13 "Estás jugando con fuego"
Nora
Siento algo pesado en mi espalda aplastándome, así que abro los ojos despacio, acostumbrándome a la luz que entra por mi ventana, me giro, entonces veo a Marco... Digo Franco, me va a costar acostumbrarme a ese nombre, pero me gusta, me le quedo mirando, el cabrón es demasiado guapo, todo sería más fácil si no tuviese esa estúpida cara tan perfecta.
Recuerdo pequeños detalles de anoche, como la pelea o la historia de su apodo, pero después de eso no recuerdo nada más, me da un poco de ansiedad el no acordarme de las cosas, a saber, que pude haber dicho o hecho, después de un rato mirándole a los ojos, bajo mi mirada hacia sus labios, los tiene carnosos, ahora los tiene un poco más hinchados de lo normal por dormir y tiene una pequeña raja de la pelea de ayer, vuelvo a subir mis ojos a los suyos y veo que me está mirando, QUÉ VERGÜENZA. Salto de la cama del susto y me pongo en pie corriendo.
—Buenos días cat-woman—me dice sonriendo.
—Que susto me has dado, pensaba que estabas dormido—digo roja como un tomate, me ha pillado in fraganti.
—Lo estaba, me acabo de despertar—se incorpora en la cama sin quitarse esa sonrisa de la cara.
—Ah—es lo único que digo, estoy paralizada.
—¿Qué mirabas?—lo sabe perfectamente.
—Nada en específico—digo encogiéndome de hombros, no le voy a dar la satisfacción.
—Ah, pues a mí me ha parecido que mirabas algo con muchas ganas—le lanzo una mueca de asco y me siento en mi escritorio sin quitarle la vista de encima.
—Pues te equivocas, lo siento.
—¿Por qué no admites que me estabas mirando los labios? Que te mueres por besarme no es algo que no sepa—me quedo con la boca abierta ¡¿quién se cree!? No me acostumbro a lo directo que es.
—Eres un poco egocéntrico ¿no?
—Soy realista—me guiña el ojo, madre mía, que pardillo.
—Ya...
—Por cierto, menos mal que tú controlabas ¿no?—dice riéndose de mí.
—¿Perdón?
—Ayer te dije que tuvieras cuidado con el alcohol y dijiste que controlabas, pero demostraste todo lo contrario—dice levantándose de la cama y acercándose a mí.
—¿Me dio un coma etílico?—pregunto sarcásticamente.
—No—me mira confuso por mi inesperada pregunta.
—Pues entonces. Yo sé controlarme, pero me gusta emborracharme.
—Ya...—llega hasta donde yo estoy sentada y se agacha apoyándose en mis rodillas. Siento un tirón en mi intimidad al ver cómo me mira desde ahí abajo.
—Bueno voy a ir al baño, ahora vuelvo—digo para librarme de este momento tan incomodo.
Además, de para asearme porque no hay cosa que me dé más vergüenza que el que me vean recién levantada.
—Vale, yo también voy al baño—dice y cuando se va suelto un suspiro.
Entro en el baño, me lavo la cara y me empiezo a lavar los dientes, me miro en el espejo y me doy cuenta de que parezco una loca, tengo el pelo súper despeinado, el rímel corrido los labios igual, que vergüenza, si este chico sentía la más mínima atracción hacia mí, seguro que ya se le ha ido, él en cambio estaba guapísimo, ¿cómo puede ser que hasta recién levantado se vea bien? Me da envidia, sinceramente.
Cuando escupo la pasta me giro hacia la puerta para salir, entonces pego un brinco del susto, soy muy asustadiza, está Franco apoyado en el marco de la puerta, con una pose de lo más sexy, el brazo apoyado en el marco y el cuerpo ligeramente inclinado, y lo mejor de todo, me está echando una mirada que me deja loca, se ha puesto unos pantalones, antes iba en calzoncillos y yo.... ¡¡¡¡¡¡DIOS MÍO!!!!!!! Estoy en ropa interior, ¿¡en qué momento me quité la ropa!? Pongo los ojos como platos y salgo pitando del baño a ponerme algo, cuando cojo los primeros pantalones que pillo y una camiseta, le miro preocupada.
—Dime por favor que....—no hace falta que acabe la frase porque entiende perfectamente por donde va mi pregunta.
—No hicimos nada—me lo quita de la boca y suelto un suspiro, que alivio.
—¿Por qué me quitaste el disfraz?—pregunto enfadada, no veo la necesidad de dejarme en pelotas.
—Tú me lo pediste—lo dice serio y no me lo
creo, nunca dejaría que me viesen en paños menores, nadie.
—Dudo mucho que te lo haya pedido.
—Siento decirte que sí lo hiciste y yo te dije que te pusieras el pijama, pero me dijiste que tenías calor—su tono sube de calmado a medio enfadado e intento hacer memoria para ver si dice la verdad o no, y entonces me viene el momento a la mente. NO VUELVO A BEBER.
—¿Y por qué dormiste conmigo?—tengo demasiadas preguntas, pero esa me lleva rondando desde que me he despertado a su lado.
—También me lo pediste—joder, es que soy idiota.
—¡Nunca le hagas caso a una borracha!—digo enfadada, aunque esta vez estoy más enfadada conmigo que con él.
—Pero ¿qué tiene de malo? No es para tanto, no te he tocado, ni tú a mí, simplemente hemos dormido juntos—lo dice como si no tuviera importancia y a lo mejor para él no la tiene, pero para mí sí.
—Mira, entiendo que no me conoces y que estaba borracha y tal, pero yo hay una cosa que no puedo, que es superior a mí y es estar en ropa interior delante de alguien. No me gusta, me da mucha vergüenza. Así que, por favor, para la próxima párame.
—¿Por qué te da vergüenza?—que tío más cotilla.
—Cosas mías, eso no importa, solo te pido que no vuelva a pasar—esta vez lo digo calmada para que vea que lo digo en serio y que es importante para mí que me haga caso en esto.
—Vale, tranquila, pero ¿y tampoco te gusta ir en bikini?—y sigue, que pesado.
—No, solo uso bañadores—respondo para que me deje en paz.
—Es lo mismo—dice riéndose y me vuelvo a cabrear, como odio que la gente hable de lo que no sabe.
—No, el bañador es entero, pero bueno da igual, eso no importa, hagamos como si nunca hubiera pasado y ya—pasó por su lado para salir del baño, me estoy empezando a agobiar con tanta pregunta.
—Vale, pero ¿te puedo hacer una pregunta?—pongo los ojos en blanco y me giro hacia él.
—Si no hay más remedio—miedo me da la pregunta que me vaya a hacer.
—¿También te da vergüenza estar desnuda?—me siento en la cama y él se sienta a mi lado, yo muevo el culo a un lado para poner distancia entre los dos.
—Depende del momento y de con quién esté.
—¿Y en el vestuario de gimnasia?—dios, que insistente.
—Ahí me toca joderme porque no tengo opción, pero también lo paso mal.
—No entiendo que te de inseguridad, tienes muy buen cuerpo—me da un repaso y me tenso al instante, coño, no se corta un pelo el chaval.
—Vaya...Gracias—digo con una sonrisa tímida, no se me da bien recibir piropos.
—¿Te acuerdas de algo de anoche?—se da cuenta de que me he puesto incómoda y cambia de tema.
No sé a qué viene esta pregunta, pero sinceramente prefiero no recordar nada de anoche.
—Algunas cosas, me llegan como momentos, pero no recuerdo todo.
—¿Tampoco lo que me dijiste?—me tenso al instante, no quiero seguir con esta conversación.
—¿Qué te dije?—pregunto con miedo.
Por favor universo, que no sea nada bochornoso lo que le dije.
—Me dijiste que te habías tocado en la ducha después de nuestro beso—aaaaaaa, ¿qué he hecho? ¿Por qué tengo que ser tan bocazas? De verdad que no lo entiendo.
—Eh... Bueno...Eh...No es cierto...—miento, pero se nota que es mentira, me tiembla la voz.
—No te lo crees ni tu—me dice acercándose a mí con una sonrisa lasciva.
—Es verdad—insisto a la defensiva.
—Mentira.
—Verdad—vale creo que hemos repetido demasiadas veces este juego de palabras—La Nora de anoche era otra Nora, lo que te dijo lo tendrás que hablar con ella, no conmigo.
—No me hace falta hablar nada con ninguna—no se a que se refiere.
Sigue acercándose a mí, así que me levanto de la cama, pero él me sigue, yo doy pasos hasta atrás hasta que choco con la pared y el pone los brazos a ambos lados de mi cabeza, acerca su boca a la mía, estamos a menos de un centímetro, huele muy bien.
—Voy a besarte—me dice mirándome a los ojos y se me sale el corazón del pecho, seguro que escucha mis latidos, son tan fuertes que hasta duele.
No me da tiempo a negarme porque estampa sus labios con los míos, abre mi boca con sus labios y me mete la lengua, yo reacciono y coloco mis brazos alrededor de su cuello y le acerco más a mí, sabe a menta.
Para que mentirnos, estaba deseando que volviera a pasar, el otro beso me dejó loca y el de anoche no lo recuerdo muy bien, pero vaya, seguro que fue igual de intenso.
El me coge en brazos sujetándome del culo y pegando nuestros cuerpos contra la pared para que no me caiga mientras sigue besándome, el mide como tres cabezas más que yo, así que al estar en sus brazos me pongo a su altura.
Me lame el labio inferior y me da un pequeño mordisco con el que veo las Estrellas, besa muy pero que muy bien, sus besos son suaves, pero calientes y no hay mucha saliva de por medio, cosa que odio, mueve su lengua a un ritmo lento y la mía le sigue, parece como si nuestras bocas estuviesen hechas la una para la otra, encajan perfectamente nuestros labios.
Dios mío, ¿qué estoy pensando? Seguro que sigo borracha.
Me sujeta bien del culo para que no me caiga y se empieza a mover, no sé a dónde me lleva, pero me da igual, solo puedo pensar en nuestro beso.
Sus piernas chocan con la cama y se inclina para tumbarme en ella lentamente, sin parar el beso. Entonces, él se pone encima de mí y sube sus manos hacia mis pechos, mete las manos por debajo de mi camiseta y me empieza a masajear los pezones, estos al instante se me ponen duros, me los pellizca proporcionándome un placer inmenso, me encanta la sensación y ahogo un gemido en su boca.
Quita las manos de mis pechos y la empieza a bajar hacia mis caderas lentamente, dejándome un rastro de cosquilleo en cada zona que toca, me quita los pantalones y las bragas de un tirón, me mira como pidiéndome permiso, yo muevo la cabeza asintiendo y me empieza a tocar con el pulgar.
Dios mío, que maravilla, llevo deseando este momento desde que me besó por primera vez, saca y mete su dedo dentro de mí, lento, haciéndome sufrir un poco mientras yo me muevo para darme más placer. Entonces separa sus labios de los míos y me mira con intensidad.
—Estás empapada.
—Mmm Franco, más rápido—digo moviendo mis caderas en círculos, con sus dedos aún en mi interior.
—¿Te acuerdas de lo de anoche?—dice sorprendido, refiriéndose a lo de su apodo, pero sin parar de tocarme.
—Sí, eso sí lo recuerdo—digo y entonces cambia la conversación y la caga.
—Que bien suena mi apodo cuando lo gimes—me susurra al oído y siento que estoy a punto.
Entonces cambia de conversación y la caga.
—Repíteme lo que me dijiste anoche—le miro frunciendo el ceño y él me mira lascivo.
—¿El qué?
—Que te imaginaste como te tocaba mientras lo hacías tú sola en la ducha—JA va listo si cree que se lo voy a decir.
—No lo pienso decir—le miro desafiante y entonces saca la mano de mi interior y siento como un vacío, ¿Qué narices hace?
—Entonces no sigo—será cabrón.
—¿Estás de coña?—me incorporo con los codos apoyados en la cama para mirarle mejor.
—No, lo digo completamente en serio, eres demasiado orgullosa—tengo la boca tan abierta que casi me llega al suelo, flipo.
—Y tú demasiado egocéntrico—esta vez si que le lanzo la mayor mirada asesina que existe.
—Pues lo siento, pero te quedas sin orgasmo—este no sabe con quién se mete.
—No te necesito para llegar al orgasmo—digo sin ninguna vergüenza, el enfado le gana de mano.
Así que bajo mi mano y me empiezo a tocar mientras le miro desafiante, gimo para ponerle más cachondo y darle de su propio merecido, él está mirándome de pie, en frente de mí, me está comiendo con la mirada, le he sorprendido, estaba esperando que le suplicara que volviera a tocarme. JA este no me conoce a mí.
—Estás jugando con fuego, Cat woman—dice sentándose en mi cama sin dejar de devorarme con la mirada.
—No me importa quemarme—digo soltando otro gemido.
—Yo también se jugar a esto—dice desabrochándose los pantalones.
Se empieza a tocar delante de mí, MADRE DEL AMOR HERMOSO. Esta de rodillas meneándosela mientras me mira deseable. La tiene enorme y veo como le va creciendo a medida que sube y baja su mano por su miembro, se le notan las venas, dios estoy muy cachonda.
Estamos cada uno tocándonos a nosotros mismos mientras miramos al otro con lascivia, me encantaría ser yo la que le estuviera tocando, o puestos a pedir lamiéndolo, notando sus venas en mi lengua y su sabor, Dios, debe de saber genial. El parece leerme el pensamiento.
—Me encantaría ser yo el que te estuviera tocando, el que te hiciera llegar al orgasmo.
—Podrías serlo, pero no has querido—digo costosamente, estoy a punto de llegar al clímax y verlo tocándose no ayuda a aguantar.
Entonces llegamos los dos a la vez y vemos al otro correrse, yo gimo de placer y él suelta un gruñido, creo que nunca había vivido nada tan excitante como esto.
Nada más terminar, Franco se levanta corriendo al baño y trae un rollo de papel, se limpia delante de mí, joder que sufrimiento.
—¿Quieres que te limpie? —me pregunta y yo asiento sin pensar.
Me limpia y siento sus dedos rozándome con el papel, joder ¿por qué ha tenido que ser tan cabezota y dejar de tocarme? Yo quería que me hiciera llegar al orgasmo. Lo hace muy bien, solo ha estado unos segundos, pero me ha dejado loca con sus movimientos.
Cuando termina de limpiarme, vuelve al baño para tirar el papel a la papelera y cuando vuelve se queda de pie, en frente de mí otra vez, pero ahora está completamente desnudo.
No sé que hacer, estoy siendo consciente de lo que acabamos de hacer, que vergüenza. Ósea le digo que me da vergüenza que me vea en ropa interior y al minuto me estoy tocando en su cara ¿qué me pasa?
No sé ni para donde mirar, lo único que sé es que ni de coña le voy a mirar a él. Así que me levanto y me vuelvo a vestir, él hace lo mismo.
—Ehh, tengo que ir a limpiar la casa—dice, se siente incomodo, que mal, debe de pensarse que soy una fresca.
—Vale, ahora voy a ayudarte—se lo digo sin mirarle porque no puedo.
Se va y me deja sola, me siento en la cama, estoy un poco mareada, han pasado demasiadas cosas para ser solo las diez de la mañana.
Cuando me siento preparada para enfrentar la situación, bajo a la cocina y allí me encuentro a Laila hablando con Franco, ella sentada tomándose un bollo y el recogiendo los vasos que hay tirados y las botellas.
—Hola, bella durmiente—me dice Laila sonriendo.
—Hola, ¿qué tal?—le doy un beso en la mejilla y ella se limpia, odia que la besen.
—Muy bien, ¿qué hiciste después de la pelea?—me pregunta y yo miro a Franco que está detrás de ella mirándome.
—Me fui a dormir—evitó mirar a Franco en todo momento.
—¿En serio?, ¡¡¡¡¡que aburrida!!!!! La fiesta duró hasta hace una hora o así.
—Madre mía, ¿tú hasta qué hora has estado?
—Hasta las cuatro más o menos.
—¿Ligó mucha gente?—le pregunto curiosa, quiero saber que pasó anoche, los líos y tal, me encanta el cotilleo.
—Bueno, otra cosa no, pero esta noche ha habido un puterío, creo que eres la única que no ha pillado—dice y al instante miro a Franco que se está riendo mientras prepara café, ya ha recogido toda la cocina, que rápido.
—Eso quiere decir que tú también pillaste—digo sonriendo, espero que fuera con Robles.
—Sí.... Bueno—mira hacia otro lado y yo sonrío.
—Suéltalo ya, fue con Robles ¿no?—no me responde como tal, pero le sale una sonrisa tímida que la delata—¡Lo sabía! Me alegro mucho por ti, se te nota pillada.
—Tía, pero que no estoy tan pillada como te crees, simplemente le tengo mucho cariño y no sé, es complicado.
—Tienes miedo ¿no?
—Un poco, es que llevamos toda la vida juntos y no quiero que lo estropeemos por un calentón—siento como si hubiera algo más.
—Mira yo te voy a dar un consejo, si los dos queréis, intentadlo, ir lento para ver cómo se dan las cosas y si al final veis que no funciona pues seguís como amigos y ya. Pero si no hacéis nada después va a ser peor, porque en cuanto alguno de los dos se fije en otra persona, van a empezar los celos y ahí se va a liar parda.
—Jolinessssss no sé que hacer, tienes razón, debería arriesgarme, tirarme a la piscina pero no es tan fácil hacerlo porque en cuanto lo voy a hacer me sale alguna duda y me echo para atrás.
—Bueno, tú piénsatelo, tampoco hace falta que sepas ya mismo que quieres hacer. Además, el primer paso ya lo disteis ayer.
—Y que gran paso—dice riéndose.
—¿Dónde está él?
—Se fue hace unas horas, tenía una comida hoy.
—¿Y a qué hora pasó lo vuestro?
—No me acuerdo, pero poco después de la pelea, nos fuimos al jardín, a las hamacas y bueno, nos tumbamos y pasó, no me preguntes como llegamos a eso, porque no tengo ni idea, solo se que pasó y que me encantó.
—¿Y a él?—pregunto emocionada, no llevo mucho tiempo siendo su amiga, pero sé que ambos se quieren muchísimo.
—Me dijo que él quería desde hace mucho—dice sonrojándose.
—Ayyyy que guay, ¿pero lo hicisteis delante de todos?
—Noooo ¿por quién me tomas?—dice riéndose—Echamos a todo el mundo de la terraza—la miro con los ojos como platos, espero que esté bromeando.
—Sí ¿no?—asiente sonriendo, estoy flipando.
—Bueno, tiene sus ventajas ser la amiga de la dueña de la casa, les dijimos que habíamos tenido un problema con la piscina y que se cerraba la terraza, luego la volvimos a abrir.
—Madre mía—digo riéndome.
Al instante entra Guerrero a la cocina con unas ojerazas.
—Buenos días—dice sonriendo.
—vaya, parece que alguien ha tenido buena noche—se sienta con nosotras y me estira pegando un gran bostezo.
—No lo sabes tú bien, me pillé a cinco chavalas, todo un triunfo, y, a ver si adivináis con quién me acosté—nos lanza una mirada retadora y yo me pongo a pensar.
—Puff, me la juego por Lola—dice Laila.
—Noo, yo creo que con Cynthia, se la veía con ganas—digo, ayer Cynthia estuvo toda la noche buscando a Guerrero con la mirada, lleva colada por él desde la fiesta de halloween de el año pasado en la que se liaron, yo esto lo sé porque me lo han dicho y también sé que Guerrero pasa de ella, pero quien sabe, con alcohol todo puede pasar.
—Nah, yo creo que fue con la Barbie—dice Franco, refiriéndose a Mónica, mientras nos sirve el café, el cual sinceramente le sale muy rico.
—¿Cómo lo sabes?—pregunta Guerrero flipando.
—¡¿Fue Mónica?!—decimos Laila y yo al unísonos estupefactas. De todas las tías que había en la fiesta y fue a liarse con la peor de todas.
—No hay que ser muy listo para ver qué le encantó tu beso en el juego—dice Franco, a ver, es normal que él se diera cuenta ya que era el menos borracho de los que estábamos allí.
—Que crack, has dado en el clavo—dice Guerrero riéndose.
—¿Dónde está ella ahora?—le pregunta Laila.
—Se fue en cuanto se le pasó la borrachera y se dio cuenta de con quién se había liado—lo dice tan pancho, como si le diera igual que Mónica se arrepienta de haberse leído con él.
—Qué cabrona ¿no?—esa chica es una víbora.
—Bueno, ella se lo pierde—dice Guerrero quitándole importancia, pero yo creo que en el fondo le ha dolido a su ego.
—No te creas, le molas a esa chica, pero supongo que es tan superficial que no lo quiere admitir—dice Franco, parece que no, pero este está atento a todo.
—¿Y tú cómo sabes todo esto?—le pregunto curiosa.
—Soy observador—dice encogiéndose de hombros.
—Ojalá tengas razón, porque yo sí que me quedé con ganas de más, será una bruja y todo lo que quieras, pero la chupa de muerte—que imagen más desagradable se me viene a la mente.
—Tío, demasiada información—dice Laila con cara de asco—Así que... Mónica parece que ya ha olvidado a Robles—Laila intenta disimular sus celos, pero se le da de pena.
—Pues eso parece, ya puede liarte con él sin miedo—dice Guerrero revolviéndole el pelo a Laila y acabándose su café.
—¿Qué dices, idiota? Yo no me quiero liar con Robles—se pone a la defensiva a pesar de que literalmente se lió con Robles.
—Yaya. Bueno, me piro, chavales. Que he quedado con mi abuela en un rato, os veo en clase, el lunes—Guerrero queda con su abuela todos los sábados por la mañana desde que murió su abuelo hace dos años, la pobre se siente muy sola en la residencia y a Guerrero le encanta ir a verla, me ha dicho que me la va a presentar, le ha hablado de mí y le ha dicho que quiere conocerme, los demás ya la conocen, bueno, Laila no. Pero porque las veces que han ido a ver a la abuela de Guerrero, ella no podía ir.
—Yo también me tengo que ir, que tengo que estudiar—dice Laila poniendo los ojos en blanco, es la chica menos estudiosa que he conocido nunca, pero luego saca notazas, la envidio.
—Vale, nos vemos el lunes y ya me cuentas todo con más detalle, y si te enteras de algún cotilleo, ya sabes—digo riendo.
—¡Okey! Adiós Marco, adiós Nora.
—Chao—se despide Franco y nos quedamos solos en la cocina y bueno, en la casa, ya que se ha ido todo el mundo.
—Ehh, voy a limpiar el salón—digo en cuanto termino mi café escabulléndome del momento incomodo.
Así nos pasamos todo el día, limpiando en lugares diferentes de la casa, evitándonos el uno al otro, hemos vuelto a lo mismo de antes, y en realidad lo prefiero, este chico me atrae, pero mejor tenerlo lejitos.
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