Saeki Kazuki estaba sentado frente a sus amigos. Le dolía la cabeza y se sentía frustrado por esa nueva "intervención".

— ¡Tienes que distraerte! Ve a las vacaciones, ya arreglé todo. —dijo Amy, su hermana mayor.

— No iré a ninguna parte.

— Kazuki, no puedes quedarte en cama todo el día. —habló esta vez su hermano mayor.

— ¿Quieres apostar? —ante esa respuesta, su hermano rodó los ojos con frustración.

— No puedes dejar que una ruptura se lleve tu vida... —intervino su cuñada. Su voz era suave y casi llena de pena.

— Sí, puedo.

Eso hizo que un silencio se instalara en la sala del apartamento de Kazuki. Todos intercambiaban miradas, buscando qué decir entre la rabia y la incertidumbre de no saber cómo actuar. El chico llevaba dos semanas sin salir de ese lugar.

— ¡Maldita sea! ¡Haz algo! Tienes que salir, ¡vete de vacaciones, hazlo! —gritó su hermano menor, quien hasta entonces había permanecido en silencio. Lo tenía agarrado por el cuello de la camisa, y, aunque era menor en edad, su estatura era mayor.

— Suéltame.

— ¡Empaca ya! Yo mismo te llevaré al aeropuerto y te subiré al maldito avión si es necesario.

Un suspiro salió de su boca.