25. Perdón

Taís y Carolina fueron a buscar a Lina al aeropuerto y al verla llegar Taís corrió a ella a abrazarla. Carolina no pudo, ya se sentía algo pesada y torpe. Lina fue quien vino abrazada de Taís corriendo hasta ella y la abrazó también.

—¡Oh por Dios! ¡No puedes estar más hermosa! —sonrió al verla.

—Soy una sandía con patas —dijo Carolina y abrazó a su amiga.

Salieron de allí con la idea de ir a pasar una tarde en el centro comercial, conversar, comer algo y ponerse al día con todo lo que había sucedido. Estaban felices de reencontrarse. Lina les hablo de Jack, el chico cinco años menor que ella con el que llevaba meses de relación. Ambas rieron al imaginarlo pero se sintieron felices de verla tan alegre y animada. Después de todo ella siempre había sido algo aniñada, quizá no había tanta diferencia entre ella y su novio. Taís le contó sobre la academia y los chismes de gente que ambas conocían y Carolina sobre el viaje a Alemania, las dificultades que atravesó y el embarazo.

—Me alegra saber que pronto seré tía —dijo abrazando de nuevo a su amiga—. Y además es una niña, ¡una bailarina más para la familia! —exclamó y Taís asintió entusiasmada.

Luego de un buen tiempo, Rodrigo pasó por Taís para llevarla al cumpleaños de su papá y entonces las chicas quedaron solas.

—¿Y Rafael? —preguntó entonces Lina.

—Asustado por tu llegada —sonrió Carolina y ambas rieron.

—Pobre... finalmente me da pena, sé que no es mala persona, solo me tocó conocerlo en tiempos equivocados. Además no fue solo su culpa, yo fui una tonta al pensar que lo de ustedes podía haber terminado en realidad —comentó negando y poniendo los ojos en blanco, Carolina rio.

—Me da risa porque todo fue un malentendido tan enorme. Él creyendo que yo iba a casarme con Niko y luego que tenía un hijo de él pero lo estaba criando con otro...

—Y se metió conmigo así, por despecho... —añadió negando—. Ahora da risa...

—Lo siento —dijo Carolina apenada—. No es eso lo que quiero decir... es que tú sí sabías que yo no me estaba casando en Alemania, si tan solo hubieran hablado... no sé...

—Lo sé... es que yo creí que ellos también lo sabían. —Lina se encogió de hombros.

—En fin, ha pasado demasiado tiempo y tú estás bien, yo estoy bien... nada de esto importa ya... —dijo Carolina para pasar la tensión del momento. No era sencillo pensar que ella y Rafael habían estado juntos en todos los sentidos, pero era mejor no pensar ni remover situaciones que no tenían sentido.

Siguieron hablando y recorriendo un poco más hasta que Carolina se sintió en realidad agotada, así que decidió que era hora de volver. Se ofreció a llevar a Lina hasta la casa de su tía donde se quedaría el tiempo que estuviera por allí, sin embargo ella no aceptó, prefirió ir con Caro hasta su casa y de allí tomar un taxi, no quería que fuera sola pues estaba agotada y se había estado quejando de que sentía que la panza se le ponía dura por momentos.

La acompañó hasta el departamento y la dejó con la promesa de que iría acostarse, entonces Lina decidió esperar el taxi en frente. Para su sorpresa, Rafael llegó antes de lo que se esperaba, pues Carolina le había prometido que no estaría allí hasta dentro de un par de horas, pero no fue así. Lo vio llegar y quiso caminar en dirección contraria, pero él ya la había visto y no tenía sentido seguir huyendo.

—Lina... —la saludó sintiéndose algo incómodo.

—Hola... acompañé a Caro porque estaba algo cansada —murmuró.

—Okey... Qué bueno verte —sonrió él tratando de romper el hielo.

—Ajá... lo mismo digo —dijo ella—. Bueno, será mejor que me vaya... es tarde y debo conseguir un taxi.

—¿Quieres que te acerque a algún lado? —ofreció Rafael.

—No creo que sea buena idea.

—Tenemos que hablar... yo... Bueno, mira... sé que me porté como un idiota contigo... no tengo excusas... solo, quiero pedirte perdón, tú no lo merecías —dijo finalmente.

—Sí, lo sé, sé que no me lo merecía y que has sido un verdadero idiota... pero supongo que debo perdonarte pues yo también debí mantener mis manos alejadas de ti —añadió encogiéndose de hombros—. Tranquilo, Rafa, todo está en orden. Sé que eres un buen tipo, solo cuida a mi amiga, ¿está bien? —sonrió ella y él asintió.

—Sabes que lo haré. ¿Entonces? ¿Estamos bien? —preguntó.

—Estamos bien —asintió sonriendo.

Ninguno de los dos se sentía demasiado cómodo aún, pero sabían que lograrían superar aquello con el tiempo.

—¿Te llevo? —preguntó él y ella negó.

—Mejor ve con Caro, está agotada y necesita que la cuides —sonrió. Rafael asintió y se metió a la casa sintiendo que de alguna manera se había quitado algo de peso de encima, no le gustaba saberse culpable por haberla hecho sufrir.

Cuando ingresó a la casa vio a Carolina sentada en el sofá viendo una película. Se veía hermosa, estaba solo en corpiño y traía un short corto, tenía un plato lleno de palomitas colocado en medio de su barriga y sonrió al verlo.

—Siempre quise hacer esto, ¿sabes? —rio divertida señalando su panza que estaba utilizando como mesa. Él se acercó a ella y la besó.

—Te ves adorable y sexy —murmuró en su oído.

—Sí, sobre todo sexy. Mis pechos están enormes y mi panza redonda como una pelota —agregó.

—Eres la mujer más sexy del planeta —sonrió él besándola en los labios. Luego se acercó a su abdomen y habló—. ¿Cómo se está portando la niña más linda del mundo? ¿Has cuidado bien de mami hoy? —Como si la nena entendiera, pateó y Rafael sonrió. Ambos lo hicieron.

—Serás el mejor padre del mundo —dijo Carolina abrazándolo.

—Y tú la mejor madre —añadió él pero vio la sombra de la duda opacar la mirada de su mujer—. No habría podido elegir mejor madre para esta nenita —añadió.

Carolina sonrió y se escondió entre sus brazos mientras siguió contemplando la película. Era una comedia romántica y en ese momento la pareja se estaba casando.

—¿Qué piensas de eso? —dijo él señalando la pantalla.

—Es buena, no es una película genial, pero da para pasar el rato —añadió.

—Me refiero a la boda —dijo él observándola, ella se tensó—. ¿Pensaste en casarte alguna vez? Es decir, antes lo hablábamos... ¿lo recuerdas? —Ella asintió.

—No lo sé... casarme me da un poco de miedo. Es decir, te amo y lo sabes... pero los matrimonios que he conocido no han funcionado... y eso me da algo de... no sé cómo explicarlo —murmuró nerviosa.

—El de Niko y Berta funciona —refutó.

—Lo sé... pero ellos son... especiales... Qué sé yo, mis padres... mis tíos... no lo sé —negó—. A veces me siento como una niña perdida cuando hablo de estas cosas, sé que no tiene sentido... pero mi cabeza nunca lo tuvo en realidad. ¿Sabes, Rafa? A veces tengo miedo de que un día pierda el control que tengo sobre mí misma, el que he conseguido... y simplemente me vuelva loca, termine teniendo un brote psicótico o algo así —suspiró—. A veces no me siento capaz de poder con todo —bufó.

—No tienes que poder con todo, estoy yo para hacerte la vida más sencilla. Lo que sientes es normal, nos pasa a todos... no creas que solo te sucede a ti —susurró besándola en la mejilla—. Pero a mí sí me gustaría que nos casáramos, Caro... quisiera hacerte mi esposa...

—No lo sé —negó ella confundida.

—¿Recuerdas que hablabas de esa historia que ibas a escribir y decías que terminaría cuando Dios bendijera su unión o algo así? —preguntó Rafa y ella rio asintiendo.

—Lo recuerdo, sí —sonrió.

—¿No crees en Dios? ¿No crees que sería bueno que bendijera también nuestra unión? —preguntó y ella se tocó el abdomen.

—Creo que la bendijo enviándonos un regalito del cielo —sonrió.

—Lo sé, pero aun así... Quiero casarme, Caro... por la ley y la Iglesia... —dijo con certeza pero ella no contestó—. No voy a presionarte, lo haremos cuando estés lista —añadió y ella solo asintió escondiéndose en su cuello. Ella lo quería también, pero tenía miedo.

Se quedaron allí en silencio un rato, él concentrado en la película y ella pensando en que su vida había cambiado demasiado en muy poco tiempo y todavía habían muchos más cambios por delante. El nacimiento, los primeros meses como madre, acoplarse a esa vida, y sus miedos... sus miedos crecían a medida que la vida le ponía nuevos retos. El miedo a no ser una buena madre, a convertirse en su mamá y dañar para siempre a su pequeña hija, a no ser suficiente para ella. El miedo a caer de nuevo en esa enfermedad que la perseguía con fuerza durante todo ese tiempo mientras su cuerpo se iba transformando, el miedo a un día no conocerse más ni encontrar todo lo que la había hecho llegar hasta donde estaba y perderse de nuevo, enloquecer... perder la cordura y la noción de la realidad, como le pasó a su madre... o a su tía... y que finalmente Rafael se cansara de ella.

Si lo pensaba con calma todos esos temores no tenían demasiado sentido, pero el miedo no era algo racional, si no sería demasiado fácil controlarlo. Y justo aquello que salía de su control, era lo que más miedo le daba... pues le había llevado demasiado tiempo tomar el control su vida.

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