10. Sin Salida

                  

Rafael la vio marcharse y se quedó pensativo y frustrado. Ella estaba enojada al igual que Taís, pero le sería mucho más difícil convencerla a ella que a su sobrina.

Tuvo todo el camino de regreso para meditar sobre el ridículo que había acabado de hacer y aquello en lo que se había convertido su vida. Se sintió estúpido al darse cuenta de las oportunidades que había dejado pasar por no hablar, por no escuchar, por ser tan impulsivo. Pero más estúpido se sintió al darse cuenta de todos los errores que había ido acumulando sobre aquel malentendido y lo difícil que sería ahora recuperar el tiempo perdido. Nikolaus le dijo que Carolina lo amaba y que regresar luego de su desplante le había causado demasiado dolor. Además a eso se le sumaba lo que acababa de hacer y lo que había hecho esos ocho meses... y lo de ellos le pareció ya irremediable. Sin embargo aun así ella había vuelto, había regresado apenas Taís la llamó pidiéndole ayuda. Dejó todo para venir de un día para el otro.

—Te das cuenta que uno no deja su vida así como así, ¿verdad? Que si ella lo hizo es porque se preocupa por ti y por esa chica —dijo Nikolaus antes de que abordara el avión—. No seas tonto, Rafael... no más de lo que ya has sido —agregó riendo—, la vida pasa, los sentimientos quedan... Lo importante es el presente y las personas que están en tu corazón, esas que no salen de allí pase lo que pase. Lucha... lucha por lo que creas correcto... ambos se merecen ser felices y no depende más que de ustedes serlo —añadió sonriendo y dándole un golpecito amistoso en el hombro—. La felicidad no llega si no la buscamos.

Aquel era un hombre sabio, podía entender por qué Carolina lo quería tanto. Suspiró y recordó a Taís abrazándolo con los ojos llorosos al verlo ingresar al departamento. Niko le había dicho que lo esperarían en el aeropuerto pero allí no había nadie. Pensó entonces que ambas chicas, enfadadas, decidieron hacerle el vacío. Sin embargo Taís le dijo que no fue así, que pensaban ir a recogerlo pero que Carolina no les avisó la hora porque posiblemente se había quedado dormida de tanta fatiga. Luego le informó que dormía en su cama.

Cuando Taís se marchó con su novio, Rafael ingresó a la habitación en silencio, la observó dormir y sintió que todas las piezas volvían a colocarse en su lugar porque ella de nuevo estaba allí. Claro que sabía que estaría enfadada, pero aun así era mejor tenerla cerca que no saber de ella. Entonces pensó en todas y cada una de las situaciones sucedidas desde que se separaron y simplemente lo supo, aquello no sería fácil.

Un sonido extraño lo trajo de aquellos pensamientos, venía desde su habitación y parecía un sollozo. Se acercó sigiloso sin pretender molestar y corroboró sus sospechas, Carolina estaba llorando. Acercó la mano como para golpear la puerta y pedir permiso para pasar, pero entonces no se animó a hacerlo, quizás eso la enojara aún más, quizás aún no era momento para hablar.

Recostó la frente por la madera fría y suspiro; esa era la historia de sus vidas, nunca era el momento, siempre estaban lejos aunque estuvieran cerca. Era una completa contradicción, él había amado a esa mujer toda su vida, ella estaba tan dentro de él que ni siquiera había podido reconstruirse ni ser feliz al lado de nadie más. Sin embargo ella no había sido suya nunca, era del tiempo o de las circunstancias, era del dolor o de la tragedia, era de sus miedos o de su enfermedad, era de la distancia o la incertidumbre, era del destino... pero nunca suya.

Rafael no supo cuánto tiempo estuvo allí escuchando a Carolina llorar del otro lado de la habitación y preguntándose si era correcto o no entrar, sin embargo no lo hizo. No se sentía en condiciones de hacerlo porque ella estaba enfadada con él y con muchos motivos, y no quería incordiarla más. Pero saberla mal le dolía mucho, tanto como la impotencia de no poder curar ese dolor, de no poder secar esas lágrimas.

Rafael se fue a dormir al estudio esa noche, pero no pudo conciliar el sueño sabiendo que ella estaba allí sufriendo. Quería ir a acostarse a su lado y pedirle disculpas, ahora podía sentir lo que ella había experimentado tiempo atrás, esa terrible urgencia de ser perdonado. Quería prometerle que todo estaría bien y rogarle que lo intentaran de nuevo... pero entonces se dio cuenta que eran adultos, y que aquello ya no era suficiente.

***

Por la mañana encontró a Taís preparando el desayuno para todos. Cantaba y se movía al compás de alguna música que solo ella oía en sus auriculares. Estaba feliz y se le notaba, y eso lo ponía también a él de mejor humor.

—Te preparé tu desayuno favorito —dijo al verlo en un tono más elevado de lo normal. Rafael le hizo señas para que se sacara el auricular y Taís rio al entender que había hablado demasiado fuerte.

—Gracias —murmuró entonces aun algo adormilado. Taís lo abrazó besándolo en la mejilla. Algo le hacía sentir que todo estaría bien pronto. Su tío parecía haber regresado del todo, y aunque no tenía esa certeza, tenía un buen presentimiento. Además la idea de que algo le hubiera sucedido la había afectado demasiado y ahora se sentía feliz de tener a esas dos personas que adoraba bajo un mismo techo.

Carolina ingresó adormilada. Traía puesto un pijama de pantalón y camiseta en tonalidades verdosas.

—Buenos días —murmuró. Taís observó que sus ojos estaban rojos e hinchados, había estado llorando y eso no le agradó. Con una sonrisa respondió al saludo y le señaló un lugar para que se sentara sirviéndole también algo de desayunar—. Gracias —añadió la mujer casi sin mirar a Rafael.

Taís sintió la tensión entre ellos y no pudo evitar sentirse incómoda. Quizá las cosas no eran tan sencillas como ella pensaba pero no terminaba de entender por qué ellos no podían lograrlo. Su emoción  inicial menguó un poco al darse cuenta que Carolina ignoraba por completo a su tío.

Durante todo el tiempo que pasaron en la mesa no conversaron y apenas terminaron cada quien se levantó rumbo a algún sitio del pequeño departamento. Taís nunca los había sentido así de lejanos pero quizás esos ocho meses habían hecho lo suyo. Observó a Carolina perderse en la habitación de nuevo diciendo que se daría un baño para ir al salón de bellezas. Rafael desapareció en su estudio esperando que ella terminara y saliera para poder ingresar a su habitación y  prepararse para el trabajo.

La muchacha no comprendió por qué actuaban así si ambos se amaban. Se dispuso a lavar los cubiertos utilizados mientras meditaba lo incongruente que eran los adultos. Siempre dando consejos acerca de perseguir metas y luchar por ellas, pero rindiéndose a la primera dificultad. Entendía que la vida no había sido sencilla para su tío y Carolina, pero justamente por eso, ¿qué más esperaban que sucediera? ¿Qué más necesitaban para darse cuenta que lo que los unía era tan fuerte que había sido capaz de sobrepasar tiempos y distancias? ¿Por qué se empeñaban en mantenerse alejados, enfadados, irritados si el estar juntos era lo que ambos deseaban?

Taís suspiró y se prometió a sí misma nunca convertirse en esa clase de personas, en aquellas que se cansan de luchar y se rinden, en aquellas que no ven esperanza en el futuro pues solo se fijan en el pasado. Deseó que la edad no apagara su chispa y que el tiempo no durmiera su voluntad.

—Voy al salón a ver cómo marcha todo por allá —dijo Carolina ingresando a la cocina para despedirse. Ya estaba cambiada, peinada y lista para salir a trabajar. El maquillaje suave pero perfecto que había logrado y en el cual era experta, ocultaba sus ojeras.

—¿Vienes a almorzar? —preguntó Taís al tiempo que veía a Rafael atravesar la sala e ingresar a su habitación para tomar una ducha y cambiarse. Ambos se ignoraban alevosamente.

—No creo, tengo mucho que hacer, ver cómo ha ido marchando todo esto por aquí, interiorizarme de las cuestiones de la empresa. Vuelvo en la tarde, ¿quieres que hagamos algo?

—Me encantaría ir al cine —afirmó Taís y Carolina sonrió.

—Elige la película y el horario y me envías un mensaje. Nos vemos en la tarde —zanjó y tomó su cartera para salir. Taís suspiró.

Rafael escuchó la puerta cerrarse y salió de la habitación, aún no había ingresado a la ducha.

—¿Vas a salir con ella? —preguntó a su sobrina quien asintió.

—¿Ahora andas de chismoso escuchando conversaciones? —inquirió Taís—. Creí que con revisar celulares habías aprendido la lección —añadió algo exasperada. La energía negativa del ambiente podía ser contagiosa y había logrado acabar con su buena predisposición de la mañana.

—No me respondas así, solo preguntaba —añadió Rafael—. Ayer... estuvo llorando —agregó.

—Todo en sus ojos rojos y en sus ojeras aclamaba aquello —añadió Taís aún irritada.

—¿Puedes preguntarle si está bien? —inquirió Rafael ignorando su actitud. Taís detuvo lo que hacía y lo observó con curiosidad e indignación.

—¿Y por qué no se lo preguntas tú?

—Porque no me quiere hablar —añadió encogiéndose de hombros—. Solo... quiero saber cómo está, ¿sí?

—Es increíble. De verdad no los entiendo, ¿ahora actuarán como niños haciéndome intermediaria de sus cosas? ¡Ya, papo! Has algo para recuperarla... deja de perderla cada vez más...

—No puedo perder algo que nunca tuve... Es demasiado tarde para recuperarla, ya hemos cometido demasiados errores. —Rafael respondió pensativo y apenado.

Taís lo meditó unos momentos y luego habló.

—Cuando estamos ensayando una nueva coreografía y nos equivocamos demasiadas veces, la profesora corta la música y sin decir palabra nos da tiempo a que nos ubiquemos de nuevo en nuestros lugares para iniciar otra vez, luego nos dice que tomemos una respiración profunda y pone de nuevo la música. Una vez una compañera se quejó por eso, dijo que nos cortaba la inspiración cuando estábamos en medio del baile. ¿Y sabes qué respondió la profe? —preguntó Taís observando a Rafael quien solo negó con la cabeza—. Dijo que cuando algo está saliendo tan mal que parece ya no tener solución, hay que apagar la música, respirar, tomar coraje y empezar de nuevo... volver a intentarlo hasta que quede perfecto. ¿Qué tal si ustedes no tienen que reconstruir lo que tenían porque eso ya está demasiado dañado? ¿Qué tal si lo que deben hacer es empezar de nuevo?

Taís se secó las manos y se dirigió a su habitación dejando a su tío con aquel pensamiento pululando en el aire.

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