7. ¡Vamos a estudiar amigo!

Domingo por la mañana. El sol calienta tibiamente a las personas que salen a disfrutar su fin de semana. Niños, jóvenes y adultos conviven juntos en un día perfecto. Roberto abre la ventana de su habitación, el aire se cuela al interior moviendo las cortinas.

El chico se sienta en su cama y se dispone a seguir su lectura. Saca de su mochila el libro que tanto a intentado leer y tan poco a podido avanzar. No le molesta la presencia de Christian en la escuela, al contrario, se sintió tan raro el viernes, cuando su nuevo amigo estuvo con Sandy y los demás.

Abre el libro en el capítulo tres, saca los lentes de su estuche y se los coloca. Si bien no le es tan necesario usarlos para ver las cosas cercanas, sabe que si su madre pasa y lo ve leer sin lentes, lo va a sermonear como siempre lo hace, y prefiere evitar eso.

—¡Robi! — escucha el grito de su progenitora.

Suspira resignado dejando el libro en su cama y corre hasta la cocina. Su mamá se encuentra frente a la estufa cocinando, al notar la presencia de su hijo voltea. Una mujer alta, de cabellos oscuros con algunas canas dispersas, con unos ojos claros que reflejan cariño.

—Hijo, ve por un medio tomates a la tienda, hay dinero en mi bolsa — manda la señora señalando un bolso sobre la mesa.

—Medio de tomate — repite Beto sacando el dinero.

Sale de la casa con la flojera haciéndose presente en su ser. La colonia donde viven es una de las más tranquilas y seguras de la ciudad. Pocos autos circulan por la calle, algunas personas caminan por la acera platicando o con bolsas de compras. La casa de Robi no está tan lejos de la tienda de don Miguel.

Camina intentando no pisar las rayas de la banqueta. El sonido de una puerta hace que levante la cabeza. Se encuentra a dos casas de la suya, frente a una construcción de dos plantas color azúl claro, de donde sale una chica que camina contando su dinero, sin reparar en la presencia de Roberto.

¿Quien diría que Valeria Estrada es su vecina? Si alguien lo supiera tal vez él estaría dentro de los rumores, pero por buena suerte, de esa calle, solo ellos dos estudian en ese colegio. Valeria levanta la vista encontrándose al chico que la observa fijamente. Beto sonríe sintiendo calor en sus mejillas, comienza a alejarse siguiendo su camino.

—Hola — saluda la chica alcanzándolo.

—Hola — contesta él un poco nervioso.

—¿Vas a la tienda? — pregunta ella.

Roberto asiente como respuesta.

—Eres amigo de Christian, ¿verdad?

—Sí — responde entrando a la tienda — Buen día — saluda al hombre mayor que está detrás del mostrador.

—Hola niños. Que milagro que vuelvo a ver juntos a la linda Valeria y al pequeño Beto — dice el señor sonriendo.

—Ya no soy tan pequeño — se defiende Roberto —. Y ella no es tan linda.

Don Miguel sonríe negando lentamente.

—Es que Robi creció y se encerró en su casa para jamás salir — contesta Valeria sonriendo.

Roberto ignora el comentario de la chica y se concentra en escoger los tomates.

—Y ¿en qué puedo ayudarlos? — pregunta el hombre.

—Medio de tomate — dice Robi colocando los tomates en el mostrador.

Valeria se acerca con un paquete de galleta en las manos. El hombre pesa los tomates y les cobra a ambos. Se despiden y salen de la tienda.

—El viernes vi a Chris con Sandy — comenta la chica retomando el camino hacia su casa.

—Si, estuvo con ella y sus amigos — contesta Beto.

—¿Qué hay entre Christian y Sandy? — inquiere Valeria parándose frente al chico.

—¿De qué hablas? ¿Éstas celosa? — cuestiona Roberto cruzándose de brazos, sonriendo acusadoramente.

Un leve rubor tiñe las mejillas de Valeria, baja la cabeza y se aparta de enfrente del chico para regresar a su lado.

—Contesta Vale — exige Beto colocándose frente a ella.

Valeria sube la mirada y lo observa desafiante. Una pequeña guerra de miradas se desata entre ellos. Ambos se miran a los ojos, intentando que el otro seda, transmitiendo con una simple mirada, todas las palabras que no quieren decir.

—¡Ya besense! — grita un sujeto en bicicleta.

Los chicos interrumpen la batalla de miradas para ver al sujeto que se aleja a toda velocidad. No es hasta entonces que se dan cuenta de que la distancia entre los dos es escasa. Roberto se aleja de Valeria sintiendo como el calor asciende a sus mejillas.

—No estaba celosa — niega, intuyendo que perdió la pelea.

—Si, claro — comenta Beto volviendo a caminar.

—No me creas si no quieres — dice la chica. Luego sonríe con maldad — Roberto — agrega, ampliando su sonrisa.

Beto rueda los ojos e ignora la gran sonrisa en el rostro de Valeria. Caminan hasta la casa de la chica en silencio, un vez ahí se observan por unos segundos, sin saber quien debe hablar primero.

—Bueno — comienza Vale —, creo que debes irte, doña Vicky debe estar esperando los tomates — se ríe de él.

Roberto sonríe, y su sonrisa crece recordando algo de repente.

—Si, debo irme antes de que venga a buscarme, además debo seguir leyendo. Nos vemos mañana... Frambuesita — suelta Beto y sale corriendo sin esperar la reacción de la chica.

—¡Frambuesa tu abuela! — escucha el grito lejano de Valeria.

—¡Me dijiste Roberto, ahora aguanta! — grita él desde su casa.

La chica ríe e ingresa a su hogar. Roberto se queda parado frente a su casa, recordando aquellos tiempos, cuando él y Valeria eran niños y jugaban juntos. Niega alejando esos pensamientos, la realidad en su vida es otra. Aunque se alegra de saber que, sin importar lo que ha pasado, Valeria sigue siendo la misma.

—Entonces Alejandra se subió a la mesa y comenzó a cantar es canción que todo el mundo escucha... ¿Cómo es que se llama? — pregunta Dafne intentando recordar.

—¿Y cómo quieres que sepamos de que canción hablas? — cuestiona Iker.

Roberto intenta concentrarse en su libro, ha leído cinco veces el mismo párrafo y no logra comprender nada. Pensó que ese sería un receso tranquilo, pero su idea se arruinó cuando Sandy y sus amigos jalaron sus sillas y se acomodaron en su mesa.

—Bueno, no importa la canción. El caso es que Manolo se subió a bailar con ella — cuenta la chica riendo.

—Sí, vi el vídeo. Creo que ya todos lo han visto — comenta Iker riendo.

—Yo no lo he visto — niega Chris.

Iker saca su celular, mueve un poco los dedos sobre el aparato y sonríe poniéndolo frente a los ojos de Chris. Una música escandalosa comienza a reproducirse, mezclada con voces, risas y gritos. Las chicas se acercan al celular para ver mejor, Roberto cierra su libro resignado y se coloca en pié, nadie parece prestarle atención, así que se retira del salón buscando un poco de tranquilidad.

Pero tranquilidad no es lo que encuentra. En los pasillos, todos los grupos de chicos hablan de la fabulosa fiesta que Manolo organizó en su casa, de los juegos, el karaoke y todo lo demás. Roberto camina lentamente prestando poca atención a los estudiantes.

—Escuché por ahí que Valeria se encerró en la habitación del anfitrión con un chico — menciona una voz escandalosa.

Ro se detiene disimuladamente al oír eso, finge observar el patio mientras intenta escuchar la plática de aquellas dos chicas desconocidas para él. Y no es el único, algunos alumnos intentan escuchar, unos más discretos que otros.

—¡No me digas! — dice sorprendida la amiga — ¿Quien te dijo?

—Nadie me dijo — aclara la de la noticia —, escuché que lo comentaban por ahí. Dicen que Valeria se encerró en la habitación con alguien, pero no distinguieron quien era, y quien sabe que cosas hicieron ahí.

—No lo puedo creer — susurra la otra chica negando con la cabeza.

Roberto observa como varios alumnos desaparecen del pasillo, algunos corriendo y otros más calmados. Niega lentamente y continua su camino sin rumbo. Sus pies lo llevan al patio, donde a lo lejos distingue a Valeria, en la misma banca donde estaba cuando la vio con Chris.

Camina lentamente en esa dirección, sabe que no la va a hablar, pero por alguna razón quiere verla. Valeria nota su presencia y sonríe discretamente, logrando que Beto haga lo mismo. Fabián aparece de pronto y se sienta junto a la chica.

—¿Te acostaste con quién? — pregunta a un volumen bajo, pero la cercanía de Ro, le permite escuchar.

Ella lo mira sin entender, luego sus ojos van instintivamente hacia el chico que se encuentra parado frente a ellos. Roberto ni siquiera se dio cuenta de la hora en que dejó de caminar. Fabián sigue la mirada de Valeria y sonríe maliciosamente.

—Fabián... Yo... — Roberto no sabe que decir.

Algunos estudiantes notan la situación y se acercan para saber que sucede. Dos chicos junto a Valeria no es normal ante sus ojos, y menos si uno de ellos no está ni en su mismo salón, ni en su mismo club.

—Así, lo olvidé — suelta de repente Fabián —. Pero no te preocupes amigo, ahora voy. Lo siento Vale, tendremos que dejar la tarea para mañana, ya le avisé a Lucas. Es que quedé de enseñarle a mi amigo un poco de matemáticas.

Fabián termina su explicación, más para el público que para Valeria, se coloca en pié y toma del brazo a Roberto para sacarlo de ahí.

—¡Vamos a estudiar amigo! — grita cuando se aleja de la multitud.

Caminan juntos hasta que se alejan lo suficiente de aquel lugar.

—Te salvé de la furia de La Gran Sandy, de la vergüenza eterna y de quedarte sin amigos. Me debes una, eh — dice Fabián asegurándose de que nadie los ve.

—Pues gracias, aunque se vio sobreactuado — cometa Roberto.

—Tal vez no esté en el club de teatro, pero soy un gran actor. Tu parte es la que fue poco convincente — contraataca Fabián.

La campana suena anunciando el final del receso. Los alumnos regresan a sus salones lentamente. Ambos chicos empiezan a caminar juntos hacia sus respectivas aulas.

—Una cosa más... — habla Fabián — Si alguien pregunta le dices que soy un gran maestro de matemáticas y que gracias a mi sabes tanto sobre la materia.

—Claro maestro.

—Nos vemos amigo — se despide Fabián corriendo para alcanzar a sus amigos.

A lo lejos, Beto alcanza a ver a una chica de cabello rubio y ojos grises que lo observa sonriendo. Entra a su salón pensando en si algún día podrá volver a ser amigo de aquella chica, como en los viejos tiempos.

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