CAPÍTULO 34

Caleb

—Sr. Lodge— dice en voz alta. —O debería decir Sr. Conte.

Los historiales a cada lado se diferencian por cada mano que descansa sobre las capas gruesas. Apoyo la espalda sobre el respaldar de mi asiento, mi cuello tiene una terrible tensión por el nudo que se me ha formado tras la pesada noche.

—¿Tiene los resultados?— pregunta la abogada ignorando mis ya conocidos apellidos.

El policía endurece el semblante levantando el sobre cerrado. La reciente barba que le nace en el mentón me hace conocer que se ha descuidado. Sin cuidado rompe el papel de grosor y saca la hoja que viene doblada en tres. Una vez leído por él me mira con los ojos pequeños. La hoja es dado a la mujer para que ella misma vea los resultados. Me mantengo quieto, despreocupado.

—Se encuentra muy tranquilo— su mano pesada cae sobre la mesa como apoyo. Se esfuerza en no demostrarme lo que realmente siente.

Me limito en tener los labios pegados, sin un sonido que pueda ponerme de vuelta en la celda donde acabo de salir. Sin embargo, hasta el no hacer nada le molesta. Sus ojos quedan fijos en los míos, por lo que sin querer empezamos una batalla que ninguno quiere perder.

—Negativo— la voz aguda rompe nuestra pequeña guerra. —Podemos irnos.

—Las grabaciones están siendo revisadas— su narcisismo me provoca un mal sabor. —No me pondría tan cómodo afuera. Puedo traerte de regreso muy pronto.

Una sonrisa de costado y me levanto haciendo chillar las patas de la silla.

—No respondas— sugiere la abogada guardando el documento.

Extiendo mis manos con las esposas. El policía sacude un manojo de apenas dos llaves pequeñas, el poco cuidado que se toma no me molesta.

—¿Qué me estás viendo?— pregunta cuando nota que no aparto la mirada de él.

—Estoy intrigado— confieso.

—Señor...—advierte la única mujer de la sala.

Continúo. —¿Es así con todos sus detenidos?

—No— dice concentrado en mí. —Solo con las personas que creen que pueden salirse con la suya con algunos billetes. Liberarte es poner en riesgos a otros jóvenes, chicos buenos.

Asiento. No es la primera vez que me dicen que no soy bueno. ¿No soy bueno para Harriet?¿No soy bueno para ser amado? ¿Soy un chico malo?

—¿Soy malo?...— ¿Lo soy?. —Si hubiera leído mi entretenido historial con cuidado, y hubiera hecho bien su trabajo, sabría cuál fue la causa de mis acciones. Cuando me volví un mal chico y la gran pregunta. ¿Por qué?

—Intentas justificar tus...

—Le tengo una pregunta— y espero lo hago pensar. —¿Los chicos malos, nacen malos?

Considero el minuto de silencio y sus líneas de expresión marcadas como la búsqueda de una respuesta. No tengo todo el día.

—Nadie se preocupa de buscar el origen del problema. La mayoría de personas señalan y apuntan, pero ¿Cuántas saben la verdad de esa persona? ¿Su historia? Nadie nace malo, oficial.

El policía pestañea con los ojos encendidos. Odia que lo haga pensar y no saber que responder, lo puedo ver.

—¿Culpas a la sociedad? ¿De corromperte?

Lo bueno de tener una celda para mí solo es que logre entender que yo no soy uno de esos chicos malos. Lo fui, pero no siempre fui así, un día fui un niño inocente, ignorante para diferenciar lo que era correcto o no. Decidí mal, por necesidad, pero ahora tengo la edad para saber lo que quiero. Y lo que quiero no es lo que antes quería. Yo no quiero corromper a otros.

El caso de Tyler Hill, supe que consiguió un nuevo diler para él, alguien más suministra en Hasting y fue por eso que hable con el chico. No metí a Tyler en este mundo, pero tampoco detuve su problema, solo hice que siguiera. Lo menos que pude hacer ahora es deshacerme de su proveedor. Ese chico no volverá a pisar la universidad. Al menos que quiera ser detenido.

Lástima que Harriet interrumpiera y no entendiera que solo quería ayudar.

—Vámonos— dice mi defensora.

Mis muñecas tienen marcar de las esposas, un rojo poco atractivo.

—Si lo vuelvo a ver, responderé a su pregunta— una pequeña motivación para su trabajo. Un agradecimiento por las marcas.

Tan pronto como salimos de la pequeña oficina, la abogada relaja sus hombros. No puedo fingir que me siento menos aliviado que ella.

—Pudo decirme que no encontrarían nada.

—¿Y quitarle el suspenso?

Además, ¿Alguien iba a creerme?

Realmente solo me importaría que alguien lo hiciera. Y ella no está aquí.

Temía verla y que me preguntará lo mismo que todo el mundo, ¿Lo hiciste?. No quería saber que ella también dudaba de mí, por más que ya sé que lo hace. Me he alejado solo unos días de ella y se sienten como un siglo, no fue apropósito, lo necesitaba. Saber que yo podía sin que ella estuviera conmigo, resolver algunos problemas, enfocarme en estudios. Y por fin tengo una respuesta.

—¡Caleb! ¿Qué ha pasado?— Susan ya se ha enterado.

Ella lleva unos pantalones sueltos de tela oscura, zapatos con taco bajo y una blusa ligera con un perfecto cuello redondo. Su rostro lleva más líneas de la última vez que la vi, debe tratarse del hombre al que un día le dio el SÍ.

—¿Por qué nadie me avisó?

—Señora...

Le hago un gesto en negación.

—Fue un pequeño problema— enfatizo el pequeño.

—¿Pequeño? Te han traído a la comisaría y me han dicho que has pasado la noche aquí.

Sus manos se colocan en mi rostro, me toma desprevenido, aunque admito que su tacto no me incomoda como hubiera pensado. Me revisa cada mejilla.

—¿No te han lastimado?— noto su preocupación.

Sonrío. —No había nadie más en la celda.

Su interés en mí me hace sentir de una manera bien. Mejor.

—Gracias a dios— observo al hombre que hay detrás de ella. El policía que antes me había tratado de una mejor manera está detrás de ella.

—La investigación seguirá su curso. No obstante, aconsejo no salir de la ciudad hasta que esto se aclare— el consejo me parece innecesario.

No pensaba irme a ningún lado.

—Le aseguro que no se moverá. Lo tendré en la mira todo el tiempo— eso ha sonado más a como una madre.

El recuerdo de mi madre aparece cuando miro a Susan. Es una buena mujer.

—Bien. Me encargaré del papeleo— tiende la mano que con gusto estrecho.

—Gracias.

—Intenta no meterte en problemas estos días— se despide.

Si supiera que yo no soy quien los busco. Los problemas solo llegan a mí, por sí solos.

—No prometo nada.

—Vamos a casa— Susan comprende que la palabra casa no es un término simple. —Al departamento.

Evito decir que no me he estado quedando ahí los últimos días, con suerte aún no lo sabe.

—Ya me han dicho que no has estado llegando.

No tengo suerte.

—¿Ya te dije que la prueba de drogas salió negativa?— mi intento de cambio de tema.

Susan relaja sus facciones, pero vuelve a endurecerlas.

—¿Y por qué iba a salir positivo?— parpadeo uno, dos y tres veces.

No me ha salido como pensaba.

—Tenemos mucho que hablar— muy cierto. —Agradezcamos que es un largo camino.

Suspiro de tal forma que parece que me lleno de energía. Empujo la puerta para que ella salga primero, luego sigo yo. 

—Caleb— mi nombre hace tensarme la espalda. Esa voz que no había oído desde que entre aquí está justo detrás de mí.

Susan es la primera en verla y abrazarla por el tiempo que llevan sin verse. Yo me tomo el segundo aprovechando que la entretiene para enfrentarla.

—¿Cómo has estado?— más tiempo.

Harriet sonríe y aunque puede que le guste ver a Susan no creo que esté sonriendo como suele hacerlo, sus ojos se distraen con facilidad.

—Bien. Bueno, un poco preocupada por todo esto— ahí va de nuevo a mirarme de reojo.

—Ya me imagino. He estado igual desde que supe la noticia.

—No queríamos molestarla— una excusa en vano.

—Comprendo. Voy a dejarlos hablar un rato — Susan es una mujer susceptible, habrá entendido que algo está pasando. —Te espero en el auto.

Asiento.

—Ha salido negativo— comienza ella.

Sus ojos marrones están como siempre, no hay enojo en ellos. Tampoco felicidad.

—Sí— por eso estoy afuera.

—No me malinterpretes, no quiere decir que no creyera que saliera...

—Entiendo— todos creían que saldría positivo. Me doy una idea de porque.

Se ve hermosa. Como siempre.

—¿Volverás con Nina?

—Sí.

Aún no sé cómo actuar con ella. Su falta de confianza me duele, me ha doblegado y afectado más de lo que quisiera. Sin embargo, ahora sé que no puedo dejarle toda la carga a ella. Ella no tiene por qué ser la razón de querer ser mejor, de decidir dejar el infierno. Ella puede ser un motivo, mi impulso, pero la razón de todo debe nacer de mí mismo. Debo hacerlo por mí. Por eso no he recaído.

¿Debería decirle?

Mis sentimientos por ti siguen intactos. Confía en mí. Lo voy a lograr.

Se lo diré.

Pero ella se me adelanta. —Leí tu historial.

Cada palabra se queda atrapada en mi garganta. Doy un paso atrás cortando el contacto visual con sus bonitos ojos.

¿Qué hizo qué?

—Mi madre me había dado...

Su madre, esa víbora que no ha hecho más que lastimarla psicológicamente y físicamente.

—No quería hacerlo, pero la abogada me dijo que estabas en problemas...

—En eso estamos de acuerdo, no debiste hacerlo.

Harriet se queda con la boca abierta, la he interrumpido y peor aún, he sonado brusco, pero justo ahora no me importa.

—¿No me estás oyendo? Tenía que saber que estaba pasando...

—Eso no te da el derecho a hurgar en mi pasado. Te he contado cosas sin necesidad de que recurras a mi historial

—¿Hurgar?

—Nunca tuve la necesidad de ocultar algo.

—Y porque te enojas ahora

—Porque preferiste leerlo a preguntarme, Harriet— cierro los ojos, tengo que tranquilizarme. —¿Qué has leído?

Ella guarda silencio.

—¿No me lo dirás?

—Solo son cosas que quedaron registradas. Tu nacimiento, los cargos que tuviste...

Ya imagino todo lo que pudo tener ese archivo, quizás era más grande que el del policía mismo.

—No quería invadir tu privacidad.

—Pudiste venir y hablarlo.

—No me permitían verte. Además, creí que no querías verme.

No quería. Adentro no.

—No debiste hacerlo— niego.

Hay tantas cosas en mi pasado. Tantas cosas que hice. Me pregunto que tanto averiguaron.

—¿Por qué no me dijiste que fuiste a un centro de rehabilitación?

Me estremezco. Ese tema es tan personal y delicado. Mis recuerdos de ese lugar son uno de los que he encerrado en una cajita en el fondo de mi mente.

—Ya veo hasta donde llegó su investigación.

—¿Por eso no quisiste volver a uno?

Esto quería evitar. Preguntas. Esta clase de preguntas que me regresan a un momento de mi triste vida, una de mis peores épocas.

—No. No entenderías.

Paso ambas manos por mi cabello.

¿Qué sabe de mí? ¿Qué términos ha agregado a lo que ya sabia de mí?

—Caleb— evito su mirada.

—Ya tengo que irme— las luces traseras del auto negro parpadean.

—Pero no hemos hablado...

—Creo que no hay más que decir.

Ella se queda inmóvil, no emite sonido por lo que volteo a verla. Su cabello le cae en la cara, quiero recogerlo y ponerlo detrás de su oreja.

—Por ahora— agrego.—Hablaremos después.

—¿Seguro?

Presiono los labios. Si no doy media vuelta ahora levantaré la mano y tocaré no solo su cabello, también su piel. Entonces no voy a querer irme, pero tampoco hablar.

Lo más sensato es subir al auto. Es exactamente lo que hago.

(...)

Harriet

4:00 pm y él no ha llamado. No tengo noticias, aunque dijo que hablaríamos después. ¿Cuánto es después? Ya ha pasado un día.

No pueden ser días o sí, ya se alejó días como para volver a hacerlo. Cierta parte de mí se alegró por los resultados, también sentí alivio por saber que no provoque que lo hiciera. Si lo hubiera hecho ahora estaría tumbada en la cama, odiándome.

La puerta se abre y mi mejor amiga ingresa como si se tratara de su propio hogar.

—¿Sigues ahí? Te he dejado en esa misma posición hace dos horas.

—¿Ya ha pasado dos horas?

Bueno, no estoy en la cama. Pero es que no puedo dejar de observar la carpeta sobre la mesilla, la que guarda el pasado de Caleb.

El sonido de plástico me hace ver a mi mejor amiga, lleva varias bolsas con ella.

—No creo que él vaya.

Sky está decidida a cumplir su palabra con la fiesta que prometió. Por Caleb y su prueba negativa.

—Justin hará que lo haga— no creo que el rubio tenga tal poder de convencimiento. —¿Piensas ayudarme o seguir viendo ese teléfono?

La carpeta no es lo único que vigilaba como si este tuviera posibilidades de sacar las piernas para irse corriendo.

Me levanto con todo el esfuerzo que puedo, me he quedado despierta creyendo que él llamaría o vendría, lo espero en el mismo sillón donde me quede dormida por las altas horas.

—Adam ha dado su casa— frunzo el ceño. —Él se ha ofrecido.

—¿Y su madre? ¿Su hermana?

—Dijo algo sobre ellas, salieron de la ciudad o algo así, no le tomé atención— se encoge de hombros.

Qué extraño.

—Vamos, hablando y haciendo. Separa lo comestible, los vasos y las luces.

Sky va a mi cocina y saca unas bandejas plateadas.

—He conseguido a unas chicas organizadoras, se encargan de adornar, comida...

La puerta recibe unos golpes haciéndome detener con lo que me ha indicado.

¿Será él?

Mi pecho late más rápido mientras camino lo más rápido que puedo hacia la puerta. Acomodo mi cabello antes de abrir.

—Así recibes a tus invitados— cuestiona con la antipatía que la caracteriza. —¿No sabes cepillarte el cabello?

Lilian me hace a un lado ingresando a mi piso, su bolso cuelga de su brazo.

—Buenos días— dice Sky desde el mostrador.

—¿Puede ser que llegué en un mal momento?— Sky retira todo lo que ha traído de su vista. No tiene caso. Ya lo vio. —¿No tienen algo más productivo que hacer?

—Deje la estufa encendida— Sky como toda buena amiga escapa de la mujer llamada madre. Ambas sabemos que esa estufa puede estar como nueva. —Avísame cuando se vaya.

Lilian mira los lados hasta que la puerta de la salida es cerrada por completa.

—No estuviste en el juicio— ¿eso importa?. —La prensa disfruto especular por tu ausencia.

—Es su trabajo.

—Niña ingrata, pude ir presa y tú decidiste irte a jugar con tus amiguitos y tu noviecito bueno para nada.

Me quedo en silencio porque responder hará que otra exclamación salga de ella. No quiero dar cuerda.

—¿Y ya salió cierto?— dice con una sonrisa cínica.

Entonces, lo recuerdo. Recuerdo como ella fue quien me amenazó con Caleb, con meterlo en problemas.

—¿Fuiste tú?— pregunto con la ira subiendo por mi cuerpo. —Hiciste que lo arrestaran.

Lilian levanta una ceja.

—Son las consecuencias de estar con un drogadicto, nunca sabes cuando la policía va a venir a llevárselo.

—Lo metiste en problemas.

—Problemas ya tenía.

—¡Pero no tenías por qué hacerlo!— grito. —Di mi testimonio para ayudarte, le dije a la abogada que no te dijera. Como puedes ser tan vil con alguien que no te ha hecho nada.

Lilian no pestañea o se mueve. Su rostro parece haber adoptado esa rigidez imposible.

—Caleb tenía antecedentes, ahora está en una investigación solo porque le implantaste algo que no era suyo. ¿Sabes cuanto ha luchado por salir de eso? ¿Sabes cuanto ha sufrido por perder a su madre? No puedo con la idea de como se sintió, pero sorprendentemente pensarlo me hizo agradecer el tenerte conmigo, aunque tú no me quieras o te importe lo más mínimo. Oh sí, cuando me dijiste que necesitabas que diera mi testimonio, lo pensé tanto, pero por más que recordará todo lo que me hiciste no podía dejar que te sentenciaran, porque aún te quiero conmigo, con tus regaños, mentiras, maltratos y tus ofensas. Eres mi madre y me importas.

He hablado tan rápido que espero haber sido entendida.

—Estoy cansada de esperar que me quieras— una lágrima de rabia rueda mi mejilla. Cuanto quisiera haber mejorado este vínculo, pero no doy más. Ella nunca va a quererme.

Nunca.

Camino hacia el marco de la puerta de entrada y abro invitándola a marcharse.

—Lo mejor es que te vayas.

El mentón me tiembla cuando decide cambiar su bolso de un brazo al otro. Sus tacos resuenan por mi piso. Inhalo su perfume floral, estoy segura que solo será una brisa hasta que se detiene en la mitad de la puerta.

—Yo no lo hice— parpadeo y la veo con mucha incertidumbre.

—¿Qué?

¿Ella no lo hizo?

—Yo no incrimine a ese chico.

240423✨

Y la pregunta es ¿Quién fue?

Próximo capítulo: Sospechas y clavos sueltos.

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