CAPÍTULO 32

Harriet

Hoy es el partido, Guerreros vs Piratas, de nuevo Hasting es el encargado de efectuarlo en su campo. Los chicos de azul y blanco llevan esperando este día la última semana. Han armado una gran entrada, como residentes se sienten confiados por estar en su casa.

— Va a ser un touchdown— comenta una chica que no conozco.

Y no se equivoca. Lo es. El grito suena casi al conjunto cuando nos otorgan nuestros puntos.

Aplaudo despacio.

—Un poco más de ánimos— miro a mi izquierda. Sky ha dado saltitos. Si no fuera por ella ni estaría usando la chaqueta que fue hecha para mí.

Sé que no soy la persona más eufórica de las gradas, pero mi cabeza me tiene metida en cada cabellera negra que cruza por el frente. Es ridículo porque no veo razón de que Caleb quiera estar aquí.

—Si ganan le daré una de las mejores noches de su vida— la risita traviesa me hace pensar a lo que se refiere. Hago una mueca de desagrado.

Al final de las gradas algunos chicos causan un revuelo, creo que se trata de la victoria pero siguen inquietos. Algunos salen de sus asientos. Eso es muy sospechoso para mí, más interesante que el partido.

—¿Qué pasa?— pregunta Sky.

—No tengo idea.

El partido sigue por lo que mi cabeza vuelve a los jugadores, no pasa ni un minuto cuando vuelvo a fijarme abajo. Las personas susurran y algunas los dudan, pero se dirigen a la salida.

—Sky, algo está pasando.

—No será nada.

—¿Policía?— escucho decir a una chica un puesto más abajo.

—Afuera.

—¿Pero para qué?— son charlas de desconocidos.

Si bien es un juego, la seguridad policial nunca había sido necesaria, no para chicos universitarios.

—Están deteniendo a alguien— el comentario consigue atraer a varias personas.

Ya no estoy segura de que tantas personas ven el partido y cuantas hacía los murmuradores. Lo cierto es que estoy tan intrigada como todos ellos.

—Droga— es lo siguiente que logro escuchar.

Sky y yo nos miramos casi al mismo microsegundo.

—Permiso— me hago paso entre los asientos hasta llegar a las gradas que me llevan al final, bajo sintiendo a Sky a unos metros.

—No han parado el partido— dice mientras intenta seguir mi paso.

—No creo que lo hagan. Puedes quedarte si quieres.

—¿Segura?

—Sí— ambas pensamos lo mismo. —Te avisaré si se trata de él.

Sky asiente. Su novio está en el campo, es mejor que se quede con él.

Paso junto a las rejas, el reloj del partido sigue corriendo por lo que la gran mayoría de los chicos siguen concentrados en el partido.

Empujo algunos cuerpos para conseguir pasar entre los gritos. Cuando logro cruzar la multitud de personas, me encuentro con otra en la salida. No es tan grande como los de adentro del campo, el estacionamiento ya no está como antes de que llegara. Ahora hay más personas que vehículos.

La masa que se crea es más densa en el auto blanco y negro que lleva dos faros destellando. Hay dos hombres uniformados, uno está sacando algo de su auto y el otro está parado más lejos de los autos. La zona de motos.

—¿Qué están buscando?

—Ya encontraron algo

Los murmullos van de nuevo.

—Les repito, despejen el área— dice el policía que se une a su compañero.

Entonces logro ver cómo le entrega una bolsa plástica, tiene esos ajustes plegables. El policía coloca un extraño cubo envuelto en papel.

—¿Qué es?— escucho a los chicos.

—Que más, droga.

—Apuesto que se trata del chico ese, el que estuvo andando sospechosamente.

Un chico. Esto no se ve bien. Hago a un lado los comentarios y busco a la persona que ha hablado.

—Disculpa—la chica se sorprende, pero sonríe. Puedo preguntar. —¿De qué chico hablas?

—Ah. Es que no lo conozco— ella mira a su amiga. —No sé su nombre.

No me sirve.

Tengo que asegurarme. —¿Tenía cabello negro?

—No observé con atención.

—Miren, ya detuvieron a alguien.

Desde el interior de la facultad un tercer policía hace su salida más despampanante, los rumores son cierto, han detenido a alguien. Me quedo congelada viendo al pelinegro tatuado, Caleb está esposado. Caleb está siendo detenido.

—No pueden llevárselo así— defiende la rectora, afligida.

—Es mayor de edad. Que lo arregle en la comisaría— le responde el policía siguiendo con su deber.

Los estudiantes se alteran al punto de ganar espacio entre el detenido y yo. Mis instintos se activan cuando ya no logro ver ese rostro pálido.

—Caleb— lo llamo. El policía sigue arrastrándolo. —Esperen.

Caleb escucha mi voz, es sabido. Sus ojos me buscan por primera vez en tanto tiempo.

—Señorita, no interfiera— alguien me toma del brazo, un policía.

Puedo ver a Caleb fruncir su ceño al policía que me sostiene. Coloco la cara más paciente que puedo.

—¿A dónde lo llevarán?— pregunto viendo como lo suben al auto.

—A la central— debo llamar a alguien. Alguien que pueda ayudar.

La rectora se acerca a la ventana trasera. —Llamaré a tu padre. No te preocupes, él lo solucionará todo.

Su ignorancia en cuanto al tema de padre e hijo es evidente. Caleb prefiere no prestarle atención, sus ojos van directo a sus piernas, sin mirar a nadie. Aprovecho que los policías van subiendo a sus puestos para tocar la ventana. Quiero que vuelva a mirarme como hace minutos, que busque de mí, que diga algo, lo que sea, pero es en vano. Con la cabeza hacia abajo se aleja.

La primera llamada que hago es a la abogada de Lilian, la cito en la comisaría donde estará Caleb, con el fin de que ese será nuestro punto de encuentro. La segunda, es Nina, quien no responde hasta casi el último timbre, grita tantas preguntas que no puedo responder, lo único que puedo hacer es pedirle encontrarnos en el mismo lugar. A Sky le envío un texto, no pido que venga conmigo porque sé que mejor estará adentro, por lo que me ahorro las preguntas con una palabra, fue una confusión.

¿Pero fue una confusión? Lo que todos vimos es que se encontró algo, un paquete muy extraño. Por la gente entiendo que se trata de la motocicleta de Caleb, pero es más absurdo cuando se entiende que alguien ha dejado un paquete como esos en su vehículo, a la vista de todos. Caleb no sería tonto. Aun así, ¿Cómo sé que no estoy equivocada?

La comisaría está al otro lado de la ciudad, cruzando grandes avenidas, las vías rápidas son una bendición para estos casos. En la central los detenidos van llegando cada cinco minutos, desde delitos menores a mayores, es increíble como sigue cometiéndose crímenes cuando ves cruzar a tantos por la puerta.

—¡Solo dígame si está aquí!— el grito femenino lo identifico con un nombre.

Nina ya está aquí.

—Solo puedo dar información a familiares directos— la oficial tras el mostrador se mantiene tranquila ante la chica enojada.

—¡Es ridículo!— Nina se aleja de la mesa, rendida. —Ah. Ya estás aquí.

Mi saludo se queda en el aire pues de las puertas más restringidas se encuentra saliendo la abogada que atendió el caso de mi madre.

—Srta.Moore.

—¿Pudiste hablar con él?— ella lleva una carpeta bastante acumulada de papeles. Espero que eso no sea de Caleb.

—Muy poco— dice apenada. —No es alguien de muchas palabras.

—¿Eres su abogada? ¿Desde cuándo?— se incluye Nina.

—Yo la llamé— vuelvo a mirar a la mujer de leyes. —¿Qué pasará ahora?

—Le están sacando análisis— miro con alarma. —Tiene cargos de posesión de drogas, excede las cantidades mínimas y también creen que...— se queda en silencio.

—¿Qué?

—Venta ilegal— cierro los ojos.

—¿Se lo llevarán preso?— escucho a la chica de piercing.

—No se ha declarado culpable, pero sus antecedentes...— Nina baja la cabeza y empieza a negar.

—¿Qué pasa?— siento que algo no va bien.

—Advertencias— dice ella. —Ya tenía dos advertencias en esta ciudad. La segunda fue con fianza.

La abogada asiente. Si es lo que creo, entonces yo conozco esa fianza de la que habla. El día que Caleb me llamo para pedirme dinero, lo saque de la comisaría.

—No podía tener otra... fue su última advertencia.

—No me lo dijo— Nina rueda los ojos.

—¿Qué se puede hacer?— pregunta luego de respirar. Aún me siento mortificada.

—Encontraron la sustancia en su motocicleta. Él no estaba en la escena, así que podemos usar la implantación...

—Espere, ¿Dice que en su moto?

—Es lo que informaron los oficiales— explica. —Recibieron una llamada y acudieron al lugar.

—Pero eso es extraño. Caleb nunca...— me mira. —¿De qué sustancia estamos hablando?

—Cocaína— abro los ojos.

—Es inocente— dice de repente Nina. —Escuche—la señala a la mujer. —Lo implantaron, estoy segura.

Yo también. Caleb me ha dejado claro que no vendía otras sustancias, nunca se ha metido con algo como eso. ¿Por qué lo haría ahora?

—Así lo sea, no podemos hacer nada si los resultados de su cuerpo salen lo contrario— se toma el segundo para vernos a ambas con seriedad. —¿Él consume?

Y esa es la pregunta del billete de oro. La pregunta que yo me he estado haciendo los últimos días, ¿Caleb ha recaído?, ¿Caleb está consumiendo?

Mis esperanzas se reducen a esa sola pregunta. La pregunta que podría cambiar su destino, su futuro. Su vida.

—Supongo que lo sabremos pronto— es lo único que dice Nina. Sus brazos se cruzan y se dirige a sentarse junto a la puerta de salida. Su mirada de odio no me pasa desapercibida, es tan obvia que la abogada me regala una sonrisa para intentar aliviarme.

—Tiene que sacarlo de ahí— digo ahora que estamos solas. —Por favor.

—No quiero mentirle— los papeles de gran peso sobre su pecho son acomodados. — Él tiene muchos otros cargos que pueden usarse en su contra.

—¿De qué habla?

—¿No leyó su expediente?— cuestiona con asombro. —Su madre dijo que se lo dio.

Su carpeta. La investigación sobre él. Lilian me había advertido con él, pero con mis agallas decidí ignorar ese hecho y seguir con lo que había pensado hacer con ella.

—Necesita conocer su pasado, Srta.Moore.

¿Qué esconde esa carpeta sobre Caleb?

(...)

Caleb

No soy alguien que nunca ha estado en una caseta de interrogatorio, las esposas que hay en mis muñecas realmente no me incomodan, he aprendido a tenerlas de cierta forma que no me presionen las venas. Asimismo, sé mis derechos y el que no debo abrir la boca sin mi abogado. Usualmente, el estado me colocaba uno, pero ahora una mujer ha entrado con grandes aires de sabiduría, parece experta y claro que la recuerdo, es la misma que estaba en aquella reunión donde interrumpí hace como una semana. La casa de la misma mujer que hace poco estaba en juicio y tanto daño ha ocasionado a su propia hija.

¿Ella la llamó?¿Harriet estará afuera?

—No digas nada.

Dime algo que no sepa.

—A partir de este momento el Sr. Lodge es mi cliente, no pueden interrogarlo sin mi...

—Conocemos el procedimiento.

Hasta yo lo conozco.

—Bueno, según los cargos y el testimonio de los oficiales en el lugar, no se puede determinar que mi cliente es dueño de lo encontrado.

El oficial del lado opuesto de la mesa arquea una ceja. Ese gesto significa algo. Ellos tienen algo.

—¿Este es su moto, Sr. Lodge?

La fotografía que se extiende hacia mi lado es tan nítida, imposible de confundirse. No debo acercarme o moverme.

—Lo es.

—¿Y este paquete?— pregunta extendiendo una segunda fotografía.

Parpadeo una vez. —No.

—¿Seguro? Fíjese de nuevo, quizás lo olvido.

Esta vez sostengo su mirada, si intenta encontrar una duda en mí, no lo va a lograr. No es mío.

—No es mío.

—Está bien— dice guardando las fotografías. Ahora abre una carpeta que se había mantenido cerrado hasta este momento. —Tienes un historial bastante atractivo...

—Delitos menores— señala la abogada.

—¿Menores?— cuestiona él. —En mi opinión debió ir al reformatorio. No conozco la ley de tu país, pero aquí se maneja muy diferente. Por cierto, aquí también tengo el historial del Sr. Conte. ¿Es el apellido que usabas para tus advertencias en este país o no?

Su tono sombrío y despectivo no causa nada en mí. La abogada respira hondo y pesado. Ella también debe saberlo, me investigo muy bien.

—Resolvamos esto.

El policía hace una mueca. Se estaba divirtiendo tanto que odia que lo interrumpan.

—¿No hay pruebas suficientes de que el paquete le perteneciera o si? ¿Hay cámaras?

No me había dado cuenta que ella también tenía papeles hasta que los movió frente a él, como si fueran mismas cartas en un juego sobre esta mesa.

—No han adjuntado nada al reporte.

—La universidad no tiene cámaras en el estacionamiento, pero si en el ingreso, se está solicitando.

—Entonces no hay pruebas.

—Aún.

—No pueden detenerlo hasta que ese aún se verifique.

Me está agradando está señora.

El oficial sonríe. Eso no me gusta.

—Claro, pero no olvidemos el protocolo— su cuello para fijarse directamente en mí. —Indica que antes debe hacerse una prueba completa. Si no tiene nada, podrá irse.

Merda.

150323

Algo va pasar

Prox. capítulo: Hora de hacer caer el telón.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top