22. Maternidad
Taís acompañó a Carolina y Rafael hasta el aeropuerto y los despidió allí. Ella optó por no irse, pues no quería ausentarse en sus ensayos y sus clases, además le parecía buena idea que la pareja tuviera un poco de tiempo a solas. La casa de Carolina en Alemania estaba rentada y no querían molestar a Niko y Berta, así que decidieron alojarse en un hotel cercano a la casa de ellos. Aun así la pareja de alemanes los esperaban ansiosos, Carolina ya les había comentado la buena nueva por teléfono y habían organizado todo para poder estar con ellos el mayor tiempo posible durante su estadía por allá.
Varias horas después llegaron a destino, Niko los esperaba con un enorme ramo de flores y un globo metálico con forma de corazón. Apenas lo vio, la rubia echó a correr como una niña y se tiró en sus brazos dejando que las lágrimas inundaran su rostro. Nikolaus solo la abrazó y observó a Rafael que se acercaba con lentitud.
—No me pegues —bromeó Niko y Rafael solo negó con la cabeza. Aún se sentía avergonzado por todo lo que había sucedido la última vez que estuvo allí.
—¿No lo vas a olvidar nunca? —preguntó Rafa sonriendo.
—¡Claro que no, hombre! Será una de esas anécdotas que un día le contaré a Adler y a tu hijo cuando sean mayores —insistió. Carolina se apartó un poco y le dio un golpesito leve en el hombro.
—No lo fastidies, se pondrá nervioso —mencionó y Niko rio. Le hizo entrega de las flores y el globo y ella se lo agradeció, él estaba lleno de hermosos gestos como siempre.
—¿Cómo está mi sobrino o sobrina? —preguntó y Carolina sonrió.
—Bien, muy bien —respondió observando su abdomen.
La semana anterior al viaje ella había ido a visitar al médico quien le había ordenado unos análisis, una ecografía y le había recetado las vitaminas y el ácido fólico. Ellos pudieron escuchar por primera vez el corazoncito del pequeño latiendo, lo que terminó de convertir en realidad la idea de que allí crecía un nuevo ser humano fruto del amor de ambos. Se abrazaron y lloraron de la emoción ante aquella experiencia tan intensa. El médico les dijo que estaba todo en orden y que podrían hacer el viaje.
—Bueno, vamos a la casa entonces —añadió Niko—, Berta y Adler están ansiosos por verte —sonrió. Luego del almuerzo se van al hotel a descansar, ¿sí? —preguntó ansioso y Carolina asintió feliz.
Durante el trayecto conversaron sobre el viaje y Niko hizo preguntas sobre el lanzamiento del libro, había visto las fotos que Carolina le había enviado y estaba muy feliz por ella. Cuando llegaron, apenas Berta oyó el sonido del vehículo salió con el bebé en brazos. Carolina se bajó apresurada y corrió a saludarla y a cargar al niño en brazos, lo adoraba y lo había extrañado demasiado.
—¡Dios! ¡Está enorme! —exclamó observándolo. El pequeño bebé sonrió como si la reconociera y enredó sus manitas entre sus cabellos estirándolos. Rafael bajó y ayudó a Niko con las maletas mientras observaba la escena, Carolina se veía hermosa con ese niño en brazos, y faltaba muy poco para que pudiera verla así a menudo, pero con su hijo. Se acercó a saludar a Berta quien le devolvió amable el saludo.
Ingresaron a la casa y se dirigieron al jardín, allí en la parrilla Nikolaus había dejado a medio hacer los Bratwurst, que eran en realidad salchichas típicas alemanas. Le pidió a Rafael que lo acompañara y este lo siguió luego de dejar las cosas en la entrada de la casa.
Carolina acompañó a Berta a la cocina donde ella estaba por dar de comer a Adler. Se sentó y la observó colocarlo en la sillita, le puso el babero y con paciencia intentó meter pequeños bocados de comida en la boca de su hijo que escupía la mitad de lo que le daba. Carolina sonrió imaginándose a sí mismo en una escena similar.
—¿Y? ¿Cómo te está yendo con los malestares y demás? —quiso saber Berta.
—No me dan, la verdad es que salvo el sueño intenso que me da por momentos y el hambre atroz, todo marcha sobre ruedas —contestó riendo.
—Me alegro, porque eso es horrible —bromeó Berta quien había pasado muy mal los primeros tres meses de su embarazo a causa de los malestares y las náuseas.
—No sabes cuánto los extraño... Me gustaría tenerte cerca durante este proceso, Berta. Tú eres todo el modelo de madre que yo tengo... y estoy muy asustada —suspiró.
—Es normal que estés asustada, eso es inherente a la maternidad, Caro. La vida te cambia por completo luego de ser madre... pero no te desesperes, ya verás que te irá genial. Has cuidado de Adler como si fuera tu propio hijo, yo te adoro por todo el cariño con el que me ayudaste a criarlo los primeros meses de su vida. Tiene la mejor tía, madrina del mundo. Y sé que serás la mejor mamá para ese bebito —sonrió con cariño. Carolina dejó escapar algunas lágrimas. Berta entonces se acercó a ella y la abrazó—. No llores... o bueno... llora. Nos ponemos sensibles con el embarazo —agregó.
—¿Sabes? Siento que toda mi estructura se tambalea, todos los cimientos sobre los cuales construí mi nueva vida amenazan con caer. Por las noches pienso y pienso, recuerdo a mi madre y todo lo que viví en la infancia y adolescencia... y siento miedo, mucho miedo. Hay veces que tiemblo... literal. No se lo digo a Rafa, no quiero asustarlo, no quiero que piense que estoy loca, Berta... yo me siento loca... siento que terminaré de nuevo en el manicomio si no logro controlar mi mente. Y no lo estoy logrando. Además sé que eso no es bueno para el bebé... Y no es que no lo quiera, lo amo... daría mi vida por él o ella. Pero no me siento... capaz... no sé cómo ser una buena madre.
—Mira —respondió Berta terminando de dar a Adler el último bocado y limpiándole la boca con cuidado. Luego se lo pasó a Carolina para que lo sostuviera un rato mientras se lavaba las manos. Caminó hasta la sala de estar haciéndole gestos para que la siguiera y bajaron al bebé al suelo para que gateara a sus anchas. La casa estaba completamente preparada para el niño, no había cosas fuera de lugar ni elementos que pudieran lastimarlo, solo juguetes tirados por todas las esquinas. Carolina se preguntó si ella lograría ser tan buena como Berta, que parecía anticipar las necesidades de su hijo, sabía lo que quería, cuándo y cómo—. No debes tener miedo de ser madre, Caro... Es decir, da miedo, sí... pero es solo una etapa más en la vida, un nuevo proceso... y todo lo que es nuevo, asusta.
»Sin embargo, la maternidad es una experiencia mágica, nos ayuda a encontrarnos con nosotras mismas, con nuestra esencia más pura, nos enfrenta a nuestros miedos a la vez que nos permite descubrir la sabiduría que brota desde lo más profundo de nuestro ser. Nos deja desnudas y vulnerables ante la incertidumbre, pero al mismo tiempo nos hace fuertes, invencibles ante los desafíos. Actúa de puente entre nuestro pasado y nuestro futuro, permitiéndonos unir lazos con la niña que fuimos al tiempo que empezamos a entenderla desde el corazón amoroso de una madre. Nos permite sanar nuestras grietas con nuestra propia madre, mientras comprendemos que ella tampoco tuvo todas las respuestas. La maternidad nos llena de preguntas y nos da al mismo tiempo respuestas, nos convierte en mujeres sabias a la vez que nos deja ignorantes. Nos hace más humanas, más empáticas y sensibles a las necesidades de los demás. Nos convierte en una tribu en la que nos unimos de la mano con el alma de otras madres del pasado, del presente y del futuro. Mediante la maternidad nos volvemos seres trascendentes, co creadoras de vida y participantes activas e indispensables para el cambio y el futuro de la humanidad.
Le agradaba hablar con Berta, era un ser místico y su compromiso con la maternidad era enorme, trabajaba en grupos de lactancia y formaba parte de un grupo que buscaba concientizar a la gente sobre la importancia del parto respetado.
—No sé si todo eso que dijiste me asusta más o me tranquiliza... La idea de ser responsable de la vida de un nuevo ser me atemoriza demasiado. Todo el daño que me hicieron, Berta, todo los obstáculos que tuve que atravesar, solo porque mi madre no supo ser buena madre... no me quiso. Y no puedo evitar preguntarme cómo lo lograré yo, si no tuve ese pilar, si no sé cómo se hace —añadió Carolina entre sollozos.
—Tú no eres tu madre, Caro. No dejes que esos fantasmas te atormenten, libérate de eso y sé tú misma. Tú tienes un corazón enorme, uno que te ha ayudado a salir a flote cuando todos quisieron hundirte, uno que te llevó a enamorarte, un corazón con el que salvaste el corazón del amor de mi vida y le diste una nueva oportunidad de creer en él. Sólo debes creer en ti... y cuando tengas a ese bebé en brazos por primera vez, sabrás que todo estará bien, que no hay felicidad más grande que verlo, abrazarlo... amarlo. Solo tienes que dejar que tu instinto te hable, que tu corazón te dicte... no temas ser una buena o una mala madre, no existe tal cosa... existen las madres, así a secas, que aman sin medida y hacen lo mejor que pueden por sus hijos. Te vas a equivocar miles de veces, yo me voy a equivocar, todas nos vamos a equivocar... pero lo importante es hacer lo que creemos correcto en cada momento, lo que pensamos desde el corazón que es lo mejor para ese bebé, para ese niño... para ese hijo.
»No te presiones, no te estreses, nadie te debe juzgar, nada te debe importar. No escuches historias de otras mujeres ni hagas caso de las experiencias ajenas. Instrúyete, sí... lee, aprende, investiga... pero sobre todo oye a la mujer que está naciendo en tu interior, a esa que se está gestando al tiempo que tu bebé, a la mujer que no conocías antes, pero que está ahí... esa que saldrá por completo a luz el día de tu parto. Escúchala a ella, porque ella es madre, ella es vida, es naturaleza, es instinto, es amor. Cuando mires a tu bebito a los ojos y sientas sus deditos enroscarse por el tuyo, cuando lo veas prendido a tu pecho dependiendo tanto de ti... sentirás en tu interior una paz enorme, una luz intensa que solo esa mujer es capaz de irradiar. Y es como te dije, ella es sabia, pero a la vez ignorante, ella es acierto y es error... sin embargo ama de una forma tan intensa y desmedida, que es capaz de entregar su vida por el fruto de su vientre... y en eso se resume la maternidad, en amor.
—Hablar contigo me da paz —susurró Carolina limpiándose las lágrimas que habían caído a borbotones mientras escuchaba a aquella mujer.
—El miedo también es parte de la maternidad, Caro. Nos mantiene alertas para proteger mejor a nuestros retoños. Así que eso que sientes es perfectamente normal y saludable hasta cierto punto pues te lleva a cuestionar tus cimientos, tu propia historia para no repetirla. Y no te preocupes, estoy segura que no lo harás... serás la mejor madre que ese chiquitín podría tener.
Carolina abrazó a Berta y ambas se quedaron así unidas, sintiendo el apoyo y contención que solo una amiga podía brindar.
—Además, ya le dije a Niko que iremos a visitarlos al menos un mes antes de la fecha probable de parto. No me perdería el estar a tu lado en esos momentos como tú estuviste conmigo. Me quedaré allá el tiempo que sea necesario, no estarás sola —prometió y Carolina suspiró abrazándola aun con más intensidad. Saber que contaría con aquella mujer tan sabia en ese momento le daba paz y le hacía creer en sus palabras... Quizás ella sí podría ser una buena madre después de todo... o como dijo Berta, una madre... así a secas... que haría lo mejor por su pequeño.
Ya no recuerdo a quién le debo dedicatoria. Besos
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