CAPÍTULO 18

Caleb

—¿Qué te traes con ese chico?— pregunto.

—¿Quién?

—Sabes de quién hablo— Nina me mira sin parar el paso. —El jugador—zanjo.

—Ah— me muestra los dientes. —Archie.

Alias hacker de teléfonos.

—Tiene carisma— la miro con disimulo, intento no mostrar mi curiosidad. —Y un buen cuerpo...

¿Pero que le pregunte?

—Y tiene una cabeza y dos ojos— ella me mira mal. —¿Qué? ¿Eso tiene o no?

Su rostro se transforma en una sonrisa estirada. —¿Estás celoso?

No me inmuto y continuo caminando.

—Sabes perfectamente la respuesta a eso.

Si creyó que sus impresionantes ojos me afectarían, no lo logro.

—Sei noioso. <Eres aburrido>

—Grazie. <Gracias>

Ingresamos a la cafetería, las voces son muchas más diversas. Todos hablan sin filtros. Puedo ver la mesa a la que nos vamos a dirigir. Mi chica aún no llega pero dijo que la esperara con sus amigos, entre ellos la persona de nuestra conversación.

—Ahí está mi ragazzo— mi rostro gira con impresión. —Solo es un decir.

No llego a cuestionar porque los dos pares de ojos caen en nosotros al llegar a la mesa. Archie le hace un gesto para que Nina se siente a su lado y Justin termina de abrir un envoltorio de barra de proteína con un simple gesto de saludo.

—Mierda— dice cuando parte de esta termina cayendo sobre la mesa.

De mala gana limpia lo que ha tirado.

—¿Quieres calmarte? No es para tanto— dice su amigo.

No debe ser por el tiradero.

Nina me da una mirada disimulada. Sabemos lo que paso en el partido y que perdieron, mi primera clase tuvo más comentarios del juego que del mismo tema de la asignatura y considerando que somos el foco de atención de algunos alumnos, todo señala que no está superado.

—Perdimos a dos chicos. Yo creo que sí.

Me interesaría descubrir más de lo que está diciendo, pero no puedo hacerlo cuando la figura más hermosa de mi vida pasa por el umbral detrás de él.

Mi loca.

—Podemos llamar a los que hicieron las pruebas.

Hacemos contacto visual y aunque eso ya no debería sorprenderla lo hace. Es todo para que la conversación quede en otro plano, muy lejano. Harriet viene a nosotros con las mejillas un poco sonrojadas. Mi sonrisa es automática.

—Hola— dice entrando a nuestro círculo.

—Pazzo.

Le hago un sitio a mi lado. —¿Esperaste mucho?

—No tanto.

Ella se ve aliviada. —Lo siento. Me encontré con Ryan en la entrada...

—¿Adams vino a clases?— interrumpe el que no está teniendo un buen día.

Mis cejas se fruncen al saber por qué no estaba aquí antes. Hace poco que he concluido que no eran tan cercanos, me confundió el día que lo conocí, pero en el parque apenas e intercambiaban palabras.

—Creo que acababa de llegar— le responde.

La mesa queda en silencio. Sus ojos mieles examinan al resto de integrantes averiguando que pasa algo.

Justin revisa su teléfono y niega con la cabeza. —Voy a buscarlo.

No deja que nadie le diga nada y sale a paso apresurado.

—¿Ocurre algo malo?— pregunta mi chica desorientada.

—Dos chicos abandonaron el equipo hoy— el otro jugador decide responder. Ella abre los ojos ante la noticia. —Tenemos que buscar reemplazos y que estén listos para el próximo juego.

—¿Y no hay voluntarios?— pregunta Nina.

Él hace una mueca viendo sobre cada lado. Al hacer lo mismo noto mejor como algunas personas hablan con alguna que otra mirada sobre nuestra mesa.

—El año pasado hubieran peleado por los puestos, pero ahora no están seguros. Y aunque aceptaran, entrenar a novatos nos hará estar en desventaja.

—¿Y si es alguien que ya estuvo en el equipo?— sugiere Harriet.

—¿Un ex guerrero?— pregunta Archie. —¿Como quién?

—James.

La veo sin mostrar mi asombro por el nombre que acaba de mencionar.

—¿Donovan?— lo está considerando. —Él fue expulsado.

—Si necesitan a alguien, él es una opción. Lo vi caminando al otro pabellón.

¿A cuántas personas pudo encontrarse?

—Loca...— susurro. Ella me mira. —Estás hablando del chico que causo problemas a...

—Lo sé— pestañeo. No la entiendo.

—Justin nunca lo aceptaría— agrega el deportista.

—Sé que fue cómplice, pero dijo la verdad. Dijo todo lo que ocurrió cuando el juez lo pidió. Sentencio a su propio primo.

Endurezco la mandíbula esperando que no mencione otro nombre de esa familia.

—Recuerdo que alguien creía que tenía un futuro prometedor si se esforzaba. Pero cometió muchos errores que hicieron que perdiera su apoyo.

Intuyo de quien se trata.

—Iré a buscar a Justin— el jugador voltea viendo a Nina. —Te llamo después para ver... ese asunto.

Ella asiente.

¿Qué se traen?

Intento dirigirme a una sola persona. Entre Nina y Harriet, primero me enfoco en mi loca sin dejar mi observación en la niña que conocí.

—¿Crees que es una locura?— dice mi chica.

Nunca voy a entender como es que su corazón sana tan rápido, las heridas que tiene solo la hacen más fuerte. Sin embargo, temo que un día cada franja hecha se abra y rompa lo que es ella.

—Por estas cosas loca te queda bien.

Aunque admiro su actitud, no puedo bajar al guardia con ese pelirrojo. Creí que ya no sería un problema.

—Les pondría música romántica, pero prefiero hablar— Nina mira a Harriet y a mí como si quisiera decirme algo que no pudiera. —¿No tenías que preguntarle algo?

—¿Algo?— repito.

Ella rueda los ojos. —Comida—me da pistas. —¿Señora elegante?

¡Eso!

—¿Señora elegante?

Susan.

—Dime que no tienes planes hoy.

(...)

—¿Si?

—No.

—¿Por qué no?

—Porque sigues sin conocer las calles.

—Para eso están las señales.

—¿Por qué estás insistiendo?

—Quiero conocer la ciudad.

Esquiva la mirada pretendiendo que no me dé cuenta. Está mintiendo.

—Bienvenidos. ¿Tienen reservación?— pregunta un chico algo joven, debe ir a la secundaria.

—Lodge— digo sin ganas.

—Pero dilo con entusiasmo— le doy una mirada severa.

—Olvida la moto.

Pone sus típicos ojos fulminadores.

El ambiente es idóneo para una mujer como Susan. Privado sin ser cerrado totalmente y con una música a un mínimo de volumen que deja que las personas puedan seguir teniendo sus conversaciones sin problemas.

—Avísame si la ves.

—Creo que te dejo plantado de nuevo.

—No me dejo plantado, no pudo llegar porque se sintió mal— repito lo que me dijo por no llegar al bar después del juego.

—¿No le dijiste o si?

Niego.

—Entonces no puedo comentar nada.

—No tiene importancia.

Cuento hasta tres para escucharla decir algo. —Yo creo que sí.

Termino el vaso de agua que han dejado por cortesía en la mesa y lo planto a la distancia.

—¿Por qué no se lo dijiste?

—Tengo mis razones...

De pronto, una mano se desliza por mi hombro. Son dos cosas de las que me percato, Susan a mi lado con una sonrisa y Harriet con la mirada perdida junto a ella.

—Mira a quien me encontré, llegamos casi al mismo tiempo— explica la mujer con mangas caídas.

Me levanto de mi lugar un poco inseguro de que hacer, Nina se ve sorprendida como yo. Ninguno las vimos.

¿Qué tanto escucharon? ¿Por qué no me mira?

—¿Pidieron algo?— me pregunta Susan tomando asiento al frente de mí.

Observo cada movimiento de mi chica hasta que se sienta. Tiene la espalda recta y se nota que quiere mantenerse en esa posición obligadamente.

—No, estábamos esperándolas — responde Nina.

—Ha pasado un tiempo— menciona Susan rompiendo el silencio. —Recuerdo la última vez que comimos juntos— su formalidad llama cada mirada de la mesa. —Podíamos ver la playa.

Habla de ese día. La comida que compartimos los tres.

Busco alguna señal del rostro inexpresivo de la castaña de mi lado. Nada. Aparta la mirada a su regazo.

—¿Es cerca de aquí?— pregunta Nina.

Susan toma la carta y dice una referencia a la ubicación, no puede servir de mucho porque no conoce la ciudad.

—Estás callada— me atrevo a decirle, ya que puedo dirigirme a ella.

Harriet toma la esquina de la carta y la deja frente a ella.

—¿Estaban hablando de mí?— abro los labios. Decir que sí hará, que crea que le oculto algo y decir que no es mentir. —Tengo que ir a los servicios, si me disculpan.

Mi silencio ya ha dado la respuesta.

Suspiro y veo el camino que toma para alejarse de la mesa. Aprieto los labios por no poder hacer algo.

—¿Nos escuchó?— dice Nina interesada de lo que está pasando.

No respondo.

—Si yo hubiera escuchado algo como su conversación, tendría algunas dudas— comenta Susan intercalando miradas con ambos. —Que solo se resuelven de una manera.

Entiendo. Agradezco esta pequeña interferencia en mis pensamientos para poder actuar.

—Iré a hablar con ella— empujo con fuerza la silla y me adentro en el camino que ella usó.

Es un corredor con decoraciones de plantas. Me quedo en la puerta donde la figura de una personita con vestido indica el género de su público, damas. Me aseguro que nadie se acerque e ingreso.

—¿Qué haces?— Harriet termina de secar sus manos y aprovecho para colocar el seguro en la puerta. —No puede hacer eso.

Doy un paso hacia ella. —Y tú no puedes hacer eso— doy otro. —No dejaste que responda y me ignoraste al llegar.

Harriet se queda en el mismo lugar, quiere mostrar determinación y casi lo consigue, si tan solo sus labios temblorosos no la traicionaran.

—Tengo mis razones— repite lo mismo que dije hace un rato.

Reconozco el tono, me da de la misma medicina.

—Crees tenerlas— corrijo.

Intento acariciar su mejilla pero ella evita mirarme al tocarla. Bajo las manos y tomo sus hombros, las bajo hasta antes de llegar a la parte de su cintura.

—¿No vas a mirarme?— pregunto una última vez.

Se me está olvidando a que vine.

—Nos están esperando.

Aprieto en su cintura y de un solo giro logro que retroceda como quiero. Su cuerpo queda contra el mármol de la línea de lavados.

—¿Crees que te oculto algo?— cuestiono con la respuesta que sé.

—Sí— dice casi en un susurro.

Perdió su seguridad. Quizás es por la altura. Puedo ayudarla.

Sujeto y alzo como si su peso fuera tan liviano como una pluma.

—Bájame.

—Pero si ahora eres más alta. Y puedo verte— sin tener que bajar la cabeza.

—Alguien puede entrar...

Me hago campo entre sus piernas. Ella puede estar preguntando, sin embargo, yo solo veré como sus labios se mueven para hacerlo.

—Que lo intenten.

Olvido la razón por la que vine y recuerdo el tiempo que llevo sin tocar sus labios. La tengo a altura perfecta, mis dedos acarician sus muslos aprovechando el camino hacia su torso.

Recojo ambos lados de su cabello y lo coloco detrás de sus orejas. —Bella— <Bonita>

El pequeño desconcierto que aparece en su rostro es mi pase. Junto nuestros labios esperando su aceptación. Sus labios hacen presión en los míos, logran que sonría antes de tomar de su quijada para intensificar la necesidad de sentirla. Por su parte, toma de mi camiseta y no estoy seguro si es la situación o el que puede estar molesta lo que hace que tire un poco más de mí.

Mis manos bajan a su cintura cuando siento lo vivaz que se ha vuelto el beso. Mi entrepierna está reaccionando con las ganas de volver a sentirla, mis manos recorren el interior de sus muslos y un jadeo sale de ella con el temblor bajo de mis dedos.

Relamo mis labios viendo como su respiración se ha acelerado y su rostro ha enrojecido.

—Necesitamos de otra lección— digo con una sonrisa pícara.

Ella cubre su rostro seguramente sintiendo el calor. Obviamente un baño no sera el lugar. Arranco un trozo de papel de la máquina pegada a la pared sin apartarme de sus piernas, abro el grifo de su lado y lo remojo. Mi chica deja que coloque el paño húmedo sobre su piel.

Estamos solo a centímetros de distancia cuando me veo inclinándome de nuevo sobre ella.

—¿Paso algo entre ustedes?

Vuelvo abruptamente a mi serenidad y a sus ojos.

—Ya habíamos hablado de eso.

Su contacto visual me impresiona, es su respuesta sin decir palabra.

Acabemos con esto.

Exhalo fuertemente. —Esperaba mostrártelo en un mejor lugar...— desbloqueo la pantalla táctil y busco el último video de la galería.

—¿Qué es?

Algo que prepare para ti.

—Pensé en enviártelo cuando Devi me lo mando— digo antes de dar clic. —Pero no quería perderme tu reacción. Es para ti.

El video se reproduce de tal manera que cubre la pantalla completa, estoy yo en el escenario del bar, sentado en la posición habitual de la banca del piano, mis dedos hacen contacto con la fría superficie de las teclas y pudo haber más de cinco personas viendo esa noche, no fue relevante porque en mi mente toque para alguien más.

Dejo de ver la pantalla para poder apreciar a la persona que si la ve. Sus cejas se alzan y sus manos se mueven un poco al tener el teléfono para ella sola, esta concentrada en cada nota que toque. Sus labios sonríen y se que a pesar de ser solo un cover de piano instrumental ella lo entiende. Al cabo de unos dos minutos se escuchan los aplausos avisando que el video también ha terminado.

—Es Far...

—Far away.

La canción que si sabes la letra puede cobrar un poco de sentido para personas como nosotros.

Una canción para mi chica.

Harriet baja del lavado y aunque no este de acuerdo con eso me deja callado cuando sus brazos envuelven mi cuerpo.

—Gracias— acaricio su cabello y recibo de esa calidez que solo ella puede darme. —Perdón por no llegar...

Levanto su mentón para poder verla a los ojos. —No es tu culpa— observo sus hermosos ojos arrepentidos. Es justo por eso que no quería decírselo.

—Lo siento.

Hago una mueca. No quiero que se disculpe, quiero que sonría como lo hacía cuando veía el video.

Entonces no solo es su rostro el que se desfigura, los toques en la puerta hace que tome una respiración mientras yo elevo las cejas.

—Hora de salir.

—¿Estás loco?— me detiene. —Pensarán que estábamos haciendo cosas...

El manojo vuelve a moverse con insistencia.

—Hace unos minutos estábamos haciendo esas cosas— sonrío.

Harriet me mira mal y camina hacia las puertas de los cubículos. —Ven aquí.

—No. Es el baño de chicas, no puedo.

Ella viene hacia mí y toma mi mano para jalarme. —Te informo que ya estás aquí. Entra.

—¿Y tú?— digo antes de que cierre la puerta.

—Abriré.

—¿Me dejarás aquí?— digo alarmado.

—Estaré afuera hasta que se vaya.

—No es...

—Silencio—abro los ojos a lo que ella me sonríe.

Esto no me gusta nada. Que me ordene sí, quedarme en el baño no.

Escucho como quita el seguro y la puerta se abre. Se escuchan pasos y maldigo que no sea solo una persona.

—¿Por qué se demoró tanto?— dice una voz femenina.

—No sé, pero estaba un poco nerviosa.

Es porque oculta a su novio en el baño.

—Mira lo que me respondió Zac— ruedo los ojos.

—Tienes tanta suerte. Zac es sexy.

—Lo sé.

Vaya.

—Pronto te pedirá salir.

—Eso espero, pero creo que le gusta también a la gorda. No deja de hablar con él en clases.

—De que te preocupas. Él nunca le haría caso.

—Ya se.

—Además, ni siquiera tiene dinero.

Jodidas niñas.

—No puedo creer que fuéramos amigas.

¿Por qué tengo que escuchar esto?

—Hicimos caridad.

Sus risitas se oyen y calman.

—¿Tienes lápiz labial?

—Ten.

Alguna de ellas debe no agarrarlo porque algo resuena en el piso, se escucha un gruñido y para mi mala suerte veo el objeto rodar por debajo de la puerta. Retrocedo hasta donde puedo.

—Merda.

—¿Oíste?

Ay no.

250922✨

¿Subimos la temperatura? Viene🔥

Próximo capítulo: Los buenos padres.

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