CAPÍTULO 8

Harriet

Llamada - Desconocida.

¿Ya tomo una decisión Srta. Moore?

Lilian sigue siendo el motivo de las decenas de llamadas perdidas.

¿Mi madre está con usted?

No hay respuesta. Claro que sí.

Lo pensaré cuando ella me lo pida. Sin órdenes o amenazas.

Señorita...

Cuelgo.

Estoy saliendo de clases con más de cinco llamadas perdidas, cualquier persona creería que se trataría de una emergencia. Conmigo se trata de una madre negándose a no obtener lo que quiere.

Dejo el tema de lado, no quiero pensar en lo alto que puede ser su orgullo para seguir con su chantaje.

En vez de eso, ando buscando alguna señal de que Caleb este por aquí o haya intentado encontrarme. No lo he visto en el campus o en mi última clase, lo que puede significar que no la lleva o solo prefiere estar en cualquier otro lugar.

De todas formas no me responsabilizo de mi interés hacia él. Caleb lo provoco el día que se acercó a mí, preguntando si ya nos conocíamos.

He dado una vuelta por los corredores y doy otra solo para retar al destino de que nos una. En el pasillo del primer nivel, cerca a los jardines traseros de la antigua infraestructura, doy por hecho que no lo hallaré. Al que me encuentro es a otro chico, el dotado, proclamado así por Sky.

Ryan va charlando con un jugador de los Guerreros, lo sé porque tiene la chaqueta. Ellos están a un costado de la puerta de un aula, él no puede verme pero yo sí y no evado lo que sostiene en sus manos, una camiseta del color azul y blanco.

Fue aceptado en el equipo.

Sea como sea sigo mi camino sin hallar al tatuado que busco. Tal vez no es momento de encontrarnos.

—Hola— me muevo lentamente hacia la voz.

—¿MJ?— la jovencita abanica aquellas pestañas increíblemente largas. —¿Qué haces aquí?

Debe acabar de salir de la escuela, por la falda a cuadros plomo negro y la blusa con orejas redondas es de su escuela, sin mencionar la mochila pequeña que lleva en la espalda.

—Se me ha olvidado las llaves de mi casa— dice, serena. —Creí que mi hermano podría llevarme. ¿Sabes dónde está?

—Eso creo, pero...— no quiero volver. —¿Lo has llamado?

—No permiten teléfonos en mi escuela.

Oh.

—Claro— sonrío. En aquellos tiempos Sky me hacía perder el miedo a tomar riesgos.

MJ inclina la cabeza y sonríe igual que yo, aunque dude que piense lo mismo. Parpadeo dándome cuenta que espera que le dé más información, acabo de decirle que creo saber el paradero de su hermano.

—Lo vi hace un rato, ¿Quieres que te lleve con él?— propongo.

La hermana del chico dotado convierte su sonrisa a una mueca.

—No creo que deba...

Una escolar andando por los pasillos, podrían llamarle la atención.

—Mejor espera aquí— entonces... —Puedo ir por él.

—Sí— la sonrisa ha vuelto. —Por favor, eso estaría mejor.

Será mi tercera vuelta.

Si no lo encuentro, estaré buscando un nuevo objetivo. Y no estoy emocionada de hacerlo. Todo sea por ayudar a MJ.

Efectivamente, alguien juega conmigo allá arriba, Ryan ya no está en el pasillo. Busco a los lados hasta que decido dar un vistazo al salón que está cerca, la puerta está abierta y puedo oír la clase que se está dando en su interior. Me asomo por un costado, no quiero que me vean, debo tener cuidado de no interrumpir o...

—Piensa tocar o ver la clase desde la puerta— mi cuerpo da un brinco cuando el hombre que dicta la clase se asoma como yo.

Estas cosas me pasan a mí.

—Yo...— quiero dar una respuesta, pero mis ojos se cruzan con muchos otros que están detrás de él. Todos burlones.

Ahí está Ryan, en el primer asiento a un lado de la pared, al otro extremo de la puerta. Él tiene un lapicero con el que picotea su cuaderno.

—Disculpe, sucede que están buscando a un alumno...

—¿Quién?— dice el hombre cruzándose de brazos.

Espero no tenerlo nunca de profesor.

—Su hermana menor. Ella se...

—Me refería al alumno, jovencita.

¿Voy a lamentar esto? No tengo idea.

—Adams, Ryan.

—Estaba teniendo una presentación muy entretenida hasta que decidiste quitarme la atención de mi público.

Lo tomo como una reprimenda, avergonzada. —Lo siento.

—Solo llevatelo— el hombre voltea. —¡Adams! ¡Te buscan!

El sonido de silbidos y felicitaciones de diferentes partes del salón se oyen, innecesarios para esta ocasión, son como un grupo de niños alentando a otro. Sin saber de qué se trata.

Para cuando decido centrarme solo en mi objetivo, Ryan ya se ha puesto de pie tan confundido como podría estarlo, no sabe que sucede y dentro de mi festejo que no de atención a los demás.

Estoy a punto de retirarme del punto de fuego de los alumnos cuando cierta sensación invade mi cuerpo, es un par quienes tienen tanto interés en mí como yo de ellos, o uno.

Grises e hipnóticos.

Caleb está sentado en el fondo del salón, su espalda pasa de estar apoyado en el respaldar a acercarse hasta el filo de su mesa, con los hombros encogidos y la mirada seria. Tanto que tengo que tragar saliva.

—Estoy un poco sorprendido— aparto la mirada de los ojos grises para encontrarme con unos marrones. —¿Qué sucede?

Tenía que encontrarlo aquí, justo ahora.

Intento concentrarme en la persona que está hablándome. —Tu hermana...— pero puedo sentir la mirada de la otra.

Está lejos, pero sigue ocasionando efectos en mi cuerpo. Regreso a verlo comprobando que mi teoría es correcta, pero no solo es eso porque me doy cuenta quien está sentada a una silla de él.

Es Nina, quien se encuentra viendo a Caleb directamente, como si esta temiera que hiciera algo imprudente.

—¡Oye!— mis hombros se alzan, asustada por el repentino llamado. —¿Qué pasa con MJ?

—¿Sucede algo Sr. Lodge?— mi cabeza vuelve a girar hacia el interior del salón.

Caleb está de pie en su escritorio, con los fijos en nosotros. Nina actúa rápido, la veo sujetarlo y decirle cosas para que vuelva a tomar asiento.

Él le hace caso.

—Lo siento, no quería alzar la voz— las manos de Ryan toman mis brazos, insistente porque lo vea. —Por favor dime que pasa con mi hermanita.

¿Miedo? ¿Terror? No sé que es lo que pasa por el rostro de Ryan, pero no es nada bueno. Olvido lo que acaba de ver entre ese par de estudiantes de intercambios y presto mi atención en el chico que he llamado.

—Ella olvidó sus llaves de su casa. Te está esperando afuera.

Su expresión se relaja hasta el punto de sonreír. —Le he dicho mil veces que lo coloque en su llavero.

Se ha preocupado por nada, algo que pude haber evitado si un pelinegro no llamara tanto mi atención.

—Te llevaré con ella.

Antes de dirigirnos compruebo que todo esté en orden del aula de donde lo saque, Caleb le dice algo a Nina que hace que ella estire el cuello hacia su pupitre.

No pasa nada.

—De nuevo lo siento por haberte gritado.

—No tiene importancia.

—Claro que sí.

—Ya lo olvidé. De verdad— intento darle una mirada segura y creo que funciona.

Lo cierto es que me gustaría saber que pasaba por la mente de Caleb en ese instante.

¿Pensaba salir de su clase? ¿Por mí? Necesito dejar de pensar en él por un rato.

—Pitufina.

—Gigante— contraataca su pequeña hermana.

—Otra vez olvidaste las llaves.

—Desperté muy tarde esta mañana.

Desafiante saca dos llaves de su bolsillo y le tiende una.

MJ parpadeo una y dos veces viendo a su hermano.

—¿Acaso quieres que vaya caminando?

—¿Dónde está Jess?

—Ella se fue, tenía cosas que hacer.

Ryan abre los labios y ojos. Es evidente que hay un problema.

—No puedo llevarte ahora. Tengo clases.

—Dame tu auto, conduciré.

—No. No lo harás— esto es como ver un partido de ping-pong, mi cuello va de un lado a otro. —No tienes licencia.

—Pero ya pronto lo sacaré.

—No.

—¿Y como iré a casa? ¿Caminando? ¿Un uber?— ofrece ella.

—¿Quieres que a mamá le dé un infarto?

Me toca imaginar una escolar en un taxi, sin teléfono y sin una persona mayor. Bien, puede ser un poco peligroso.

Los ojos de la menor de las Adams viajan a mí encontrándome observándola. Si tan solo me hubiera despedido antes, no estaría suponiendo nada de lo que puede estar pensando.

MJ sonríe como si supiera lo que estoy pensando.

—Yo puedo llevarla— Ryan me observa. —Iba de salida, no tengo problema.

—¿Estás segura?

—¡Sí!— dice MJ. —Harriet no me va a regañar en todo el camino.

Ryan entrecierra los ojos. La clase que ha dejado parece volver a su mente cuando agita su brazo derecho y se fija en el reloj que lleva en su muñeca.

—La comida está en el microondas, caliéntala o te dolerá el estómago. No olvides dar de comer a Milu, cierra con llave y has tus deberes.

—Ya sé— dice con aburrimiento.

—Gracias por llevarla— me agradece él.

Muevo la cabeza de arriba a abajo.

Con indicaciones y alguna que otra observación subimos a mi auto para alejarnos de Hasting. No sé que espero cuando salgo del estacionamiento, pero miro hacia la puerta hasta que ya no puedo hacerlo.

(...)

MJ es vivaz y carismática, muy activa y sonriente, el camino es charla con música de la que mi radio favorita se encarga de aligerar el ambiente. Me he enterado de que la tal Jess es una de sus mejores amigas, ella ya tiene la edad para la licencia, por lo que pasa por ella y su otra mejor amiga para ir a la escuela.

—Déjame mostrarte a Milu— puedo jurar que intente marcharme, pero no puedo hacer nada cuando MJ ya corre escaleras arriba.

—Bien, yo me quedaré aquí— digo para mi misma.

La casa suburbana está dentro de un condominio pequeño, no he visto seguridad cerca y calculo que la entrada alcanza para dos autos como máximo.

Desde la planta de arriba puedo oírla decir ese nombre varias veces. No tenía que entrar, solo dejarla. MJ es insistente. Su vestíbulo es reducido y tiene una mesa pegada donde hay un florero de decoración sencilla.

—Ella es Milu— MJ viene bajando casi a saltos.

Lo que lleva en brazos es nada menos que una hermosa gatita blanca, ella viene maullando una y otra vez.

—Hola, Milu— comento rascando su cabecita blanca.

Me sorprendo al ver que tiene un ojo de color verde y otro de azul. Heterocromía.

  —Ryan me la dio el año pasado.

La gatita se pasea por mis piernas, quiero pensar que es una bienvenida.

—Es preciosa.

—Sus ojos la hacen aún más preciosa.

No hay duda. Su collar está pintado de verde y azul, debe ser obra de MJ.

—Tienes que darle de comer— recuerdo lo que su hermano dijo. —Y tú también tienes que hacerlo.

La palabra comida provoca que mis intestinos rujan por el hambre. Si no hubiera estado dando vuelta por la universidad entonces habría ido a la cafetería, Sky estaría dando un sermón entero si supiera que no me presente y sobre todo, que aún no he dado ni un solo bocado.

—¿Tú ya comiste?

—Ah...

—Hay comida de sobra.

—No, yo tengo que irme...

—Siempre como sola, quédate si aún no has comido— no me gusta la idea de quitarle comida a esta familia. —Mamá siempre cocina mucho porque Ryan devora como el triple que nosotras.

Sonrío lo que MJ interpreta como una aceptación y jala de mi mano para ir hacia el lado derecho de la casa.

—Pero déjame ayudarte— coloco la condición y el claro deseo de limpiar lo que ensuciemos después.

Me indica donde están los platos y con eso ayudo a sacar la olla para empezar a servir porciones para cada una.

—Tu papá también debe comer bastante— digo viendo que realmente hay mucha comida.

Nonna siempre me decía que los hombres comen mucho más que las mujeres.

Pero el momento de comprobarlo no es ahora. MJ ha detenido sus movimientos, solo un segundo que puedo notar.

—Lo siento, he dicho algo que no...

—Papá falleció hace cuatro años.

Trago saliva. No quise traer un recuerdo doloroso, yo solo intentaba hacer conversación.

MJ coloca el primer plato en la mesa mientras yo me quedo guardando la olla en su mismo lugar.

—Perdón, no lo sabía.

—Lo sé— ella regresa y se queda apoyada en su mesada, encoge un hombro. —Ya todos nos hemos recuperado. No te preocupes.

Superar no significa olvidar. Recuperarse tampoco.

No sé si debería decirlo, pero lo hago.

—Sé lo difícil que puede ser— sus ojos relucen esperando que continúe. —Yo también perdí al mío.

—¿Cómo paso?— pregunta. Me toma desprevenida.

—Fue un accidente, en un taxi— yo también hubiera muerto, según mi madre.

—Papá fue asaltado— puedo ver en sus ojos lo mal que le hace recordar. —Le dispararon.

No puedo imaginar el dolor que debe estar sintiendo. Aun es una niña.

Que tan sorpresiva puede ser la vida de las personas cuando te dispones a conocerlas.

—¿Quieres que te sirva algo de beber? Puedo traerte algo si me dices donde está.

—Estoy bien— su sonrisa no es sincera, pero sé que está esforzándose por darme una. —Comamos antes de que se enfríe.

Asiento. Hay una mesa pequeña, aquí todo es pequeño, es un detalle que me he dado cuento desde que entramos.

Doy el primer bocado en silencio, MJ no dice nada, pero observo como los tallarines giran en su tenedor por un tiempo más largo de lo que debería. Es mi culpa.

—¿Ryan te ha enseñado a manejar?— pregunto intentando sacar otro tema que podría sacarle de sus pensamientos.

MJ levanta la mirada de su plato. —Sí, práctico en los estacionamientos de centros comerciales cuando están vacíos.

—¿Cuándo ocurre eso?

—En las madrugadas de los fines de semana.

—¿Cómo consigues levantarte tan temprano? Yo no podría.

MJ sonríe, su primera sonrisa desde que tocamos el tema de su padre. —Es porque mi hermano tiene permiso de aventarme agua en la cara si no lo hago.

Suelto una carcajada. —¿Tú se lo diste?

Ella asiente y la veo dar un primer bocado. La comida está muy buena.

—Excelente táctica para despertarte— pronto estará conduciendo. —Se ve que se llevan muy bien.

—Supongo que sí. Me ha enseñado muchas cosas.

—¿Cómo que?— remuevo mi comida, quiero que siga hablando y sonriendo.

Se lo piensa un rato. —A jugar en la consola.

Arqueo una ceja, no sabía que tenía a una jugadora de videojuegos frente a mí. No he tenido oportunidad de conocer a alguna.

—¿Eres buena?— MJ achica los ojos.

—Mucho ¿Tú juegas?

Una sonrisa nace en mi rostro.

MJ me agrada más cada vez que la veo. No soy capaz de dejarla sin al menos jugar una partida.

Resulta que Ryan tiene una consola en donde ha enseñado muy bien a MJ como desenvolverse, lo que no sabe es que yo también sé jugar. Y todo gracias a Nate y sus tiempos libres.

—Voy a ganarte esta vez— mis manos aprietan mando con mayor fuerza.

No quiero aceptar mi derrota, mi maestro en videojuegos estaría decepcionado. Al menos una victoria me vendría bien.

—No será hoy Harriet— dice finalizando la partida.

Es la tercera ronda que pierdo.

—Los mandos tienen algo, yo era buena. Lo puedo jurar.

—¿Cuánto tiempo llevas sin agarrar un mando?— cuestiona ella.

Tengo que hacer memoria. Mucha. —Demasiado.

—Estás oxidada— eso puede ser una buena explicación.—O vieja.

—¿Qué?— mis ojos se abren, fingiendo estar indignada. —¿Cómo me dijiste?

MJ estalla en carcajadas y yo no puedo quedarme atrás, tengo que hacerlo porque no es algo que logre evitar.

—Dale Play— ordeno.

—Vas a perder— habla con burla. —Ya te lo advertí.

Ella sí que tiene seguridad.

La pantalla muestra un Go y mis pulgares empiezan hacer lo suyo, no olvido los otros dos dedos, son vitales si quiero ganar esta vez. No es por competitividad o el deseo de ganar, es diversión. Algo que hace mucho que no siento.

—¡No!— es una carrera y no voy a perder la delantera.

—¡Oye!— me quejo, alejándome de sus manos. —Eso es trampa.

Quiere hacerme perder el control. Mi trasero salta a un lado, lejos de ella y a sus malas intenciones.

La meta está cerca. Mis ojos se vuelven viendo su lado de la pantalla de MJ, es buena y tiene sus trucos.

—¡Si!

—¡No!

—¡Gane!

—1 de 4, no cantes tanta victoria— me saca la lengua.

Muevo la cabeza en negación, sonriendo.

—Mi casa se ha vuelto un torneo y no me invitaron—me aparto bruscamente del sillón.

—Hola, mamá— saluda MJ dedicándole una sonrisa angelical desde su lugar.

Es la mamá Adams.

Su cabello castaño oscuro es tan bonito como el de sus hijos, dividido en el centro y con unos ojos grandes y brillantes. Es hermosa. Ya la recuerdo, era la madre más joven de todas cuando éramos niños.

—Yo te conozco—dice cerrando un poco los ojos. Su sonrisa de boca cerrada me causa un poco de vergüenza.

Esta mujer acaba de encontrarme jugando a la consola con su hija.

MJ se acerca a ella y le da un abrazo que su madre devuelve con gusto. —Mamá, no finjas. Ryan ya te dijo quien es Harriet.

—Sí— acaricia su cabello. —Pero no me dijo que la conocería tan pronto.

—Disculpe, no quise...

—¿Has roto algo?

—No...

—¿Has hecho algún desastre?

¿Qué?

—No...— no lo creo.

—Entonces, no hay porque disculparse— MJ sonríe junto a su madre. —Soy Ellen Adams.

—Sra. Adams es un gusto volver a verla.

Su sonrisa se abre mostrando su dentadura. —Harriet, estas toda una mujer. Has crecido extraordinariamente bella.

Aquellas palabras surten efecto dentro de mí, aún sigo sin acostumbrarme a esa clase de halagos.

—Muchas gracias— no sé que más decir.

Ellen Adams mira a su hija. Su estilo es tan casual, jeans y una camisa que tiene remangada perfectamente hasta los codos. Hasta usa zapatillas.

—Tu hermano está llegando y he traído porciones de tarta.

—¿Piña o limón?

—Ambas.

—Iré por platillos.

Su madre la observa irse, directo a su cocina.

Un nudo se me ha formado en el estómago. Ellas se ven muy unidas, tienen una relación fuerte. Es el tipo de relación que yo no tuve, pero anhele tener.

Lilian nunca hubiera dejado que la abrace o me hubiera observado con esa clase de ternura.

—Harriet, puedes acompañarnos— salgo de mis pensamientos.

Nos hemos quedado solas y puede que haya algo en mi rostro que hace Ellen me mire de manera extraña.

—¿Te encuentras bien?

—Sí— miento queriendo verme convencida.

Solo he recordado a mi madre.

—Comamos tarta, he traído mucha.

—Gracias, me encantaría, pero ya tengo que irme— apunto hacia un lado. —Solo venía a dejar a MJ, disculpe.

—Harriet— mi intento de marcharme se queda a medias cuando la mamá de MJ me alcanza.

Su rostro muestra esa sonrisa cálida que cualquier niño se sentiría cómodo con ella.

—Vuelve cuando quieras.

030722✨

Yo tambien lo sentí, H 💔

¿Qué piensan de la familia Adams?

Próximo capítulo: Dejando las cosas claras. C.

¿Quieren que actualice mañana?

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