6. Familia
Carolina acababa de acostarse cuando recibió la llamada, reconoció el número de Taís de inmediato y algo que no supo precisar con exactitud alertó a su corazón. Taís no la llamaba a menudo, de hecho no lo hacía casi nunca, solo hablaban por mensajes o audios pero las llamadas eran reservadas para situaciones especiales; y solo hacía un día que habían hablado. Además, ella sabía que en Alemania era tarde, así que si la llamaba a esa hora debía significar algo.
—¿Taís? —preguntó apenas atendió.
—Caro... —Solo bastó escuchar su nombre con la voz rota de la muchacha para que ella tuviera la certeza de que algo no estaba bien.
—¿Qué sucede? ¿Estás bien? —preguntó de inmediato y ante el silencio de la joven.
—Sí... pero papo... —Volvió a hacer silencio y el corazón de Carolina se aceleró ante la posible noticia. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Acaso él había tenido otro ataque? ¿Le había pasado algo? Mil preguntas cayeron de forma desordenada en su mente mientras esperaba que la chica continuara—. No sé dónde está...
—¿Qué? ¿Cómo? —Aquella afirmación la había descolocado. ¿Cómo se suponía que ella no supiera dónde estaba Rafael?
—Escucha... ¿puedes hablar? —Taís interrumpió sus pensamientos.
—Sí... dime. —Afirmó Carolina intentando entender lo que estaba sucediendo. Por un minuto deseó estar allí, cerca de Taís...
—Papo... está muy cambiado... desde que te fuiste —habló finalmente Taís luego de una pausa en la que pareció tomar aire—. Para hacerte un resumen, se la pasa tomando alcohol... visitando bares de baja reputación y saliendo con mujeres desconocidas... No quise decirte esto porque no quería preocuparte ni lastimarte... pero la vida es un infierno desde hace un tiempo... y ya no sé qué hacer, Caro... no puedo con esto yo sola. Lo siento si tuve que recurrir a ti, solo necesitaba desahog...
—¿Taís? —interrumpió Carolina ante la desesperada voz de la muchacha—. No me tuviste que haber ocultado todo esto —añadió más como una afirmación que como un reclamo y sin deshacerse aún del asombro que la embargaba.
—Es que no quería molestarte, estás tan lejos... y tienes tu vida allá... Pero ya no soporto esto. Escucha... él estuvo con Lina, lo intentó con ella luego de un tiempo de que te fuiste —informó Taís con algo de vergüenza, no sabía si Carolina sabía de aquello pues nunca lo habían hablado.
—Lo sé... Lina me llamó antes de aceptarlo... Le dije que le daba mi bendición —afirmó Carolina y Taís suspiró.
—Pero no funcionó...
—También lo sé aunque no sé el porqué... Ella solo me dijo que encontró un nuevo futuro y quería aprovechar la oportunidad que la vida le estaba dando...
—Ella dijo que él no podía superarte y que no era justo para ella. Entonces se fue y él cambió... Se dedicó a traer mujeres distintas y a emborracharse... Pero no lo hizo por ella, Caro. Yo no entendía por qué lo hacía, pero hace poco descubrí que él malentendió una conversación tuya que escuchó —afirmó Taís confundiendo aún más a Carolina. ¿De qué hablaba esta chica? Tantos meses después y cuando al fin ella había logrado calmar un poco su desorganizado mundo interior, de nuevo un montón de cosas salían a la luz.
—¿Qué conversación? —Fue todo lo que atinó a preguntar aunque la idea de Rafael borracho y con muchas mujeres le generó repulsión y rabia.
—Una que tuviste con Niko por teléfono. El caso es que él pensó que tu ibas a Alemania a casarte con Niko... por eso no te detuvo ni te buscó... y eso lo terminó de destrozar. Él pensaba que de nuevo habías mentido... o algo así. —La voz de Taís se rompió hacia el final de la frase y luego suspiró para continuar—. Yo no supe eso hasta hace unos días, por eso te llamé. Yo estaba segura que eso no podía ser cierto pero él insistió y me hizo dudar... lo siento...
—No lo entiendo... ¿Cuándo escuchó él algo que pudiera entender así? —Carolina se había levantado de la cama intranquila, confundida y ansiosa. Caminaba de un lado al otro preguntándose qué era lo mejor de hacer en ese momento.
—No lo sé bien... lo que sé es que a raíz de eso y por despecho se metió con Lina... y luego cuando no funcionó empezó a convertirse en eso que es ahora y que en verdad odio. Es otra persona, deprimido, irascible... y lo peor de todo es que ni se cuida, el alcohol es malo para él, su doctor ya me ha llamado porque está preocupado.
—Esto no es ningún juego, Taís. Debiste haberme avisado —zanjó Carolina ahora preocupada.
—Es que no sé qué puedes hacer desde la distancia más que preocuparte. Si te llamé ahora es porque ya no sé qué hacer. Ayer cuando hablamos lo llamé y no logré dar con él, luego salí y cuando volví no estaba... pensé que andaría por la calle como siempre pero no volvió en la mañana, ni fue a trabajar... y... tengo miedo, Caro... no sé qué más hacer. —Taís habló quebrándose en llanto y Rodrigo la abrazó.
—¡Dios mío! No puedo creer que se esté comportando de esa manera, si no fueras tú la que me lo cuenta no lo creería. —Carolina la escuchó llorar y pensó en qué podría hacer para ayudarla. En realidad odiaba la distancia en ese momento, quería poder ir junto a ella y abrazarla, prometerle que todo estaría bien.
Taís le preocupaba, Rafael le preocupaba... y por un momento se preguntó qué eran ellos en su vida. ¿Acaso tenía sentido que dejara todo en Alemania y volara a consolar a esa jovencita que se sentía sola y desamparada?
—No sé qué hacer... Dime qué hago —sollozó Taís y Carolina volvió en sí. Tenía que hacer algo, y ahora la necesitaban allá.
—Espérame, iré junto a ti lo más rápido que pueda... —prometió.
—No, pero... no quiero que tú...
—No te preocupes, Taís. Estaré allí porque tú me necesitas —afirmó y luego de intentar calmarla un poco más prometiéndole que todo estaría bien, cortaron la llamada.
Carolina buscó su valija y en medio de la madrugada cargó en ella lo que le pareció más necesario. Cuando terminó se sentó en la cama y observó el reloj de su teléfono, eran casi las dos de la mañana y ella se encontró pensando sobre lo que estaba a punto de hacer. Ciertamente en muy poco tiempo debía viajar para lo del libro; pero irse así, tan apresuradamente... dejar a Niko, Berta y Adler...
Aquella noche no pudo cerrar los ojos, sus pensamientos vagaron entre las palabras de Taís, la preocupación por ambos y el dolor que le causaba la idea de imaginar a Rafael convirtiéndose en un hombre de los que ella aborrecía, de aquellos a los que rehuía. La mañana la encontró cansada y más confundida, así que lo primero que hizo fue cruzar a la casa de Niko para hablar con él antes de que fuera a trabajar.
Berta la recibió sonriendo con Adler en los brazos prendido a su pecho. Nikolaus preparaba el desayuno cuando la oyó ingresar a la cocina.
—Necesito un consejo. —Fue lo que dijo a modo de saludo, Niko sonrió y le hizo señas para que se sentara, le sirvió desayuno y al verla tan agotada y con ojeras se preocupó. Sirvió para él y para su mujer que aún se encontraba amamantando al bebé, y luego se sentó a escucharla.
La oyó contar lo que Taís le había dicho y vio la preocupación en sus ojos, la intranquilidad en su alma. Niko sabía que ella amaba a Rafael, eso no iba a cambiar. Y también adoraba a esa jovencita a la que quería consolar.
—Tienes que ir, no sé por qué lo estás dudando, Caro —dijo sonriendo y mirándola a los ojos con esa paz que acostumbraba trasmitirle.
—¿Y dejarlos a ustedes? ¿Solo ir, así sin más? ¿Y si no quiere verme?
—La primera vez que fuiste no te preguntaste qué pasaría si no quería verte, fuiste decidida a pedirle perdón. Ahora no tienes nada por lo que pedir perdón, fue él quien malinterpretó todo y dejó escapar la hermosa oportunidad que tuvieron de rehacer sus vidas juntos. Además, Carolina... estás intranquila, nerviosa, preocupada... no podrías seguir con tus cosas por acá... tu corazón está con ellos, son tu familia. —Aseguró y Carolina frunció el ceño confundida.
—¿Mi familia? —preguntó ella.
—Lo son, los amas... te preocupas por ellos, te necesitan ahora. Eso es lo que hace la familia, amarse, protegerse, ayudarse. Debes ir... nosotros también somos tu familia, Caro... y te entendemos, comprendemos que ahora es allá donde debes estar —añadió tomando su mano en las suyas—. Esto es ser familia, ¿lo ves? Siempre has dicho que tú no tienes a nadie pero ahora entiendes lo que te he tratado de explicar tantas veces. Ella te ha buscado porque no sabe qué hacer, está sola y tú eres la persona a la que necesita al lado, allí con ella está ahora tu corazón... y tú necesitas ir a donde tu corazón quiere ir, junto a Taís, junto a Rafael. Acá nosotros esperaremos por ti, cariño.
—Gracias, Niko... No sé qué haría sin ti.
Eso fue suficiente para que ella sintiera alivio. Quedaron allí desayunando en silencio, tranquilos y sonriendo, como un día cualquiera. Luego de allí Carolina buscó su maleta y fue al aeropuerto donde consiguió un vuelo para las tres de la tarde. En unas horas más y luego de un largo viaje, aterrizaría en su ciudad natal por segunda vez luego de haberse marchado, y no sabía qué le depararía el destino esta vuelta.
Durante las horas de espera rememoró las palabras de aliento de Niko y entendió que aquello era lo mejor. No sabía con qué iba a encontrarse cuando viera a Rafael y era seguro que ahora la brecha entre ellos era aun mayor... pero valía la pena, él valía la pena, Taís valía la pena, porque eran su familia, porque eran las personas que a ella más le importaban en el mundo en ese momento y porque la necesitaban.
¡Hola gente! Disculpen la tardanza, sé que están ansiosos pero he estado muy ocupada entre ayer y hoy.
Les quiero agradecer porque esta historia con solo cinco capítulos está número 15 en el ranking, además ya casi llega a los 6k y recién lleva una semana... Gracias, son increíbles.
Por último recordarles que mañana iniciamos el primer capítulo de Sueños de Cristal, con Carolina Méndez. Les recuerdo que la historia está en su perfil, pero pueden acceder a ella desde mi lista de lectura. ¡Los espero por allí! Recuerden etiquetarme en sus comentarios para poder verlos.
¡Besos!
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