7. Confundido
Rafael volvió del trabajo aquella tarde, estaba agotado y no había sido un día sencillo a causa de aquel hombre que había ido a atacar a todos en la oficina pues uno de los abogados que trabajaba en el bufé, había perdido su caso. Entre él y otros dos compañeros intentaron calmarlo sin mucho éxito.
Cuando llegó a su casa se preparó algo de comer y luego se dio un baño. Sabía que Taís estaría en clases de danza a esa hora pero aun así fue a su habitación por si acaso no hubiera salido ya que encontró una llamada perdida suya que probablemente le hizo en el momento del altercado, por lo cual no pudo atenderle.
Golpeó la puerta pero al no recibir contestación supo que no estaba, sin embargo el característico sonido del timbre de su celular lo hizo dudar. Ella nunca dejaba el celular, este era como una extensión de su cuerpo. Si su celular estaba sonando era probable que Taís estuviera en el cuarto, dormida quizás. Abrió la puerta con suavidad para no despertarla pero vio que todo estaba vacío, el celular volvió a timbrar y él buscó con la vista el sitio desde donde provenía el sonido. Taís había dejado el celular en el escritorio y vibraba tanto que estaba a punto de caerse.
Se acercó entonces al aparato y observó las llamadas perdidas. Taís tenía un Iphone y aunque la pantalla estaba bloqueada, marcaba cinco llamadas perdidas de Rodrigo, dos notificaciones de twitter, diez de Facebook, y un mensaje de WhatsApp que llamó inmediatamente su atención porque era de Carolina.
Rafael pensó si revisarlo o no, sabía la clave de bloqueo de Taís pues era su fecha de cumpleaños. Nunca había revisado su celular pues confiaba en ella, pero esto no era una cuestión de confianza, sino una personal... Él quería saber de qué conversaba su sobrina con Carolina... y qué es lo que esta tenía para decirle. ¿Hablaban de él?
Sabiendo que no estaba bien lo que hacía desbloqueó el celular e ingresó a la aplicación, revisó el mensaje y se sobresaltó al ver la imagen que lo precedía. Era una foto de Carolina, rubia como antes, como él la recordaba... y con un bebé en brazos. El niño también era rubio y de ojos miel, la mujer lo abrazaba con ternura. Rafael no tenía mucho conocimiento sobre bebés pero ese niño debía tener apenas un par de meses.
«Este es mi príncipe, el pequeño Adler».
Decía el mensaje que estaba abajo y que aparentemente Taís no había leído. Rafael leyó más o menos los mensajes anteriores, no hablaban de él solo de Taís y sus cosas. Apagó el celular y lo puso de nuevo en el mismo sitio, cuidando que no quedara muy cerca de la orilla y entonces salió de la habitación.
¿Quién era ese bebé? Su pequeño príncipe... ¿Carolina era madre?
Esa fue la pregunta que desató la desesperación de su alma, no debía ser un gran matemático para darse cuenta que si ese bebé tenía solo unos meses y Carolina había viajado hacía ocho... solo podía haber una respuesta... ¡Él era el padre!
La adrenalina le corrió por todo el cuerpo, una inmensa alegría mezclada con una desazón horrible inundó su alma. ¿Por qué y con qué derecho Carolina le habría ocultado una información como esa? Jamás había soñado de una manera tan cercana el ser padre, sin embargo la idea de haberse perdido el embarazo, el nacimiento y los primeros meses de su propio hijo le pusieron la sangre espesa y el rencor empezó a inundarlo.
¡Esto era demasiado! Ella podía no amarlo, podía mentirle, podía haber jugado de nuevo con sus sentimientos... pero no podía simplemente ir y criar a su hijo lejos de él, como si él no existiera... mintiéndole, ocultándole una verdad que era su obligación y su derecho conocer. Además si se había casado con otro hombre, ¡ella no podía simplemente darle la paternidad de su hijo a otro! Porque una cosa era cierta, ella había estado con él en el tiempo que ese bebé había sido concebido, así que no había otra respuesta. Ese niño era suyo.
El enojo y la rabia se apoderaron de él y lo primero que pensó fue en ir a buscarla. Ingresó a la habitación de Taís en busca de la dirección de su casa, sabía que ella guardaba una carta que le había llegado unos meses atrás directo desde Alemania. No le costó encontrarla, estaba sujeta a un pinche en forma de corazón en el tablero de corcho donde Taís adjuntaba sus cosas más importantes. Rafael copió la dirección en un papel que tomó del escritorio y se la guardó en el bolsillo, recogió algo de ropa que pudiera necesitar y la guardó en una maleta... y salió con rumbo al aeropuerto, a conseguir el primer pasaje con rumbo a Alemania. Esto era demasiado para él, una cosa es que ella se llevara su juventud, su felicidad, sus ganas de vivir... otra muy distinta es que se llevara a su hijo.
Cuando estaba por abordar el avión pensó en avisarle a Taís de su decisión, pero luego meditó en que sería una muy mala idea. Ella seguro le advertiría a Carolina de su visita y él no quería aquello. Así que se limitó a apagar el celular, estaba enfadado y completamente fuera de sí.
Durante el vuelo no pudo pegar un ojo, sentía que la rabia invadía todo su ser y lo tenía en un estado de alerta constante. Pensó que en realidad todo esto había llegado demasiado lejos y se lamentó que el niño tuviera que sufrir tantas cosas, le habría gustado que las cosas fueran distintas.
Una turbulencia fuerte en medio del vuelo lo hizo reflexionar acerca de su vida. No le gustaba volar, le daba miedo y le generaba ansiedad y aquel momento fue aterrador. Se encontró pensando en que si muriera en ese instante nadie sabría que él estaba allí, nadie se alertaría al oír las noticias y quizás tardarían bastante en avisarle a Taís que él era un pasajero del vuelo... ella probablemente pensaría que finalmente iba tras su amor pues desconocía que él había visto aquella foto. ¿Qué pensaría Carolina si él muriera? ¿Le hablaría a su hijo de él alguna vez?
Mientras el avión se tambaleaba de un lado al otro él pensó en todo lo que había hecho en estos últimos meses mientras ella probablemente llevaba adelante un embarazo. Su vida se había ido cuesta abajo en solo ocho meses, tiempo en el cual se había convertido en la persona que siempre había evitado ser, incluso cuando el dolor y el rencor inundaban su alma.
Por primera vez sintió vergüenza de sí mismo al recordarse borracho y en brazos de mujeres que lo único que lograban era hacerlo sentir más solo. Se prometió entonces intentar volver a ser el de antes, si no por él, ni por Taís, ni por Carolina... quizá por su pequeño hijo, al cual no pensaba renunciar. Se había visto forzado a renunciar a su madre, pero ella no tenía derecho a apartarlo del pequeño. Y sintió decepción al pensar en el egoísmo de Carolina al querer dejarlo fuera de la vida de ese niño.
La turbulencia finalmente cesó, y tanta ansiedad cansó su cuerpo permitiéndole conciliar el sueño hasta llegar a destino. Bajó entonces en aquel país que desconocía, con una lengua que no hablaba, y se sintió solo y perdido. Pidió un taxi e intentó que alguien lo orientara para ir hasta algún hotel donde se instaló y desde allí se conectó internet para buscar la dirección. No era cerca, quedaba a un par de horas del lugar en donde estaba y no sería sencillo ir hasta allí... porque no sabía cómo hacerlo.
Al día siguiente preguntó al conserje del hotel y este le recomendó la forma más práctica para llegar al sitio. Le ofreció el servicio de un chofer que trabajaba para el hotel y que hacía visitas guiadas a lugares turísticos, pero le dijo que estaría disponible recién al día siguiente. Rafael insistió en que era urgente entonces el conserje le explicó cómo ir en otros medios de trasportes, pero él no se animó, así que finalmente decidió esperar y contratar los servicios de aquel chofer.
Las horas se le hicieron eternas, pero finalmente el día esperado llegó. El chofer se presentó en la puerta del hotel a la hora estipulada y el conserje le avisó. Rafael le tendió la dirección exacta y un par de horas después se encontraba frente a la casa. Aquella casa de aire campestre se veía pequeña, hermosa y acogedora. Rafael ingresó por el caminero de piedras y flores y tocó el timbre, pero nadie atendió. Lo intentó una y otra vez hasta que desde la casa de en frente alguien le gritó algo en alemán.
Él se giró a observar de dónde provenía la voz y vio a un hombre con un bebé en brazos, ese era su bebé y ese tenía que ser Nikolaus, lo supo porque coincidía con las descripciones que Carolina había hecho de él.
—¿Eres Nikolaus? —preguntó y el hombre sonrió.
—Sí... ¿lo conozco? —Nikolaus se acercó más para ver mejor al hombre, no traía sus gafas y sin ellas no veía de lejos. Rafael a su vez cruzó la calle y se encaminó hacia él. Un deseo de golpearlo le inundó el cuerpo y la mente. ¡Ese era el hombre por el cual Carolina le había dejado! ¡Ese era el hombre que ella había elegido para delegarle la paternidad de su propio hijo!—. ¡No lo puedo creer! ¿Eres Rafael? —habló el hombre en su idioma y una sonrisa inmensa se pintó en su rostro, Rafael apretó los puños sintiéndose burlado. ¿Él sabía de él?
—Sí... y quiero ver a Carolina... ¿Dónde está? —increpó altanero.
—Ella no está... ¿Tú qué haces aquí? —Nikolaus se veía confundido y no entendía qué estaba sucediendo, ¿acaso ella no había viajado junto a él?
—Mire, no tengo que darle explicaciones a alguien que no conozco. ¡Quiero hablar con Carolina! ¡Haga el favor de llamarla! —gritó.
—Oiga, ¿por qué no se calma un poco? —espetó Niko con su personalidad tranquila y pacífica. La actitud de ese hombre no le estaba agradando. Una mujer trigueña, delgada y menuda se acercó a la puerta a observarlos.
—¿Qué sucede? ¿Qué son esos gritos? —preguntó y entonces Niko le pasó al bebé.
—Llévalo adentro, cariño. No te preocupes, no es nada. —Berta miró a Niko y luego a Rafael antes de cargar a su hijo en brazos, el bebé estaba comenzando a inquietarse.
—¿Quién es ella? ¿Qué clase de broma es esta? —preguntó Rafael confundido. ¿Ese hombre tenía otra mujer?
—Mire, Rafael... cálmese por favor. —Nikolaus acortó las distancias que los separaban e intentó colocar una mano en su hombro pero Rafael se zafó azorado.
—¿Estás engañando a Carolina? —Rafael sintió más ganas de golpearlo. ¿Ella lo dejó por un hombre que ni siquiera la respetaba?
—¿Qué? ¿De qué demonios hablas?—preguntó Niko y entonces recordó lo que Carolina le había comentado. Él creía que ellos estaban casados—. Espere... déjeme explicarle... —agregó ante el entendimiento de aquello pero Rafael lo interrumpió.
—¿Ese bebé es mi hijo? ¡Quiero saber la verdad de una buena vez! —Nikolaus quedó anonadado ante aquella pregunta. ¿Por qué demonios Rafael pensaba que Adler era su hijo?
—No sé de qué habla, Rafael. Es Adler, es mi hijo —afirmó Niko.
—¿Cómo va a ser tu hijo si en el tiempo que fue concebido Carolina estaba conmigo? —preguntó Rafael perdiendo ya la paciencia y deseando golpear a aquel hombre. Entonces Nikolaus rio comprendiendo lo que estaba pasando por su cabeza. Esa fue la gota que colmó la paciencia de Rafael que sin siquiera pensarlo levantó el puño y golpeó con fuerza la mandíbula del hombre que enfrente suyo se estaba burlando de él.
A Nikolaus el golpe lo tomó desprevenido y su cabeza giró con rapidez ante el impacto. Cuando entendió que había sido golpeado se tomó la mandíbula y suspiró. Quería golpear a ese estúpido por todo lo que estaba sucediendo, por haber preocupado a Carolina con su ausencia, por haberla dejado y elegido a otra, por venir tan campante y altanero acusándolo de algo sin sentido y por propinarle un golpe que casi le echa un diente. Pero no lo haría, la violencia para él no tenía sentido. Así que solo lo miró con tristeza y negó con la cabeza.
—Eres más idiota de lo que me había parecido —murmuró en alemán lo que encendió la furia en los ojos de Rafael.
—¡Cálmese o llamaré a la policía! —gritó Berta desde el umbral de la puerta con un celular en la mano a punto de marcar.
¡Hola a todos! Quería avisarles que hoy hemos subido el primer capítulo de Sueños de Cristal. Los esperamos por allí.
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