CAPÍTULO 2

Caleb

1 de Enero

Suelto mi maleta cuando encuentro la letra D pegada entre las tantas puertas, tiene una corona navideña colgada.

No debería estar aquí.

Son las 8 de la mañana, estuve parado al frente de la vía por casi una hora.

Fumando.

En el instante que me sentí listo subí, y aquí estoy. No sé cómo tocar esa puerta.

A ver, no es necesario pensar...

Dos toques y la puerta se abre. —Caleb.

Mis manos se cierran escuchando a Nina, su cabello rebalsa por sus lados mucho volumen. Ella lleva una bata negra que deja al descubierto sus piernas. Levanto la mirada a sus ojos.

—Ciao.

Nina mueve los labios hacia un lado, es típico en ella cuando quiere reír.

—Entra ya— mueve la cabeza haciendo la señal.

Tengo que hacerlo. Por eso la llamé.

—Es pequeño— dice mostrándome el lugar. Es un ambiente más reducido que el de Devi. —pero es céntrico y...

—¿Estás segura que quieres ayudarme?

Nina recoge ambos lados de sus cabellos rulosos y los coloca detrás de sus orejas.

La conozco, gana tiempo buscando una respuesta.

—No te guardo rencor— no hemos hablado sobre eso. —Ya te he perdonado.

Aunque se a lo que se refiere, no creo que se trate de la misma culpa que siento por lo que le hice.

—Lamento no haberte contestado.

—Supuse que estabas ocupado con los doctores y todo eso.

Fue más que eso. Estaba ocupado con una chica, castaña y loca. No era ella.

—Debí avisarte su estado— Nina asiente. —Leí tus mensajes.

—¿Todos?

—Sí.

—El último lo envié muy molesta.

Alzo una ceja recordando muy bien lo que decía. —vaffanculo coglione?

Blanquea los ojos, es una mala costumbre que tiene desde niña.

—El anterior.

El que dejaba en claro que ella terminaba conmigo, no yo con ella.

Si, también lo recuerdo.

—Tenías tus razones.

—Y tú también— no entiendo. Ella levanta un brazo hacia mí como si quisiera decir algo y lo baja. —¿Por ella no?

Antes de que pueda responder, soy interrumpido por su teléfono, en el sillón. Nina lo levanta y sonríe.

—Es mi compañera de renta.

—¿Compañera?

—Lo alquilamos juntas— examino el lugar. Eso explica por qué tiene los muebles amarillos. —No podría pagarlo sola.

Si alguien más vive con ella no era algo que había pasado por mi cabeza. No quiero incomodar a nadie.

—¿A dónde vas?

—A la salida.

—¿Por mi compañera? ¿No quieres que te vea vomitar?— escucho su risa y aunque quiera negarlo, me agrada escucharla.

Arrastro mi maleta sin responder. Sin embargo, ella no se queda callada.

—Ella está de viaje por las vacaciones. Ya arreglé todo, te quedarás en mi habitación— volteo a verla. Sus uñas van pintadas de negro, lo sé porque me muestra su palma que cierra los dedos una y otra vez. —Ahora trae esa maleta.

Sujeto el manojo con más fuerza. —No quiero invadir...

—Caleb— sus cejas delgadas se alzan. La última vez que la vi no tenía ese aro en el séptum.—Ya te dije que arreglé todo. Ahora déjame ayudarte y revisar esa maleta.

Esta es mi elección y sé que en el instante que decida quedarme no abra marcha atrás.

Quedarme en mi mierda y no verla por su propio bien o hacer esto y volver a con ella.

Mia pazzo, devi avermi fatto impazzire.

—No es necesario— saco el paquete de mi chaqueta, contiene toda la hierba que aún conservo. —Aquí tienes.

Ella lo arrebata de un tirón, cruza una puerta y lo siguiente que oigo es la cadena del inodoro. Trago grueso intentando no pensar en lo que acaba de hacer. O más bien, acabo de hacer.

—¿Eso era todo?— pregunta estando de regreso.

—Si— sus ojos esmeraldas me ponen a prueba. Ese par se encuentra entre los colores verde y azul, son hechizantes si se trata de una chica rizada y firme. Conmigo no. —Sabes que no miento.

Nina se cruza de brazos, segura de ella.

—Y es por eso que confío en que me dirás la verdad— estoy listo. —¿Por qué quieres dejarlo ahora?

—Porque soy un peligro— ella lo entiende, puedo ser directo.

—¿Para ella?

—Se llama Harriet— aunque yo la llamo loca.

—Lo lamento— la falsedad en su voz es clara. —Trataré de memorizarlo.

—Nina...

—¿Y recién notas que eres un peligro?— aprieto los dientes. —Es decir, no bastaba con...

No puedo con esto. Buscaré a la que fue mi primera opción y bajaré la cabeza si es necesario.

—Espera— cierro los ojos. —Perdón, fue un momento. Te ofrecí mi ayuda y sé que estás aquí por tu... Harriet, lo entiendo.

Tomo aire antes de contestar.

—Sabes que no puedo hacerlo solo— digo aun mirando la salida.

—Lo sé. Te ayudaré.

Desinflo mi pecho sabiendo que mi mejor opción es Nina. Podre hacerlo con ella.

—Pero tengo algunas condiciones.

Sabía que diría algo como eso.

Pero es mi elección y ya nada puede ser peor que estar lejos de mi loca. Me quedaré.

Solo pido una cosa, que no se entere de esto si no es por mí. No sabe que lo hago para verla.

Por ella.

(...)

Actualidad

A veces pienso que ella puede estar viendo la luna o las estrellas como yo. Que piensa en mí, pero eso se hace tan poco probable con la última llamada.

No sabía que me alegraría ser encontrado por la mujer que resultó ser una buena amiga de mi madre. Fue la oportunidad de dejarme escucharla, será algo que nunca podre pagarle. Aunque no resultó como esperaba.

¿Me odia? ¿Quiere verme?

Es un martirio, no verla ni escucharla. Quiero hablar con ella. Necesito ver sus ojos fulminantes, sus mejillas volviéndose rojas, sentir sus dedos acomodando mi cabello y sus labios...

Cazzo. Mi sono perso.

Un día después de hablarle me escapé para ir a verla, tuve poco tiempo para ir y volver, no fue suficiente. No pude acercarme.

Mi fuga hizo que me sentenciara más tiempo en esta jaula, una donde tengo una vigilante de ojos llamativos y cabello rabioso.

—Aquí estás— inhalo y meto mis manos al fondo de mis bolsillos.

La azotea es el único lugar que me hace sentir un poco de libertad.

—Te dije que no subieras sin decirme.

—Dormías—y quería estar solo.

No aparto la mirada del cielo, está recargado de nubes que se mueven con un poco de prisa, pueden tapar los cuerpos celestes, pero ellas siempre buscan como seguir brillando.

—¿Puedes creerlo?— dejo que hable aún sin verla, sé que está a mi lado tomando un poco de aire fresco. —Un día estábamos en mi pequeño departamento compartido y hoy estamos en la azotea de un edificio de clase alta de más de 20 pisos.

—Es lo que hace el dinero.

Susan no debió traernos a esta ciudad, pero tenía razón. Teníamos que estar en un lugar donde no nos encontrara. Si sabía que ahora estaba con Nina iba a ser fácil hallarme. Por mucho que quisiera que lo haga, primero tengo que acabar con esta mierda de recuperación. Ese es el trato.

—La mujer fina es muy amable.

—¿Cuándo dejarás de llamarla así?

—Cuando dejes de sonreír al oírlo— esa mujer se ha convertido en mi mejor aliada. Quien lo diría.

Niego con la mirada en la luna, las nubes ya han dejado de taparla, esta completa. Mi madre y yo disfrutábamos estas vistas.

—¿Sabes algún lugar donde hagan verdadera pasta?— volteo donde se encuentra.

—Conozco un lugar. ¿Iremos por ella?

Nina suelta una carcajada. Lo intenté.

—Buen intento. Probablemente, no conozca la ciudad, pero estoy segura de que existe el servicio a delivery.

—En todo caso no pienso decirte nada.

—Instantánea se ha dicho.

—Te diré el nombre del restaurante.

Mis tripas no tienen tanto apetito, pero tampoco puede tenerlo si se trata de comida con sabor a cartón.

—Pidamos tres— la observo con curiosidad.—Mujer fina legará en media hora.

Susan vendrá, es perfecto. Debe tener noticias.

—¿Te dijo para qué?

—No— Nina no es tonta, sabe que algo tramo.

—Ha pasado más de dos meses— menciono.

—Menos porque te escapaste.

—Fue un cigarro, por el frío— digo.

Era invierno, la temperatura era 2 °C. Necesitaba calentarme.

—Eso no lo hace menos. Estás limpiando tu sistema.

—Ya no tengo los dolores de estómago ni estoy ardiendo en fiebre.

No he vomitado desde hace más de una semana, no como tanto y no es que tenga tanta energía, pero es un avance.

En conclusión, los malestares han reducido.

Estoy mejor.

—¿Te sientes seguro de salir?

Es una pregunta difícil.

—Nadie puede encontrarse seguro luego de la abstinencia.

—¿Entonces de que estamos hablando?

—De mi salud. Mi vida.

—Yo creo que se trata de ella.

Aprieto los labios. No puedo mentir.

Hoy ha regresado a clases, lo sé porque Susan me ha mantenido al tanto sin dejarme tener contacto. No me he quejado sobre mantenerme aislado. Solo la televisión.

Ha sido una tortura, no me gustan las películas. Me he concentrado en leer libro tras libro, al menos desde que logro mantenerme menos de tres horas con la cabeza... No me siento bien recordando.

El punto es que ya es tiempo, tengo que actuar.

—Ella es parte de mi vida.

—Es un problema.

—No tendremos de nuevo esta conversación.

El aro de su nariz se mueve cuando frunce los labios.

Un zumbido seguido se oye y desde sus bolsillos de sus vaqueros una pantalla se alumbra.

No importa si es Susan, quiero bajar ya. Me alejo de ella para cruzar las puertas y llamar al ascensor.

Nina ha sido de gran ayuda, no lo voy a negar, estuvo para mí. Me cuido y vio cosas asquerosas, pero si hemos tenido discusiones han sido por la misma persona. Y no lo tolero.

—Si quieres volver a tu vida de antes, hazlo— remango la tela de mis mangas hasta los codos. Nina se encarga de marcar el número 15.

—No se trata a volver a lo que era antes...— una punzada en la frente me hace entrecerrar los ojos.

No de nuevo.

—¿Otra vez?— con las puntas de mis dedos realizo círculos en esa zona de mi frente.

—Una punzada.

No quiero darle relevancia.

—Te tomaré la presión— ella es demasiado cuidadosa.

Por lo que sé, su compañera estudia enfermería.

—No ha sido tan fuerte— bajo mi brazo.

El sonidito irritante de las puertas me dan la ventaja de salir primero. Deberían hacer esas cosas silenciosas.

—Muéstrame tus bolsillos.

Mis hombros, espalda y cuello se colocan tiesos al oírla.

—¿Lo dices en serio?— pregunto.

Sus ojos buscan intimidarme, me causaría gracia si no desconfiara de cada paso que doy sin su presencia.

—¿Cuál es el problema?

—No he hecho nada— digo con severidad.

—¿Entonces?

Suelto una sonrisa con negación. Meto las manos en mis pantalones y saco los bolsillos al mismo tiempo.

No tengo nada.

—¿Conforme?

—Sí— dice sonriente.

Hará que me dé una jaqueca.

—Eres molesta.

—Ya sé.

—Así me...

De nuevo ese sonido. Las puertas del ascensor continuo del que salimos se abren.

—¿Qué hacen en el pasillo?— pregunta, reconociéndonos.

—Lo encontré arriba.

Le doy una mala mirada.

—No estaba perdido.

¿Qué soy? ¿Un perro? Tengo jaula, pero no correa.

Nina blanquea los ojos provocando que aparte la vista de ella. Hay un olor agradable.

—¿Ya comieron?— dice alzando las bolsas colgadas de su muñeca derecha.

Se nos adelantó.

—No. La ayudo— me ofrezco liberándola de los pesos de comida.

—Gracias— Nina abre la puerta dejándonos entrar después de ella.

El piso blanco deslumbra de lo limpio que se encuentra, el decorado de los muebles, sillones y estantes son negros. Una decoración de interiores que la mejor amiga de mi madre había elegido por mis gustos, según ella.

Es demasiado, pero es lo menos costoso que pude obtener luego de rehusarme con el Penthouse de esta jaula.

—¿Les gusta la porchetta?

Cualquier cosa que no provenga de un sobre.

—Te traje lo que me pediste— confundido observo el forro. Historia de dos ciudades.

No lo pedí. Y ya lo leí.

Nina continúa alistando la cena, por lo que no nota el gesto que me gano. —Lo dejaré en mi habitación. Ella asiente, exageradamente.

Me llevo la obra sabiendo que debe contener algo importante. En la primera hoja no hay nada, en la parte trasera tampoco, hago un barrido de las hojas rápido.

Una pegatina de notas verde está pegada en el centro de todo el libro. Y un mensaje.

Lo he conseguido.

Una sonrisa llena de felicidad se forma en mi rostro. Eso es todo lo que necesitaba.

Es hora de dar mi propuesta.

280522✨

Se viene extra de CTVAV


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