mientras mis pelos vuelan como locos, mis pies cobran vida propia y mi mano sigue junto a la de Marco, solo que esta vez no se la aprieto por miedo.
Solo me hace lanzar otra mirada a Marco y ver cómo está disfrutando este show, estoy apunto de llegar al climax, me empieza a cosquillear mi zona íntima y este cosquilleo se expande primero por las piernas y luego por todo el cuerpo.
Al bajar de la atracción me tiemblan las piernas.
—¿Qué? ¿Te ha gustado la atracción?—me dice Marco, con una sonrisa de oreja a oreja.
—Me ha encantado—le cojo del cuello y tiro de él para besarle—Mira, hacen foto de la atracción.
Miramos las pantallas para buscarnos y cuando me encuentro me muero de la vergüenza, se nos ve a ambos mirándonos, bueno más bien follándonos con la mirada, yo salgo mordiéndome los labios y con cara de "estoy teniendo un orgasmo".
—Dios, necesito esa foto—miro a Marco horrorizada.
—¿Para qué? Si salimos fatal—en verdad Marco sale genial, como siempre, pero yo no.
—¿Qué dices, Nora? La foto es genial, ve a distraer a la encargada para que pueda hacer la foto.
Le hago caso y me acerco a la chica del mostrador, las fotos aquí valen dinero por lo que no está permitido hacer fotos con el móvil, la llamo y le digo lo primero que se me viene a la cabeza.
—Perdona—me mira y se acerca con cara de que le doy pereza.
—Las fotos valen cinco euros cada una, lo pone en el tablón—la miro sorprendida, que borde es.
—No, no quería decirte eso—en verdad si era eso lo que iba a decir, pero ahora tengo que cambiar de excusa.
Me mira de arriba a abajo y pone los ojos en blanco.
—¿Y qué es entonces?—si no sabes tratar al público no trabajes en un sitio de cara al público.
—Es que el primer asiento, de la derecha, creo que está medio mal, se soltaba un poco, lo digo para que lo reviséis—una excusa horrible, pero lo primero que se me ha pasado por la cabeza.
—Vale, lo miraremos—mira por detrás de mí y grita—¡Eh! Tú, no puedes hacer fotos—me giro pensando que se lo dice a Marco, pero es un crío.
Me fijo en toda la gente para encontrar a Marco y me hace una seña para que vaya con él.
—Ya la tengo, vamos.
Nos vamos cogidos de la mano al baño y no tardamos mucho en desnudarnos el uno al otro.
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