23 "Pillados"
Franco
Mierda, la hemos liado.
—¡He dicho ¿que qué cojones hacéis?!
—Papá, puedo explicarlo—Nora se levanta de la cama y va directa a su padre.
—¿Qué me vas a explicar? ¿Que te lo estás follando?—joder, que explicito.
—No, señor eh...—joder, no sé que decir. Nos ha pillado con las manos en la masa. Nunca mejor dicho.
—¡Tú!—dice apuntándome con el dedo índice y matándome con la mirada—Eres un sin vergüenza, aprovechándote de mi hija, yo te mato hijo te puta—hace el intento de acercarse a mí para, podría decirse que matarme estrangulándome, pero Nora le para a tiempo de que llegue a mí, que estoy de pie junto a la cama, estoy un poco paralizado, no me esperaba esta intromisión.
—¡Papá! Cálmate. No se ha aprovechado de mí, él me gusta y todo que que he hecho con él ha sido porque he querido—guau, no me esperaba que lo dijera.
—Tú eres tonta. Este te está manipulando para acostarse contigo, ¡te lo dije, que no te acercaras a él!—como siempre yo soy el malo y el que lo hace todo mal...
—Me lo has puesto de guardaespaldas, ¿qué querías?—diosss que Nora se calle, solo la está cagando más.
—De verdad que eres tonta, hija—segunda vez que se lo llama, a la tercera no respondo de mí.
—¡Deja de llamarme así!—joder no sé que coño hacer.
De repente empuja a su hija a un lado, yo vuelvo al mundo real y salto.
—No la toques—digo poniendo a Nora detrás de mí y situándome a pocos centímetros de José.
—¿Y me lo dices tú, hijo de puta?—hoy le ha dado por los insultos, encima ni los cambia, todo el rato los mismos.
—Yo no le he hecho daño a su hija, la he tratado como se merece—me jode mucho que piense que soy un puto violador, no lo ha dicho con palabras, pero sus actos hablan por sí solos.
—Vaya, ahora vas a ser un caballero y todo—dice carcajeándose.
—Papá, déjame explicarte—Nora sale de detrás de mí y coge a su padre de la cara para que la mire.
—¡No quiero que me expliques nada, solo quiero matar a este cabrón!—aparta las manos de su hija y me vuelve a lanzar esa mirada asesina, parece que lo dice muy en serio.
—Pues máteme, me da igual, no me arrepiento de nada—ya me estoy hartando de sus jilipolleces.
—¿Encima te chuleas?—le va a explotar la vena de la frente. A pesar del momento tenso, me entran ganas de reír.
Por primera vez en mucho tiempo me siento un adolescente normal y común, uno que está con su chica y el padre de ella les pilla.
—Franco, cállate—Nora me mira asustada.
—¿Franco? ¿Te has cambiado de nombre y no me he enterado?
—Eso no es de su incumbencia—le digo con cara de asco.
—Eres mi puto trabajador, todo lo que tenga que ver contigo es de mi incumbencia.
—Todo lo que tenga que ver conmigo y le afecte, mi nombre no le afecta en nada—y a pesar de estar hasta los huevos de él, le sigo tratando de usted, si es que soy idiota.
—Tu nombre no, pero tú presencia sí y mucho.
—¿Y qué vas a hacer?—le reto.
—Lo primero llevarte a mi despacho, no quiero que mi hija nos escuche—mira a Nora de reojo.
—¿Cómo? No me puedes dejar fuera de esto, también tengo derecho a opinar—a pesar de las quejas de Nora, su padre no le hace caso.
—Tu perdiste el derecho a opinar cuando te dejaste meter mano por este—levanta la cabeza para mirarme con asco y vuelve a mirar a su hija—este mediocre.
—Papá, te estás pasando.
Vuelve a mirarme, me coge del cuello de la camisa y tira de mí hacia la puerta, yo no hago por separarme porque tampoco quiero provocarlo, pero me encantaría meterle un puñetazo.
—Papá ¿qué haces?—Nora me coge del brazo y tira de mí—¡Suéltale!
—Nora, suéltale ahora mismo—los dos me tiran cada uno de un brazo.
—Suéltale tú—dice Nora dando otro tirón, ya me están doliendo los brazos con tanto puto tirón.
—Nora, eres mi hija, no quiero hacerte daño, pero si me sigues provocando la vas a liar.
—¿La estás amenazando?—estoy flipando, este ser no tiene corazón o ¿qué?
—Tú te callas—dice y vuelve a dar otro tirón.
—Papá, ¿me has amenazado?—a Nora se le cristalizan los ojos, joder me siento fatal, todo esto es por mi culpa.
—Nora, solo te he pedido que no te metas, ya hablaremos tú y yo—la empuja otra vez y tira de mí hasta sacarme de la habitación. Cierra su puerta con llave y se escucha a Nora dar golpes intentando abrirla.
—PAPÁ, ÁBREME AHORA MISMO.
El pasa de ella y me lleva hasta su despacho, allí cierra la puerta de un portazo, la cierra con llave y se gira para mirarme con furia.
—Has hecho justamente lo que te dije que no hicieras. ¿Te sientes victorioso?
No contesto, simplemente le miro con asco y enfado.
—No me mires así, eres tú el que se está acostando con mi hija, tengo derecho a estar enfadado, tú no—parece como si estuviera hablando con un niño de cinco años.
—No me estoy acostando con su hija, la quiero—es la primera vez que lo digo en voz alta.
—¿Qué la quieres?—suelta una carcajada y se acerca un paso más a mí. Estamos los dos frente a frente mirándonos.
—Sí—pocas veces he estado tan seguro de algo.
—¿Qué sabrás tú lo que es querer a alguien?—ese comentario me enfurece, odio que me juzguen por mi pasado.
—Más que tu seguro—vuelve a reírse.
—Marco o Franco o cómo cojones te llames, te advierto que no estás como para retarme. Ahora mismo puedo hacer lo que me dé la gana contigo y en todas las opciones sales perdiendo.
No contesto, simplemente le miro.
—¿Qué voy a hacer contigo? Debería matarte, pero no quiero convertirme en un criminal, todavía—me da un escalofrío en la columna vertebral en cuanto lo dice. Parece un puto loco.
—¿Me vas a mandar a la cárcel?—sinceramente ya me da igual lo que haga.
—No, necesito tener a mis enemigos cerca y tú estás el primero en mi lista así que no, te voy a dejar aquí—¿no va a hacer nada?
—Pero claro, tengo que hacer algo para advertirte que no vuelvas a tocar a mi hija.
—¿Y qué vas a hacer?—estoy muy confundido.
No me contesta sino que se me acerca y me mete un puñetazo en la cara, me empieza a sangra la nariz.
—¿Estás loco?—digo tocándome la nariz y llenándome de sangre las manos.
Diossss que impotencia.
—Aún no he acabado—me empuja y me caigo al suelo, ahí aprovecha para meterme una patada en las costillas.
—Joder—murmuro sin que me escuche.
—¿Vas a volver a tocar a mi hija?—me susurra al oído.
—No puedes obligarme a dejar de quererla—le digo a duras penas.
—Respuesta incorrecta—me mete otra patada, esta vez en la espinilla, joder que cabrón—¿Vas a volver a tocar a mi hija?
—Sí—debería decirle que no, pero es que no puedo.
—Ay Marco, hazme esto más fácil, yo también sufro al pegarte—Sí, ya...
—Vete a la mierda—me levanta y me da un puñetazo en la tripa.
Mira que no esperaba mucho de José, siempre me ha parecido un cabrón de mierda, ¿pero llegar a este punto? Nunca creí que fuera a llegar tan lejos, menos mal que Nora no está aquí.
—Voy a cambiar de técnica—me empuja y se acerca a su mesa.
—¿Ves esto?—joder, ha sacado una pistola—La próxima vez que te pille con mi hija no solo te la voy a enseñar.
Se acerca a mí con la pistola, me empuja hacia la pared y me pone la pistola en la cabeza.
—¿Sientes la pistola? Créeme que duele mucho un disparo en la cabeza, no te recomiendo que me enfades.
Silencio.
—¿Vas a volver a tocar a mi hija?—decido dejar el juego y decir lo que quiere oír.
—No—ni de coña dejo de tocar a su hija.
—Así me gusta—sonríe y me suelta—Ya puedes irte, no le digas a Nora nada de esto o tendré que matarte—joder, este tío está zumbado.
No contesto, me acerco a la puerta e intento abrirla, pero caigo en que la ha cerrado con llave.
—Ehh... Está...
—Ah sí, es verdad—tiene una sonrisa enorme en la cara que me encantaría quitarle de un guantazo.
Abre y me da una llave.
—Es la de la habitación de Nora, ábrela, pero la abres y te piras a lavar los baños, te estoy vigilando.
—Vale...
Nora
Voy a matar a mi padre, ¡se ha vuelto loco! ¿Cómo va a tratar a Franco así? Y ¿cómo me va a tratar a mí así? Me ha empujado dos veces y la primera me ha hecho daño de verdad, me ha dejado un arañazo.
Escucho la cerradura de mi cuarto y me levanto al instante que veo que entra Franco.
—¿Qué te ha hecho?—digo acercándome a él preocupada.
—Nada, eh... Tengo que ir a limpiar los baños—no me mira a los ojos, joder.
—¿Estás bien?—intento que haya contacto visual entre los dos, pero me es imposible.
—Muy bien, Nora—sale de mi cuarto y le sigo.
—¿Qué te ha dicho?
Silencio.
—¿Ahora no me vas a hablar?—entra en su habitación, pero no cierra la puerta, yo me quedo en el marco mirando como se mueve por toda la habitación.
Silencio.
—De puta madre, tú verás—definitivamente voy a matar a mi padre.
Me vuelvo a meter en mi cuarto y me hecho a llorar como si no hubiera un mañana, ¿por qué me tienen que pasar estas cosas a mí? ¿Por qué me tuve que pillar por Franco? Era mucho más fácil tenerle asco y pasar de él ¿por qué tiene que ser tan asquerosamente amable y bueno.
Llaman a la puerta y paso de contestar.
—Nora, llevas como trescientas horas llorando ¿estás bien?—es Nico, no se le escapa ninguna.
—Es que...—pienso alguna mentira rápida—Hecho de menos a mis amigos.
—¿A los de Barcelona?—me mira confuso.
—Sí.
—No llores, Nora. Les vas a ver dentro de poco.
—Ya... Pero bueno, me ha entrado la morriña.
Me da un abrazo y me entran todavía más ganas de llorar.
—No me gusta cuando te pones a llorar—lo dice empezando a llorar él también, mierda.
—Ay, Nico, no llores por mí. Estoy bien.
—Mentira.
—Verdad.
—Mentira—me vuelvo a echar a llorar al recordarme este juego de palabras a Franco.
—¿Ves cómo no estás bien?—Nico se sienta a mi lado y me da un abrazo que realmente necesito.
—Jope, lo siento—le pido perdón por tener que verme así, se supone que soy su hermana mayor, la más fuerte para él, soy yo la que le tiene que contener cuando está mal, no al revés.
—No lo sientas, Nora. ¿Quieres chocolate?—le miro y me entra la risa.
—¿Tienes?
—Me lo regaló mi novia el otro día—sonrío por lo buen hermano que es.
—¿Qué tal estáis?—intento cambiar de tema para olvidarme de mis problemas, hablar con Nico me ayuda, su inocencia me hace olvidarme de todo.
—Muy bien, ¿quieres conocerla?—me pregunta emocionado y se me vuelve a caer una lágrima, pero me la limpio rápido.
—Me encantaría—le sonrío y le abrazo todavía más fuerte.
—Mañana en el cole te la presento.
—Me parece genial.
—Espera dos minutos que voy a por el chocolate y te cuento lo que hacemos en el patio—suelto una risa.
—Vale, te espero aquí.
Se va y me tumbo en la cama, me duele la cabeza, tanto grito y estrés me ha dejado muerta. Y La Paz no dura mucho.
—Nora, vamos a hablar—lo que me faltaba, entra papá a mi cuarto, sin tan siquiera llamar.
—Papá, no me encuentro bien, no me apetece hablar ahora—le digo tapándome la cara con la almohada para que pille la indirecta.
—Me da igual lo que quieras, tú solita te has metido en esto—me quita la almohada y me giro para mirarle enfadada.
—Papá, ¿qué más te da lo que haya hecho con Marco?
—Me da mucho, Nora. Eres mi hija, perdón por no querer que estés con un asesino—me incorporo en la cama todavía más cabreada.
—Él no es un asesino—defiendo a capa y espada a Franco, no quiero que papá le trate como si fuese escoria.
En el tiempo que llevamos liándonos, Franco no ha hecho otra cosa más que tratarme genial.
—Nora hija, ese chico te ha manipulado para que pienses eso.
—¿Y tú qué sabes? No le conoces—la rabia cada vez es mayor.
—Le pillé robando, Nora. No os he contado lo que hizo porque lo veía innecesario, pero no me dejas otra.
—¿Qué hizo?—pregunto curiosa y desconfiada.
—Entró en un supermercado a robar y le pegó un tiro a una pobre persona inocente—¿qué?
—No puede ser—me niego a creer que Franco pueda hacerle eso a una persona.
—Sí, Nora. ¿Te piensas que me he puesto así por nada? Y eso que te he contado la historia corta.
—Pero él...
—Él te ha engañado y tú como tonta has caído—nononono, tengo que hablar con Franco, no puede ser.
—Pero él es bueno—vuelven las lágrimas, tiene que haber una explicación.
—Nora, espabila. Te tenía por una chica más lista.
Le miro sin contestarle, ya me ha llamado tonta tres veces hoy.
—Yo te lo digo porque te quiero, hija y quiero protegerte.
—Lo entiendo—entiendo que solo quiere protegerme, pero haciendo eso solo consigue hacerme más daño.
—No quiero que sufras o que esté cabrón te engañe y luego te mate o algo—dudo mucho que vaya a matarme, pero bueno.
—Lo sé, lo siento.
—¿Vas a volver a acercarte a él?—pregunta con una ceja enarcada, yo le doy la satisfacción de escuchar lo que quiere oír.
—No—mentira, antes necesito que me explique.
—Me encanta que lo hayas entendido, hija—sonrío falsamente y sigue—yo solo lo hago por tu bien.
—Gracias.
Me da un beso en la mejilla y se va.
Unos minutos más tarde, después de haber hablado con Nico y haberme zampado una tableta entera de chocolate, estoy tirada en mi cama y alguien llama a la puerta.
—Pasa—nadie abre—Holaa, pasaaa.
Me levanto al ver que nadie va a abrir y al abrir la puerta veo que no hay nadie, miro para ambos lados y no hay nadie, pero entonces miro al suelo y veo una carta.
No entiendo nada.
La cojo, me meto en mi cuarto y la leo sentada en el escritorio.
Nora.
Esta noche tengo que hablar contigo, a las 2:00 A.M en el patio, la habitación de tus padres da a la entrada, así que no nos oirán.
Franco.
¿Tiene que hablar conmigo? Dios mío me va a decir que nuestro coso se acaba, joder, voy a matar a papá.
Cuando se hace de noche, las horas se me hacen eternas.
A las 23:00 P.M, estoy tirada en mi cama mirando el techo y pensando ¿por qué no me ha podido decir una hora más prontito?
A las 24:00 P.M, me doy una ducha, ya me había duchado esa tarde, pero es que de los nervios he empezado a sudar y me ha dado asco.
A la 1:00 A.M, yo creo que me voy a volver loca, UNA HORA TODAVÍA, el tiempo no pasa, ósea mira si estoy nerviosa que ¡me he puesto a hacer deberes! ¡A la una de la mañana! Lo que me está haciendo este chico no es normal.
A la 1:55 P.M, no aguanto más la espera, así que bajo a la terraza, cuando llego esta Franco sentado en la tumbona donde estuvimos el día que nos besamos, se ha convertido en mi tumbona favorita.
—No podrías haber elegido un lugar más frío ¿no?—teniendo en cuenta que estamos en Marzo y es de noche, pues sí, hace un frío que pela.
—Te he traído una manta—me siento a su lado en la tumbona y nos arropamos los dos con la manta, juntos, demasiado juntos.
—Bueno, ¿qué me quieres decir?—le miro preocupada, estoy acojonada, no quiero que me deje.
—Ehh, lo que ha pasado hoy ha sido—se calla buscando una palabra que lo defina—Raro.
—¿Raro? Ha sido una mierda—le miro sorprendida.
—Ya...
—¿Por qué cuando he ido a hablar contigo has pasado de mí?
—Tu padre no me deja hablar contigo.
—Sí bueno, eso no es nuevo, bien que antes te importaba una mierda—le reclamo porque es la verdad, ¿qué narices a cambiado de antes a ahora?
—Nora, me gustas mucho, más de lo que me gustaría—me dice mirándome fijamente a los ojos, haciendo que me ponga muy nerviosa.
Esa declaración no me lo esperaba.
—¿Y qué me quieres decir con eso?—pregunto confundida.
—No quiero que tu padre me lleve a la cárcel—me temo lo peor.
—Ósea que te gusto mucho y todo eso, pero no quieres volver a dirigirme la palabra ¿no?—intuyo que es eso lo que me va a decir, y me jode admitirlo, pero pensar que esto se acaba me pone bastante triste, vaya que me estoy aguantando las lágrimas.
—¡No! No es eso. No le tengo tanto miedo a tu padre—se pasa la mano por el pelo, está nervioso y me pone nerviosa a mí porque no se que pretende.
Eso sí, siento un gran alivio ahora mismo, va a luchar por mí, no sé va a dejar intimidar por papá.
—¿Entonces?—le tengo tan cerca de mi cara que con un solo movimiento hacia arriba nuestros labios se pegarían. Que duro es esto.
—Hasta que tu padre se relaje un poco deberíamos tener más cuidado.
—¿Pero entonces quieres seguir con esto?—quiero cerciorarme cien por cien, no quiero sorpresas.
—Claro, solo que podríamos ser más discretos, por ejemplo, vernos por la madrugada y de día no hablar más de lo justo y necesario a menos que tu padre no esté en casa.
—Ósea, hacer lo mismo de antes—literalmente es lo que ya hacíamos.
—Sí, pero cuando tu padre esté en casa no jugárnosla—es verdad que hasta ahora no hemos tenido nada de cuidado.
—Vale...—me jode, pero tiene razón—La verdad que papá no viene nunca por mi habitación y justo hoy tenía que pasarse—bromeo para relajar el ambiente.
Sonríe y me da un pico, se me van los nervios que tenía de golpe. Le abrazo más fuerte por la cintura y este se queja.
—¿Pasa algo?—pregunto confusa.
—Me he caído hoy en la ducha y me duele un poco.
Le abrazo con más cuidado y vuelvo al tema de antes.
—¿Qué te ha dicho?—me da miedo lo que le haya podido decir.
—Nada en especial—se lo ha pensado mucho.
—No me lo creo, dime la verdad—le miro ceñuda, odio que me mienta.
—Nora, me ha dicho lo que cualquier padre preocupado diría. No te acerques a ella, no te lo repetiré otra vez...
—Tengo la sensación de que ocultas algo—no está siendo sincero.
—Nora, no te preocupes ¿vale?—me acuna la cara con la mano y yo le miro tensa.
—No me puedes pedir eso, desde que vine aquí, mi vida se basa en eso.
—¿Cómo?—me mira confuso.
—Estoy preocupada por los locos esos que nos persiguen, porque mi padre no nos descubra, por Nico, por los exámenes, tengo las preocupaciones de una señora de cincuenta años, estoy demasiado estresada—digo lo de la señora en broma para restarle importancia.
—Si quieres puedo ayudarte a desestresarte—me lanza esa mirada de depredador que me encanta y juego con él.
Me gusta que haya tomado el camino de la conversación por un lado divertido y no por el intenso, quiero bromear y no tener que pensar en que me quieren matar.
—¿Y que me sugieres?—digo poniendo mi mano en su cara, acariciándole el pómulo con el pulgar.
—Tú relájate y déjame a mí.
Me coge en brazos como si fuera una novia y me lleva hasta su habitación, allí me deja en la cama y yo me coloco en la cabecera mientras él se queda de pie mirándome.
—Túmbate—me ordena y al instante ya estoy cachondisima, le hago caso, claro.
—¿Y ahora?—le miró expectante de lo que va a hacer.
—Ahora cierra los ojos y disfruta.
Se sienta en la cama, se quita los zapatos y la camiseta, me mira, me coge las piernas y me las separa.
—Déjalas abiertas todo el rato—asiento con la cabeza y sigo mirando cada gesto que hace embobada.
Está delante de mí, de rodillas, le veo entre el hueco de mis piernas, ya tengo una idea de lo que va a hacer y sinceramente, me encanta.
Me quita las bragas lentamente sin cortar nuestras miradas.
Se acerca lentamente hacia mi intimidad y creo que voy a explotar de un momento a otro, voy a tener que pedirle más veces que me des-estrese.
Por fin llega a su destino y me da un beso en mis partes, al instante siento como me empieza a cosquillear todo el cuerpo y como late mi intimidad.
—Franco, hazlo ya—me quejo porque esto está siendo un sufrimiento.
Lo pilla y me mete la lengua, yo me sujeto de la sábana de la cama y sin darme cuenta cierro un poco las piernas, a lo que él se vuelve a separar de mí.
—No juntes las piernas o pararé—me dice dominador, que cabrón.
Las separo y vuelve otra vez a lo que estaba haciendo.
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Siempre pongo esto para q la gente opine pero no tengo los suficientes seguidores ni nada para q le hagan caso pero igualmente como dice mi libro
LO ÚLTIMO QUE SE PIERDE ES LA ESPERANZA
Así q yo voy a seguir dejando este espacio para el día q llegue alguien para opinar del capítulo.
Yo solo voy a decir una cosa JOSÉ, TÍRATE POR UN PUENTE
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