CAPÍTULO 40

Caleb

El césped está bien cortado, verdoso y brillante, las lápidas están marcadas a cierta distancia una de la otra. El camino me resulta un poco difícil de encontrar, no lo había recorrido desde el día de su funeral, no ha cambiado mucho, pero el que todo se vea repetitivo no ayuda. Muchos cuerpos.

Salgo del camino en cuanto creo que he llegado al lugar correcto, solo unos pasos más y me enfoco en los nombres que tengo en frente, uno es él que busco. Nathaniel Archer.

—Aquí estás— digo al pedazo de concreto que lleva su nombre.

Acaricio mis llaves. Ya he hablado varias veces con mi madre, nunca espero una respuesta.

—Creí que tenías que saber...— bajo la mirada, apenado. —Aunque quizás ya lo sepas, tú debes estar más al tanto, tal vez sabías que esto pasaría— digo con un poco de enojo. —Si lo sabías, ¿por qué dejaste que pasará?— rujo apretando el metal entre mis dedos.

Mi cambio de humor me impacta tanto que mi subconsciente me dice que me detenga. Mi cabeza lucha para que mi boca no suelte otra barbaridad.

—Lo siento...— digo con honestidad y culpa. No puedo con la culpa. —Lo siento por no cumplir mi palabra.

Flashback - Con Nate en el Hospital

—Hablando seriamente— dice el sobreviviente de ring. Mis nudillos aún arden por los golpes que le he dado a Matt. —Tengo que hablar contigo.

—¿Otra vez?— pregunto.

—Sí. En privado— miro a mi loca para intentar saber si sabe de qué se trata.

Su cara me lo dice todo, ofendida, pero no le da importancia

—Como quieran. Pesados.

—No te vayas lejos— advierto.

—Pero tampoco te quedes tras la puerta— agrega el principito.

Me causa gracia, pero no lo hago saber.

—¿Qué quieres?— pregunto para qué esto no sea largo.

Veo como aprieta los dientes, un corto enojo por mi hostilidad. Espero que se acomode en su cama.

—¿Qué crees que quiero?— no me gusta que responda con otra pregunta.

—No estoy interesado en adivinar.

—Tengo que tenerte paciencia— doy un sorbo al amargo café.

—No veo porque.

—Por ella— me silencia. Lo admito, no esperaba eso.

Busco sus ojos verdes, no hay broma en ellos. Aparto la mirada evitando perder el tiempo.

—Sé que nunca seremos amigos— coincido. —Pero lo que has hecho merece que finjamos llevarnos bien, ¿no lo crees?

—¿Hacer qué?

—Protegerla.

—No lo hice por ti.

Si no mate a ese tipo fue por ella, si lo golpee fue por ella. Todo por ella.

—No digo que lo hicieras— se defiende. Achico los ojos. —Harriet es la chica que amo...

Siento como mis oídos se levantan como si fuera un cachorro, no me gusta la sensación y sé que trata de celos cuando mis dedos se cierran con un poco más de fuerza el vaso de plástico.

—Siempre lo será...— ¿acaso quiere que le disloque el otro hombro? —Pero entiendo que ella te escoja a ti. Quizás ahora puedo ver porque.

—Explícate.

Nate sonríe con una mueca muy fea.

—Eres un adicto incapaz de pensar por ti, pero si se trata de ella mueves mar y tierra. Vi tus ojos antes que las luces se apagaran, estabas viéndola. La amas y puede que sea tanto como yo la amo a ella.

—Eligio al adicto antes que al príncipe.

—Es lo que quieres ser, no lo que eres.

Frunzo el ceño por su acertijo.

—Tengo que confesar que no sé si podría seguir cerca de ustedes— continúa sin dejarme pensar. —Podría quitártela.

—Buen chiste.

Nate sonríe. —Hablo en serio, con todo esto necesito un descanso— entiendo que se refiere a su hombro. —Tendré que aprender de nuevo, y quizás no pueda estar cerca de ella sin poder ocultar mis sentimientos. Necesito un tiempo.

—Bien— el que quieras. —Si es todo— me acerco a la puerta.

—¿De verdad te haría feliz que me fuera verdad?

—Me da igual— respondo sin verlo, tomo el pomo.

A ella sí le importaría.

—Quiero que me prometas algo Lodge— volteo. Yo no hago promesas.

—Si yo me voy, tú la cuidarás. Porque si yo no estoy y a ella le pasa algo solo te tendrá a ti, tú tendrás que protegerla, cuidarla y amarla.

—¿Qué estás diciendo?

—No puedes volver a fallarle.

¿Habla en serio?

—Estoy confiando en ti Lodge, quiero que me prometas que contigo ella estará bien en todos los sentidos que existan. Es la única manera para que pueda alejarme.

No puedo obviar lo obvio. —Ella no querría que te fueras.

El chico en cama sonríe victorioso. —Es temporal. Necesito organizar mi vida.

—¿Tienes que alejarte para eso?

—Cambie todos mis planes por un bebé que nunca llegará, mi hombro nunca volverá a estar como antes y eso quiere decir que tendré que empezar desde cero con el otro y con suerte podre ser al menos la mitad de bueno. ¿Te parece poco?

Está jodido.

—Dramático.

—Claro. Lo único que me retiene y preocupa es ella— lo observo. —Intentará fingir que no paso nada, pero espero que realmente sea así, que ese malnacido se pudra en la cárcel.

El sentimiento es mutuo y el deseo ni hablar. Lo hubiera matado.

—Entonces— alzo la vista. —¿Puedes prometerme eso?

No quiero ser desconsiderado con él, si Harriet se entera se enojará conmigo y no quiero verla enojada.

—Avísale lo que planeas.

—¿Es un sí?

—¿Si lo digo te irás mañana?— finjo seriedad.

—Qué gracioso. Ya veo que también conoció tu lado carisma...

—Lo prometo— abro la puerta antes que siga hablando.

No puedo creer que tenga una promesa con nada más y menos que Nathaniel Archer, el principito sin corona.

Fin de Flashback

—Tenía que haberte elegido a ti, si lo hubiera hecho no estaría en esa cama. Ella no estaría en esta situación. No habría pasado nada de esto. La historia... sería diferente.

Lilian

A través del cristal invado la privacidad de aquellos que viven al frente, edificios que son departamentos familiares. Clase media. Hay una sala donde una pareja de dos mira la televisión, otra donde se ve una cocina con un hombre dándose de cocinero y, una tercera donde una pareja juega sobre un tapete con un bebé.

Las tres imágenes hacen que cruce mis brazos con fuerza en mi pecho, me inclino un poco hacia adelante. He olvidado la última vez que mea coste en el sofá con alguien, acurrucada con alguien. Joseph, ese nombre aparece con el recuerdo de su rostro en el cristal.

El hombre que cocina recibe la visita de una joven, ella se abalanza sobre él. Entonces entiendo que es una pareja. De nuevo Joseph invade mi mente, el hombre que hacía sorpresas para mí. El que hizo que algo dentro de mí se encendiera y viera esperanza. Tanto que agradecer y tan poco tiempo que le di. Una historia de amor muy corta.

Pero la tercera ventana es la que me hace forzar mi vista para ver cada detalle, la pareja ríe con una felicidad que cualquier ser envidiaría, ambos están sentados sobre el suelo, rodeando una pequeña criatura que debe ser fruto de ese sentimiento que evite e ignore por tanto tiempo. Amor. El amor que ellos emanan entre ellos, un grupo de tres que solo pocos consiguen me hacen ver los momentos que yo no viví. Nunca fui protagonista ni tampoco personaje secundario en esa imagen, nunca fui esa hija y tampoco fui esa madre.

—¿Estás llorando?— volteo viendo a la dama que me crio.

Sus anteojos bajan para mirarme dejando en pausa su lectura. Mis manos buscan evidencia de lo que dice, apenas una gota se me ha escapado.

—No— miento dejando de ver las escenas que provocan demasiado.

—No necesitas mentira— no necesito verla para saber que ha cerrado su libro. No espero que se acerque a mí, sabe que la alejaría. —Ambas aprietan los labios cuando mienten.

Acomodo mi cabello observando el cómo se posiciona al lado de su cama. La hija que traje al mundo se mantiene quieta cuando le acaricia su cabello castaño, igual al de Joseph y el mío cuando tenía su edad.

—Tiene los ojos de Joseph— siempre lo vi.

—Pero tiene tu mirada— frunzo el ceño. —Cuando te mira molesta, ella achica los ojos como tú— no lo había notado. —Tiene tu misma intensidad cuando lo hace. A cualquiera le daría miedo de ser aniquilado con esa mirada.

Sonrío internamente. Ya lo había escuchado antes, su padre me lo había dicho.

Piccola— la llama inútilmente. —Hai bisogno di svegliarti. Sono venuto alla tua laurea, ricordi?— <Necesitas que despertar. Vine por tu graduación, ¿recuerdas?>

¿Graduación? Claro que no sabía sobre eso.

—Andiamo a prendere il tuo vestito. Un bellissimo vestito— <Vamos a buscar tu vestido, un hermoso vestido>

Mi única hija se iba a graduar y yo no lo sabía. ¿Tan rápido han pasado los años? ¿Cuánto tiempo he perdido?

El pequeño libro de mi madre adoptiva descansa sobre la sabana que calienta a Harriet. Un pequeño cuadrado sobresale de las hojas cremas, el borde blanco y los colores me hacen levantarlo. Cuando tiro de el me doy cuenta de que se trata de una fotografía, una donde yo tengo a Harriet en los brazos, Joseph está a mi lado y cada abuelo está a los extremos. Todos con una sonrisa a la cámara, excepto yo, mi persona observa a la niña.

Una hincada en el pecho me hace revivir el momento del pequeño retrato, el día de su nacimiento. La primera vez que la cargue. Mis ojos se llenan de lágrimas pues la pequeña bebe que tenía en los brazos ya no lo es. Y ni siquiera había sido consciente de eso.

—¿Te vas?

Sin mostrar mi rostro y con fuerza en la garganta logro hablar.

—Tengo algo que hacer.

Sky

Entro al auditorio en silencio, la mayoría de estudiantes están conversando y muy pocos de ellos prestan atención a lo que dicen en el estrado. He llegado tarde porque he estado buscando los vestidos perfectos, uno para Harriet y otro para mí. Nonna no quiso acompañarme pero yo estoy segura que ella pronto abrira los ojos, entonces va necesitar un vestido.

Si ella supiera que casi arranque extensiones a una rubia por querer robarme mi vestido estaría enfadada, pero yo sé que estaría encantada en cuanto lo viera. Lo malo es que el tiempo se me había acabado y para cuando me di cuenta de la hora tuve que conducir hasta aquí. No he acabado con mi búsqueda.

— ¿Dijo algo interesante?— pregunto a la chica que está a mi lado.

—No, solo el itinerario de todo el evento.

—La ceremonia empezará a las 10, se recomienda estar dos horas antes si quieren sus hermosas fotos grupales. La toga se les dará ese día para que no se les olvide a esos distraídos— todos volteamos a ver al Will, el chico más despistado que he conocido. —Por otro lado...— aparecen sonrisas. —Pueden decorar sus birretes.

Los que simbolizan coronas para ese día son vociferadas por la masa femenina, animadas por el último día de clases.

—¡Vamos Sky!— recibo el golpe de una compañera que pasa por mi lado.

Mi cuerpo no reacciona ni con un gruñido y es que el momento tan esperado está siendo diferente a lo que planee. Hago fila para obtener el dichoso birrete que había planeado decorar desde hace tres semanas.

—Disculpe, ¿Puedo coger otro?— miro a la encargada, su entrecejo muestra que lo piensa pero antes de que pueda negarme la posibilidad vuelvo a hablar. —Es para mi mejor amiga, ella está hospitalizada.

—¿Vendrá a la ceremonia?

Todos los que hemos visto por ella sabemos que no tenemos idea de cuando va a despertar, estamos en la espera. Paciencia.

—Ella podría...

—¿No es la chica que estuvo en el incidente fuera de la ciudad? ¿Dónde la casa se quemó?— los rumores se habían esparcido tan rápido como el fuego de aquella noche. —¿Acaso ella no está en...

No la golpees. No te tires sobre ella. Harriet no lo querría.

—Sí, pero si despierta para ese día yo tendré listo su birrete— digo con la voz más gruesa de lo normal. —Ella va a despertar.

No sabe cuanto me duele repetir eso y no tener la seguridad.

La mujer se inclina para atrás, la he asustado o es mi voz la que sonó muy fuerte. Otros alumnos voltean a vernos, ruego porque me entreguen lo que quiero e irme de aquí.

¿Qué espera? No quiero quitárselo a la fuerza.

—Dáselo— la coordinadora interfiere. —De todas formas le corresponde uno a la Srta. Moore.

Asiento de acuerdo con la mujer, la encargada toma uno y me lo cede.

—Gracias— y salgo del auditorio.

Mis pasos son largos pero lentos, con prisa pero sin demostrarlo. Una vez cruzo la puerta tomo una bocanada de aire, mis manos tienen ambos birretes y mis ojos se nublan por lo que acaba de pasar. Este día no tenía que ser así.

—Cubito...— la voz de Justin me hacen levantar la cabeza.

Mi cuerpo actúa en automático, lo abrazo muy fuerte como consigo. Estoy preocupada por Harriet, tengo mucho miedo a que no despierte.

—Tranquila— susurra sobre mis cabellos.

Harriet es mi mejor amiga desde que tengo memoria, todos mis mejores momentos son con ella y hasta en los malos ella también estuvo ahí, haciendo acto de su apoyo incondicional. Es mucho más que una mejor amiga, es mi diario, mi confidente. Mi hermana.

—Sé que es difícil, pero no pierdas la fe— me motiva.

Sollozo bajo su pecho. Tanto tiempo haciendo la fuerte y negándome a ver lo que pasaba. No quiero perderla.

101023✨

Tan cerca del final

¿Despierta o no?

Perspectivas necesarias.

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