Ayer, oficialmente, se acabó la primera semana de clases. Los primeros días fuero  unos muy felices, como comenté en la parte anterior, pero esa felicidad terminó en la tercera clase. 

Ese compañero molesto pasó de grado. Sí, tal como lo leen. Sigo sin comprender cómo hizo si no estudia y se la pasa todo el tiempo diciendo estupideces traumantes y ruidos repugnantes. Pero bueno, hay que aceptar la triste realidad que es que este año va a ser igual que los otros: un desastre. Y no lo digo sólo por la escuela, sino que también porque en casa va a ser imposible estudiar para los próximos exámenes: mi hermano no va a dejar de molestarme e irrumpir en la habitación para encender y apagar la luz constantemente; mi mamá no va a dejar de gritar porque mi hermano hace lío y  solo voy a tener tiempo para estudiar por la noche (solo tendría tres horas, ya que me voy a dormir a las doce de la noche). La verdad es que va a ser un gran problema. 

Siguiendo con el tema anterior, esta semana fue buena. Siempre suelo sentarme sola en clase porque las amigas con las que hablo son solo dos y los bancos también son de a dos, así que me tengo que voltear para hablar con ellas y no me molesta para nada. Esta semana ocurrió algo histórico y es que en dos ocasiones no me senté sola (aunque fue con personas que no eran del todo mis amigos, pero mucho no me molesto).

En cuanto a los profesores, nada mal. Claro que van a ser más estrictos que los del año pasado pero eso, por lo menos a mí, me parece algo genial. 

Lástima que todo lo arruina ese maldito niño molesto, así que voy a tener que idear un plan para hacerlo desaparecer (?). Es broma. 

Puede que después, en otra parte de este libro, les cuente qué sucedió en la escuela cuando llevé puesto un collar que tiene como dije un cuchillo de estos que usan los carniceros. No se hagan ideas porque es un poco bizarro, pero ya van a ver xD.