III

Tres de la mañana

-¡Sigo vivo!

Grité al despertar, de nuevo, y verificar que no tenía ninguna herida de muerte. Aún estaba en la oscuridad y desde el piso podía ver la puerta de la nevera abierta de par en par. Me incorporé y cuando visualice en el reloj de la sala que eran las tres de la madrugada. Mi alocada cabeza me hizo recordar que estaba en la hora del diablo. En la tradición popular cinematográfica, siempre el demonio aparece justo a las tres en su defecto a las tres y quince minutos como en "El Conjuro", pero porqué carajo tuve que recordar eso. Aún faltaba para ver los salvadores rayos del sol. Me arrinconé en mi querido sofá decidido a quedarme ahí hasta que amaneciera. No estaba dispuesto a pasar otro evento ridículo por causa del estrés. Estaba seguro que todo eso se debía a la situación económica por la que estamos atravesando, era eso o de verdad había perdido la razón. Comencé a dormirme, mis párpados estaban tan pesado que no podía evitarlo. De nuevo comenzaron los ruidos, entre las sombras veía pasar algo sin forma humana ¿sería la monja?, pensé. No quise mover ni un dedo. Estaba visto que sufría mi propia película de terror y lo peor era que no seguía mi propia narrativa. Era tan absurda que no sabía lo que me esperaba y si en realidad tarde o temprano moriría.

Cerré los ojos, no podía luchar con lo que no existía. Una voz resonó tenebrosamente a lo lejos o me pareció un quejido igual a la de "La Llorona" me desesperé tanto al extremo de pegar un alarido al mejor estilo de actoral pero tan real que me raspó la garganta, suplicando me dejaran en paz. El sofá empezó a sacudirse como si fuera a arrojarme al suelo. Me repetía una y otra vez que era una pesadilla. Recitaba sin cesar en modo chucuto el Padre Nuestro y maldiciendo el día que no quise terminar mi preparacion catequista para hacer la primera comunión, pues no recordaba ninguna oración completa para exorcizar al espíritu maligno. No tuve otra opción que implorar al anima de mi difunta madre para que me protegiera del mal. Estaba visto que la pesadilla me mataría al igual que Freddy Kruger lo hacía en sueños en sus películas. Confieso que las lágrimas rodaron por mi asustado rostro. Hasta que al final...

****

Seis de la mañana

En el piso y junto a un gran charco de orine que en una primera impresión creí que era mi sangre. Desperté como el propio imbécil luego de una borrachera excesiva. El televisor estaba encendido, el plato de arepitas con residuos estaba en el suelo, roto y el vaso de jugo esta también derramado en la mesita. Todo un desastre, menos mal que me encontraba solo porque sino mi mujer estaría maltratando mis tímpanos con sus reclamos. Ya bien despierto me dispuse a limpiar mi desorden nocturno. Qué locura, como pude sufrir de esta manera, aunque para mis adentros le di gracias a Dios por haber amanecido con vida.

El resto del día sábado lo pasé organizando mi palacio o quise decir escenario de horror y haciendo lo imposible por olvidar lo ocurrido. Realmente no sé que fue aquello. Tal vez no terminé de ver la película y me dormí lo que originó que se dieran todos los eventos en mi subconsciente influenciado por el cansancio y la película.

Y así como en las sociedades secretas donde se hacen juramentos de sangre, juré que jamás en la vida, mientras tenga vida le contaré a nadie lo que me sucedió. Ni a mi querida, Clara. De seguro sería un arma para sacarle provecho y tenerme en su poder. El resto del fin de semana me fui a pasar el día en casa de mi compadre, Luis y en las noches veía películas de comedias y acción para no tentar la suerte. Finalmente cuando mi mujer y los niños llagaron el domingo en la tarde. Ya tenía todo en orden y la cena lista para servir.

-¡Gracias, amor -exlamo mi mujer dándome un efusivo y caluroso abrazo -. ¿Como pasaste el fin de semana? Veo que todo está impecable.

-Todo bien, cariño -dije poniendo exhibiendo mi mejor sonrisa-. Esperando con ansia el regreso de mi hermosa familia.

-¡Ummm! Estás como raro -escudriñó con detenimiento como buscando un tesoro escondido-. ¿Seguro que no me ocultas nada?

-¡Ah! Mujer ya vas a empezar -dije de lo más tranquilo -. Tú siempre buscando siempre lo que no se ha perdido.

Así cenamos en familia. Los niños me contaron sus travesuras en la casa de sus abuelos y luego de ver televisión nos fuimos a dormir. Ya en la habitación y antes de dormir me encomendé a Dios bendito y le encendí una vela a mi madre.

A medianoche volví a escuchar los gemidos y me asusté. Llamé a mi mujer y no estaba en el lecho fue cuando recordé que no estaba casado ni tenía ningunos hijos.

Grité con toda mis fuerzas, grité hasta quedarme sin voz. De repente se abrió una ventanita en una puerta de color blanco como la nieve y alguien de exterior dijo:

-¡Callate loco de mierda! O te juro que te daré otro tratamiento eléctrico para quitarte la psicosis.

Fin

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