14. Una nueva historia
Taís llegaba a su casa cuando vio a su tío tomar su chaqueta y salir acelerado.
—¿A dónde vas? —preguntó la muchacha.
—¡A escribir una nueva historia! —exclamó Rafael emocionado y plantándole un beso en la mejilla.
—Hmmmm... está bien —respondió la joven preocupada por lo que acababa de descubrir.
Cuando Rafael se fue, Taís ingresó a su habitación. Había pasado toda la tarde en casa de Paty y cuando comenzaron una de esas conversaciones de chicas que solían tener y Taís le comentó lo rara que se andaba sintiendo últimamente, bastó que su mejor amiga la mirara a los ojos y entornara las cejas para que Taís entendiera el rumbo que tomaban sus pensamientos.
—¿Cuándo debe bajarte la regla? —preguntó entonces Paty y Taís sintió que el mundo se le abría bajo los pies. Sacó el celular del bolsillo y buscó la aplicación en donde tenía anotado aquello solo para darse cuenta que llevaba dos semanas de retraso.
Y entonces sintió como si estuviera de repente bajo un chorro de agua helada. Se sentó en la cama y le mostró el celular a su amiga, quien se cubrió la boca con la mano en señal de susto.
—¿Qué harás si estás embarazada? —quiso saber Paty.
—No lo sé, no puedo estar embarazada, Paty... ¿Y el ballet?
—No lo sé, amiga... pero... por lo menos sabes que Rodri se hará cargo, ¿cierto?
—Sí... pero no quiero tener un hijo tan joven, Paty —susurró Taís asustada.
—¿Y qué piensas hacer? —cuestionó su amiga confundida.
—No lo sé...
Volvió a su casa perturbada por la idea de imaginarse embarazada. La danza, la universidad... su vida que recién iniciaba se vería completamente afectada. Eso sin contar que no se creía con la entereza ni la madurez suficiente para ser madre aun. ¿Y qué pensaría Rafael? ¿Qué dirían los padres de Rodri? ¿Carolina la apoyaría?
Seguro que la apoyarían, lo sabía... pero no estaba segura de que eso fuera suficiente. Ella no se sentía lista. Pensó en llamar a Rodrigo para contarle, sin embargo no se animó. Patricia le dijo que comprara una prueba de embarazo de la farmacia y se la hiciera en la mañana y eso fue lo que hizo, decidiendo llamar a Rodrigo al día siguiente, si aquello daba positivo.
Se metió a la ducha y luego se alistó para dormir, no tenía hambre ni tampoco sueño, pero estaba cansada, y más que nada quería intentar dormir para no tener que pensar en todo lo que sucedería si el resultado de aquella prueba diera positivo.
Mientras tanto Rafael manejó entusiasmado, sentía que su corazón se le quería salir del pecho y nunca la distancia de ocho cuadras entre su departamento y el de Carolina le pareció tan lejana. Cuando llegó saludó al portero que ya lo conocía y apretó el botón que llamaba al ascensor, pero como este no vino pronto, decidió subir los tres pisos por la escalera. Y entonces golpeó emocionado.
Carolina había estado caminando nerviosa de un lado al otro de su sala de estar, pensando en lo que habían hablado recién, en lo que Rafa querría decirle, en la idea de volver a intentarlo de nuevo. Entonces escuchó sus golpes y el sonido del timbre y se dirigió hacia la puerta no sin antes tomar una buena bocanada de aire que le infundiera coraje.
Ahí estaba Rafa, con sus treinta y tantos años pero con la misma mirada de niño alegre, sonreía a medias y traía una flor en la mano, alguna que no parecía haber sido comprada sino arrebatada de algún jardín. Carolina sonrió al verlo allí tan emocionado y su corazón se aceleró cuando él la abrazó sin previo aviso.
—Te amo —susurró muy cerca de su oreja—. Te he amado siempre y te amaré por siempre. No tiene sentido que sigamos alejados... Quiero intentarlo, por favor no me alejes más, no te alejes...
—Yo... —Carolina no sabía qué decir, estaba emocionada y sentía que las piernas se le aflojaban al escuchar aquellas palabras.
—Si nunca fue nuestro tiempo, hagamos que ahora lo sea. ¡Sincronicemos nuestros relojes! —exclamó señalando el reloj de pared en el cual Carolina tenía la hora de Alemania. Decía que eso le acercaba a su familia de allá, se lo había explicado a Rafael cuando este le había mencionado que su reloj estaba adelantado.
Entonces el chico fue y descolgó el aparato poniéndolo a la hora local. Carolina se rio ante aquella acción.
—¡Listo! —exclamó entusiasmado como adolescente enamorado—. ¿Ahora? ¿Qué más?
—No lo sé —murmuró ella sonriendo.
Rafael se acercó entonces y tomó una mano entre las suyas.
—¿Quieres ser mi novia, Carolina? —preguntó mirándola a los ojos—. Recuerdo que la primera vez no alcancé a hacerte la pregunta —bromeó y ella sonrió recordando la escena y sintiéndose como una jovencita emocionada.
—Quiero —sonrió—, pero vayamos despacio, por favor... Me agrada esto que hemos conseguido, conocernos de nuevo, hacernos amigos... Quisiera que estuviéramos seguros de los pasos que decidamos dar.
—Haremos todo lo que tú quieras... —afirmó y rodeó su cintura con sus manos—. Te amo, Carolina... eres mi chica de ayer, mi mujer de hoy. Has sido toda mi vida, y tengo demasiado amor aquí —señaló su corazón—. Tengo palabras hermosas para hacerte sentir la mujer más bella e importante, tengo oídos para escucharte, tengo mi tiempo para entregarte... Mi vida entera para regalarte y mi corazón lleno de amor para ofrecerte. Sé que he cometido errores, sé que te he defraudado y que no soy perfecto. No puedo prometerte que todo saldrá bien, pero sí puedo jurarte que pondré mi mayor esfuerzo... Tú me conoces mejor que nadie, esto es todo lo que soy y es todo lo que tengo para ti.
—Tú eres lo mejor que me ha pasado en la vida y no puedo creer que estemos aquí de nuevo, re encontrándonos... —susurró ella recostando su cabeza en el pecho de Rafa, donde se sintió segura, a salvo y en casa.
—Y no nos volveremos a perder... no dejaré que eso suceda —añadió Rafa.
—Entonces bésame —pidió Carolina y no necesitó esperar demasiado. Rafael tomó su rostro entre sus manos y con mucha suavidad acercó sus labios a los de ella.
Se quedaron allí respirándose, sintiendo que sus almas salían de sus cuerpos y se hacían una sola antes de que sus labios pudieran chocarse. Saboreando el beso que aún no llegaba como si fuera el primero que se darían. Y es que era el primero, era el primero del nuevo capítulo, de la nueva historia que escribirían juntos, del nuevo tiempo en que finalmente se habían encontrado.
Esa noche durmieron abrazados. Como a adolescentes enamorados les fue imposible decirse adiós y decidieron que Rafa pasaría la noche allí. Aunque habían decidido también que no tendrían relaciones en un buen tiempo. Querían hacerlo bien, despacio, así como lo habían venido haciendo con la amistad; querían conocerse de nuevo, experimentar las sensaciones más intensas que un simple beso o una caricia podían brindarles, querían alcanzar las estrellas una a una e ir haciendo un camino en el cual ambos se sintieran a salvo y completos. Sabían que el sexo entre ellos era genial, explosivo y fantástico. Incluso habían tenido oportunidad de cerciorarse que eso no había cambiado, pero también necesitaban encontrarse mucho más allá de aquello, pues de todas formas sabían que se pertenecían para siempre, en cuerpo y en alma, en pensamientos y palabras, en pasados y futuros, en sueños y realidades.
Cuando la mañana llegó, Rafael despertó temprano pero Carolina ya lo esperaba con el desayuno listo. Ambos debían ir a trabajar, pero él debía pasar por su casa a vestirse y preparase. Desayunaron en silencio con una sonrisa de satisfacción que nada podría borrarles, ni siquiera la idea de levantarse temprano un lunes por la mañana. Sabían que sus vidas estaban cambiando y se sentían satisfechos con el paso dado.
—¿Nos vemos en la noche? —pregunto Rafa dándole un beso en la frente y luego uno en los labios.
—¿Quieres que vaya a cenar con ustedes?
—Me parece fantástico. Podríamos decírselo a Taís —dijo él señalándose a ambos en un gesto que se refería a la relación que estaban manteniendo.
—Es una buena idea, creo que se alegrará —afirmó Carolina y luego le dio otro beso.
—Te amo.
—Yo a ti, que tengas un buen día.
Rafael regresó a su casa y Carolina fue a su habitación para darse un baño y vestirse antes de salir para el salón. Aun sentía el aroma de la piel tibia del hombre que amaba durmiendo a su lado y no podía sacarse la sonrisa del rostro, se sentía feliz y por primera vez en su historia, pensó que se lo merecía, que ya era hora de que ella también fuera feliz.
Taís por su parte despertó temprano, casi sin haber dormido toda la noche. Se preguntó varias veces donde estaría Rafael pero sintió alivio de saber que no estaba, su presencia la hacía sentir nerviosa ante la realidad que estaba afrontando. Se dirigió al baño para tomarse la muestra pero una vez allí no se animó. Pensó que quizás al día siguiente lo hiciera, prefería seguir con la incertidumbre de saber que quizá no estaba embarazada a enfrentar la certeza de estarlo, así que simplemente guardó todo de nuevo en la caja y lo guardó en un cajón de su habitación. Se preparó un desayuno que se sentó a comer despacio, intentando controlar el miedo que la estaba tomando presa.
Vio a Rafael llegar con una sonrisa pintada en los labios y no necesitó más para saber de dónde venía, por un instante se olvidó de su problema y saludó a su tío levantándose para abrazarlo.
—Entonces ¿vienes de escribir una nueva historia? —preguntó refiriéndose a lo que él le había dicho antes de salir la noche anterior.
—Así es —afirmó orgulloso.
—¿Una erótica? Digo... por las horas que llegas —bromeó y Rafael le dio un golpe cariñoso en el hombro.
—Una de amor... de amor de verdad —contestó.
—Vaya, qué romántico —sonrió Taís—. ¿Puedo suponer que tu protagonista se llama Carolina?
—Supones bien —afirmó Rafael.
—Leeré esa historia, sin duda —contestó Taís al tiempo que Rafael ingresaba a su habitación para prepararse.
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