Una oportunidad
MADELINE ORWELL POV
Nos dirigimos al lugar, donde encontraríamos el primer objeto, pero claro que no será tan fácil.
—¿Están seguras de que este camino es el correcto? —nos preguntó, Ronny.
—Calma Sherlock Holmes —le dije yo—. Elvira y yo sabemos muy bien, por donde vamos. Es imposible que nos perdamos.
—Sí —me apoyo Elvira. —¿Qué puede salir mal Ronny?
(...)
No tardamos mucho en descubrirlo, cuando nos topamos con cazadores de seres sobrenaturales.
—¿Acaso esos no son... cazadores? —habló Elvira.
—Por lo visto, si lo son —respondí yo algo alterada. —Pero tenemos que estar alertas en todo momento, y esperar lo peor, en el peor de los casos.
Aquellos cazadores no eran un simple y cualquier grupo. Sus movimientos eran precisos y calculados, claramente eran expertos en su oficio. No podíamos permitirnos ser descubiertos.
—Sigamos por allá —murmuró Ronny, señalando un sendero oculto entre la maleza—. Es probable que nos lleve a otro lugar.
—No tenemos nada que perder —dijo Elvira y entonces, entramos por el túnel.
—Manténganse cerca —susurré.
El túnel estaba demasiado oscuro, y desprendía un fuerte olor a tierra. Pero también desprendía otro olor.
Y justo cuando terminamos de atravesar aquel sendero, nos encontramos con: una manada de licántropos.
Carajo, esto era lo último que nos faltaba.
Los licántropos se giraron hacia nosotros, mientras sus ojos brillaban con una mezcla de sorpresa y agresividad. Eran enormes, con músculos poderosos y colmillos que destellaban bajo la luz tenue del túnel.
—¡¿Qué demonios hacen ustedes aquí en nuestro territorio?!—ladró un chico, quien por su aspecto parecía ser el líder.
Elvira y Ronny se preparon para hablar pero yo hablé antes:
—Yo me encargo —les dije, mirándolos con determinación. —No sabíamos que por aquí había una manada de licántropos.
—No te hagas la tonta, maldita vampira —negó un chico,de quizás dieciocho años.
El líder licántropo de la manada, avanzó un paso, con una postura claramente amenazante hacia nosotros.
—No aceptamos intrusos. Y menos vampiros. Tienen diez segundos para explicar por qué no debería arrancarles la cabeza ahora mismo —gruñó estallando en furia.
Elvira intentó calmar la situación, sosteniendo el amuleto que habíamos encontrado.
—Estamos aquí por esto. Necesitamos encontrar ciertos objetos para un ritual muy importante —dijo, con la voz firme pero respetuosa.
El líder observó el amuleto con interés, pero su expresión no cambió.
—¿Y por qué debería importarme eso? Este es nuestro territorio y no permitimos la entrada de extraños —respondió, dejando sus colmillos al descubierto.
Tomé un profundo respiro, sabiendo que teníamos que convencerlo.
—Lo que necesitamos es vital para salvar a alguien muy importante para nosotros. No queremos causar problemas, solo pedimos permiso para pasar —dije, manteniendo la calma.
Uno de los licántropos, más joven, gruñó con desdén.
—¿Y qué nos asegura que no van a traicionarnos una vez que consigan lo que buscan? Los vampiros no son de fiar.
Elvira levantó la mano, mostrando una pequeña marca en su muñeca.
—Llevamos una marca de paz con otra manada. No buscamos conflicto, solo queremos cumplir nuestra misión y marcharnos —dijo, su voz llena de sinceridad.
El líder licántropo frunció el ceño, mirándonos con desconfianza. Parecía debatirse entre su instinto territorial y la posible veracidad de nuestras palabras.
—Pueden pasar, pero con una condición —dijo finalmente—. Uno de los nuestros los acompañará para asegurarse de que no causen problemas.
Suspiré de alivio y asentí.
—De acuerdo. Aceptamos tu condición.
El líder hizo una señal y un licántropo más joven, pero robusto, se adelantó.
—Este es Erik. Él los vigilará. No intenten nada raro —advirtió el líder.
Asentimos y comenzamos a caminar, con Erik siguiéndonos de cerca. La tensión en el aire era palpable, pero al menos teníamos una oportunidad.
—Espero que esto funcione —murmuró Ronny—. No podemos fallar.
—No fallaremos —respondí con determinación—. Salvaremos a Alexandra.
Continuamos nuestro camino, sabiendo que cada paso nos acercaba más a nuestro objetivo y al peligro que acechaba en cada esquina.
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