27 "Amor fingido"
Nora
Por fin ha llegado el día, hoy nos vamos a Barcelona, no veo la hora de ver a mis amigos, aunque me da un poco de cosa el ver a Nacho, no sé cómo se comportará conmigo, espero que no haga de las suyas y se comporte como un capullo porque no me apetece aguantarle.
Por otro lado está Franco, llevo desde el otro día que vi la pistola, sin hablarle, es como que tengo un sentimiento contradictorio, me da miedo estar con él pero a la vez una pequeñísima parte de mi, me dice que estoy exagerando las cosas, pero cuando he intentado hablar con él después de lo que pasó, me ha entrado el miedo, por ejemplo, al día siguiente de que pasara, lo intenté.
—hola—dije al entrar en la cocina, él se dio la vuelta y me sonrió.
—hola, ¿cómo estás?—estaba cortando unos tomates, con un cuchillo muy afilado y me entró un poco de pánico.
—bien—no sabía que más decir, estaba un poco incómoda.
—Nora, respecto a lo de anoche...
—no hace falta que digas nada, me quedó muy claro todo—lo dije muy borde, pero ¿qué le voy a decir? ¿Qué lo olvido y todos felices? Pues no.
—no, no te quedó nada claro porque no quisiste escucharme—en eso tenía razón, obviamente si tú ves que tú "pareja" tiene en su armario guardada una pistola, pues vas a desconfiar y más sabiendo de dónde viene, ósea que sé que no debería sentirme mal por tratarle así ni por no querer hablarle, es lo que debería haber hecho desde el principio, pasar de él, porque es un maldito criminal y no quiero saber nada de él, pero claro al final no te das cuenta de lo malo hasta que lo tienes clavado en las venas. Como voy a hacer yo ahora para olvidarme de Franco si estoy coladísima por el, sé que debería pasar de él ya, pero no es tan fácil.
—ya.
—me prometiste que hablarías conmigo—en eso también tenía razón.
—¿y qué estoy haciendo ahora?—¿me estaba pasando de chula? Que estrés. ¿Por qué me tenían que pasar estas cosas a mi?
—pero yo quiero que me hables normal, no quiero que estes así de incómoda—intentó hacerse pero di un paso para atrás, cuanto más lejos mejor, que no quería caer en la tentación.
—perdón por sentirme así después de haber encontrado una puta pistola en tu armario—dije sarcásticamente.
—habla más bajo, que nos pueden escuchar—encima ahora se ponía en plan responsable, tócate las narices.
No quería hablar más con él así que me fui, él me llamó para que no me fuera pero no quería seguir ahí, así que pasé de él.
Después de eso estuvimos un día y medio sin hablarnos, yo había estado pensado mucho sobre todo lo que había sucedido, y para qué mentirnos le echaba de menos.
En un momento de bajón, fui débil y me acerqué a su cuarto para hablar del tema pero no salió bien.
Toc toc, llamé a la habitación de Franco con un poco de miedo, sinceramente no tenía ni idea de lo que le iba a decir.
—pasa—gritó, supongo que pensó que era Nico porque a mí no creo que me dejara pasar tan fácilmente.
Lo hice, entré y cerré la puerta detrás de mi, quedándome pegada a ella para estar lo mas lejos de él.
—hola—dije con una pequeña sonrisa.
—hola ¿ya has decidido escucharme?—estaba enfadado, ya lo que me faltaba, que encima se enfadara él.
—no sé—parecía idiota pero es que no sabía qué hacer ni que decir.
—¿y a qué has venido?—me estaba poniendo de los nervios, ¿por qué estaba siendo tan borde?
—no sé—le miré con un poco de pena, ¿por qué tenía que tener una maldita pistola? ¿Por qué no solo podía haber tenido los malditos condones y haber podido follar como siempre y así ahora estar bien y felices?
—¿vas a decir todo el rato no sé?—seguía ahí tumbado en su cama, mirándome con indiferencia, se supone que debería estar el arrastrándose por mí no al revés.
—ehh—no sabía que decir, me había comido la lengua el gato, malditos nervios.
—si no vas a decir nada más, ya puedes irte—tenía unas ganas de llorar tremendas, me sentía la persona más idiota del mundo, pero aún así ahí estaba, haciendo él ridículo.
—debes entender que este así, no es fácil nada de esto.
—ya, pero si te dignaras a escucharme, podríamos estar ahora bien y no así, enfadados—ósea que sí, está enfadado.
—lo primero, ¿por qué estás enfadado? Se supone que la víctima aquí soy yo.
—ni víctima ni hostias, obviamente estoy enfadado, Nora, estoy harto de tus estupideces—yo estaba flipando.
—¿tú de qué?—le dije riéndome por lo absurdo del momento. Él se incorporó en la cama para seguir echándome la bronca.
—me jode que me sigas juzgando, ¿nunca vas a poder confiar en mí, plenamente?—eso último lo dijo con un poco de pena, y casi caigo pero me mantuve firme.
—Franco, encontré una puta pistola en tu armario, obviamente no puedo confiar en ti.
—te dije el porqué la tenía—y seguía justificándose.... Mi cabreo subía por momentos.
—¿y debo creerte? ¿Quién me dice que no me estás engañado?
—pues eso, que no confías en mí—se me estaba acabando la paciencia, ya hasta me estaba empezando a salir el tic del ojo, cuando me enfado mucho, que no suele pasar, me empieza un tic horrible en el ojo, parezco una loca pero no puedo evitarlo, tampoco se nota mucho pero si te fijas te das cuenta que parezco tonta pero bueno, eso es una cosa que nunca le he dicho a Franco así que espero que no se de cuenta.
—¿quieres que haga como si nunca hubiese visto nada? Porque no puedo—me estaba costando no echarme a llorar, pero también tenía humo saliendo de mis orejas, tenía una sensación tan horrible en el cuerpo... era como una inquietud que me paralizaba.
—pues si no puedes ver la verdad entonces mejor vete—estaba muy enfadado.
—si, será lo mejor—me quedé parada un segundo mirándole a los ojos, en verdad si sentía que me decía la verdad pero no podía evitar sentir ese miedo.
En fin, es todo tan complicado, además, el no ha intentado acercarse a mí en ningún momento, y se supone que es él el que tiene que hacerlo, no yo. Porque yo literalmente no he hecho nada malo, cualquiera con más de dos dedos de frente, desconfiaría.
He hecho lo que cualquier persona en su sano juicio haría.
¿Tú ves a alguien con una pistola y confías en él? Pues claro que no, así que a pesar de este sentimiento de culpa que me jode desde el otro día, yo siento que no he hecho nada malo.
Y bueno ahora mismo estoy pegada a él, piel con piel, intentando ordenar todos mis pensamientos.
Estamos yendo a Barcelona y Nico ha sido tan cabezota de querer ponerse en la ventanilla así que me ha tocado a mí en el centro.
La peor parte ha sido cuando me he dormido y no sé cómo pero al despertarme tenía la cabeza apoyada en el hombro de Franco, que vergüenza. Ha sido muy incómodo.
Nos hemos mirado y he apartado la mirada rápido, porque he empezado a sentir las malditas mariposas, que parece que se han apoderado de mi cuerpo.
Menos mal que tengo la música puesta y no tengo que entablar una conversación con nadie porque sino sería muy incómodo.
Todavía falta una hora para llegar y no veo la hora de hacerlo, creo que nunca había estado tan incomoda así que decido volver a dormirme pero esta vez me apoyo en Nico, que es más incómodo (de postura) porque es un enanito pero mejor romperme el cuello que apoyarme en Franco.
...
—Nora, ey, despierta—alguien me está tirando del brazo, suavemente.
—sal del coche, ya despierto yo a mi hija, Nora, venga levanta—me tiran esta vez del brazo, muy fuerte y abro los ojos.
—¿qué pasa, papá?—digo quejándome, que manera más mala de despertar a alguien.
—ya hemos llegado, espabila.
Me levanto a duras penas y cojo mi maleta, al darme la vuelta y ver la casa de mis abuelos, sonrío. Hacia tanto que no veníamos.
Meses, cuando antes veníamos por lo menos dos veces por semana y ahora, nada.
Salen los abuelos a recibirnos y yo me acerco a ellos con una gran sonrisa.
—holaaa, os he echado de menos—digo abrazándoles.
—y nosotros a ti, mi amor—me dice la abuela, dándome un beso.
—¿qué tal el viaje?—dice el abuelo, mientras ayuda a sacar las cosas del maletero.
—largo, pero ya estamos aquí, que es lo importante—contesta papá.
—¿y quién es este joven tan apuesto—dice la abuela señalando a Franco.
—es Marco, el novio de Nora—me quedo blanca y me giro hacia papá, ¿qué coño acaba de decir?
—sí, le hemos traído para que conozca Barcelona y a los amigos de Nora—mamá le sigue el royo a papá y yo me encuentro súper confundida, miro a Franco para ver su expresión y veo que está igual de pálido.
—¿y cuánto tiempo lleváis juntos?—le pregunta la abuela a Franco.
—pues...ehh...
—empezaron a salir poco después de llegar a Madrid, fue todo muy rápido, en fin, cosas de adolescentes—contesta papá por Franco.
—pero bueno, vamos a dejar de interrogar a los niños y vamos a dejar las cosas dentro—dice mamá con una sonrisa más falsa que un billete de tres euros.
—vale, pero luego en la cena no se van a librar de mis preguntas.
Entramos y voy directa a mi cuarto, le hago una seña a mamá para que me siga y ella lo entiende, al llegar a mi cuarto cierro la puerta y me giro para mirarla.
—¿qué acaba de pasar?—ella se ríe y se sienta en mi cama.
—tu padre no quiere que los abuelos sepan quién es Marco, así que les hemos contado una pequeña mentirijilla—dice mamá sonriendo inocentemente.
—¿y no habéis pensado en decírnoslo?—estoy alucinando, ósea el coñazo que me ha dado papá con Franco y ahora resulta que tengo que fingir ser su novia, y que casualidad que es justo cuando estamos enfadados.
—se nos ha olvidado—sigue sonriendo como si fuera una niña que acaba de romper un plato.
—pues que bien, ¿quién entiende a papá? No se supone que no quiere que nos hablemos.
—lo hace para que a los abuelos no les dé un infarto y como la ley nos obliga a traer a Marco, pues no nos queda otra—se encoge de hombros y empieza a guardar la ropa en los armarios.
—de Puta madre—digo tirándome en la cama de mala manera, que desastre todo.
—no digas palabrotas, además, tú estarás encantada, podéis hacer lo que ya hacíais sin miedo a que tu padre os diga nada—va a ser que no.
—si, supongo—no quiero decirle que estamos mal, porque sino tendría que darle explicaciones y no me apetece.
Ayudo a mamá a deshacer la maleta y bajamos a cenar, al llegar ya están todos sentados, esperándonos.
—hombre por fin llegáis—me echa la bronca papá y me siento entre Nico y Franco.
—lo siento, estábamos metiendo la ropa en el armario—digo y me pongo un poco de ensalada, no tengo mucha hambre la verdad, solo quiero terminar e irme a mi cuarto a dormir.
—bueno, ahora que estamos sentados, contadme cómo os conocisteis y todo eso—dice la abuela mirándonos a Franco y a mi.
Yo le miro y me invento una historia.
—en el colegio nuevo—digo y me meto una buena cucharada de ensalada para no tener que hablar más.
—¿y tus padres te han dejado venirte aquí?—le pregunta el abuelo a Franco.
—si, mis padres no me hacen mucho caso, así que les dio igual—que momento más tenso, si los abuelos supieran la realidad...
—vaya... bueno, yo solo te digo que a mi nieta Norita , me la tratas como a una princesa—el abuelo le apunta con el cuchillo, de broma, como amenazándole.
—tranquilo, yo a Nora la quiero mucho, no la pienso hacer daño—me mira de una forma intensa y me entran muchas ganas de llorar, ojalá fueran palabras de verdad, sigo engullendo la comida para ahogar mis penas.
Ha dicho que me quiere, es la primera vez que le escucho decir eso y no sé cómo sentirme, no sé si lo siente de verdad o solo está fingiendo, Dios mío, que cambien de conversación.
—más te vale, nuestra niña vale mucho, guapa, lista, divertida y podría seguir diciendo mil cosas más—dice la abuela y todos nos reímos, yo me río falsamente pero bueno.
—le doy la razón, es una chica genial, un poco orgullosa pero en realidad es una de las cosas que más me gustan de ella—¿por qué tiene que estar diciendo todas estas cosas bonitas? Lo único que hace es hacerme sentir peor.
—es verdad, Norita es muy orgullosa, de pequeña cuando hacía algo mal, no lo reconocía nunca, era desesperante—dice la abuela cogiéndome la mano y apretándomela.
—bueno, eso lo he sacado de papá, no es mi culpa—digo defendiéndome, esta conversación no hace más que ir a peor.
—es genético, el ochenta por ciento de esta familia es muy orgullosa—dice papá, riéndose, se nota que también está fingiendo, papá nunca hace bromas, solo cuando está delante de gente para aparentar o yo que sé.
—Norita, mi amor, tomate un trozo de tortilla, que la he hecho para ti porque sé que te gusta mucho mi tortilla de patata—me dice la abuela, sabe que estoy rara, la abuela y yo tenemos una conexión muy profunda y a ella no la puedo mentir.
—no tengo mucha hambre, creo que me voy a ir a la cama, estoy súper cansada del viaje—tengo un nudo en la garganta... como no me vaya rápido me echo a llorar como si no hubiera un mañana, ya siento como me empiezan a picar los ojos.
—vale, pero antes prueba mi postre, te he hecho coulan de chocolate—lo que me faltaba, eso me lleva a la noche en la que Franco me hizo una cena romántica y horas después todo se jodió.
—no tengo mucha hambre, abuela—me cuesta decirlo, necesito salir ya de aquí.
—tonterías, te lo vas a tomar porque lo he hecho con todo mi amor—pongo los ojos en blanco y al final acepto—aunque sea compártelo con tu novio, y os tomáis cada uno la mitad.
—vale....—la abuela sabe que estoy mal, no entiendo porque insiste en que me quede.
Nos lo trae y Franco lo parte por la mitad, no podría estar más incómoda porque es imposible.
—¿te gusta...¿cuál era tu nombre?—le dice el abuelo a Franco.
—Marco y está muy bueno.
—mérito de mi mujer, tienes un nombre muy bonito ¿eres español o tienes raíces de algún lado?
—la familia de mi padre era italiana, mi padre me puso el nombre de su hermano—vaya, eso no lo sabía, eso explica lo guapo que es, los italianos están muy buenos.
—¿por qué hablas en pasado?—mierda.
—no tengo mucha relación con mi padre, ahora.
—vaya, lo siento...—vale, momento incómodo, intento cambiar de tema.
—mañana he quedado con mis amigos, no me esperéis despiertos—todos me miran como si no lo supieran.
—queremos que nos pongas mensajes todo el rato—dice mamá, preocupada.
—que si....—que cansinos con que les ponga mensajes, siempre igual.
—no bebas mucho—dice papá, saben que bebo, pero no les gusta que lo haga en grandes cantidades.
—vale, me tomaré una copa si eso—me termino el último trozo de coulan y me levanto—bueno, voy a lavar esto y me voy a mi cuarto a dormir.
—vale, vete con Marco y así le enseñas la casa—me dice la abuela mientras se levanta a recoger la mesa.
—vale...
Nos levantamos y le voy enseñando habitación por habitación, la casa es enorme. Tiene cuatro habitaciones, una abajo, que es la mía y tres arriba, luego cada habitación tiene un baño y una terraza y el salón es gigante, y por otra parte está el patio, que tiene un porche en la parte derecha, una piscina climatizada en la izquierda y una pista de tenis en la parte de atrás de la casa.
El abuelo era entrenador de tenis, por eso la pista. Y por último, mi habitación favorita de toda la casa, es una habitación insonorizada, la abuela siempre ha cantado muy bien, y se hizo un mini estudio de canto y cada vez que vengo, me paso más horas ahí metida que en cualquier otra parte.
Cuando ya le he enseñado toda la casa a Franco, los dos en silencio todo el rato, excepto cuando le explicada qué era cada habitación y tal... me voy a mi cuarto.
—¿mañana vas a venir?—le pregunto antes de ir.
—es mi trabajo—dice encogiéndose de hombros.
—vale—no quiero que venga, pero es lo que hay.
Me voy a mi cuarto y al llegar está la abuela, sentada en mi cama.
—hola—le digo sentándome a su lado.
—¿qué te pasa, Norita?—dice con tono de preocupación, y ahí vuelven otra vez las ganas de llorar, menudo día.
—nada, ¿por?—sé que no puedo engañarla pero aún así lo intento.
—dime la verdad, te veo triste—me pasa un mechón de pelo detrás de la oreja y me levanta la cara para que le mire a los ojos.
—bueno... es complicado—no sé que decirle la verdad, no puedo decirle la realidad de lo que está pasando pero tampoco puedo mentirle.
—¿es por ese chico? Siento si te he incomodado en la mesa pero hacía mucho que no te veía y no quería que te fueras tan rápido—joe como quiero a la abuela, ¿qué haría sin ella?
—un poco, no estamos en nuestro mejor momento—deseo al dios que sea que por favor no me pregunte por qué—y no pasa nada por lo de la cena.
—seguro que lo arregláis, serán problemas de adolescentes—me acaricia la cara para secarme una pequeña lagrima que se me escapa.
—ojalá, pero creo que no, hemos tenido varias peleas porque somos muy distintos, pero ninguna como esta—me cuesta muchísimo mantenerle la mirada sin que me entren ganas de llorar.
—¿puedo preguntar el porqué?—mierda.
—encontré una cosa muy fea en su armario, y ahora me cuesta fiarme de él—no menciono la pistola ni nada para no liarla.
—yo no le conozco mucho pero por lo que he visto, ese chico tiene muy buenas vibras y se nota que te quiere—la miro sorprendida.
—nunca me ha dicho que me quiere, esta noche ha sido la primera que se lo he escuchado decir—la abuela me mira sorprendida, supongo que no se esperaba eso.
—vaya, que forma tan poco romántica de decirle a alguien que le quieres, ha perdido puntos conmigo—nos reímos de su comentario, la abuela tiene un don para que todo parezca menos malo de lo que es.
—yo te digo que si ese chico te quiere, no te va a dejar escapar.
—soy yo la que no sabe si dejarle escapar o no, abuela.
—estás hecha un lío, lo entiendo. Date unos días, piensa que quieres, pero sobre todo no dejes que esto te amargue el viaje.
—lo intentaré, mañana probablemente me emborrache un poco, no os enfadéis, me hace falta—la abuela se ríe y me abraza.
—antes de que te vayas nos tomamos unos chupitos de tequila, para que ya vayas con la onda—la abuela es increíble.
—gracias, abuela, te quiero mucho—le doy un beso en la mejilla y nos quedamos abrazadas un rato hasta que yo cierro los ojos y me quedo frita.
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