CAPÍTULO 4

Dedicado a las chicas que se esfuerzan en cada dinámica _anytiia_  @Majohrd  Nathy_1003  @llevenmeconluke  @MsRpia460  Gracias por hacernos reír y disfrutar cada domingo posible.

(...)

Harriet

—¿Es suyo?— pregunta Sky.

Intento hacer una prueba a mi cerebro, no se me viene alguna explicación.

—Harriet...

Tengo que verlo mejor, rodear la motocicleta para encontrar un rasgo que me haga estar completamente segura.

—No sé.

¿Y que si es de Caleb? ¿Qué haré?

—Creo que sí...

—Si tú no lo matas, lo haré yo.

No le presto importancia a sus palabras, excepto por el inquietante detalle que ha hecho que alce la vista.

—¿A dónde vas?— pregunto viéndola dirigirse al interior de la universidad.

—A buscarlo— no se detiene.

Debo seguirla por dos razones, si ella lo encuentra hay un alto porcentaje que cumpla lo que dice, y porque yo también estoy queriendo saberlo.

Si él está aquí, voy a averiguarlo.

Primero revisamos algunos salones, sin perder la vista a los alumnos que están en el pasillo. Mentiría si dijera que mi pecho no siente la incertidumbre de esto, cada paso que doy es una posibilidad de verlo de nuevo.

—No está aquí— dice Sky acercándose a una de las ventanillas de los salones.

—Él no hubiera ido a clases— es más un pensamiento que un comentario.

—¿Cómo qué no?

Soy ingenua porque creo que Caleb hubiera venido a buscarme antes que cualquier clase.

Sky se queda en silencio, tal vez comprendiendo mi cara.

—Quizás primero fue a la dirección— sugiere con ese hilo de esperanza. —A ver los papeles, las formas. Tú sabes...

—¿Ahora intentas justificarlo?

—¡No!— sus cejas se hunden con sus ojos fulminantes. —Lo haré sufrir, cuando me dijo que quería dejar de volar nunca dijo que lo haría yéndose con la perra de su ex.

Puede que Sky se sienta un poco resentida con Caleb.

—Pagará por eso— puntualiza antes de seguir por el pasillo.

Hasta ahora me doy cuenta que ella sabe muy bien que decirle, pero yo no. No sé si estoy preparada. Hace meses que no veo esos ojos grises.

¿Y si no está solo?

—Sky...

La detengo por su brazo. —¿Qué tienes?

—¿Y si está con ella?

—Una patada en el culo y derechito a Ita...

No me hace gracias. Tener que imaginarme esto a minutos de verlo me hace mal.

Esa lástima que he aprendido a identificar en los ojos de las personas la ubico en los de Sky.

—Oye— toma mi mano. —Si no quieres verlo, vámonos.

Pero ese sentimiento de reencontrarnos está ahí, querer, reducido por el miedo, pánico y una pizca de rabia.

—La cobardía es para los débiles y en este mundo sobreviven los...— fuertes.

—Fuertes.

Una frase de nonna. Sonrío recordando a la única mujer que me ha dado amor sincero de una madre.

—Vamos— esta vez soy yo quien toma su mano y la jala para caminar.

La puerta de la oficina de la rectora Sully está entreabierta, lo que me basta empujar para ingresar.

Entonces me encuentro con una espalda ancha, chaqueta sintética deportiva, mostaza. Él está de pie frente a la mujer joven que ocupa el cargo de asistente.

—Señoritas... — dice sorprendida.

Apenas y le presto mi atención. Exhalo largamente, mi pecho se reduce por la expulsión y mi boca se abre sin saber qué decir.

—Harriet.

Parpadeo. Es George.

—George— intento asimilar.

Él está aquí. ¿Qué significa? ¿Vino con Caleb?

Miro hacia la oficina de la Sully en un fraccionar de segundos, la puerta está abierta, no creo que haya nadie.

—¿Qué haces aquí?— pregunto.

—¿Dónde está el idiota?— pregunta Sky, parándose a mi lado.

El hombre alto y fornido alza las cejas viendo a mi amiga.

—Cuide ese vocabulario señorita— la asistente de la rectora sale desde detrás de su escritorio y se coloca en medio.

—Disculpe— sonríe falsamente Sky. —¿Usted no ha visto a un chico de cabello negro, alto y parecido salido de un velorio?

Dios. Ella hará que nos impongan castigos.

—¿Se trata del estudiante que está buscando?— es así como ignora a mi amiga y pasa a preguntar al hombre maduro de esta reunión.

¿Vino a buscar a Caleb?

—Sí. ¿No puede solo confirmarme si...

La asistente niega. —Es información personal de los alumnos.

—Está bien— nos da una mirada. —Gracias de todas formas.

Un simple movimiento de cabeza y salgo detrás del esposo de Devi, tengo preguntas para él.

—Devi anda muy preocupada. No volvieron al bar.

Bajo la cabeza, lamento no haber pensado en ella antes. He vuelto y no me tome la molestia.

—No hemos tenido noticias— aseguro.

George hace una mueca sobando un lado de su frente. —Ella estaba segura que volvería para sus clases.

Yo pensé lo mismo.

—Pero su moto ha aparecido mágicamente afuera— agrega Sky.

Volteo a ver a George, quizás él...

—Lo siento— muestra las llaves. —He sido yo. Caleb me la dejo antes de que se fueran, no quería que este sin usar o podría dañarse. Esperaba devolvérselo hoy.

El globo que se había inflado en mi interior, lleno de fuerza y seguridad se desinfla con solo esas palabras.

—¿Tu esposa te deja usar esa cosa?

El antiguo entrenador de Nate se encoge de hombros. —Soy un hombre rudo.

—Claro— todos seguimos caminando hacia la salida. Yo en silencio.

—Le diré que no hay noticias— asiento.

Pasa poco tiempo cuando lo veo subirse a la motocicleta de Caleb. Sí es suya. La misma donde yo iba sujeta del dorso del tatuado.

Una girada de llave y una patada encienden el vehículo de dos ruedas. —Dile que iré a verla pronto.

George asiente con una sonrisa. —Avísanos si sabes algo.

(...)

Blanco, todo es blanco si miro hacia arriba. Las sabanas cubren mi cuerpo mientras mi cabeza mira el mismo lugar durante unos veinte o treinta minutos. He perdido la noción del tiempo.

Tengo pocas ganas de alzarme, no dejo de recordar el momento en que mi corazón casi salto de mi pecho por ver la motocicleta de Caleb. ¿Cuánto es que puede tardar un tratamiento? Y si Lilian tiene razón y está cerca, ¿Por qué no ha venido a verme o llamado?

Lilian será un problema si eso quiere ser. Tengo que pensar en ella, el juicio y si participare en su defensa. La carpeta de Caleb sigue sobre mi mochila. ¿Qué debería esperar de eso? ¿Qué puede haber ahí que yo no sepa?

Frunzo mi ceño cuando los sollozos de alguien se escuchan desde tras de mi puerta. Solo hay una persona que puede estar en mi departamento y no es alguien que suelta lágrimas así de fácil. Me levanto con pereza y confusa, el piso está un poco frío, pero eso no importa.

—¿Sky?— salgo de mi habitación.

Me encuentro con mi mejor amiga sentada en el piso, la televisión está encendida y ella cubierta por una manta.

—Se murió— solloza con un paño secando su rostro.

Observo la pantalla grande, reproduce una escena que ya he visto. Acaban de desconectar a un hombre.

—¡Mi doctor apuesto!— parpadeo. —¡Porque me recomendaste esto!

—No creí que la verías...

—¡Estaba aburrida!— otro sollozo. —¡Te odio!

—¿Qué te pasa?

—¡Estoy en mis días débiles!

Entendible. Estoy segura de que ha entrado a ver como estoy. Son esos casos donde decide usar la llave de emergencia y no llamar a la puerta.

—Harriet— vuelvo a verla. —Me ha dado hambre.

—¿Tienes algo en tu nevera?— yo no tengo nada comestible por el momento.

—Estoy con la dieta— cierro los ojos.

La dieta de Sky. Bueno, al menos ha dejado de llorar.

—¿Y qué quieres comer?— pregunto.

Si ella ha cuidado de mí, creo que puedo hacer lo mismo por ella.

—¿Tortillas?

Sé hacer eso. Nate hacía las tortillas de vegetales. Saben muy bien.

—Pero no me quedan huevos.

¿Y como quiere que...

—Esta bien. Necesito hacer algunas compras— de todas formas necesito algo para mis próximas comidas.

Y quiero caminar un rato.

—Aquí te espero.

Por el bien de Justin, espero que no venga hoy.

Me coloco un abrigo de manga y tejido de lana que cubra hasta casi detrás de mis rodillas. Las calles en esta época están cubiertas de una capa fina de agua, no es necesario que llueva a mares, solo es el clima.

Salgo con los audífonos en mis oídos, lista para caminar y respirar un poco de aire fresco. Puedo fijarme mejor en las calles, hay tranquilidad y contadas son las personas que caminan por la acera. El cielo estaba despejado y los edificios casi logran ocultar la media luna, nadie más lo nota.

A unos diez minutos caminando logro entrar a mi destino. En la entrada, las cajas registradoras están siendo abiertas y cerradas, los tickets van saliendo de las máquinas y las bolsas se van llenando con un sinfín de productos de hogar, limpieza y entre otros.

Tomo una de las canastas rojas y sigo los letreros a congelados. Empezaré por ahí, he tenido tiempo de hacer una pequeña lista mental. Yogurth, leche, fruta y cereales.

—Mami, ¿Me compras esto?— mi cuello gira un poco observando a la pequeña niña junto a una mujer.

Ella le extiende un pudin en vaso, lleva una sonrisa grande y abierta. Su madre le acaricia el cabello y asiente con la cabeza, la deja colocarlo en su carrito de compras.

Son esa clase de cosas que a mí nunca me pasaron. Estaba muy ocupada para hacer compras de madre e hija, siempre fueron las personas encargadas de mi alimentación las que venían.

Escojo mis embutidos y me dirijo a la siguiente zona, cereales. Desde que fui a la escuela tengo un cereal preferido, si tengo oportunidad lo compro. No obstante, encontrarlo es fácil, pero tomarlo no tanto. Hay alguien en frente a la estantería.

—Disculpa— digo para tomar uno de los productos.

Su cabello es largo y muy lacio, de un castaño brillante y envidiable, muy bien cuidado. Sus ojos son grandes, porque una vez que me atravieso con ella me observa intrigada por mi elección.

—¿Es bueno?— pregunta viendo el que he tomado.

—Ah... si— observo la caja y reviso la fecha de vencimiento. —Si te gustan las hojuelas de trigo.

—Mi hermano dice que es muy azucarado— alzo una ceja.

Nunca me fije en que tan azucarado es este cereal. Pero para todo hay una primera vez, volteo la caja con su mirada fija en mí. Aquí debe estar registrado.

—Puede que tenga razón— le doy la razón. —Pero no le quita lo bueno.

—¿Y este es bueno?— pregunta tomando una caja diferente.

—No lo he probado— confieso, pero la marca la he visto en el departamento de Sky. —No creo que sean malos.

—¿Cómo lo sabes?

—Conozco a alguien que compra de esos y ella es exigente con sus comidas.

—¿Es nutricionista?

—No. Ella...—como lo digo. —Suele cuidar su alimentación.

Ella eleva una ceja, debe rodear los catorce o quince años.

—Yo solo quiero tener un buen desayuno— es de las mías.

—Yo también— le entrego la caja que suelo llevar. —Puedes cambiarlo si no te gusta.

Ella asiente. —Soy MJ.

—¿MJ?— pregunto sin estar del todo segura que así sea como se pronuncie.

—M-J— repite igual que yo. —¿Y tú?

—Harriet— asiente sin quitar la sonrisa, demuestra seguridad. Miro por nuestros lados. —¿Has venido sola?

—No, he dejado a mi hermano haciendo la cola— saca su teléfono. —Y ya me está escribiendo. Gracias por ayudarme a elegir Harriet.

—De nada MJ.

Se siente bien entablar una conversación, consigo dejar de pensar en otra cosas. La no tan pequeña jovencita desaparece por entre los estantes repletos.

Lo pienso una y dos veces, me llevaré dos cajas y tendré suficiente, sigo el mismo camino que ha dejado MJ. El supermercado de la zona no es grande, es el que abastece a unas cuantas manzanas.

—¿Tarjeta o efectivo?— es la pregunta que hace la encargada de la caja número 5.

—Tarjeta.

Dejo que vaya pasando cada artículo mientras doy una mirada a las otras cajas. Más adelante localizo la cabellera de MJ, lleva una bolsa pequeña y ríe por alguna razón.

—¿Desea una bolsa de tela o plástico?

—Tela.

Tomo mis cosas sabiendo que MJ ha salido antes que yo. Empujo las puertas con mi hombro, con cuidado de romper el casillero de huevos.

—Permíteme— dice alguien liberándome del peso que intento empujar.

Es un alivio. Hasta que lo veo.

—Ryan.

—Harriet— dice aún con su brazo sosteniendo la puerta.

Son esos momentos donde quisiera sonreír como él. Pliegues en sus mejillas se extienden, esperando que diga algo.

—No te... había visto.

Suelta una carcajada. ¿Por qué se ve feliz?

—Yo tampoco.

—¿Se conocen? — mi cabeza gira oyendo una voz más aguda.

Es MJ. Está aquí con solo una bolsa sostenida entre sus dedos. Ryan tiene otras dos, más voluminosas.

—Es una vieja amiga— intento comprender.

—¿Tú eres su... — ya no importa culminar, su rostro me lo dice todo.

—Harriet me recomendó el cereal.

—Con qué fuiste tú— él es quien le dijo que era muy azucarado.

Genial.

—Ve al auto pitufina— MJ frunce los labios.

—Deja de decirme así. Estoy creciendo.

Ryan toma su cabeza y crea una línea imaginaria hasta su pecho. —Te falta mucho.

Con un control de auto desbloquea las puertas del auto negro que está en la otra vía.

—Sube o te enfermarás.

—Está bien— me da una mirada. —Adiós.

Ambos nos movemos a un lado de la puerta. —Le agradas.

—Ah... ella es encantadora— digo.

—Gracias— puedo ver como MJ nos observa desde la ventana de su auto. A su hermano le hace un gesto y señala su teléfono. Ryan no pierde el buen humor para revisarlo.

—Imagino que ya tienen que irse— comento.

—No tenemos prisa. ¿Te ayudo a subir tus cosas al auto?

—No. Yo vine caminando, vivo unas cuadras de aquí

—Podemos llevarte si quieres.

—Oh no. No es necesario.

—Insisto—apunta su auto. —Y MJ también.

Niego. —No uses a tu hermana.

Ryan ríe. —Nunca haría eso. Mira.

Me muestra la pantalla de su teléfono. En un chat con el nombre de Pitufina.

¡Pregúntale si tiene auto o tomará un taxi!

Ahora siento un poco de vergüenza. —Ya no puedes negarte — sentencia.

Guarda su teléfono, y pasa a tomar mis bolsas con su única mano libre.

—Yo puedo...

—Déjame demostrar a mi hermana pequeña que soy un caballero, por favor— juega sucio.

—Bien.

Cruzamos la vía y me acerco a la parte trasera. Sin embargo, antes de poder abrir la puerta, Ryan vuelve a aparecer para abrirla por mí.

—Es molesto cuando se lo propone— dice MJ desde la parte de atrás.

Ryan sube desde el otro lado y enciende el auto.

—Me dices donde— asiento.

Dejo que se dirija a dar la vuelta por la calle para poder llegar a mi edificio.

—Harriet— miro detras. —¿Vas a Hasting?

—Sí.

—Ryan me ha dicho que no ha postulado al equipo de fútbol de su nueva universidad. ¿Sabes si es cierto?

Observo a mi lado, ahí está su hermano sin quitar los ojos de la calle.

—MJ, no hagas preguntas...

—¿Por qué? Harriet seguro puede confirmarme que mentiste a mamá.

—No insistas.

Encontrarme en momentos incómodos se ha vuelto sorpresivamente frecuente.

—Dime— susurra su hermana menor desde mi lado. —¿Está en el equipo?

—No lo sé— susurro.

¿Por qué Ryan le ha dicho que no ha hecho las pruebas?

MJ frunce el ceño, puede que crea que miento, pero la verdad es que no tengo idea. No sé si ya está en el equipo.

—Es el tercer edificio— digo observando por la ventana.

Ryan gira el timón hacia un lado y se acerca de manera lenta. La distancia se va acortando, al igual que yo voy distinguiendo algo a través del cristal.

—Hay alguien afuera.

Hay una figura de pie en las puertas de mi edificio, está con las manos en una gabardina negra viendo hacia el interior.

Mis ojos se achican viendo esa altura, sus hombros y sobre todo, ese cabello. Negro como el carbón.

—Es... —digo en un hilo.

Mis manos vuelan al manojo de la puerta, pero antes de que jale de el me detengo.

—¡Espera!— es Ryan, me grita porque el auto aún se mueve y ni siquiera he podido darme cuenta.

Mi respiración está acelerada y mis ojos parpadean muy rápido. Intento saber si esto es real.

El hermano de MJ estaciona en el ras de acera, el auto es lo suficiente audible para que esa persona de la vuelta.

Es oficial, mi sentido nervioso ha dejado de funcionar, mi lengua ha quedado sin movilidad y mi cuerpo entero está con los vellos de punta.

Todo porque esos ojos grises han hecho contacto con los míos.

180622✨

Marquen el 21 en su calendario. Caleb.

Se aproxima una maratón.

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