Horas antes
Viernes 13
Después de una ajetreada semana de trabajo se podría decir que lo ideal era atragantarme de aguardiente y jugar una partida de truco con los amigos o irme de parranda. Aunque era solo un ejercicio mental evocando los buenos tiempos, antes que mi salario se volviera una ilusión monetaria que ya no alcanzaba para darme esos gustos, ni mucho menos para la cerveza. Sin embargo, solo quería disfrutar del aislamiento social y entregarme al placentero sofá de mi desordenada sala.
Como desaprovechar la oportunidad de ser el rey de mi castillo. Mi esposa y los retoños pasarían el fin de semana en casa de los suegros. Y yo solo quería vegetal cual nabo. Eran las cinco de la tarde, llegaba justo a tiempo para despedir a la familia.
—Juan, en el microondas te dejé la cena —dijo Clara, mientras agarraba los bolsos para salir—. No te pude hacer el pabellón que querías, amor. Esta mañana cuando llegué a la carnicería y vi los nuevos precios. Caí cual Condorito y entonces no me quedó de otra que decidirme por las sardinas. Era eso o dejar la casa sin bombillos, aunque solo pude comprar el de la cocina y el del baño. Además, cielo, debía comprar el queso y otras cosas que hacían falta.
—¡No jodas, Clara! —Rezongué entre dientes para no alborotar el avispero y terminé susurrando para mí—: ¿Hasta cuándo, mi Dios? Si sigo así me van a salir escamas.
Ella me miró con eso ojos de guabina recién pescada como si hubiese leído mis labios.
-¡Bueno mijo! -opinó-. ¿Qué culpa tengo yo? Conformate con el arroz, las sardinas empanizadas y la ensalada. En la nevera está el jugo. No te olvides de darle la comida a "Lío" -nuestro perro enano- le hice suficiente para el fin de semana -Me dio un beso. Los chicos me multaron antes de pedir la bendición, como ha sido su costumbre desde que aprendieron a hablar, y mi querida consorte culminó -: Nos vemos, por favor, no ensucies. Te llamaré en cuanto llegues, cariño.
Al cerrarse la puerta, tomé aire llenando al máximo mis pulmones de fumador empedernido y grité:
-Al fin libre. Tengo el reino para mi solo.
****
Luego de darme un baño para quitarme la mugre del taller. Leí la prensa un rato, aunque últimamente ya ni hojas traes, a este paso lo periódicos serán de solo una hoja doblada en cuatro con noticias resumidas en letras microscópicas para compensar la falta de papel.
Al cabo un rato, ya cenado. Me dejé tumbar en el trono, no crean que de oro u otras riquezas, era el sofá de mi difunta madre que al morir hace ya varios años fue lo único que me traje de su casa, el viejo sofá de mi infancia. Mi mujer pegó el grito al cielo al verme llegar con el enorme y descolorido mueble, pero entre negociaciones conyugales. Tuve que ceder a ciertas condiciones donde salí jodido y con mi enorme sofá como parte de la ganancia. Aunque si lo veo desde otra perspectiva, salí triunfante un setenta por ciento, pues aquel imponente cachivache no hacía juego con nada, además de tener que quitar ciertos ardornos y el mesón de revistas de mi esposa debido a la falta de espacio. Cada vez que vienen visitas, no desaprovecha la oportunidad para echarme en cara mi trofeo. Sin embargo, el sigue reinante en la sala de mi hogar reconfortando mis días.
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