Lágrima de Parafina
Eluney, el tabernero, miraba a Hilda, con los brazos cruzados. La nena estaba apoyada en la pared cerca de una de las mesas igual con los brazos cruzados, pensativa y seria. Aún era temprano y no había llegado nadie más que la pareja de piratas con las cuales habían discutido, y en la que ahora solo quedaba uno ya que el otro, según dijo burlonamente, se había ido a "embellecer".
Eluney observó un poco más a la niña. Aunque acababa de duchar por el baño de cerveza que había recibido, su cara toda seria estaba percudida como de una mugre vieja que no se le caía a menos que la tallaran con agua caliente y estropajo. Tenía un semblante un tanto pálido, aunque definitivamente mucho menos que el día en que había llegado pidiendo el empleo en donde pensó que se caería desmayada en cualquier momento por su palidez. Quiso pensar que la mejora se debía a que le tenía prohibido lesionarse a sí misma en su establecimiento y la obligaba a comer (lo acusarían de tener a una menor trabajando, no a una esclava torturada). Luego estaba su extrañísimo cabello azul. Definitivamente no era pintado como pensó en un inicio ya que hasta ese día no había asomo alguno de raíces de otro color, lo cual por sí solo, era una incógnita... y él solo había visto cabello azul en una raza.
No le notaba miedo, y eso le sorprendía un poco pues estaba ante una situación que definitivamente debería provocarle pavor a una niña de su edad; estaba a punto de sentarse a en el regazo de un extraño que, además, estaría ebrio y con ganas de molestarla, alguien que con facilidad podría hacer con ella lo que quisiera si se lo proponía.
Estaba convencido de que Hilda conocía el riesgo y, aun así, no le notaba miedo; en cambio lo que veía en ella era un terrible fastidio. Y es que desde que la conoció percibió un notorio desinterés en ella misma, un descuido, una especie de desprecio a su ser provocado por un dolor que no comprendía (y que no pensaba indagar) pero que, en su amplia experiencia, solo conduciría sin remedio a esa pequeña a salidas de muy mal augurio: a un burdel o a un panteón.
Y él no haría nada al respecto. Nunca había sido afín al síndrome del "salvador", había visto muchas vidas arruinarse, incluyendo la suya propia. Pero verdad era que iba hacer respetar las reglas que la niña misma se pusiera y no dejaría que nadie pasara por encima de eso. No en su taberna. Por fuera ya no podría responder.
Desgraciadamente conocía muy bien el ámbito y no sabía hasta donde Hilda sabría defenderse. Estaría rodeada de hienas hambrientas y pues, en el oficio de la piratería, se encontraban los "amigables" de los muelles centrales y los verdaderos. Los que matan, roban y violan. Y en su taberna llegan estos últimos.
Si, la cuidaría. Quizá su virginidad podría significar su retiro de ese deplorable mundo si sus sospechas eran ciertas.
"En que cosas me pones a pensar, chiquilla" Pensó mientras se retiraba a la parte de atrás para acercar un tonel de vino sacándose ideas de la cabeza.
-¡Oye, Eluney!- Gritó el pirata que se había quedado bebiendo solo en lo que su compañero se iba a bañar. – ¿Entonces si estas rentando a la niña?
-Él no me está rentando- Respondió Hilda aun apoyada a la pared de madera mohosa. -Yo he decidido ganar un poco más de dinero haciendo compañía a quién YO quiera y nada más. ¡Así que no confundas las cosas!
El pirata sonrió. A diferencia del que se había retirado, este era flaco, desgarbado, con un bigote ralo color miel y ojos claros. Muy sucio de la cara de donde resaltaba una nariz larga y huesuda. Tenía un diente de metal.
-Entonces ¿Me darías un besito por mi diente de oro?
-Esa cosa es de hojalata.- Dijo Eluney regresando con el tonel y colocándolo al lado de la barra.
-¡Viejo! ¡Que me arruinas el negocio!- Dijo carcajeándose para luego dar un largo trago a su cerveza.
-Hilda, anota en el tablero de reglas que, si intentan estafar a la mesera, serán echados del Nimbus Podrido.
-Que delicado saliste...-
-Si la roban a ella, me roban a mí, ya que ella me pasa comisión por servicio.
El borracho casi escupe su cerveza al escuchar esa última frase. -¡JA! ¡Viejo lobo! ¡Entonces si la padroteas! Viejas mañas no se olvidan, ¿Eh? Ja, ja, ja,-
Hilda frunció el ceño.
Después de que le había dado un beso a aquel pirata por una cadenita de oro, Eluney la citó a la hora de cerrar para preguntarle si iba a seguir realizando esas actividades, porque de ser así, él tendría que llevarse una cuota por ser el dueño del local y que, además, la mesera dejara de hacer su trabajo por ganar dinero. Para Hilda tuvo sentido esa explicación y habían llegado a un acuerdo. Nunca lo había sentido como él la "rentara" ya que ella iba a decir si quería hacerlo o no.
El reclamo se olvidó, cuando el pirata gordo, el que Eluney había llamado Barlag, entró por la puerta principal oliendo escandalosamente como a manzana con canela.
***
Frida, David y Kaisa tomaron asiento en la banca de un parque bastante descuidado y polvoso ubicado a las afueras de Trollberg. Desde allí, ya podían sentir el olor a salitre por su cercanía al mar además del chillido de alguna gaviota extraviada.
Habían visitado la tercera casa con protección que estaba en la zona sin que nadie supiera darles alguna pista del paradero de Hilda.
"Si, me enteré de que la pequeña Hilda estaba en desgracia, pero no la he visto desde hace ya tiempo. Espero que la encuentren pronto, es una buena niña."
Todos dijeron casi lo mismo.
Kaisa, a regañadientes, había aceptado la idea de Frida de visitar todas las casas que estuvieran en las afueras de Trollberg cerca del muelle, y de allí se pasarse a las tabernas. Aun no estaba del todo convencida, pero de verdad quería agotar todos los recursos antes de dar a Hilda por perdida.
-Y bueno,-Dijo Frida- Esta fue la última casa, ¿A cuál taberna vamos primero, Kaisa?
La bruja suspiró pesadamente, luego sacó el mapa donde había marcado todas las casas y negocios que estaban protegidos. Los chicos, sentados uno a cada lado de Kaisa, se asomaron al mapa.
-Las tabernas protegidas son tres- les dijo- la más cercana es esta de aquí, la llamada La Última Boya, es la más próxima y, de todas formas, está bastante alejada del muelle principal. Luego, más adentro hacía acá, esta Bar Alma Negra y, hasta el final, esta que está casi pegada al bosque, El Nimbus Podrido.
-Pues entonces es claro que nos vamos sobre La Última Boya, siendo la más cercana.-Comentó Frida.
-Chicas- Intervino David quien se puso de pie y se colocó frente a sus amigas.- Tengo una propuesta y de verdad, de corazón quiero que la acepten.
-¿Qué es lo que pasa, David? ¿No quieres ir?
El chico suspiró con fuerza. – No es eso, Kaisa. Sucede que... quiero entrar solo a las tabernas y que ustedes me apoyen desde afuera. Tú alejada para que no te detecten y Frida desde la entrada sin pasar.
-A que te refieres, David, no puedes ir solo, de por sí ya es peligroso.
-Frida, como chico, yo correría menos peligro, además traigo en mi mochila una muda con pantalón de mezclilla, una chaqueta y lentes oscuros. No voy a entrar vestido de escolar, y si todo sale mal, ustedes pueden escapar y pedir ayuda.
-¿Y cuál es la diferencia? Si nos atrapan a los dos, Kaisa irá por ayuda.
-Frida, si te atrapan, en lo que llega la ayuda te podrían hacer cosas. Mi papá me ha dicho que muchos de esos piratas roban niñas para hacerlas sus novias.- Y Frida tuvo un fuerte escalofrío al escuchar eso.
Ahora fue Kaisa la que suspiró al pensar que esas "cosas" que le podrían hacer a Frida igual se las podrían hacer a él, pero no mataría el momento del pequeño héroe. De todas formas, tenía razón, entre las dos podrían más fácilmente sacar a David del lugar y lidiar con cualquiera que quisiera pasarse de listo. Mejor uno a dos rehenes.
-¿Estás seguro de esto, David?- Preguntó Frida.
-Totalmente. Tengo perdida a una amiga, no quiero perder a otra.-Y Frida sonrió y se sonrojó.
-¿De cuándo a acá te volviste tan heroico?- Dijo Frida moviendo los pies nerviosamente sin darse cuenta.
-Eso...no lo sé.
-Bien, pues está decidido. David, ve a ponerte rudo. Nos vamos a La Última Boya.- Dijo Kaisa y palmeó la cabeza del chico.
***
-¡Que diablos le hiciste a mi visor, mujer loca! ¡¿Por qué no podemos ver a Hilda?! ¡Mi esposa va a matarme si le digo que mi nieta no aparece!
-¡Deja de gritarme hada idiota! ¡Algo está interfiriendo con el visor!- Respondió molesta la científico mientras revisaba cables y conexiones, movía antenas y golpeaba cajas metálicas con la mano. Era notorio que había anexado al visor de Phinium muchos elementos que el hada desconocía; quien, por cierto, caminaba de un lado a otro visiblemente nervioso.
-Mi visor era perfecto, funcionaba solo con magia feérica, ¿Qué diablos son esas cosas que le pusiste?
-La magia no existe, ¡so tonto! Solo es tecnología que no conocemos. A tu aparato arcaico le agregue elemento que no solo lo potenciaron, sino que lo hicieron mucho más funcional.
-¡Oh! Si, se nota, mira que clarita sale mi nieta ¡en tu estúpida pantalla negra!
-Mira, pelmazo, me vuelves a gritar y no sales vivo de aquí, si no tuve miedo dejar a su suerte a tu nieta en dos ocasiones, ¿crees que tendré piedad contigo?
-¿Qué?
-Nada. Me refiero a que algo está interfiriendo en la señal, el visor marca que la niña si se encuentra en el área de Trollberg, pero no la detecta.
-¿El visor puede hacer eso?
-Con mis mejoras, claro que sí. En caso de que ella estuviera fuera de la ciudad me lo indicaría con un parpadeo de luz roja y un texto. Su presencia está en verde, pero no logra indicarme donde.
-Entonces dices que ¿Hilda está bien?
-No lo sé. ¿Preguntas si está viva?
-Pregunto si ella está bien, Victoria.- Dijo el hada seriamente.
-Pues, en teoría está viva. Cuando alguien está muerto debería dar la luz roja y su ubicación.
-Y ¿Alguna de tus cosas tecnológicas podría estar fallando?
-Ya revisé todo y está normal. Mira, ya sé, buscaré a uno de esos niños latosos que siempre están con ella a lo mejor y saben algo.-
Victoria apretó algunos botones, movió unas palancas y unas luces parpadearon unos segundos. Entonces en la pantalla apareció una luz verde y se vio a David, Frisa y Kaisa en una toma desde el cielo; ellos se veían algo diminutos, pero se alcanzaban a distinguir.
-Localizados.- Dijo orgullosamente, Victoria.
-Hilda no está con ellos.-
-Nop...-
-Pues entonces, Victoria, tratemos de contactarlos, quizá sepan algo.
-Si le agregas por favor a tus peticiones, puede que terminemos bien esta búsqueda.
Phinuim entorno los ojos -Por favor, señorita científica, ¿me ayudaría a encontrar a mi nieta?
Victoria sonrió -Lo de señorita le da un plus, guapo.- Y se dispuso a contactar a través de un espejo al chico castaño, pero en cuanto lo intentó, notó que el visor ya no encontraba a David.
-Qué diablos...
-¿Que pasó?
-El chico...desapareció del visor. Es...imposible.
-¿Cómo que desapareció? ¡Tu porquería está fallando!
-No, desapareció en cuanto entró a esa casa...es...una ¿taberna? ¿Qué hace un niño en una taberna? ¿Y por qué no puedo acceder a ella?
-Bueno, Victoria, eso sí podría tener una explicación.
La científica se le quedo viendo con los ojos agudos. Luego sacó otro cigarrillo y lo encendió. Lo fumó con fuerza y luego dijo – Porque siento que lo que me vas a decir ahora va a explicar todo lo que ha estado mal con mi visor.-
-Bueno, se me había olvidado que hay casas y algunos lugares en las que no se puede ver, pero son muy pocas, son como ocho quizá doce.
-¿¿Qué no se puede ver?? ¿Y eso por qué sería?
-Porque están protegidas con tu palabra favorita: magia. Tienen un ritual que protege la casa de visitas indeseadas y metiches, sin ofender.
Victoria caló su cigarro con fuerza y soltó el humo. – Esa información me hubiera servido hace media hora, Phinium. Es más que obvio que Hilda está en una de esas casas. Me marca que está en el pueblo, pero no me dice dónde. A su vez eso implica porque ese niño desapareció del radar y a la vez, lo que hace en una taberna.
-Está haciendo lo mismo que nosotros.
-Si; tu nieta está desaparecida, sus amigos lo saben y la están buscando, curiosamente, en las casas protegidas. La única buena noticia es que está viva...aún.
-Por favor, Van Gale, contacta a las niñas que quedaron afuera de la taberna. Tenemos que encontrar a Hilda.
***
-¡He vuelto, perras!- Gritó aquel pirata obeso con una enorme sonrisa en la boca. – Hacía mucho tiempo que no me daba tanto gusto visitar una taberna de mala muerte como hoy.
-Acércate, capitán-Dijo su compañero desde la mesa- ya te extrañaban. La nena se muere de ganas por hacernos compañía.-
-"Hacernos" suena a manada, flaco,-Respondió el hombre mientras caminaba hasta la mesa.-¡Eluney! Amigo mío. Sírveme cerveza de la que ya pagamos y a la niña lo que pida.
-Ella solo toma leche, por si no lo notaste, gordo perverso, aun está en crecimiento.
-Lo que ella quiera, para eso estoy.- Dijo sonriendo ampliamente.
Hilda suspiró. Si, se arrepentía de haber abierto la boca y haber puesto precio. Caminó hasta quedar frente a la mesa.
En efecto aquel pirata se había arreglado la barba (o intentado hacerlo), usaba una camisa abotonada negra, pantalones de mezclilla y olía más o menos decente.
-Hueles a canela con manzana casi podrida. – Dijo Hilda.
-Lo mejor para mi princesa.
-Estas son las reglas: Uno, anciano, no me puedes manosear, si lo haces se acaba el servicio; dos, ni pienses en besos.-
-¿Pero si me dijeron que es tu servicio especial?- Dijo mientras abría las piernas invitando a Hilda a sentarse.- ¿Qué te gusta? ¿Una tiara de plata? ¿Una pulsera con brillantes?
Hilda le miró con seriedad, caminó y de un curioso brinco se subió a la rodilla del hombre quién sonrió triunfalmente. Los pies de Hilda no tocaban el suelo.
-Nada de lo que me des me hará darte un beso.-
El hombro la tomó suavemente de la cintura y la acercó levemente a él. -Tranquila, primor. Sé qué hace rato me porté grosero, y puedo parecer un ser terrible, pero tampoco voy a ser tosco contigo ni voy a hacer nada que este fuera de tus reglas, no soy un monstruo. Solo quiero compañía. -Luego se dirigió a su compañero – Wagner, cuando nos acabemos unos dos o tres tarros, vas a la barra y pides una botella de vino, la compañía de la nena vale la pena ponernos finos.- Sacó del bolsillo de su camisa unas monedas de cobre y se la dio a su compañero, junto a un bien doblado papel que Hilda no notó.
***
Para sorpresa de Hilda, todo lo que aquel hombre había hecho era conversar. Comenzó contando que había iniciado como grumete y que era buen cocinero, luego que había visitados islas en el fin del mundo donde la tierra se acaba cayendo en una gran cascada y que era uno de los diez mejores marineros del mundo. Mientras lo hacía era verdad que la mano del pirata no se quitaba de su cintura y de vez en cuando subía y bajaba suavemente, nunca llegando a su pecho ni a su cadera. Lo que si notaba es que el hombre movía la pierna haciéndola balancearse.
-¿Te diviertes acariciando mi trasero con tu pierna mientras me cuentas tus mentiras?
-¡Ay! ya, doña quejas, pague bien y pague porque este sentada como allí un periquillo, lo que pase en ese tramo es ganancia para mí. Tú pusiste las reglas no yo.
Hilda apretó los dientes. – Bien, solo no te muevas mucho que siento que me caigo.-
-Bien, como te decía,-Dijo pegándola nuevamente a sí, hundiendo un poco los dedos en el costado de Hilda.- Una vez en una isla llamada Parafina Dentoir, ¿si fue en esa Wagner? ¿Dónde había unos extraños hombres de cera? Fuimos allí por un tesoro que nos dijeron habían escondido unos marines en desgracia.
-Si, Capitán Barlag, fue allí.- Respondió el hombre apurando los últimos tragos de su tarro.-Fueron los que te dieron la Lágrima de Parafina.
-¿Lágrima de Parafina?- Preguntó Hilda y el hombre se sacó de su camisa una cadena que terminaba en un dije en forma de gota. Era grande y del color de las perlas.
-Ellos me dieron esto. Es único en el mundo. Un amigo catador dijo que era invaluable, aunque podría cambiarlo por unos besos de mesera.- dijo riendo.
-Esa cosa seguro es de plástico, como el diente de lata de tu amigo.- Respondió Hilda.
-¡Hey! ¡Eluney! ¿Mi Lágrima de Parafina es falsa?
-A mi no me metan en sus negocios.- Respondió malhumorado el tabernero, pero no pudo contener el decir.- Sin embargo, Hilda, esa cosa es, quizá, lo más valioso que cargue Barlag en su cuerpo. Si vas a negociar, ese artefacto es bastante costoso.
El pirata regresó el dije debajo de su camisa. -Pero ya hablé demasiado de mí. Dime, pequeña, ¿Qué haces aquí en estos lugares donde hay tanta gente perversa y mala?
-¿Cómo tu?
-Exacto, como yo. ¿Qué buscas aquí?
Hilda se quedó mirando el tarro de cerveza. Era de madera y sudaba por el frío del líquido. De pronto y traicioneramente recordó como un visaje su vida en el bosque con su madre, corriendo en el bosque con Twig que ahora estaba echado en la mesa de al lado sumamente pendiente de todo. Recordó las noches cálidas para luego ser invadida por las noches terribles en su casa en completa soledad y temblando por el frio de un hogar vacío. Sin padre ni madre. Siendo una no deseada pudriéndose en el suelo en un charco de su propia sangre.
-Yo...aun no lo sé.- Dijo y de pronto, inducida por los pensamientos destructivos que habían estado callados mientras estaba ocupada en esa taberna, tomó el tarro del pirata y tomó de golpe lo poco que quedaba para inmediatamente tener un ataque de tos.
-¡Pero por qué les gusta esta cosa tan amarga!
-Porque nos hace olvidar la vida miserable que llevamos, pequeña. Wagner, creo que es hora de que pidas el vino.
***
Kaisa y Frida vieron como David, ya vestido como un pequeño matón (o así creía que se veía) se paró con mucha firmeza en aquella puerta de cantina para luego adentrarse sin dudar. Su valor provenía de que en algún momento recordó aquella vez que ayudó a los vikingos en sus batallas nocturnas, y aquel recuerdo le llenaba de algo de temeridad que increíblemente, le estaba resultando útil.
El plan era; si te ves en problemas, grita y te sacamos porque te sacamos, había dicho Kaisa. Frida le había dado un besito en la mejilla para el valor y eso lo llenó de determinación.
Ambas chicas estaban pendientes si escuchaban algo una vez que lo perdieron de vista, sin embargo, un suave murmullo llamó su atención. Con la mirada buscaron de donde provenía aquel raro sonido hasta que, de pronto, de un charco de agua que estaba cerca, algo se escuchó con claridad.
-Niñas...¡Hey, niñas!
Frida y Kaisa se acercaron al charco y lograron distinguir dos figuras en él.
-Pero... ¿Victoria? Y... ¿Phinium?- Dijo Frida completamente confundida.
-¿Conoces a la gente que está en el charco?- Replicó Kaisa muy, pero muy, sorprendida.
***
Wagner se acercó a Eluney y le pagó por la botella de vino más fina que tuviera en la cava, la cual el tabernero le sirvió no sin antes de advertirle que no dejaría que le dieran vino a la niña. El hombre, en respuesta, le miró siniestramente y le dijo:
- Mira la nota.-
Eluney con sospecha abrió la hoja que venía con las monedas; textualmente decía:
"Ponle precio a la niña, porque me la voy a llevar pagando un precio justo o sin pagar nada. Tú decides. El lugar está rodeado. En serio, mejor sigamos siendo amigos y tú bien sabes que ya antes hiciste esto. Deja de jugarle al mojigato y ambos seremos muy felices.
Tu amigo, El Capitán Barlag "
***************
Aquí el capítulo. Puede que se arme una batalla campal, puede que Hilda sea vendida, puede que...no sé.
Saludos y gracias por leer a todos :)
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