29. La boda
El día de la boda, todo fue emoción y adrenalina. Carolina peinó y maquilló a la novia así como también a sus amigas antes de prepararse ella. Cuando todas fueron a buscar sus vestidos y a cambiarse, ella se quedó allí, maquillándose tranquila, mientras su niña jugaba concentrada con un rompecabezas en el suelo, aun no la había vestido y lo haría a lo último para que no se ensuciara.
Se observó al espejo y lo que vio le gustó. Era ella, una mujer hermosa, una madre, una amiga, una... ¿qué era de Rafael?... ¿novia? ¿pareja?... porque no era esposa... Y se preguntó de nuevo, ¿por qué no era esposa?
—Mami. —Llamó la pequeña y Carolina se giró a verla. La niña le señaló el rompecabezas que estaba completamente armado, ella enarcó las cejas sorprendida, con dos años y medio Frieda era demasiado inteligente. Llevaba allí unos cuantos minutos y había copiado aquello de la caja. No era un puzle difícil de armar, tenía solo seis piezas, pero ella era muy pequeña aún.
—¡Wow! Eres estupenda, cariño —dijo acercándose a ella. La niña se levantó y la abrazó besándole en la mejilla.
—Labios... rojos —dijo señalando los labios recién pintados de su madre.
—Sí, ¿los ves? ¿Te gustan? —preguntó la mujer—. Cuando seas grande podrás pintártelos también —susurró.
—No gustan —dijo la niña frunciendo la nariz en una mueca de asco. Carolina rio, Frieda era graciosa.
—¡Estás hermosa! —dijo Taís ingresando a la habitación. Frieda corrió a abrazarla y luego la trajo estirándola para mostrarle su rompecabezas—. ¿Lo hiciste tú? —preguntó Taís asombrada.
—Sí —dijo la niña orgullosa.
—¿En serio? —preguntó Taís asombrada y Carolina asintió—. ¡Wow! —exclamó.
—Llegó la hora de vestirte —le dijo Carolina y la muchacha sonrió—. Tú me esperas aquí, ¿sí? Voy a ayudar a Taís a vestirse y luego te vestimos a ti —añadió mirando a la pequeña niña de cabellos castaños y enormes ojos verdes que las miraba sonriendo—. Juega con tus muñecas mientras —agregó pasándole una que estaba en el sofá.
Frieda dejó la muñeca donde estaba y se sentó de nuevo en el suelo desarmando el rompecabezas para armarlo otra vez.
Carolina ayudó a Taís a ponerse el hermoso vestido que había elegido para ese día, parecía una princesa. La veía hermosa, ansiosa pero feliz. Taís estaba segura de que eso era lo que quería, eran jóvenes, sí, pero se amaban y ya no se veían con nadie más en sus vidas. Rodrigo había pedido su mano al estilo antiguo en medio de una cena que organizó entre ambas familias y Rafael —aunque sorprendido—, estuvo feliz de aceptarlo.
—Rafa está emocionadísimo por acompañarte al altar —dijo Carolina mientras cerraba la cremallera del vestido de la novia.
—Estaría más emocionado si lo dejaras acompañarte a ti —susurró Taís y Carolina sonrió.
—Lo sé —asintió.
—Entonces, ¿no piensan casarse nunca? —preguntó la muchacha.
—Un día... un día —afirmó la mujer—. ¡Te ves preciosa, Taís! Estoy tan orgullosa de ti —susurró abrazándola.
—¿Sabes? Él te compró un anillo... iba a dártelo cuando Frieda cumplió un año, pero te escuchó hablando con Berta sobre tu temor al matrimonio y finalmente no se animó... no quería que lo rechazaras, supongo... aunque dijo que no deseaba presionarte —comentó.
—¿De verdad? —preguntó Carolina mirándola con seriedad, aquello la hacía sentir mal.
—Sí, lo tiene guardado en el cajón de su escritorio, en el estudio... —dijo Taís guiñándole un ojo—. Por ahí le quieres dar un vistazo y te animas —añadió, Carolina solo sonrió. Aquella noticia no se la esperaba y en cierta forma la hacía sentir culpable.
—Gracias, Taís. Te quiero... ¿Lo sabes, no? Sabes que te amo como a una hija —añadió volviendo al momento.
—Lo sé, y yo te amo a ti como si fueras mi madre... Estaré eternamente agradecida a la vida que nos haya unido... —añadió emocionada.
—Estaré siempre para ti —prometió Carolina y Taís asintió, sabía que eso era cierto.
—Y yo para ti —susurró.
—Ya, nos detenemos o terminaremos llorando... Mejor quédate aquí mientras voy a ver que todo esté listo. Además queda vestir a Frieda —sonrió observando a la niña que había terminado de nuevo el rompecabezas.
Rafael acompañó aquella noche a su pequeña hasta el altar, donde la entregó al hombre con la que uniría su vida para siempre. Mientras entraban lentamente por aquel pasillo rodeado de gente contemplándolos, él solo pudo pensar en lo mucho que deseaba casarse con Carolina, y ella solo sintió que también deseaba hacerlo. Algo en ese día encendió en ella una chispa que terminó de disipar un temor que hacía rato era infundado.
Él la miró y le guiñó un ojo, ella supo lo que él deseaba. Hacía tiempo lo sabía y aunque él ya no insistía con el tema —pues respetaba su decisión—, sabía que era lo que más deseaba. Ella se sintió egoísta al no darle algo que tanto anhelaba y que además, ella también empezaba a desear. Le sonrió sintiéndose orgullosa de verlo tan guapo del brazo de aquella hermosa y brillante muchacha a la que amaba y admiraba.
Luego de la ceremonia pasaron a la fiesta, donde bailaron y disfrutaron de una hermosa velada, hasta que entrada la madrugada, despidieron a los novios que irían a pasar una luna de miel al caribe, regalo de Carolina.
Se encargaron de todo hasta el final de la fiesta y luego cayeron rendidos en la cama de su hogar, sitio donde hasta la noche anterior, Taís había vivido aun sabiendo que el departamento ya era de ellos.
—Hiciste un buen trabajo con esa chica —murmuró Carolina.
—Lo sé... y tú me has ayudado también —susurró Rafael agotado.
—Yo no he hecho mucho, pero estoy orgullosa de ti y creo que no he podido elegir mejor padre para mis hijos... —añadió esperando que él reaccionara a lo que acababa de decir.
—Espero también poder... ¿Por qué has dicho «mis»? —preguntó él sentándose de un golpe en la cama y aflojándose la corbata viéndola con ansias.
—Porque estoy embarazada de nuevo —susurró Carolina llevándose la mano al vientre.
—¿Es en serio? —preguntó Rafael y ella sonrió asintiendo.
—Me enteré solo esta mañana —susurró.
—Dios, ¡te amo tanto! —añadió abrazándola y ella sonrió sintiéndose completa en sus brazos.
—Y yo a ti, mi amor —susurró antes de besarlo con locura, el cansancio había pasado a segundo plano en ese momento, y Frieda dormía con la tía Lina en la habitación que había sido de Taís.
***
—Tengo que contarte algo —dijo Lina la mañana siguiente mientras desayunaban juntas. Rafael y la niña aún dormían.
—Te escucho —habló Carolina hambrienta, lo único que esperaba era no volver a pasar por el episodio de los vómitos.
—Estoy embarazada —susurró Lina afligida—, y tengo mucho miedo.
Carolina sonrió y fue a sentarse al lado de su amiga.
—Bueno... antes que nada, también estoy embarazada —sonrió—. ¡Felicidades! —dijo y la abrazó, Lina sonrió ante la noticia.
—Serán mejores amigos... o amigas... como nosotras —exclamó emocionada.
—Eso espero —añadió Carolina y luego la tomó de la mano—. Entiendo todos tus miedos, créeme que los entiendo, pero te prometo que todo saldrá bien y que cuando lo tengas en brazos entenderás que no hay nada mejor en el mundo.
—Me preocupa... tu sabes... lo de la anorexia y todo aquello... quizás haya dejado secuelas —suspiró.
—Eso también lo entiendo, y pasé por ello... Pero que estés embarazada ya es algo bueno, podrías no haberlo estado nunca —afirmó y Lina asintió, ella había pasado meses sin menstruar a causa de la anorexia y sabía que aquello podía haberle causado estragos para siempre en su organismo, sin embargo no era el caso y ella estaba feliz de convertirse en madre junto al hombre que amaba y con el que llevaba tiempo en pareja.
—¿Fue difícil?
—El inicio fue difícil por aquella situación que te había comentado, que me hacía vomitar a cada rato —contó Carolina—. Pero lo que más me costó, fue el post parto, me veía muy mal, gorda... pensaba que nunca volvería a mi peso... y además eso unido a la depresión post parto... Tuve mucha ayuda porque decidí volver a terapia en aquel momento, incluso durante el embarazo... así que yo te recomendarías que lo hicieras. Tú sabes, esto siempre queda allí... como un fantasma... en el aire...
—Lo sé —asintió.
—Estoy aquí, lo viviremos juntas... Al menos si te quedas por aquí un tiempo más —sonrió Carolina.
—Es lo que pretendo hacer —afirmó—. Quiero que el bebé nazca aquí, ¡Estados Unidos me vuelve loca! —exclamó.
Se quedaron allí un rato en silencio hasta que Lina volvió a hablar.
—Finalmente lo hemos logrado, ¿eh, Nika? —bromeó, hacía mucho no la llamaba así—. Hemos logrado sobreponernos a todo, hemos alcanzado la felicidad y los sueños, ¿no es así? —preguntó.
—Lo es —asintió ella—. Solo es cuestión de creer en ellos y sobre todo, en nosotras mismas, ¿no es así? —sonrió y Lina asintió.
En ese momento Frieda apareció en brazos de su padre.
—Ya se despertó —dijo Rafael adormilado con una Frieda muy entusiasmada estirando sus cabellos—. Intenté que durmiera de nuevo pero no quiso, me metió los dedos en los ojos, la nariz y las orejas y dijo que ya había que despertar.
Carolina rio y cargó a su niña.
—Anda a dormir más, yo me encargo —dijo besando al hombre que asintió agradecido.
—Gracias, te amo —susurró volviendo a la habitación.
—Bueno... esto es parte de la maternidad, así que prepárate —sonrió y Lina asintió.
—¡Ven con tía, pequeña! ¿Vamos a ver dibujos animados? —preguntó y la niña asintió.
—¡Sí! ¡Vamos! —exclamó.
—¡Quiero ver el de los ponys! —dijo Lina llevándola hacia la sala sonriendo.
—¡No! ¡Spileman! ¡Spileman! —exclamó y Lina negó mirando a Carolina.
—¿Spiderman? —preguntó y la mujer se encogió de hombros.
—¡Es su favorito! —sonrió— ¿La entretienes un rato? Debo hacer algo —añadió y Lina asintió.
—Hmmm... deja dormir al hombre, por favor —bromeó y Carolina solo rio.
Preparó el desayuno y se dirigió a la habitación. Sabía que Rafael dormía pero la noche anterior había decidido algo, y ese era el momento exacto para hacerlo. Sonrió ante su idea y luego de ingresar a la habitación y dejar la bandeja en la mesita de al lado de la cama se encerró en el baño para llevar a cabo su plan. Al salir, cerró la puerta de la habitación con llave para que no los interrumpieran. Frieda estaba a salvo con Lina y ambas podían esperar.
—Amor... desayuno —dijo acercándose. Él nunca se negaba a la comida.
Se sentó adormilado y ella acercó la bandeja. Él sonrió al verla tan hermosa, tan suya, tan perfecta. Estaba enamorado como el primer día de esa mujer que era su mundo.
—¿Recuerdas aquellas locuras que hacíamos de adolescentes? —preguntó y él asintió sonriente mientras comía algo de lo que le había servido—. Pues tengo una idea añadió y entonces sacó una pañoleta del bolsillo de su bata y la meneó frente a su rostro.
—Eso se ve emocionante —afirmó Rafael sintiendo que todos sus sentidos despertaban.
Mañana capítulo final... Lloro, no los quiero soltar a mi Caro y mi Rafa
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