14 "Odio que no te odio"
Nora
Me estoy preparando para ir al colegio, he pensado que voy a desayunar de camino al colegio para no encontrarme con Franco a solas, así que aquí me encuentro, sentada en la cama esperando que me llame con la campana de la cocina para bajar, es lo bueno de tener baño dentro de la habitación, no he tenido que salir de la habitación para cambiarme ni nada.
Como todavía quedan unos minutos para irnos, empiezo a hablar por el grupo de mis amigos de Barcelona, estamos planeando las vacaciones de Semana Santa, aún queda bastante, pero ya lo estamos pensando, les echo mucho de menos. Aunque me da nervios pensar en ver a Nacho, no sé si volvería a liarme con él si voy a Barcelona.
Vamos a ir toda la familia a casa de mis abuelos, la cual es gigante, incluso más que esta, mi abuelo tiene una fábrica o algo así de tabaco y está forrado de pasta, así que nos prestan su casa para las vacaciones.
Lo malo es que ya están muy mayores, por eso no pude quedarme con ellos en Barcelona cuando pasó lo de los tíos, no pueden estar aguantando a una adolescente en potencia.
Cuando Franco toca la campana, me levanto nerviosa y bajo, pero no veo a Nico por ningún lado.
—¿Dónde está Nico?—pregunto nerviosa.
—Esta malo, su compañero le ha pegado gastroenteritis—no me lo puedo creer, sin querer me sale una mueca de odio la vida.
—Pobre, bueno, pues si no viene Nico entonces no hace falta que me acompañes—digo a ver si cuela, me resulta muy incómodo estar sola con él, solo puedo pensar en lo que pasó el viernes.
—Voy a acompañarte, es parte de mi trabajo, lo siento Nora, no acepto un no por respuesta—dudo mucho que lo haga por trabajo teniendo en cuenta que mi padre no se entera de nada.
Nos quedamos cinco minutos discutiendo sobre si me acompaña o no, pero al final me rindo y salimos los dos, yo me pongo los cascos para evitar cualquier tema de conversación.
Durante todo el camino siento nervios en el estómago, como si fuese a vomitar en cualquier momento, no me siento cómoda con él al lado.
Me meto en mis pensamientos todo el camino, de vez en cuando le miro por el rabillo del ojo, ya me ha pillado dos veces mirándole, sé que quiere hablar del tema, pero me niego, no puedo, me da mucha vergüenza, ¿qué le voy a decir? ¿Qué me dejé llevar por la pasión? Pues no.
Cuando llegamos a la puerta, me quito los cascos y cojo carrerilla para entrar por la puerta, pero Franco es más rápido y me coge del brazo, me da la vuelta para que le mire a los ojos.
—Después quiero hablar contigo—nooooo yo no quiero. Juro que voy a vomitar de un momento a otro, me duele mucho la tripa.
—¿De qué?—me hago la tonta, a lo mejor no quiere hablar de lo que estoy pensando.
—Lo sabes perfectamente, a la vuelta,
por favor—levanta una ceja para dejar clara su postura y que no me está pidiendo permiso, sino que es una orden. Será idiota.
Claro que lo sé perfectamente, bueno al menos me ha avisado, ahora voy a estar todo el día pensando en las palabras que le voy a decir, no quiero cagarla.
—Vale...
Después de eso, entro en clase y cuando llego a mi pasillo, veo la puerta de mi clase cerrada, qué raro, tenemos prohibido cerrar las puertas, yo sigo sin entender esta norma, pero es que hace unos años pillaron a dos montándoselo y desde entonces, puerta que se ve cerrada, persona a la que ponen un parte.
Yo lo veo ridículo, expulsa a esos dos, pero no pongas una norma estúpida que no sirve de nada, entro desconcertada porque tarde no he llegado, ni si quiera ha sonado la alarma.
Abro la puerta y veo en frente de mí a León con un mini ramo de flores violetas y una caja de bombones, está mirándome, no me lo puedo creer, lo peor de todo es que detrás de él hay media clase mirando, yo le mato.
—Hola Nora—me dice sonriendo.
—Hola—sonrío incómoda, me paro unos pasos por delante de él, mirando el panorama sin entender nada.
—Esto es para ti—me da las flores y yo las cojo con vergüenza. No soy una chica a la que le guste crear escenitas en medio de la gente, y todo esto me parece ridículo.
—Vaya... Gracias—estoy siendo muy borde, pero es que no sé qué decir.
—Feliz san Valentín—ostras, hoy es san Valentín, se me había olvidado, nunca he celebrado esta fiesta porque siempre estoy soltera cuando llega.
No me lo esperaba, pero me está poniendo en un compromiso, como le voy a rechazar con todos mirando, voy a quedar de mala persona. Además, no quiero herir sus sentimientos.
—Gracias, pero León, tú y yo no somos nada, no hace falta que me regales flores ni chocolate—todo lo digo con una gran sonrisa falsa en la cara, no quiero hacerle sentir mal, pero es que este momento está siendo el más incómodo del mundo. Sobre todo porque escucho como murmuran todos y escucho algunas cosas que no me gustan.
—Lo sé, esto es solo para que sepas que me gustas, y mucho, y también como acto de perdón por lo que pasó en tu fiesta—tiene un moratón en el moflete, Franco le dio muy fuerte.
—Tranqui, no pasa nada, ibas borracho—sé que no es excusa, pero no quiero darle más bombo del que tiene.
—Luego me sentí fatal, te lo prometo—da unos cuantos pasos hacia mí y yo me quedo paralizada cuando le tengo a escasos centímetros.
—Te creo, pero no hacía falta todo esto, con un simple perdón me valía—dios estoy incomodísima. Soy un paso hacia atrás para poner espacio.
—Sí, para mí sí hacía falta todo esto. También quería preguntarte una cosa—por favor universo, si me estás escuchando, te pido que no me pida salir con él, por lo que más quieras, ya te has reído mucho de mí.
—¿Te gustaría intentar algo conmigo?—puto universo. Estas cosas se supone que solo pasan en las películas. ¿POR QUÉ COJONES ME TIENE QUE ESTAR PASANDO ESTO A MÍ?
—Eh.... León... Creo que no es lugar ni momento para esto.
—¿Eso es un no?—me mira triste y yo me siento como una mierda.
—Puff.... León no quiero hacerte sentir mal, pero es que no siento lo mismo por ti, me caes muy bien, pero solo eso. Además, nos conocemos desde hace nada, es imposible que te guste tanto como para salir juntos.
—Pero no hace falta que nos pongamos de novios, un simple lío y luego lo vamos viendo—veo como se le cristalizan los ojos y de le entrecorta la voz, diosss que mal lo estoy pasando.
—No, lo siento—no quiero ser tan mala, pero quiero dejarle las cosas bien claras.
—No seas aguafiestas, al menos dale un beso al chaval—dice Raül, que idiota, que se lo dé él.
—Solo un beso, Nora—León le sigue el royo y yo hago una mueca de asco, no pienso besar a nadie.
—No—todos empiezan a abuchearme. Yo le devuelvo de mala manera el ramo a León y doy otro paso hacia atrás.
Me estoy cabreando, me están poniendo en un compromiso.
—Nora, chica, es solo un beso, ¿en serio eres tan arisca que vas a rechazar al chico? Que el pobre te ha comprado un pedazo de ramo—esto lo suelta Mónica, maldita arpía.
—Bueno, ya vale, si Nora no quiere no la podéis obligar—Dios, cada día amo más a Jorge, me salva del momento, salen de detrás de la gente Robles y él y nos sentamos en las mesas.
—No les hagas caso, Nora—dice Robles consolándome, estoy temblando de los nervios, que momento más incómodo.
—Me siento fatal, pero no puede pretender que esté con él si no me gusta.
—Pues claro, has hecho lo correcto, de lo contrario le habrías hecho una cabronada—Jorge me da la razón, que mono.
Entra Laila en clase con Guerrero y ven el panorama, a León con un ramo de flores en medio de clase, a nosotros sentados con cara de funeral y media clase riéndose.
—¿Qué ha pasado?—pregunta Laila curiosa.
—León se ha declarado a Nora—Robles la pone al corriente y yo me tapo la cara recordando lo que acaba de pasar.
—Y una mierda—dice Guerrero flipando.
—¿Qué le has dicho?—me pregunta Laila sentándose a mi lado, eso sí, echándole una mirada de reojo a Robles, se ve que ellos tampoco han hablado de lo de la fiesta.
—Que no me gusta.
—Qué fuerte, tía—se echa a un lado de la silla para que Guerrero se siente en media silla y ella en la otra, ya que no hay más sitio. Robles los mira con el ceño fruncido, aunque durante dos segundos, después hace como si nada.
—Me siento fatal—confieso, sé que he hecho lo que cualquier persona en su sano juicio haría, pero a mí tampoco me gustaría que me rechazaran delante de toda la clase, aunque también es verdad que nunca me declararía de esa manera.
—¿Por?—me pregunta Guerrero lanzando una mirada a León.
—Pues porque no quería hacerle sentir mal y menos delante de todos.
—Dios Nora, no seas tonta, no puedes decirle que quieres estar con él si no te gusta—Guerrero piensa igual que Robles y Jorge, pero yo sigo intentando asimilar la situación.
—Tía, tú ni caso, no te sientas mal.
—Todo el mundo se ha reído, que mala gente, pero también ¿cómo se le ocurre declararse delante de media clase?—digo indignada, es que hay que ser tonto.
—¿Qué te esperabas de León?—dice Jorge dejándome confusa.
—No sé, no le conozco casi. ¿Pero qué se pensaba? ¿Qué le iba a decir que sí solo por estar rodeada de gente? Madre mía, si solo hemos hablado un par de veces.
—Yo de él me espero cualquier cosa, ya lo ha hecho más veces, Nora—dice Laila y me quedo flipando.
—Ah ¿sí?
—El año pasado estuvo acosando a Cynthia, al final se liaron, pero después ella sudó de él—Laila me pone al corriente y yo me quedo flipando.
No, si aquí todos se han liado con todos.
—A ver, el chaval es intenso de cojones—dice Guerrero riéndose.
—Se enamora cada semana, dale unos días y se olvidará de ti, Nora—que majo Robles intentando consolarme, pero no sirve de nada.
Así pasamos todo el día, tanto nosotros como todo el curso, en la optativa todo el mundo me vacila llamándome lenta, arisca, calienta braguetas, diciéndome que le de una oportunidad a León y un montón de mierdas más, ya me gustaría que les pasara a ellos.
Cuando suena el timbre de la última clase, suelto un suspiro aliviada, quiero irme ya, no aguanto más, a pesar de que hoy ha habido más declaraciones de amor, la mía ha sido la más comentada y la más burlada.
Así que no veo el momento de llegar a casa y dormirme, me hace falta una buena siesta, tengo un nudo en la garganta que me está matando.
Al salir por la puerta veo a Franco y me paralizo, mierda, me había olvidado de nuestra charla pendiente, no me apetece hablar ahora de nada, y no he tenido tiempo de preparar lo que le voy a decir, llevo todo el día pensando en lo de León, QUÉ ESTRÉS, no salgo de una y me meto en otra.
Cuando llego a su lado, le sonrío y sigo andando, el me mira extrañado al ver el ramo que llevo en la mano, al final se lo he cogido a León, no ha parado hasta que lo he hecho, el me sigue y no es hasta que nos alejamos del cole que me pregunta que hago con unas flores, y es ahí cuando exploto y me echo llorar, saco todo lo que llevo aguantando desde la mañana.
—¿Qué te pasa, Nora?—me pegunta Franco preocupado.
—Hoy he... Tenido... Un... Día de... Mierda—me cuesta decirlo, no me salen las palabras.
—¿Qué ha pasado?—no puedo hablar y Franco lo nota, así que me coge de la mano, me lleva a un banco para sentarnos y me abraza, no me pregunta más. Yo estoy tan cansada mentalmente que no pienso en nada, solo me dejo llevar.
Después de un rato, ya más calmada, me separo de él y me limpio las lágrimas, jolines, no quería llorar delante de él, me quería esperar hasta llegar a mi cuarto, pero no he aguantado.
—Hoy un chico se me ha declarado—digo por fin y él me mira sorprendido.
—Vaya, sí que eres sensible—intenta bromear, pero yo le miro con mala cara porque no me hace gracia—¿Y tú que le has dicho?
—Pues ¿qué le voy a decir?, que no—frunzo el ceño al recordar por milésima vez toda esa escena absurda de por la mañana.
—¿Ha sido el chaval de la pelea?
—Sí, le dejaste un moratón en la mejilla—digo sin venir a cuento.
—Se lo merecía, a mí todavía me duele el labio—tiene un pequeño corte en él.
—Vi cómo le pegabas el puñetazo a cámara lenta, eso lo recuerdo perfectamente—mi mente me lleva a ese momento, no quiero admitirlo, pero me puso bastante cachonda ver a Franco celoso.
—¿Y por qué te sientes mal? No entiendo—hombres, no entienden nada.
—Porque estaba todo el mundo mirando y obviamente le he rechazado y han empezado a insultarme—vuelvo a echarme a llorar, pero esta vez de una manera menos efusiva.
—No les hagas caso, ni que estuviéramos en primaria, no puedes estar con un chaval que no te gusta solo por presión social.
—Ya... No sé.
—Nora, no te sientas mal, ese tío es gilipollas—me limpia las lágrimas de la cara y yo le miro a esos ojitos azules que me tienen loca.
—Pero si no le conoces.
—Soy muy observador y te digo que no es de fiar—la verdad que estas semanas me he fijado bastante, y es verdad que no se le escapa ninguna.
—¿A qué te refieres?—a ver, lo que ha hecho León ha sido un gesto inmaduro, pero lo de que no es de fiar... Demasiado dramático. Simplemente le hace falta madurar.
—Ese chaval se te ha declarado delante de todos para que sientas la presión de decirle que sí, pero le ha salido mal la jugada.
—¿Tú crees? Yo creo que simplemente se ha dado así la situación, lo que dices me parece demasiado retorcido.
—Nora, no seas inocente, ese tío lo tenía planeado, fijo. Créeme que conozco bien a las personas como él—lo que dice me cabrea, no quiero defender a León, pero Franco está juzgándole sin tan siquiera haber hablado con él.
—Pero si nunca has hablado con él—le reprocho enfadada.
—Ya te lo he dicho, soy observador, no me hace falta hablar con él. Es el típico manipulador que te hace chantaje emocional para conseguir lo que quiere—se le ve tan seguro diciéndolo...
—No sé...—una parte de mí le cree, pero la otra me dice que el que realmente no es de fiar en Franco, pero sus malditos ojos cada día me ciegan más.
—Hazme caso, no te conviene.
—¿Y tú si? —digo cabreada.
—Yo tampoco, pero al menos yo te soy sincero y no te manipulo—acerca su cara a la mía y yo siento un retortijón en la tripa. Por un momento he pensado que iba a besarme, y lo peor es que me he sentido decepcionada cuando no lo ha hecho.
—¿Qué piensas de mí?—no sé por qué lo pregunto, pero me sale solo.
—¿En qué sentido? —pregunta confundido.
—Pues no sé, dices que con solo observar a León ya sabes que es un manipulador, como crees que soy yo.
—Tú eres más compleja—me río, no sé si tomármelo como un cumplido o no.
—Vaya, gracias—digo sarcástica.
—Lo digo porque tú tienes como una barrera tras la que escondes tus verdaderos sentimientos, pero sin embargo es muy fácil saber cómo te siente.
—¿Y tú qué sabes si tengo una barrera o no?—no me gusta esta conversación, no sé por qué he preguntado nada.
—Se te nota, muchas veces quieres decir algo y no lo haces por miedo al qué dirán—eso que dice me cuadra un poco conmigo misma, pues sí que es observador.
—¿Y por qué es fácil saber lo que siento?
—Por tus gestos, por cómo te sonrojas, tú mente intenta evitar que la gente sepa que piensas, pero tú cuerpo lo expone.
—Pues vaya mierda—Franco se ríe al ver mi decepción.
No sabía que me pasaba eso, tiene razón en lo de que no me gusta mostrar mis emociones, pero pensaba que las ocultaba
bien.
—Oye.... Lo que teníamos que....
—No hace falta que lo hablemos ahora—no me deja acabar la frase porque me corta.
—Si hace falta, quiero hablarlo—he cambiado de idea, ahora estoy relajada y veo este un buen momento para hablarlo, Además, así ya me lo quito de encima.
—Vale...—nos quedamos los dos callados, yo no voy a ser la primera en hablar.
—Di algo—le incito a que hable porque sino, no arrancamos.
—Estaba esperando que empezaras tú—ambos sonreímos tímidos, y eso me sorprende, Franco no es un tío tímido.
—Yo no sé que decir.
—A mi... Me gustó...—aaaaaa no me esperaba esta revelación. Pensaba que me iba a decir que era patética y una golfa por haberme tocado delante de sus narices.
Suelto un gran suspiro por su revelación.
—A mí también. Aunque me da un poco de vergüenza—confieso sonrojada.
—¿El qué?
—La situación, cada vez que lo recuerdo me sonrojo.
—A lo mejor no te sonrojas de vergüenza, sino de otra cosa—abro mucho los ojos ante su insinuación, ehhhhhh, madre mía.
—Es de vergüenza, estoy segura de ello.
—¿Y qué quieres hacer ahora?—me quedo callada unos segundos pensando la respuesta a su pregunta.
—No sé, es que estoy muy confundida porque se supone que te odio—ale, ya que lo hablamos, lo hablamos sin tapujos.
—Pero no me odias—afirma y se le escapa una pequeña sonrisa.
—Pero me gustaría odiarte, así que me encuentro dentro de un cúmulo de emociones en el que odio que no te odio...—se lo suelto de una, ya me da igual todo.
—No sé cómo sentirme al respecto—bromea para quitarle hierro al asunto, pero a mí no me parece momento para bromear. Nunca en mi vida había estado tan confundida e indecisa.
—Bien ¿no? Te estoy diciendo que me caes bien.
—Ya, pero no porque tú quieras.
—Dios, que complicado es todo—suelto un suspiro y me tapo la cara con las manos para pensar un poco.
—Tú lo haces complicado, Nora. Admite que tienes miedo y ya—se levanta del banco cabreado y yo le miro confusa.
—Miedo ¿de qué?—no tengo miedo, solo un sentimiento de contradicción.
—De poder enamorarte de mí—¿¿¿¿qué????
Le miro con la boca abierta de par en par.
—Tu flipas chaval—yo también me levanto del banco enfadada.
—No flipo, es la realidad, ¿te puedo proponer algo?—dice más calmado, pero yo sigo tensa, muy tensa.
—Depende—miedo me da.
—¿Qué te parece si nos dejamos llevar?—le miro entrecerrando los ojos, él se acerca un poco a mí y me coge la mano.
—Franco, yo no quiero una relación, acabo de salir de una y no estoy como para meterme en otra—el chaval me pone mucho, pero no me gusta lo suficiente.
—Yo tampoco quiero una relación contigo, Nora—lo dice muy serio y yo me sonrojo. Que corte.
—¿Entonces?
—¿Te acuerdas el consejo que le diste a tu amiga el otro día?—le miro confundida, no sé a qué consejo se refiere.
—¿cuál?
—Que se dejara llevar, que fueran poco a poco, disfrutar el momento y si luego ven que no funciona dejarlo como amigos—ahhh se refiere a lo que le dije a Laila sobre Robles.
—Franco, dímelo directamente porque no entiendo que me quieres decir—no sé si quiere una relación, un lío o yo qué sé.
—Vale, pero no te pongas a chillarme si no te gusta la idea. Yo pienso que podríamos ser follamigos—en cuanto lo dice se me desencaja la mandíbula.
—¿¡Qué!?—estoy flipando, ¿quién se cree que soy?—¿Te piensas que soy una cualquiera con la que te puedes acostar y jugar a tus anchas? Te has equivocado de chica, chaval—me giro y empiezo a andar hasta casa, hasta aquí ha llegado la conversación.
—Nora, estás hablando en caliente, solo piénsalo, ninguno quiere una relación, pero nos atraemos, eso está claro, no me puedes decir que no—dice llegando a mi lado, yo camino más rápido.
—Tengo más orgullo que eso—no estoy tan desesperada.
—Nora, no tiene nada de malo lo que te estoy pidiendo, simplemente disfrutemos, somos jóvenes—reflexiono lo que me está diciendo.
¿Tiene algo malo follarse a un chico que te atrae? Realmente no, todos somos libres de acostarnos con quien nos dé la gana. Pero es que es Franco, el criminal que está detenido en mi casa, y del que prometí no acercarme.
—No sé...—me paro para mirarle bien a la cara. Es que es tan guapo...
—¿Dime que es lo que no te parece bien?
—No quiero ser tu puta—ala, ya lo he dicho. Sé que es un pensamiento horrible, pero no puedo evitar pensar que solo me utiliza para satisfacer sus necesidades masculinas.
Las chicas siempre estaremos expuestas ante la sociedad a parecer unas golfas por acostarnos con un tío o varios que no don nuestros novios, y a pesar de que me gustaría no tener estas inseguridades, las tengo.
—Dios Nora, eres un caso perdido, ¿quién coño ha dicho que seas mi puta? No te entiendo—ui se ha enfadado, la que debería estar enfadada soy yo, no él.
—Tu solo me ves como una folladora—digo seria y él suelta una carcajada, ¿no estaba enfadado?—No me hace gracia, lo digo en serio.
—Nora, no te veo como una folladora, me atraes, aún no sé por qué, pero yo a ti también, solo quiero que lo pasemos bien, somos jóvenes, déjate llevar un poco, obviamente no te voy a obligar a hacer nada que no quieras, pero vive un poco, mujer, siempre estás pensándolo todo demasiado, al menos piénsatelo.
—Pero es que nos conocemos desde hace muy poco tiempo—miro al suelo porque su mirada me parece demasiado intensa en este momento.
—¿Y?
—Nunca pensé que esto pudiera pasar—él me coge de la barbilla para subírmela y así poder mirarnos fijamente a los ojos. Me cuesta mantenerle la mirada.
—Yo tampoco, pero la vida es así—se encoge de hombros y su forma despreocupada de decirlo me hace gracia.
—Vale... Yo me lo pienso, pero ni de coña lo vamos a llamar follamigos. Más que nada porque no lo somos.
—¿Y como quieres llamarlo?
—Nuestro coso, por ejemplo—se ríe en mi cara quitándole toda la intensidad al momento.
—¿Nuestro coso? Esa palabra es absurda, Nora—se ríe de mí y me hace replantearme porque me gusta este tío, ¿En que momento me pone un idiota como él?
—Me da igual.
—Bueno vale, pero ¿eso quiere decir que aceptas?—me sonríe con una ceja levantada y yo me hago la dura.
—No sé, si eso mañana te doy una respuesta.
—Vale... Volvamos a casa.
Volvemos en un silencio cómodo, ya se me ha olvidado lo de esta mañana, ahora solo puedo pensar en la propuesta de Franco, no sé qué hacer, me muero por besarle, pero no quiero ser una más de su lista, ósea, no sé si tendrá una lista, pero el chico está bueno y encima es majo, así que debe haber unas cuantas.
Cuando llegamos a casa, mamá me llama desde el salón, está Nico tumbado en el sofá con una manta y un paño mojado en la frente y mamá a su lado.
—¿Qué pasa, mamá?
—Siéntate, quiero hablar contigo—me siento con miedo, intento recordar si he hecho algo malo, pero no me viene nada. A parte de haberme liado con el criminal que tenemos detenido en casa, pero aparte de eso, nada.
—¿He hecho algo?
—No, solo quiero que me cuentes qué tal el viernes—dice sonriendo emocionada.
—Vale, ¿qué tal esta Nico?—pregunto preocupada al ver a mi hermano medio muerto en el sofá.
—Ahí va, ya no vomita, pero sigue con fiebre.
—Bueno, ya se le pasará.
—Bueno ¿y? ¿Te liaste con algún madrileño buenorro?—no le respondo, pero por como sonrío sonrojada entiende la respuesta, aunque en verdad no me lié con ningún madrileño, sino con un catalán. Pero eso no se lo digo, prefiero que se haga sus historias en la cabeza.
—AAAA que me da—pega un chillido y Nico se queja y nos manda callar—¿Quién?
—No le conoces, mamá—obviamente no le voy a decir que fue Franco.
—Marco ¿no?—me quedo de piedra ¿cómo narices lo sabe?—Una madre lo sabe todo, hija—dice leyéndome el pensamiento.
—Mamá....Yo...Eh....—no sé qué decir.
—Hija, no hace falta que me pongas excusas, yo ya lo sabía—creo que se me ha ido el poco color en la cara que tenía.
—¿cómo?
—Aunque pienses que paso de mis hijos, no es así, he visto como os miráis, te conozco como si te hubiera parido, te sonrojas cuando hablamos de él y siempre apartas la mirada cuando él te mira—maldito sonrojo.
—No sé lo digas a papá—suplico preocupada.
Si papá se entera lo mismo nos asesina a todos.
—Claro que no se lo voy a decir, no quiero tener que aguantarle, cuéntame ¿estáis saliendo?—pongo los ojos en blanco, mi madre es un caso perdido.
—Noooo, sinceramente no sé nada.
—Pero os habéis besado ¿no?
—Sí...
—¿Tienes miedo de enamorarte?—otra igual.
—No—¿Qué les ha dado con eso? No estoy preparada para enamorarme de nadie, acabo de salir de una relación.
—Hija, confía en mí—me coge de la mano para darme ánimos y yo suelto un suspiro.
—Bueno... no sé, mamá, es complicado, él no quiere una relación y yo tampoco y nos conocemos desde hace poco, cuando estoy con él no sé controlarme, actúo con impulsos y eso me da un poco de miedo.
—¿Y? No hace falta estar en una relación para disfrutar con alguien que te gusta y, actuar por impulsos a veces es divertido y más a tu edad, no pienses tanto, simplemente vive, hija. Ya tendrás tiempo de centrarte.
—Ya... pero no sé—he repetido demasiadas veces "No sé"
—Yo solo te voy a decir una cosa como madre, disfruta el momento, si luego te llevas un chasco, pues te lo llevarás, pero no puedes perder una oportunidad por el miedo, sufrir vas a sufrir muchas veces, hija, así que tú haz lo que te dé la gana.
—Haces que suene fácil.
—Porque lo es, Nora, no le des más vueltas, lánzate a la piscina—en cuanto lo dice me imagino intentándolo con Franco, besándonos, riéndonos.... y se me enciende una luz, tiene toda la razón, ¿qué hago perdiendo el tiempo? Si quiero liarme con él, me lío y punto, y a quien no le guste, pues que le den. Además, ¿qué más da que nos conozcamos desde hace poco? Tenemos química, que es lo importante.
—Gracias, mamá, me acabas de aclarar la cabeza—le digo y le doy un beso en la mejilla superfuerte.
Salgo corriendo del salón y me dirijo al cuarto de Franco.
—Acepto—digo al abrir la puerta y el me sonríe.
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