13. Dedicatoria

Carolina se encontraba en su casa, en pijamas y acostada. Era viernes por la noche y había tenido una semana ardua. Tenía mucho sueño y pensaba que era debido al cansancio acumulado, así que había decidido dormir temprano. Sin embargo el sonido de su celular llamó su atención y estiró su mano para atender, sabía que era Nikolaus.

—¡Buenos días! ¿Cómo va todo por ahí?

—Acá sería, ¡Buenas noches! —exclamó en medio de un bostezo—. Bien, agotadísima... creo que debo ir al médico para que me de algún energizante o algo... —Volvió a bostezar.

—Hmmm, ¿te estás alimentando bien? ¿Estás durmiendo lo suficiente? —preguntó Niko preocupado, Carolina solía ser una mujer de mucha energía.

—Sí, todo eso lo hago, pero aun así siempre tengo sueño. ¿Cómo están Adler y Berta? —inquirió no queriendo profundizar más en el tema, Nikolaus podía ponerse muy paternal y ella no tenía ánimos para lidiar con eso.

Bien, cada día más pícaro y divertido. Creo que te extraña pero Berta y yo le mostramos tu foto siempre para que no te olvide. —Carolina sonrió ante aquel gesto que le pareció tan tierno.

Ya pronto volveré —agregó.

—¿De verdad piensa volver? ¿No hay esperanzas de solucionar lo de ustedes? —cuestionó Niko. Hacía días que le insistía a Carolina que reflexionara acerca de la decisión que finalmente tomaría.

Ya te lo dije, Niko. Somos amigos ahora y es bueno... la llevamos con calma y nos sentimos a gusto sin presiones, ni preguntas, sin necesidad de siempre estar planificando el futuro y sobre todo sin hacernos daño.

Es imposible que sean amigos y nada más... Eso yo no me lo creo —comentó Nikolaus—. Se están mintiendo a ustedes mismos y fingen creerse —agregó.

Hmmm... No empieces de nuevo, ¿sí? No hoy, tengo sueño —añadió con voz cansina.

Bien, te dejo dormir entonces. Te quiero. Descansa, ¿sí?... ¡Y cuídate!

—Lo haré, tu cuida a mi amiga y a mi bebé —añadió y Niko respondió afirmativamente antes de colgar. Entonces Carolina se giró sobre su costado y cerró los ojos.

Aquella mañana Taís no se sintió para nada bien, el estómago le apretaba y por algún motivo el olor al tocino que estaba preparando Rafael para el desayuno le dio arcadas. Rafael la contempló extrañado viéndola hacer una mueca de asco ante aquello que normalmente adoraba comer y entonces la chica afirmó que no se sentía muy bien y solo se bebió su jugo de naranja antes de salir como cada mañana a la universidad. Rafael quedó preocupado por su sobrina pero ella le aseguró que estaba bien.

Luego de desayunar y darse un baño Rafael se dirigió a la oficina como cada día y cerca de las diez de la mañana recibió un mensaje de Whatsapp de Carolina, al abrirlo vio que se trataba de una imagen y la descargó. Era la invitación para el lanzamiento del libro que se llevaría a cabo en un mes y medio. Le contestó diciéndole que la invitación había quedado preciosa y preguntándole cuando podría tener un ejemplar del libro. Sabía que Carolina estaba esperando le enviasen los ejemplares de la versión definitiva.

«Me acaban de confirmar que me llegan hoy mismo»

Fue lo que le respondió la mujer que seguidamente le pidió que la acompañara a retirarlos. Rafael asintió y quedó de pasar por ella esa misma tarde para que fueran a buscarlos.

Cuando el momento llegó disfrutó de ver a Carolina emocionada, estaba nerviosa, ansiosa y entusiasmada. Sonreía y se movía incómoda a su costado en el auto durante todo el camino. Cuando llegaron al sitio y tuvo por fin el libro en sus manos no pudo contener la emoción y algunas lágrimas se derramaron por sus mejillas. Rafael la abrazó y entonces le susurró al oído lo orgulloso que estaba de ella.

Luego decidieron ir a festejar a una cafetería. Carolina tomó uno de los libros y lo metió en su bolsa. Cuando eligieron una mesa lo sacó y se dispuso a mirarlo, a palparlo, a ojearlo.

—Entonces ahí está, tu sueño hecho realidad —dijo Rafael observándola tan contenta.

—Así es... Esto es tan importante para mí, Rafa... Aquí he plasmado tanto de mí... y todo por y para ti —admitió.

Sacó entonces un bolígrafo y abrió el libro en la primera página blanca.

—Este será el primer libro que firmaré —dijo antes de colocar la punta del bolígrafo sobre el papel.

«Para la persona que creyó en mí aun cuando nadie más lo hacía, para aquel que inspiró casi todas estas páginas, para quien inspiró mi propia vida y me ayudó a salir de la oscuridad... para quien fue mi luz en las tinieblas, para aquel que me protegió hasta de mi misma... Para mi ángel, mi amigo, para el amor de mi vida...

Con todo mi corazón, para ti, Rafael.

Con amor,

Carolina.»

Y entonces se lo pasó. Una lágrima volvía a caer por su mejilla. Rafael tomó el libro en sus manos y recorrió sus dedos por él.

Allí en esas páginas está todo... lo que fui y lo que soy. Me gustaría que lo leas —añadió y Rafael asintió.

Por supuesto que lo haré.

***

«Este libro no solo está dedicado a ti, mi ángel, donde quiera que estés. Este libro es mucho más que eso, este libro es por y para ti... Este libro trata de redimir el dolor que te causé, el que yo misma me causé. En estas letras intento redimirme, porque aunque no merezca tu perdón, al menos espero perdonarme yo.

Porque tu amor me ha salvado, porque aunque no tengas idea, ese amor que me diste fue el que me mantuvo a flote cuando la tempestad azotó mi alma. Porque gracias a tu amor he aprendido mucho, porque gracias a ti soy lo que soy hoy. Tú fuiste el único que confió en mi cuando el mundo entero estuvo en mi contra... y yo te fallé.

Por eso he decidido escribir este libro, para contarle al mundo, lo que aprendí de ti».

Cuando Rafael leyó ese inicio supo que aquel libro removería en él hasta las fibras más íntimas de su alma. Y aquel fin de semana aprovechó para leer, para sumergirse en las letras del libro de la mujer que amaba, donde estaban sus secretos, sus luces y sus sombras. Donde estaban los años que habían estado separados plasmados en palabras que expresaban el tormento que había tenido que vivir.

Aun siendo conocedor ya de todo lo que estaba allí escrito, todavía le dolía cada parte de su historia, la que vivió antes de él, lo que tuvieron que callar, las experiencias que la marcaron, la impotencia de no haber podido hacer nada al respecto, el dolor de la separación. Ese fue un fin de semana intenso, lleno de emociones y sentimientos, de recuerdos, de sonrisas y de lágrimas.

Cuando Rafael llegó al final del libro se encontró con una emotiva carta escrita para él. En esa carta Carolina ponía su nombre, y no solo eso, era una carta de agradecimiento. Toda la carta lo conmovió, pero sin embargo un párrafo se quedó grabado a fuego en sus pensamientos.

«Me habría gustado que la historia hubiera terminado como la original, tú y yo venciendo a los demonios y demostrando que el amor es más fuerte que todo. Tú y yo construyendo un amor mucho más intenso que el tiempo, que los pecados y que el pasado. Tú y yo frente a Dios siendo bendecidos por él... pero este no es el final de esta historia».

Tomó entonces el celular y llamó a Carolina.

¿Lo terminaste? —preguntó ella a sabiendas que él estaba leyendo pues habían estado comentando pasajes por mensaje de texto.

—¿Por qué? —preguntó él y ella no entendió a qué se refería.

—¿Por qué, qué? —inquirió confundida.

—Por qué si te habría gustado que la historia terminara de forma distinta, por qué si hubieras querido vencer a los demonios y demostrar que el amor es más fuerte que todo... por qué si querías construir un amor más intenso que el tiempo, que el pasado y los pecados... por qué si querías que Dios bendijera nuestro amor... ¿Por qué no es ese el final de nuestra historia, Carolina? —preguntó y ella supo exactamente a qué parte se refería.

—Pues... no lo sé —respondió con sinceridad y permanecieron un buen rato en silencio pensando en aquello.

—¿De qué sirvió tanto sufrimiento, tanto dolor, tantos años extrañándonos si finalmente no aprendimos nada? —preguntó Rafael.

—Hemos aprendido mucho, Rafa. Hemos aprendido demasiado... Yo de ti, tú de mí, de nuestra historia...

—Dices que la lección más importante fue el amor —agregó él.

—Y el perdón —susurró ella pensando en que no solo él la perdonó a ella, sino también ella a él... y pudo perdonarse también a sí misma.

—Pero entonces no aprendimos nada... —añadió él como pensando en voz alta.

—¿Por qué lo dices? —cuestionó confundida.

—Porque ni el perdón fue suficiente...

—¿Qué dices? Ambos nos hemos perdonado creo yo —agregó Carolina.

—Sí, yo te he perdonado a ti y tú a mí... sin embargo no le hemos perdonado a la vida que nos haya impedido amarnos, ni al tiempo que nos haya separado. No le hemos perdonado al destino que no nos hubiera regalado el futuro que soñamos... y entonces hoy seguimos alejados... yo aquí y tú allá. Cerca pero lejos, sin jugarnos, sin luchar... Hemos dejado que el miedo escriba el final de nuestra historia porque nos hemos resignado a aceptar que aun amándonos el temor que nos infunde el futuro, el miedo a volver a hacernos daño, a repetir errores, nos ha condicionado... Y esta vez hemos sido nosotros los que nos hemos dejado vencer.

—¿Y crees que si lo hubiéramos intentado lo habríamos logrado, Rafael? ¿Hubiéramos tenido el final feliz?

—Podríamos haberlo construido, Caro. Y muchas veces lo que pase en medio es mucho más importante que el final... ¿No lo crees?

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Carolina confundida.

—Es todo lo que está escrito en un libro lo que importa, es el inicio del mismo, el rumbo que toman sus personajes, las acciones que van viviendo y experimentando... es eso lo que importa más que el final mismo de la historia.

—Sí, pero si al llegar al final no te gusta cómo ha sido, es probable que reniegues contra ese libro —sonrió ella recordando algunas historias con malos finales que había leído.

—Sí, pero eso no quita las lágrimas o risas que derramaste cuando lo ibas leyendo. Ese final no quita que lo hayas leído —agregó.

—No entiendo por dónde exactamente vas, Rafa. ¿Qué es lo que me quieres decir?

—Que no puedo prometerte un final feliz, ni siquiera sé si existen. Pero puedo prometerte una historia... una que escribamos los dos juntos —añadió emocionado.

Tengo miedo —admitió Carolina sintiendo su corazón latir fuerte en su pecho.

También yo... pero eso debería ser solo un capítulo de nuestra historia, no el libro entero —contestó entusiasmado.

—¿Quieres decir que... lo quieres volver a intentar? ¿Después de tanto sufrimiento, de tantos malos entendidos, de tantas lágrimas? —cuestionó Carolina atajando aquellas lágrimas que picaban por salirse de sus ojos.

—Así es... ¿Aún me amas, Carolina? —preguntó Rafael.

—Te amo... —afirmó ella.

—Entonces no te muevas de donde estás —dijo y cortó la llamada.

—¿Alo? ¿Rafa?

Y Carolina supo que él iría por ella.

Llegó el momento

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