20. Confusión

—Nada... tuve un pequeño malestar por eso me desperté. —Oyó a Taís explicarle a Rafael.

—Pero, ¿estás mejor? —respondió éste y Taís asintió—. ¿Has visto a Caro? —preguntó.

—Sí, la llamé cuando desperté... ahora está en el baño —respondió la muchacha mirando hacia la puerta que acababa de abrirse.

La expresión pálida y asustada en el rostro de Carolina hizo temer a Taís que la respuesta era aquella que tanto le desesperaba, sin embargo debería esperar a que su tío desapareciera de la escena para preguntarle.

—Amor... no te encontré en la cama y pensé que sucedía algo —dijo Rafael sintiendo una extraña tensión en el ambiente.

—No, no sucede nada... ¿Por qué no regresas? Te alcanzo enseguida —añadió Carolina algo confusa.

—Está bien... ¿todo está en orden? —preguntó mirando a ambas.

—Sí —respondieron al unísono de forma tan acelerada que a Rafael le supo a mentira, pero aun así las dejó solas.

—Bueno, vuelve a la cama pronto —dijo a su mujer—. Tú también, es temprano, aprovechemos el día para dormir —murmuró y bostezando regresó a acostarse.

—Es positivo, ¿verdad? —preguntó Taís cuando sintió la puerta de la habitación de Rafael cerrarse.

—No —dijo Carolina sonriendo—. Puedes respirar, Taís... No estás embarazada —añadió sacando la barrita que traía en el bolsillo y pasándosela.

Taís se quedó observando aquel rectángulo de plástico y cerciorándose que no había rastros de la segunda barrita.

—De todas formas, pediré turno con un ginecólogo para que vayas. No es normal que estés con tanto retraso —añadió Carolina—. Pero al menos ya puedes dejar de imaginarte cosas —susurró.

Fue recién allí que Taís sintió como si se sacara un enorme peso de encima, suspiró y abrazó a Carolina.

—Gracias, gracias por estar a mi lado y apoyarme siempre —dijo abrazándola.

La rubia retribuyó el gesto y dejó que Taís permaneciera en sus brazos por un rato más.

—Vayamos a dormir de nuevo —insistió la joven—. No quise levantarte tan temprano, disculpa por todo este incidente —añadió.

—No hay nada qué disculpar. Anda, regresa a la cama —pidió y Taís asintió.

Carolina estaba por regresar al cuarto de baño pero entonces Rafael volvió a salir de la habitación.

—Vamos, no puedo dormir sin ti —exclamó mirándola con tanta ternura y pasándole una mano. Ella no pudo hacer nada más que dejarse guiar de nuevo a la cama. Tenía la idea de acostarse y esperar a que él volviera a conciliar el sueño, pero fue ella quien en la espera se quedó dormida.

Rafael la observó dormir y sonrió. Se veía bella y algo cansada, no entendía qué había sucedido allí en la sala un rato antes pero era obvio que algo se traían ella y Taís. Cerró los ojos y se dispuso a dormir un rato más.

Cuando volvió a despertar eran cerca de la diez de la mañana, así que decidió que era un buen momento para ir a preparar un desayuno para las chicas. Fue a la cocina y sacó todos los ingredientes que necesitaba. Una vez que tuvo todo preparado decidió ir a lavarse los dientes y afeitarse antes de despertar a las chicas.

Fue al baño social pues no quería molestar a Carolina, que últimamente tenía el sueño muy liviano. Se cepilló los dientes con el cepillo que tenía allí y luego abrió el botiquín para sacar la espuma de afeitar. Al tomar el pote, algo cayó de detrás de él. Rafael observó el pequeño rectángulo y supo enseguida de qué se trataba.

Era una prueba de embarazo, y marcaba dos rayitas pintadas. Él sabía muy bien lo que aquello significaba. Alguien en esa casa estaba embarazada.

Y esa era la respuesta a la tensión que sintió entre las chicas más temprano en la mañana.

Guardó aquello en su sitio y decidió despertarlas. Durante unos segundos se puso a pensar, deseaba que fuera Carolina la que estuviera embarazada, sin embargo era Taís la de los malestares. Recordó las veces que le sentó mal el olor a tocino, o cuando le rechazó aquellas hamburguesa que él le había preparado alegando que sentía malestar. Esa misma mañana había dicho que se había levantado a causa de uno.

No podía ser, su pequeña iba a ser madre y eso lo hacía sentir feliz, pero preocupado. Era demasiado joven. Sin embargo él también lo había sido cuando asumió cuidarla, y le fue bien. Taís no estaba sola, él y Carolina la apoyarían en todo, además sabía que Rodrigo era un buen chico y que también estaría allí para ella.

Entonces fue a despertarla con mucho cariño y la invitó a desayunar. Luego hizo lo mismo con Carolina.

—¡Wow! ¡Qué rico todo esto! —exclamó Caro sintiéndose realmente hambrienta.

—Se ve genial. ¡Gracias por mimarnos, papo! —dijo Taís muy entusiasmada, el sacarse de encima aquella preocupación le había devuelto tranquilidad.

—Come, pequeña, sírvete —dijo Rafael mientras llenaba de comida el plato de su sobrina. A Taís aquello le pareció extraño pero no dijo nada.

El resto de la jornada todo fue igual. Carolina encontró un espacio para retirar su barrita y confirmar sus respuestas y luego se pasó durmiendo casi todo el día, Rafael pensaba que se debía a los días previos tan intensos. Taís se pasó en su habitación viendo películas, leyendo, y preguntándose qué le pasaba a su tío que ingresaba a su habitación cada cierto tiempo llevándole una fruta o un jugo. Ciertamente era un hombre de detalles, pero aquellos parecían demasiados.

Cuando llegó la noche y Carolina finalmente despertó decidió entrar a darse un baño. Rafael y Taís preparaban pizzas para la cena y habían invitado a Rodrigo, que no tardaría en llegar.

—¡Qué suerte que despertó la bella durmiente! —dijo Taís al ver a Carolina ingresar a la cocina. La rubia solo sonrió ante la divertida escena que observaba. Taís y Rafael bailaban al ritmo de una melodía pegajosa proveniente del celular de la muchacha. Estaban haciendo una especie de montaje, como si estuvieran cantando en un escenario y las cucharas fueran los micrófonos. A Carolina aquello le pareció divertido y no pudo evitar pensar que Rafael sería un grandioso padre.

Recordó entonces aquella locura que lo llevó a pensar que Adler era su hijo y atravesar el océano en busca de ella, y sonrió. La noticia lo haría muy feliz y pensaba decírselo esa misma noche, cuando fueran a dormir.

Sin embargo a ella los fantasmas del miedo no la dejaban ni un segundo. Le habían dicho cuando salió de la clínica que habría momentos importantes en la vida donde todo parecería tambalear. De nuevo su personalidad insegura y autodestructiva quería aflorar en ese instante, quería hacerla sentir incapaz, quería recordarle sus limitaciones. Sin embargo la sonrisa de Rafael bailando y cantando al lado de una chica a la que crió solo, le dieron confianza y paz.

El timbre sonó y Taís corrió a atender, sabía que era Rodrigo. Rafael entonces los llamó a la mesa y sacó las pizzas del horno para servirlas.

Puso una ración en el plato de cada uno y luego se dispuso a abrir una botella de vino que tenía guardada para acompañar la velada.

—¿Quieres? —preguntó a Rodri que asintió pasándole su copa—. ¿Tú? —miró ahora a Carolina quien negó con la cabeza.

—¡¿Y yo?! —preguntó Taís cuando Rafael luego de servirse colocó la botella en el centro de la mesa.

—Tú... no puedes —respondió algo incómodo. No quería decirle que ya sabía lo que estaba sucediendo, esperaba que ella se lo dijera.

—¿Y eso? —preguntó Taís.

—No deberías... —respondió sin saber qué más decir.

—Hoy sí que has estado raro todo el día, papo —añadió Taís sirviéndose un poco del jugo que Carolina se había levantado a traer del refrigerador.

—¿Raro? ¿Yo? —dijo Rafael tratando de sonar despreocupado.

—Sí, me has obligado a comer un montón durante el desayuno, dijiste que debía comer verduras en el almuerzo y me llevaste un montón de frutas y jugos toda la tarde a la habitación. ¿Acaso me quieres hacer engordar para comerme? —bromeó la muchacha. Rafael carraspeó incómodo y Carolina frunció el ceño ante aquel comportamiento que Taís describía.

—Bueno... yo... —añadió el hombre preguntándose si sería bueno hablar—. Solo me preocupo por ti y por... Bueno... yo... ya lo sé —dijo levantando la vista hacia Taís. Esta frunció el ceño confundida.

—¿Qué sabes? —dijo ladeando la cabeza sin entender. Rafael observó a Rodrigo que miraba confundido la escena.

—Hoy... yo, ingresé al baño... y para afeitarme sin despertar a Caro usé las cremas que tenía allí... y al sacar una, pues... aquello se cayó en mis manos —añadió sin dejar de mirar a su sobrina para que ella entendiera lo que estaba diciéndole sin que necesitara más.

—No sé de qué hablas, papo —respondió Taís negando con la cabeza y fue en ese momento en el que Carolina supo lo que estaba sucediendo. Iba a decir algo pero Rafael habló.

—No hace falta que me ocultes que estás embarazada, Taís. Yo ya lo sé. Además sé que Carolina lo sabe y supongo que Rodrigo también. No sé por qué tienes miedo de decírmelo a mí, sabes que te apoyaré —habló con firmeza, Taís miró confusa a Carolina. Seguía sin entender nada.

—No... —quiso hablar Carolina, pero Rodrigo la interrumpió.

—¿Estás embarazada? —le preguntó a su novia mientras todo el color se le iba del rostro—. ¿Por qué no me lo habías dicho?

—¡Pensé que lo sabías, perdón! —exclamó Rafael.

—¡Yo no estoy embarazada! —exclamó Taís levantando la voz intentando que todos se tranquilizaran—. ¡No sé de qué hablas!

—Hoy te levantaste con malestar, como varias mañanas... y estabas con Carolina y... estaban raras —exclamó Rafael. A ese punto a Carolina le estaba pareciendo divertido el embrollo que se estaba armando. Se imaginó a Rafael llenando de cuidados a Taís durante todo el día tras dicha confusión.

—Sí, y lo pensé... Pensé que estaba embarazada, pero me hice la prueba y dio negativo. ¿No es así, Caro? —preguntó ahora mirando a la rubia con un dejo de temor. En ese momento Taís pensó que quizás ella le había mentido con el resultado para calmarla... pero ella misma había visto la barrita y solo había una rayita marcada.

—Sí —respondió Carolina asintiendo y tranquilizando así a Taís—. Ella no está embarazada —afirmó.

—Pero yo encontré un test que marcaba positivo —dijo Rafael mirando a su mujer y entonces su silencio y su sonrojo le dieron la respuesta.

—Es mío —murmuró Carolina con timidez.  

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