5. Perdido

Al día siguiente, Taís se pasó dando vueltas sobre aquel asunto. Realmente le extrañaba que Carolina se hubiera ido a Alemania a... ¿casarse? Decidió entonces llamarla, debía aclararlo con ella misma. Si eso fuera verdad, entonces ella se sentiría muy lastimada... a ella también le sabría a traición, a mentira.

Marcó su número sintiendo que su corazón se le aceleraba, el miedo a descubrir que una vez más podrían haber sido embaucados por aquella mujer a la que tanto quería y admiraba estrujaba su corazón, además estaba la culpa... la culpa por dudar de ella.

—¿Hola? ¿Taís? —La voz suave y armónica de Carolina la saludó y Taís pudo sentir la alegría en la voz de la mujer, estaba feliz de que la llamara.

—Caro... —Saludó ella apesadumbraba, ahora que la tenía en línea no sabía cómo preguntarle.

—¿Qué sucede? —La conocía, aquella mujer la conocía tan bien que era capaz de intuir la preocupación en su voz.

—No sé cómo decir esto... —dijo ella sincerándose—. Es que... tú... ¿a qué fuiste a Alemania, Caro? —Se animó a preguntar. Quizás si ella se lo decía...

—¿Qué? —Carolina sonó un poco confundida.

—Sí... ¿Cuál fue el motivo del viaje? —agregó Taís.

—Vine para el casamiento de Niko... Él se casó con una hermosa mujer a la que conoció aquí. Era muy importante para él que yo estuviera en su boda —contestó aún confundida. ¿Por qué Taís le hacía esa pregunta?

—¡A la boda de Nikolaus! —exclamó Taís sonando ahora entusiasmada—. ¡Con otra mujer! ¡No contigo! —agregó.

—¿Conmigo? ¡Qué cosas dices, Taís! —Carolina rio divertida—. Niko es como un hermano mayor para mí, no puedo decir padre porque no nos separan tantos años... pero es un mentor, un hermano... un amigo. Conoció a esta mujer, Berta, unos meses antes que yo viajara para allá. Empezaron a salir y luego ella quedó embarazada. Niko decidió hacer las cosas bien, como a él le gusta y se casaron un poco antes de que naciera Adler, mi sobrino y ahijado. No sabes, es un bebé hermoso, Taís... tienes que conocerlo. Te mandaré una foto al Whatsapp para que lo veas, me tiene loca... los ayudo a cuidarlo ya que ambos han vuelto a trabajar y como sabes yo tengo un horario más libre, además lo adoro.

Carolina empezó a hablar entusiasmada de Niko, Berta y Adler, y mientras tanto se preguntó por qué no lo había hablado antes con Taís. Es que cuando conversaban siempre era Taís la que le contaba sus cosas y ella la escuchaba o aconsejaba. Taís intentó atender aquella conversación, pero la alegría que experimentaba no le permitía concentrarse, ella solo quería cortar y correr hasta su tío para contarle que todo había sido una confusión.

Luego de varios minutos de charla, finalmente cortaron, y segundos más tarde el celular de Taís recibía un mensaje. Era la foto prometida, en ella podía verse a Carolina —ahora de nuevo con el pelo rubio— alzando a un bebé en brazos, ella le besaba en la frente y el bebé le estiraba un mechón de cabello, Taís sonrió al verla pues Carolina se veía muy tierna y feliz.

En aquel momento, Rafael se hallaba en el trabajo así que Taís decidió llamarlo, no podía esperar para contarle aquello... sin embargo la llamada derivó al buzón de mensajes, seguro su tío se hallaba en alguna reunión o con algún cliente.

Taís observó su reloj dándose cuenta que se le estaba haciendo demasiado tarde para ir a la academia. Entró a darse una ducha rápida y luego tomó su bolso saliendo para el ensayo. A la noche, cuando regresara hablaría con Rafael.

Cuando salió de la academia, se encontró a Rodrigo esperándola frente al edificio. Su sonrisa se amplió al verlo y corrió a abrazarlo. Él tenía un ramo de flores en su mano y se lo entregó luego del abrazo.

—Hoy cumplimos otro mes más juntos —dijo besándola—. Pensé que quizá sería buena idea ir a cenar y al cine, ¿qué te parece? Te llamé muchísimo para concretarlo pero no atendías.

—¡Suena divertido! —dijo Taís luego de pensarlo un poco. Quería cenar con Rafael y contarle lo de Carolina pero no podía rechazar aquello tampoco. Decidió que se lo diría al llegar—. Déjame que avise a papo.

Taís buscó su teléfono para llamarlo pero no lo encontró por ningún lado, pensando que lo dejó en el vestuario ingresó de nuevo al edificio en su búsqueda que tampoco dio resultado, el celular no estaba.

—Te presto el mío —dijo Rodri pero ella negó con la cabeza.

—Hagamos algo, pasemos por casa así dejo mis cosas, me cambio y buscamos mi celular. Quizá lo dejé allí.

Rodrigo asintió y manejó hasta la casa de Taís, ambos bajaron y mientras él la esperaba ella ingresó a su habitación. Allí encontró su celular en el mismo sitio donde lo había dejado antes de entrar al baño, suspiró, era uno costoso y había sido un regalo de papo que no quería perder. Entonces salió de su habitación para mostrarle a Rodri el aparato en señal de que lo había encontrado y el chico sonrió. Buscó a Rafael por toda la casa para saludarle e informarle que saldría pero no había rastros de él, sin embargo en su habitación había ropa tirada por toda la cama, lo que a Taís le pareció sumamente raro ya que él era muy ordenado.

Intentó llamarlo al celular pero daba apagado, resignada y triste se encaminó de nuevo a su habitación para tomar un baño y cambiarse mientras Rodri se había acomodado a ver alguna serie que estuvieran pasando en la televisión, él era adicto a ellas.

Taís se metió a la ducha pensando en Rafael, ¿dónde estaría? Seguro por algún bar llenando su cuerpo de alcohol o enrollándose con alguna mujer de la que no sabía ni su nombre. Odiaba pensar en Rafael como esa clase de hombres que ella aborrecía.

Ella había sido criada por un hombre bueno, uno de esos que parecía no existir más que en los libros, y gracias a aquello Taís creía en que esos hombres existían y solía discutírselo a sus amigas cuando decían que no quedaba en el mundo hombres que valieran la pena. Sin embargo ahora, Rafael estaba echando por el suelo todas sus teorías, todas sus esperanzas... incluso sus pretensiones a futuro. Tantas situaciones que la vida le había hecho ver le habían demostrado a Taís que todo el mundo podía cambiar... tanto para bien como para mal... pero aquello daba miedo, ¿en quién se podría entonces confiar?

Sacudió la cabeza negando y tratando de expulsar esos pensamientos que la tiraban hacia la tristeza y la melancolía. Rodrigo quería salir y disfrutar con ella de ese día y ella no sería buena compañía para nadie si se dejaba abatir por esos sentimientos negativos, así que decidió dejar de pensar y tratar de divertirse, dejar los problemas para luego.

Entonces se vistió y salió de su cuarto lista y sonriente. Rodrigo sonrió al verla y luego de decirle que se veía preciosa, salieron a festejar.

Cuando volvieron eran cerca de las dos de la madrugada, era tarde pero hacía tiempo que Rafael había dejado de controlar los horarios de entrada y salida de Taís, ni siquiera controlaba los de él mismo y a veces cuando ella llegaba tarde, no lo encontraba en la casa... incluso entre semana.

Esa era una de aquellas veces, cuando Taís ingresó al hogar que compartían, no había rastros de su tío por ningún lado, las ropas seguían intactas sobre la cama y el celular de papo, seguía apagado.

Aquello no llamó la atención de Taís, solo la llevó de nuevo a aquellos pensamientos de frustración y desazón. Quería poder hacerlo despertar de aquel trance, de aquel pozo en el que se estaba sumiendo. Negó con la cabeza y se fue a dormir.

Lo raro fue despertar y no encontrarlo por ningún lado. Hasta ese momento siempre había regresado; tarde... borracho... o quizás acompañado de alguna mujerzuela... pero siempre había regresado. Taís intentó llamarlo una vez más pero no dio con el número, por lo que empezó realmente a preocuparse. Esperó un poco más para llamar a la oficina y comunicarse con la secretaria de Rafael, quien le confirmó la horrible sospecha de que no había llegado aún.

Pensó que el mundo se le caía encima cuando un horrible presentimiento la embargó. Sintió un escalofrío colándose por sus huesos con la simple idea de que a Rafael le hubiera sucedido algo malo. Decidió no ir a clases y llamó asustada a Rodrigo, quien vino lo más rápido que pudo para estar junto a ella y pensar juntos en posibles soluciones.

Así pasó el tiempo sin ninguna noticia de Rafa, Taís empezaba a desesperarse y no sabía a quién recurrir o a quién llamar. Rodrigo intentaba calmarla pero sin demasiado éxito.

Taís sintió por primera vez el peso de la responsabilidad cayendo sobre ella. Nunca se había sentido tan sola, siempre había podido contar con Rafa e incluso cuando él estuvo enfermo e incapacitado, tenía a Lina y también a Caro... Taís pensó que si de eso se trataba el ser adulto, odiaba serlo.

—Voy a llamar a Caro —dijo decidida. En realidad no quería hacerlo pero necesitaba contención.

—¿Y qué ganarás con ello? Ella está lejos, no puede hacer nada... la vas a preocupar. ¿Por qué no esperamos a tener noticias y luego...?

—¡No puedo seguir esperando! —lo interrumpió Taís—. Quizás ella pueda decirme algo, qué hacer... dónde buscar.

Rodrigo no respondió pues Taís estaba demasiado alterada así que solo la dejó llamarla y observó a su novia conversando con Carolina y moviéndose nerviosa de un lado al otro.

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