CAPÍTULO 9

Caleb

¿Cómo se atreve a gritarle? ¿Quién se cree?

Podría romperle la cara ahora mismo.

—Sr. Lodge, ¿Hay algún problema?

—Si te mueves el trato se cancela— bajo la mirada a Nina.

Ella sabe lo que estoy pensando, al menos lo intuye.

Cuando la vi en la puerta creí que vendría por mí, sonreí viendo lo nerviosa que se ponía por ser atrapada. Pero mi sonrisa se borró por completo cuando escuche que buscaba al mismo tipo de la otra noche.

Tuve que contar hasta 10 para no salir detrás de ella. Tragarme mis palabras de disculpas por no haber vuelto cuando ella dijo mi nombre. Ahora tengo que ver como se va con él. Vuelvo a sentarme.

¿Acaso han hecho lazos en menos de unos días? ¿Quieren jugar en la arena como en los viejos tiempos?

—Dijiste que querías terminar tus estudios— despego la mirada de la puerta. —No has escrito nada.

—Lo hice— articulo con sequedad.

Nina estira el cuello al pequeño blog que ha quedado abierto desde inicio de clases.

—Has escrito la fecha.

—Es lo que necesito recordar de esta clase.

Nina agita la cabeza, sus rizos se mueven pero no se deshacen ni un poco.

—Mueres por ir detrás de ella.

Mi puño se cierra con el lapicero en mi mano.

—Eres patético.

Lo soy.

¿Lo soy? No estoy seguro. Solo sé que no estoy siguiendo sus pasos ahora mismo porque creo que me tomaría como una persona tóxica y celoso extremo. Me estoy hundiendo en celos, pero ¿Qué conseguiré con eso?

Me golpearía otra vez o peor aún, me daría una bofetada por atreverme a enojarme.

Quiero recuperarla, no alejarla.

Tengo que usar el cerebro y no el impulso. No quiero mentiras o problemas de confianza. Necesito que confíe en mí. Y también necesito hablar con ella.

Pero no sé cuál es el momento adecuado. Este no es.

Dos toques en la puerta y el sujeto vuelve aparecer, me daría igual si no viniera con esa postura erguida y presuntuosa.

¿Por qué sonríe tanto?

El crujido de algo rompiéndose sale de mis manos.

—Ups— dice Nina por mí.

Es una pena, el bolígrafo no tenía la culpa.

Nina no me quita la mirada intensa, pero no hago caso. Tengo que concentrarme o no voy a graduarme y por más descabellado que puede ser, quiero hacerlo. Loca dijo la verdad.

(...)

Tengo dos libros pendientes en mi velador, uno sobre mi pecho y no logro concentrarme en las líneas de las hojas.

—Adivino, no logras concentrarte— cierro el libro de golpe.

Nina está recostada en la puerta y con sus manos en la cintura.

—Tienes que detenerte— mi mandíbula ha quedado apretada para no decir algo que luego me arrepienta.

—Yo no fui la que se te olvidó mientras vomitabas.

Ha llegado a mi límite.

—¿Cuál es tu problema con ella?— Nina ríe haciendo una mueca. —No, en serio. ¿Cuál es tu problema? Porque yo estoy seguro de que no te ha hecho nada.

Ella suelta sus brazos y las cruza sobre su pecho.

Me levanto de mi cama y aviento el libro sobre mi cama. No tiene caso.

—Lo digo en serio, Nina, no encuentro una explicación razonable para que te comportes como una...

—Una que— esos ojos esmeraldas me retan a continuar hablando. —Vamos, sigue. Una que.

—Olvídalo— mejor voy a tomar aire, a la azotea.

—Que— dice siguiéndome, me cabrea que intente poner su cuerpo como jodidas barreras. —Dime, que es lo que soy.

—¡Maldita!

Es el término que encuentro menos ofensivo.

—¿Dannata? Yo no he sido la que no valora tu esfuerzo con abandonar tu adicción.

—No tomes ese camino ahora— es bajo y no tiene derecho. —No la conoces, Nina.

—Por lo que he visto sé que es una niñita rica que seguro ha vivido en un mundo de fantasía toda su vida.

Eso me enfurece mucho más. Quiero gritarle tantas cosas que he descubierto de esa chica que cree tan superficial.

—No tienes ni idea— siseo.

Mis dientes se aprietan para no revelar cosas de aquella chica de pequeña estatura que adoro tanto.

—Y tampoco quiero tenerla, créeme.

—¡Bien! Has el favor de guardarte tus opiniones de la chica que me gusta— de algo debe servir. —Por favor.

—¡Bien!

—¡Bien!

Hay algo que provoca un dolor intenso en mi frente, tan doloroso como un piquete interno que no puedes tocar o detener.

¿Karma? Puede ser.

—¿De nuevo?— la escucho cerca.

Mantengo mis ojos cerrados sintiendo la punzada. Odio cuando pasa esto.

—Ven, siéntate— dejo que me ayude.

Son dolores como los que tuve antes, ya no son seguidos, pero eso no significa que sean menos dolorosos. No me lo esperaba. Se supone que ya no los presentaba.

—Ten. Toma esto— abro los ojos sintiendo como empeora. Tengo que actuar que no es para tanto o regresaré al comienzo.

La pastilla que tiene ella son de los medicamentos que ya me han ayudado con anterioridad. La coloco en mi lengua y trago de uno solo.

—Nina— suspiro. —No quiero seguir discutiendo contigo.

Ella me mira con esas pestañas llenas de producto que las hace ver más largas.

—Esto no es bueno— es una afirmación.

—Yo lo provoco.

—No solo tú. En parte soy responsable y ella también.

Sonrío de lado. —Pero ella no lo sabe.

Pazzo no tiene idea de lo que he pasado o es pasar por esto.

Nina exhala con fuerza, aun de esa forma no se mueve el aro de su nariz.

—Pero yo si— ese tono es de comprensión. —Dejaré de ser una maldita.

—¿Cómo dices?

Quiero molestarla. —Que seré menos odiosa.

—¿Tú, Nina Vitale? ¿Menos odiosa?— exagero para verla rodar los ojos.

—Chiudi quella fottuta bocca — eso es. —Voy a darle una oportunidad.

Elevo ambas cejas.

—El mundo está por acabarse y yo recién me entero.

—Ja, ja — no es una risa. —Será una. Y lo haré por ti—me pica el pecho. —Por tu propio bien.

Podría seguir molestándola, pero podría hacer que se lamente de haber dicho esas palabras. Así que dire lo mejor que puedo decir.

—Gracias.

Nina ignora lo que digo y pone una mano en mi frente, lo que se suele hacer para ver si se tiene temperatura alta.

—¿Ya paso?

—Sí— solo fue un momento.

—Tenemos que salir de aquí.

—¿Salir?

Alza la cabeza y la vuelve a bajar. —Tienes que empezar a rehacer tu vida, sin hierba, por supuesto.

—Quieres conocer la ciudad— es un hecho.

—Me conoces— los años juntos no fueron por nada. —Pero considéralo tu prueba final, has estado sin consumir encerrado, pero el reto es hacerlo afuera.

—Me gustan los retos.

—Y a mí la comida recién hecha.

Creo que tengo un plan que podría agradarle. Si quiere conocer la ciudad, tendremos que movilizarnos.

—¿Aún recuerdas como conducir?—pregunto con una sonrisa.

Nina me observa, curiosa.

—¿Por qué?

—Tengo una moto— y no se lo dije.

—Bromeas.

—No.

—¿Dónde?— esa es la actitud por la que no se lo había dicho antes.

—Guardada.

—¿Dónde?— insiste.

—Con unos amigos.

—Andando.

—No voy a dejarte conducir— por si se le pasó por la cabeza.

El tránsito aquí no es el mismo de Lucca.

—Lo harás si quieres que le diga a tu chica que no paso nada entre nosotros.

Mi chica. Me gusta como suena cuando otros lo dicen.

Pero no puedo prestarle toda la atención a dos palabras cuando el contexto de toda la oración es un peligro.

Frunzo mi ceño. —Pero no paso nada.

Nina arquea una ceja y una sonrisa perversa surge en su rostro.

(...)

—¿Dónde está?— dos cajones más y termina con la cocina.

—Ahí no encontrarás nada.

—Puedo olerlo.

—Porque fumaba aquí.

Acomodo los libros que ha estado removiendo, casi no tienen polvo.

—¿Creías que guardaba hierba en libros?

—Pudiste hacerles hueco y ocultarlo ahí. Lo vi en otras personas.

Elevo ambas cejas. —Nunca le haría eso a un libro.

Que retorcido.

—¡Aja!— mi espalda se endereza viendo hacia la cocina. —Contrabando.

No es lo que estaba buscando.

—Eso es mío.

Mis frunas. Mis dulces.

—Que ternurita— se está burlando.

—Grazie.

No me voy a enojar, a menos que se coma uno.

Abro el armario, hay camisetas limpias que necesito llevar conmigo. La escucho cerrar los cajones y sus pasos acercarse.

—Déjame conducir— sonrío y niego. —No saldré de la manzana.

Meto las manos en mis bolsillos de mi pantalón.

Nadie más que yo voy a conducir mi moto.

—La respuesta sigue siendo no.

Nina me asesina con la mirada. Siempre hemos tenido la admiración por las motos, su padre tenía una. Kyle tenía una Harley Davison, la mía no es nada comparada a esa, pero sigue siendo una. Y veloz.

Hay cosas que nunca se olvidan y una de esas cosas es lo bien que se siente conducir, el viento contra el rostro me es una clara remembranza de lo que pase hace muchos años. Kyle nos llevaba a dar vueltas en su motocicleta, sin ninguna dirección exacta.

—Bien— sorprendente, se rindió. —Termina aquí, esperaré abajo.

—¿Acaso me dejarás solo?— estoy exagerando.

Ella blanquea los ojos antes de irse. —Ya revisé— sospechoso.

Continuo con lo mío.

—Disculpe— para cuando vuelvo a verla, ella está pidiendo permiso al encontrarse con Devi en la puerta.

Cualquier rastro de mofa en mí se elimina. Devi no tiene un rostro amigable, aunque tampoco llega a ser despectiva.

—Es bonita— lleva los brazos cruzados y eso me indica que está molesta.

Devi únicamente toma esa postura cuando va a interrogar, lo hizo el día que me conoció.

—¿Es una pregunta con trampa?— sus brazos se acomodan en la misma postura.

Algo va mal, ya lo veo venir.

—Sin vergüenza— dejo que golpee mi brazo. No es tan fuerte. —Ya me dijeron todo.

¿Qué es todo? Una versión incompleta.

—¿Ella estuvo aquí?

No encuentro nada diferente del cómo lo deje, todo sigue en su lugar en mi antiguo departamento.

—No aquí, pero si en el bar.

—¿Cuándo?— pregunto. —¿Me estaba buscando?

Es posible.

—Cal, hay una chica abajo esperando por ti y no es cualquier chica, es alguien que alguna vez fue tu novia. ¿Crees que Harriet vendría a buscarte sabiendo eso?

¿Por qué todos creen que tengo algo con Nina?

—¿Hay alguien que no este molesta conmigo?

—Yo.

George.

—Gracias, empezaba a creer que todo el mundo me odiaba.

George lleva su camiseta ajustada por los brazos, casi parece que se va a romper por tanto músculo.

—Un mundo de mujeres. Tal vez— dice su marido.

Tiene razón. Son las mujeres quienes me odian.

—Te ves bien— el primer saludo que no me hace sentir bajoneado desde que regrese.

—Te lo dije— solo él puede saber lo que significa.

Cumplí mi palabra. Lo que le dije cuando me despedí.

George sonríe de lado, me deja ver algunos dientes de esa forma.

—Ven acá— quisiera poder decir que lo predije, pero no lo hice.

Me ha tomado desprevenido hasta tener mi menton sobre su hombro derecho. Una palmada en mi espalda y yo sigo sin devolver el gesto.

—Lamento interrumpir su encuentro de machos, pero...— el cuello de Devi gira de una manera escalofriante. —Si tú estás aquí. ¿Quién está en el bar?

—Su amiga— dice con obviedad.

Devi abre los ojos exageradamente a su marido.

—¿Dejaste a más diez personas atendidas por una sola?— su cuello gira a mi dirección. —¿Sabe hacer cocteles?

—Ah...— no, que yo sepa.

—Iré a ver— creo que alguien está en problemas.

—Te acompaño, cariño.

Pego los labios para no reírme. Es muy gracioso ver a un hombre como él con los ojitos de disculpa.

La pareja de esposos sale de mi departamento teniendo una pequeña diferencia de ideas.

Regreso a ver en el interior del armario, escojo algunas prendas y las coloco en la fila de prendas sobre la cama. Entonces, sucede algo. Una parte de mi cerebro se activa, mis fosas nasales se abren y mi mandíbula se endurece.

No quería recordar eso.

Apoyo mis brazos con mis manos hechos puños sobre la cama, cierro los ojos y me concentro en la misma meta que he tenido los últimos tres meses.

No voy a perder el control. Estoy tenso y ansioso por ir a una parte de esta habitación. No debí dejar nada.

Mi mente divaga en las posibilidades que tengo de volver a consumir, tengo que calmar o distraer mis sentidos en cualquier otra cosa.

No vayas a ir. No lo hagas. No mires, ignoralo.

—Muchacho— abro los ojos de golpe. George ha volteado.

—¿Sí?—carraspeo para cuando me ve.

—Tu amiga dice que no tardes— asiento.

Quizás él no lo note, pero siento demasiado calor.

—Ya casi termino— debo guardar esto y ya.

—Bien. No te olvides de tus flores.

—¿Siguen vivas?— bromeo para cubrir cualquier otra pregunta. George sonríe abiertamente.

—Por Devi no— ríe. —No le digas que dije eso— le aseguro que no lo haré y de la misma forma que llega se va.

Apenas cruza la puerta suspiro masajeando mi frente.

Tomo mi maletín viejo y salgo del departamento. No me he olvidado de mis gardenias, Devi me había dicho que se encargaría de cuidarlas, supongo que George es mejor con las plantas.

Subo los escalones, el aire limpio me hará sentir mejor. Aparto la enorme puerta y dejo que mis pulmones reciban todo lo bueno que es estar a una altura considerada. Las flores blancas están en la maceta que deje, a un lado donde podría recibir la luz del sol. No todo está como recuerdo.

Solo hay una. ¿Dónde está la otra?

No está en ningún lado de la azotea, solo el mueble cubierto con la manta y la parrilla que se uso para mi cumpleaños. Me quedo viendo un punto en el suelo de concreto, una noche una cama apareció ahí.

Esa noche fui feliz.

Hice el amor a una mujer.

Estoy enamorado de ella.

Vuelvo en mí cuando los pasos de alguien se oyen subir.

—Sabes, no le agrado a esa señora.

Nina. Ya decía yo que no iba a dejarme solo por mucho tiempo

—Está molesta conmigo, no eres tú.

—¿Parrilla?— dice ignorándome y fijándose en la estructura metálica. —¿Aquí hacían buenas fiestas?

—Solo estuve en una— Nina me mira con curiosidad. —Mi novia me hizo una fiesta de cumpleaños.

—A ti no...

—Fue una sorpresa— y sé que me conoce como para no hacerme sorpresas. —pero me gusto.

—Creí que no era lo tuyo. Las sorpresas y eso.

Si me pongo a pensar en todo lo que me gusta ahora y no antes, tendría una larga lista.

—Ella hace que se vuelva lo mío.

—¿Y por eso sonríes?

—No— es que acabo de recordar que más sucedió esa noche. —Ese día comió unos brownies mágicos, por primera vez.

Nina abre los labios, sorprendida. —Debió volverse loca.

Ella ya lo es. Para mí.

—Nada tan fuera de lo común.

Los dos nos mantenemos callados por un rato.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Sí.

—¿Crees que de verdad te quiere?— pestañeo.

No entiendo sus preguntas. Es decir, no sé por qué las hace, pero no me incomoda.

Esta pregunta no.

—Creo que me ama.

050722✨

¿Ya existen teorías de la trama de esta segunda parte?

Próximo capítulo: ¿Una conversación deseada? H.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top