26 "Cena romántica y sorpresa de postre"

Nora

No me lo puedo creer, está la terraza llena de luces, hay luces rojas en el manzano que tenemos, luces rosas en la piscina, luces blancas en el techo y en la mesa, al lado de la piscina está Franco, vestido con un traje....

Nunca creí que le vería así vestido, pero he de decir que está guapisimo, más de lo que creía posible. Y tiene hasta una corbata, cuando se perfectamente que es un desastre poniéndoselas, una vez casi se ahoga intentado ponerse una, he de decir que le obligué yo, porque íbamos a ir a un restaurante caro y quería verle guapo, al final me mandó a la mierda y fue en vaqueros aunque al menos se puso una camisa.

Al verme se acerca a paso lento como con ¿miedo?

—Hola.

—Hola—le sonrío, no sé que hacer ni que decir.

—Estás muy guapa—me da un repaso de pies a cabeza y siento esas mariposas que últimamente no dejan de revolotear. Estamos frente a frente, sin hacer nada, pero queriendo hacer de todo, lo peor es que se supone que estoy enfadada con él, pero dime tú a quien no se le quitaría el enfado de una al ver este panorama, nadie es tan frio, y yo soy muy blanda.

—Tú también, te queda muy bien el traje—me sonríe tímidamente, creo que voy a morir de amor ahora mismo.

—Gracias, ven, siéntate—me coge de la mano y me lleva hacia la mesa.

Entonces veo que hay dos vasos de cristal y una botella de vino tinto, sabe que es mi favorito.

—¿Qué es todo esto?—pregunto, aunque sé perfectamente la respuesta, pero quiero oírsela decir.

—Es mi manera de pedirte perdón—me derrito por dentro.

—No hacía falta tanto—en realidad sí, pero me lo callo porque no es necesario decírselo.

—Sí, sí hacía falta, me he pasado mucho esta mañana y sinceramente, la mayoría de las cosas no las pienso de verdad, solo que cuando me siento indefenso suelo atacar así, yendo a lo que duele y sé que no está bien y créeme que me arrepiento muchísimo.

—Yo también me arrepiento de muchas cosas, en verdad este coso que tenemos me encanta—digo quitándole importancia a lo que dije esta mañana.

—A mí también, y lo que te dije de los problemas en realidad no es algo que me importe, los problemas me persiguen y nada de lo que me ha pasado es tu culpa.

—Jolin—resoplo rabiosa—Yo estaba decidida a no hablarte más y de repente me vienes con esto y ya me tienes comiendo de tu mano—se ríe y me coge de la mano mientras bebe un poco de tinto.

—Estamos jodidos entonces, porque tú me tienes besando por donde pisas—los dos nos reímos y vuelvo a sentirme bien en todos los aspectos.

De verdad que tenemos un coso tan complicado... Pero no lo cambiaría por nada, lo que me hace sentir este chico con una simple caricia o un susurro o simplemente preguntándome si quiero pan... No había sentido algo así de fuerte en mi vida, y de verdad me asusta porque a veces hasta tengo ganas de llorar de lo mucho que estoy sintiendo, es como que tantas emociones me abruman, también porque vivo con el miedo constante de que nos arrebaten nuestro coso, ya sea mi padre o los asesinos esos súper locos o directamente nosotros con nuestros arrebatos impulsivos.

—Nos hemos peleado mil veces, pero nunca habíamos tenido una pelea tan horrible—digo melancólica.

—Ya... Pero ¿qué es una relación sin peleas?—me sonríe dulcemente y me derrito un poco más.

—Es verdad, las peleas lo hacen más entretenido—me sonríe y coge su silla para sentarse a mi lado y así estar más cerca.

—Además, dicen que las reconciliaciones son lo mejor—me lanza una mirada lasciva y me sonrojo pensando en lo que me gustaría ir al cuarto y follármelo, que poco románticos somos.

—Vaya... ¿Ya estás pensando en el postre?—digo con doble sentido.

—Yo siempre ando pensando en el postre—nos reímos y entonces caigo en algo.

—¿Cómo has conseguido que mis padres se vayan?

—Ha sido casualidad, ósea, cuando te has ido me he sentido fatal y he pensado en ir a por ti, pero no he podido porque cuando estaba poniéndome los zapatos, tu padre me ha mandado a limpiar el garaje y mientras lo limpiaba estaba pensando en cómo pedirte perdón.

—Con un simple lo siento me habría conformado—bueno en verdad le habría hecho sufrir un poco más, pero tarde o temprano le habría perdonado.

—Yo no, en cuanto tú madre me ha dicho que tenía que cuidar de Nico esta noche porque se iban a una fiesta benéfica e iban a llegar de alta madrugada, lo he visto claro.

—¿Y donde está Nico?

—Haciéndome la segunda—le miro confundida y el coge la campana que está en el centro de la mesa y la hace sonar.

Dos segundos después sale Nico a la terraza con dos platos de comida.

—¿Le has puesto de camarero?—abro los ojos de par en par.

Me tengo que casar con este tío, nunca nadie en la vida había conseguido que Nicolás Sutton, pusiera la mesa o cocinara o hiciera algo de la casa y ahora llega Franco y convence a Nico para que nos haga de camareros... Estoy flipando.

—Me ha prometido muchas chocolatinas—dice Nico con la boca llena de chocolate.

—Te creo—digo riéndome.

—Bueno, aquí tenéis un plato de lasaña, especialidad de la casa—dice y empieza a explicarnos como lo ha cocinado, cuando en verdad todos sabemos que no lo ha hecho él, pero le sigo el royo porque se le ve ilusionado. Cuando termina, no puedo parar de reírme, Nico es muy buen camarero.

—Muchas gracias—le doy un beso en la mejilla a Nico y este se limpia con la mano asqueado.

En cuanto se vuelve a ir dentro, miro a Franco.

—Me encanta tu lasaña.

—Lo sé, por eso la he hecho, y no sabes lo que he preparado de postre—me entran los nervios al pensar en el postre, sé que ahora está hablando de postre de verdad, pero últimamente tengo la mente muy sucia.

—¿El qué?—pregunto feliz.

—Sorpresa—pongo los ojos en blanco, tengo un sentimiento de amor/odio con las sorpresas, soy demasiado impaciente.

—Jope...

Pruebo la lasaña y me siento en las nubes, Franco cocina regular, pero la lasaña le sale como los dioses del agua.

—¿Cómo puede ser que te salga tan rica?

—Mi madre la hacía un montón cuando era pequeño, sabía que nos encantaba y cuando yo me hice más mayor le pedí que me enseñara a hacerla para poder cocinarla cuando ella no pudiera.

—Pues me alegro de que te enseñara—digo metiéndome un trozo en la boca.

—Yo también, tienes un poco en el labio—dice y me entra la vergüenza, ¿Por qué tengo que mancharme la cara de comida justo ahora?

—Ay, que vergüenza—cojo la servilleta para limpiarme, pero Franco me coge la mano y se me acerca.

—Deja, te lo quito yo.

Se acerca a mis labios y me los chupa, en cuanto me "limpia" la boca, se separa y me sonríe.

—Ya está. Estaba deseando hacerlo.

—Gracias, ahora quiero limpiarte yo a ti—no está manchado, pero me da igual, quiero besarle, el pilla la indirecta y me sigue el beso.

Me encantan sus besos, por un momento, hace unas horas creí que no volvería a sentir sus labios pegados a los míos, solo de pensarlo me entra una angustia en el pecho horrible, es como si este chico me hubiera lanzado un hechizo o algo.

Me separo y le doy un piquito.

—Venga, vamos a comer.

—¿Qué tal en el spa?—ya se me había olvidado que hoy he tenido un día súper agradable, sorprendentemente, teniendo en cuenta que habíamos quedado con Paula y Mónica, pero al final nos hemos llevado muy bien todas y he sabido conocerlas, no son tan malas como parecen.

—Bien, me ha dejado muy relajada.

—¿Con quién has estado?

—Con Laila, Mónica y Paula—digo y me mira extrañado.

—¿Me he perdido algo?—me rio por su confusión y sigo contándole.

—Resulta que Mónica y Guerrero son follamigos y Guerrero nos ha pedido que seamos amigas de Mónica y Mónica nos ha pedido que seamos amigas de Paula, todo eso para poder salir todos juntos sin que haya malos royos—me mira sorprendido.

En verdad Franco es igual de cotilla que yo, a los dos nos encantan los chismorreos, es de las cosas que más me gustan de él, siempre que le vengo con algún cotilleo de mi clase, él me escucha y opina de todo, y no puedo evitar compararle con Nacho, siempre que le iba con un chisme me echaba la bronca por ser cotilla.

—Vaya, así que follamigos, la verdad que ya me lo esperaba, era cuestión de tiempo que lo hiciesen publico y ¿ves cómo no es tan malo ese concepto?—pongo otra vez los ojos en blanco, ya está el listo que todo lo sabe.

—Para mí si lo es, es una palabra muy fea.

—Claro, porque coso no es fea ¿no?—dice burlándose de mí.

—Es distinta.

—Es rara, como tú—le miro con la boca abierta medio ofendida.

—¡No me llames así! No soy rara—si me dieran un euro por cada vez que me han llamado rara podría cómprame una mansión, pero odio esa palabra, no soy rara.

—Sí lo eres—ya vuelvo a estar roja.

—¿Soy rara?—le miro preocupada, ahora de verdad, si tanta gente me lo ha dicho será por algo, no quiero ser rara.

—Sí, pero no te pongas así, no es malo—dice destornillándose de mí.

—Oara mí si lo es, rara es la típica de pelo verde que come sola en el suelo y colecciona distintos tipos de arañas—digo horrorizada.

—¡Ves cómo eres rara! ¿Quién piensa en eso? Hay distintos tipos de chica rara, tú eres una rara adorable.

—Entonces tú también eres raro—en realidad no lo es, pero me da igual.

—¿Y por qué soy raro?—me pregunta sonriendo, odio cuando me trata con condescendencia.

—Porque lo digo yo—digo acercándome a sus labios, pero sin tocarlos.

—Pero no te piques, en realidad todos somos raros a nuestra manera—es verdad, ya me he picado otra vez, no puedo ser así, tengo que relajarme.

—¿Y cuál es la tuya?

—Pues no sé, mi vida entera es rara, ¿quién está medio preso, haciendo de chacha en la casa de un loco a los diecinueve años?

—¿Has llamado loco a mi padre?—digo ya sin que me importe, es imposible hacerle cambiar de opinión sobre mi padre, así que ya me doy por vencida.

—Sí, y también soy raro por pillarme de la hija del tipo que me arruinó la vida, eso sí es raro.

—Y yo soy rara por pillarme de un criminal.

—No soy un criminal—su expresión cambia radicalmente de felicidad a seriedad en un instante, le ha sentado mal, mierda.

—¿Y como te defino?

—Chico con poca suerte en la vida—frunzo el ceño, no me gusta que piense eso de él.

—No tienes poca suerte, si la tuvieras no me habrías conocido—digo de broma para sacarle otra vez esa sonrisa que tanto me gusta y justo doy en el clavo.

—En eso tienes razón, en realidad esto no está tan mal.

—¿Ah, no?—eso me ha sorprendido porque, a pesar de esta cosa que tenemos, yo pensaba que para él era un infierno estar aquí.

—Nah, tu padre me pone un poco nervioso, pero créeme que es mejor que como vivía antes—me tengo que morder la lengua para no pregúntale cómo vivía antes, quiero saberlo, pero no quiero que piense que soy una metida, que me lo cuente cuando le salga.

—Está bien saberlo—le sonrío y sigo comiendo.

—Bueno, y ¿qué más habéis hecho hoy?—dice cambiando de tema, se ve que no quiere hablar sobre su vida, como siempre.

—Te hemos criticado un poco—le digo la verdad porque me da igual que lo sepa, es lógico que después de la pelea que hemos tenido, le haya puesto verde con mis amigas, es de las reglas principales cuando empiezas a salir con una chica, si tenéis problemas ten por seguro que sus amigas los van a saber y te van a criticar siempre.

—Vaya, que bien—se ríe y pone los ojos en blanco.

—Estaba muy cabreada, estaba claro que me iba a desahogar con ellas.

—No, si lo entiendo, yo me he tenido que desahogar conmigo mismo—le miro apenada, debe ser horrible no tener amigos, a nadie con quién poder desahogarte. Ósea, me tiene a mí, pero hay veces que necesitas algo más.

—Podrías haber hablado con mis amigos—me gustaría que cogiese más confianza con ellos.

—No tengo su número ni nada.

—Luego te lo doy—quiero que se lleve bien con los chicos, que por las veces que se han visto, se ve que se llevan bien, pero quiero que les cuente sus cosas porque el pobre está solísimo, solo nos tiene a Nico y a mí para hablar.

—Bueno, ¿has terminado?—dice limpiándose la boca con una servilleta y bebiendo un poco de agua.

—Sí, ¿ahora el postre?—digo dando planas emocionada, me lanza una mirada cómplice y toca la campana.

Al segundo, sale Nico con dos platos de coulan ¡lo sabía! Sabe que es mi postre favorito, al igual que sabe que la lasaña es mi comida favorita, me encanta que sepa esas cosas de mí, sobre todo porque yo no sé lo he dicho en ningún momento, simplemente lo ha deducido por todos los momentos que hemos pasado juntos.

—Eres genial ¿sabes?—le digo dándole un beso.

—Qué asco, no os deis besos delante de mí—dice Nico asqueado.

—Chaval, ya verás como dentro de un tiempo no te darán tanto asco.

—Yo no voy a besar nunca a nadie, que asco—Franco y yo nos miramos y nos echamos a reír.

—Yo decía lo mismo y mírame ahora—digo, es verdad que de pequeña era una gran mojigata.

—¿Pero entonces no le vas a dar un beso a tu novia nunca?—le pregunta mi chico.

—Ni loco, ella ha intentado besarme, pero yo siempre me aparto—dice sin poder quitar esa mueca de asco.

—Bien hecho, así me gusta—digo y le choco el puño.

—Ya me contarás cuando crezcas si sigues pensando lo mismo—dice Franco, riéndose.

—Bueno, os dejo el postre, me voy a jugar a la play.

—Gracias—le digo mientras se va corriendo, tiene una seria obsesión con esa consola.

—Pruébalo, a ver si te gusta.

Lo hago, parto el bizcocho por la mitad para que salga el chocolate fundido y se me hace la boca agua. Me meto un trozo en la boca y veo las estrellas.

—Está muy rico, si cuando quieres, eres buen cocinero y todo.

—En verdad yo cocino muy bien, pero para joder un poco a tu padre pongo más sal de la que debería—dice de broma porque realmente cocina bastante mal y ambos sabemos que no es aposta.

—Yaya, tú tranquilo que ya te daré clases de cocina.

Nos acabamos el postre y nos miramos.

—¿Y ahora qué?—pregunto teniendo claro cuál quiero que sea su respuesta.

—Ahora a dormir ¿no?—bromea y yo le doy un manotazo en el brazo.

—Justo esa no es la respuesta correcta.

—¿Y cuál es?—me mira con esa sonrisa torcida que tanto me gusta.

Yo acerco mi mano a su entrepierna y se la acaricio, notando claramente su erección, todo ello mientras le miro a los ojos con una sonrisa perversa.

—No sé, dímelo tú.

—Puff, quiero hacerte tantas cosas que hay demasiadas respuestas para tu pregunta—dice a milímetro de mi boca.

—Vamos a tu cuarto y ya vemos que hacemos—le digo ansiosa y excitada.

—Vale—nos levantamos para irnos y caigo en una cosa.

—¿Y Nico? No quiero que nos escuche—digo preocupada al percatarme de que tengo un hermano menor, que seguramente se traumatizaría si supiera lo que vamos a hacer.

—Tu tranquila, ya me he encargado de eso—le miro confundida.

—¿Qué has hecho?

—Le he dado unos cascos, le he llevado la play a su cuarto y le he dicho que si no sale en toda la noche, mañana le daré más chocolate.

—Has pensado en todo ¿eh?—digo encantada.

—Te lo mereces—me sonrojo por su comentario, a pesar de que a Franco le cuesta mucho abrirse con las palabras, con los actos me lo demuestra todo, y eso es mucho más importante.

Llegamos a su cuarto, yo entro primero y me siento en su cama, cuando él cierra la puerta se da la vuelta para mirarme y se acerca lentamente hacia mí.

—Me has puesto muy cachondo ahí abajo.

—Esa era mi intención—digo agarrándole del cuello de la camisa.

—Me has hecho sufrir mucho, mucho, mientras me manoseabas—dice subiendo su mano, lentamente desde mi rodilla hasta mi...

—¿Y qué vas a hacer al respecto?—digo mientras se acerca a mi cuello y me susurra al oído.

—Lo primero que voy a hacer es obligarte a chupármela, sería lo más justo—le miro sorprendida, debería de darle una hostia, pero me ha puesto muy cachonda ese tonto autoritario.

—¿Me vas a obligar?—digo levantando la ceja haciéndome la ofendida, pero en verdad no hace falta que me obligue porque ya lo hago yo encantada.

—Sí.

—Tienes suerte de que quiera hacerlo porque obligarme no me ibas a obligar—digo toda digna y se ríe.

Le empujo atrás en la cama para que se apoye en la cabecera y así facilitarme la tarea. Cuando ya le tengo donde yo quería, me hago una coleta mal hecha por las prisas y me agacho lentamente.

Le desabrocho el cinturón y le bajo los pantalones y los calzoncillos, entonces queda descubierta su erección y me acaloro.

Le miro a los ojos mientras agacho la cabeza y me meto su miembro de una, empiezo chupando de arriba a abajo y luego utilizó la mano para rellenar la parte en la que no llego, tengo muchas cualidades, pero garganta profunda no es una de ellas.

Franco me agarra del pelo y me empuja la cabeza para llevar él el ritmo, yo le dejo porque esta noche se ha portado muy bien.

Sus jadeos y gemidos me ponen cachondisima y me dan ese atrevimiento para bajar más la garganta, me da un arcada y él entonces se corre en mi boca y yo me lo trago todo, me encanta como sabe.

Si no hubiera hablado con él sobre sexo, ahora estaría muerta de vergüenza, resulta que a los tíos les pone que las chicas tengamos arcadas mientras la chupamos, porque según Franco, da la sensación de que la tienen grande, yo la verdad que no me voy a quejar, mejor que les guste porque sino que corte.

Me quito su polla de la boca y voy directa a darle un beso.

—Sabes a mí—dice casi sin cortar el beso.

—¿Te ha gustado?

—Me ha encantado—nos empezamos a dar picos, como si tuviésemos que parar de besarnos para pasar a la siguiente fase, pero no pudiésemos separar nuestros labios, cada pico va con más intensidad y me resulta súper excitante.

Después de eso, nos ponemos a hablar sobre sexo, me encanta hablar de este tema con él porque así se lo que le gusta y viceversa.

Nos tiramos un rato hablando hasta que él vuelve a ponerse cachondo y está listo para follar. Después de una mamada necesita un tiempo de recuperación.

—Voy a por un condón ¿dónde los tienes?—digo poniéndome de pie, estoy ansiosa.

—En el armario, en uno de los cajones hay una caja.

Me levanto y voy directa al armario, abro el primer cajón y solo hay calzoncillos, dudo que esté en este, abro el segundo y en cuanto lo hago se me cae el santo al cielo.

Empiezo a verlo todo negro y me quedo paralizada.

—Ey, Nora, ¿qué haces?—eso me despierta de mi shock y cojo lo que me ha dejado así.

Me doy la vuelta para mirar a Franco y en cuanto me ve, se levanta de golpe con los ojos como platos y se me acerca.

—¡No te acerques a mí! ¿Qué coño haces con esto?—estoy a punto de lagrimear.

—Nora, te lo puedo explicar—dice acercándose poco a poco a mí.

—¿Es todo una mentira? ¿Nos has estado engañando todo este tiempo? Mi padre tenía razón—ya no lo aguanto más y me echo a llorar.

—Joder, no, no es lo que piensas.

—¿!Y qué cojones debo pensar?! ¡Tienes una puta pistola en tu cajón!—digo chillando como una loca.

—La tengo por si acaso.

—Por si acaso ¿qué?—le miro como si no le conociera de nada, estoy alucinando.

—Me la traje por si acaso la necesitaba, no os conocía de nada, necesitaba algo con lo que defenderme—le miro con la peor cara de asco que puedo tener.

—¿Y la sigues necesitando?—ya me cuesta hasta hablar.

—No, ya no—se queda parado a medio metro de mí y yo pongo la pistola en mi espalda para que no me la quite.

—¿Entonces qué haces con ella?

—No sé, la tengo por tener—intenta poner su mano en mi cara, pero se la aparto de mala manera.

—No me toques, no te creo nada.

Abro la puerta de su habitación para salir, pero él la cierra de golpe y me empuja hacia atrás para que no pueda salir.

—Déjame salir—digo enfadada, ahora mismo le metería una paliza si no fuera porque él me dejaría en el suelo con solo un dedo.

—Nora, por favor, no te enfades, puedo explicarlo.

Le respondo con silencio.

—Dime algo, por favor—intento forcejear para irme, pero me coge del brazo que tengo libre para que no escape

—Déjame ir, hazme caso que no quieres saber lo que estoy pensando—quiero irme antes de decirle algo que sé que le va a hacer daño.

—Nada me hace más daño que tu silencio.

—No puedo confiar en ti, ya no—se me cae una lagrima al decirlo y sé que de todo lo que podría haberle dicho, eso es lo que más le duele—Ahora déjame salir.

—No hasta que me escuches—aprieta mi brazo con mayor intensidad.

—No te quiero escuchar, quiero irme—le intento empujar para que se aparte de la puerta, pero está claro que él tiene más fuerza que yo.

—No te vas a ir.

—No quiero escucharte, ¡déjame salir!—vuelvo a gritar, a ver si Nico me escucha, pero lo dudo porque tiene los malditos cascos.

—¡No!—me agarra de los brazos y yo me revuelvo con miedo para que me suelte, se me cae la pistola al pie y me asusto, coño, no hay sitio que se tiene que caer en mi pie, que daño.

—¡Suéltame!—sigo gritando, parezco una loca, pero es que me estoy poniendo nerviosa.

—¡Nora, escúchame!—me grita él de vuelta, pero a gritona no me gana nadie.

—No quiero escucharte ¡y no me grites!—le digo gritando.

—Otra vez no, no te enfades, otra puta vez no, ¡joder!—me suelta y se coge la cara con las manos.

—Sabía que nunca debí confiar en ti—esta vez lo digo sin gritar, de corazón, ahora mismo lo último que quiero es estar aquí encerrada.

—Nora, no tienes que tener miedo, nunca te haría daño. Confía en mí, por favor—me mira triste, sé que lo que le he dicho le duele, pero es como me siento.

—No quiero escucharte ahora mismo, solo quiero irme a mi cuarto—muy dentro de mí no digo en serio mis palabras.

—¿Si te dejo salir me prometes que me vas a escuchar en otro momento?—ni de coña.

—Vale.

Me mira unos segundo y al final accede y me deja salir, aunque antes me agacho y cojo la pistola, pero cuando ya estoy fuera me coge del brazo otra vez y me da la vuelta.

—Dame la pistola.

—¿Tú estás loco? Ni de coña te la doy—le miro con una risa sarcástica.

—No la voy a usar.

—Me da igual, no te la voy a dar—resopla, agotado y derrotado, está claro que ya va entendiendo que soy cabezota y cuando digo algo lo digo de verdad.

—Vale, pero no se lo digas a tu padre, si se entera me la va a liar—me mira con miedo y le creo, por un mili segundo le creo, que no va a hacer nada, pero mejor prevenir que curar.

—No le voy a decir nada, pero la pistola me la quedo yo.

Me voy a mi cuarto y me encierro a llorar toda la noche.

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Madre mía, a cada capítulo más intenso🤣🤣 espero q os haya gustado me gustaría q dejaseis vuestra opinión aquí🥰🥰🥰

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