Te encontraré

ALEXANDRA COLLINS POV

No tardé mucho en quedarme dormida.

Y esa noche, soñé con figuras encapuchadas que se movían como sombras amenazantes a mi alrededor. Podía sentir su intención malévola y susurros siniestros que me helaban la sangre. Uno de ellos, más grande que los demás, parecía ser el líder. Cuando levantó la mano hacia mí, desperté de golpe en la madrugada, con el corazón latiendome con fuerza.

Respiraba agitadamente. Me estaba dando un ataque de ansiedad. Me sentía atrapada en mi propio miedo, sin saber cómo escapar de esas imágenes que aún resonaban en mi mente.

Entonces, se me afiguró ver al líder supremo entrando en mi habitación. Su sombra parecía acercarse, cada vez más real.

—¡No! ¡Aléjate! —grité—. ¡Por favor, ayúdenme!

La sombra se desvaneció cuando la puerta se abrió y vi la figura de Carolina aproximándose hacia mí.

—No te preocupes, todo está bien —dijo Carolina, aproximándose hacia mi—. Ya estoy aquí, no dejaré que nada malo te pase, ¿de acuerdo?

Su presencia era reconfortante. Me aferré a ella, buscando seguridad en sus brazos.

—G-Gracias... —susurré, aún asustada.

Ella me correspondió el abrazo y a los segundos, me quedé dormida.

Posteriormente desperté cuando los rayos solares cegaron mi rostro. Me estiré perezosamente, tratando de sacudirme la pesadilla de la noche anterior.

—Hola dormilona —me saludó Carolina desde la puerta, con una sonrisa.

—Hola sonámbula —respondí esbozando una sonrisa.

Ella sonrió abiertamente y se acercó a mi.

—Andando.

—¿A dónde vamos? —pregunté con curiosidad.

—A cazar —respondió con su tono serio. 

(...)

Dicho y hecho, salimos de las zonas habitadas, adentrándonos en el bosque que rodeaba la base. Carolina me explicó que la caza no era solo una necesidad, sino también una tradición entre los suyos. Aprender a cazar significaba más que obtener alimento; era una forma de conectarse con la naturaleza y con uno mismo.

Mientras caminábamos, el aire fresco llenaba mis pulmones y el suelo bajo mis pies se sentía vivo. Carolina me enseñó cómo moverme en silencio, cómo observar y escuchar los sonidos del bosque. Me di cuenta de que, aunque no recordara nada de mi pasado, había algo instintivo en esto, algo que resonaba en lo más profundo de mí.

—Esto no es solo cazar —me dijo Carolina mientras nos movíamos—. Es una manera de encontrar tu lugar en este mundo. De recordar quién eres realmente.

Sus palabras resonaron en mí. Sentí una determinación renovada. Aunque mi memoria estaba perdida, aquí, en este momento, podía comenzar a reconstruir mi identidad.

Nos detuvimos en un claro, y Carolina me enseñó cómo usar un arco y flechas. Me sorprendí al ver que mis manos sabían qué hacer, como si alguna vez lo hubiera hecho antes. Me concentré, apunté y solté la flecha, viendo cómo volaba con precisión hacia el objetivo.

—Muy bien, Alexandra —me dijo Carolina con orgullo—. Estás recuperando más de lo que crees.

Mientras seguíamos cazando, sentí una extraña mezcla de alivio y esperanza. Quizás, con el tiempo, podría recordar todo lo que había perdido. Pero por ahora, me concentré en el presente, en aprender y adaptarme. Y en confiar en que, con Carolina a mi lado, no estaba sola en esta búsqueda.

***

Seguimos cazando, hasta que, llegó la hora de la comida. Regresamos a la base y allí, nos sentamos Carolina y yo en una mesa gigante. Como era nueva, me sentía nerviosa. No conocía a nadie más, exceptuando a Carolina.

—¿Eres nueva? —me preguntó un chico de cabello rubio y ojos grises.

—S-Sí —respondí algo tímida.

—¡Mucho gusto! —me dijo aquel chico, tan entusiasta. —Soy Louis, pero dime Lou.

—Un gusto, Lou —dije esbozando una sonrisa pequeña.

—¡Pero qué mona! —exclamo una chica, de cabello pelirrojo y ojos azules.

Me sonroje y ella apretó mis cachetes con cariño.

—Hola monada, soy Ana —me dijo ella.

—Un gusto —respondí tímida.

—Ya basta —intervino Carolina—. La están incomodando.

—¡Ay no puede ser! —farfullo Ana—.  ¿Te estoy incomodando?

Quería ser amable y caer bien.

Pero, una parte de mi, me obligó a decir la verdad:

—Un poco...

—¡Perdóname! —pidió ella. —No era mi intención, monada.

—No pasa nada —dije.

Y posteriormente, Ana se sentó enfrente mío, y comenzó a platicarme sobre quien era ella, —quien no era cualquier cosa—. Era una ingeniera, y estaba a cargo de algo bastante importante en la base.

—Si necesitas llorar, o desahogarte aquí tienes mi número querida —dijo ella, antes de irse y tirarme un beso a la distancia.

Dios mío, ella es una chica bastante directa.

—¿Y qué opinas? —me preguntó Carolina. —¿Te agradaron?

—Sí, son personas curiosas pero buenas —respondí.

—Me alegra que te gustarán.

Miré su sonrisa, y algo me llevo a sonreír a mi también.

—¿Quieres seguir cazando? —me preguntó ella.

—Sí.

Pasada la noche, descanse en mi habitación con Carolina a mi lado. Si bien, no habían intenciones dobles de por medio, me sentía como una niña pequeña.

—Estaré aquí hasta cuando te duermas —me informó ella.

—Está bien —agradecí y ella depósito un beso en mi frente.

—Descansa, Alexandra...

Esa noche, no tuve ninguna pesadilla. Pero soñé con aquella chica de cabello pelinegro y ojos azules. Estábamos en un bosque, y cuando intentaba alcanzarla, ella se desaparecía. Como por arte de magia.

Y justo cuando desperté, a mi lado yacía, Carolina Lawreth, su cabello castaño, y su rostro estaban reposando en mis piernas. 

Con lentitud me moví, y ella se despertó.

—¿Alexandra? —murmuró aún adormecida.

—Hola dormilona —respondí con una sonrisa.

—¿Con que robandote mis frases? —repuso ella divertida.

Asentí y ella sonrió.

—Vamos —dijo ella, tirando de mi mano.

Comencé a caminar, y mientras caminábamos, Carolina, me preguntó si todo estaba bien.

Y es ahí cuando entre en un dilema, porque había soñado con aquella chica.

—No lo sé, ¿crees que es posible soñar con desconocidos que tal vez formaron parte de tu pasado en algún momento? —pregunté inocentemente.

—Sí, es muy posible —respondió ella. —¿Por qué la pregunta, mi curiosa?

Abrí los ojos ante sus palabras, como si ya hubiese escuchado de antemano esa última palabra en algún lado.

—No por nada... —contesté pensativa.

Acto seguido, llegamos al comedor, y escuché algo interesante:

—... no me sorprendería si los rumores fueran ciertos —decía un hombre mayor, con una voz profunda y resonante. Era el profesor de historia, el señor Bennett, conocido por sus teorías extravagantes y su fascinación por lo sobrenatural.

—¿Qué rumores, señor Bennett? —preguntó Carolina, acercándose con curiosidad.

El señor Bennett levantó la vista, y miro a Carolina.

—Ah, Carolina Lawreth, buenos días. Estábamos hablando de los antiguos cuentos de vampiros que se han contado en esta región durante siglos. Algunas personas creen que estos cuentos no son solo leyendas, sino que están basados en hechos reales.

Carolina arqueó una ceja, intrigada.

—¿Hechos reales? ¿De qué habla?

El profesor Bennett sonrió, disfrutando de tener una audiencia interesada.

—Bueno, hay historias de encuentros con seres sobrenaturales que datan de hace cientos de años. Cazadores de vampiros, como en los viejos tiempos, y rituales antiguos destinados a proteger a las comunidades de estos seres. Algunos de estos relatos han sido pasados de generación en generación y se dice que algunos clanes de vampiros aún existen en las sombras.

Abrí los ojos, recordando mi sueño con la chica de cabello negro y ojos azules. La idea de que los vampiros y otros seres sobrenaturales pudieran ser reales me dejó perpleja.

—¿Y cree que esos vampiros aún existen hoy en día? —pregunté, intentando sonar casual.

El señor Bennett se inclinó hacia adelante, mientras su voz bajaba a un susurro conspirador.

—Hay quienes creen que sí. Dicen que han aprendido a mezclarse con los humanos, pasando desapercibidos. Algunos creen que tienen sus propios códigos y sociedades secretas. No se puede probar nada, claro, pero los rumores persisten.

Carolina me miró, notando mi repentino interés.

—¿Qué te parece eso, Alexandra? ¿Te gustan las historias de vampiros?

Asentí lentamente, todavía procesando lo que había escuchado.

—Es... fascinante. Nunca pensé que pudieran ser algo más que historias.

El profesor Bennett se rió entre dientes.

—Las historias tienen una forma de perdurar por una razón, querida. Nunca sabemos qué parte de ellas es verdad y cuál es ficción. Pero siempre es interesante explorar la posibilidad, ¿no?

Nos despedimos del profesor Bennett y continuamos nuestro día, pero las palabras sobre vampiros y sociedades secretas resonaron en mi mente. Mientras tanto, la imagen de la chica de mi sueño seguía presente, como si intentara decirme algo más profundo sobre el mundo que creía conocer.

***

Pasada la tarde, salimos a cazar vampiros y explorar los territorios perdidos. 

Aunque no me agradaba la idea, no tenía más opción que obedecer.

—Mantente alerta, Alexandra —me aviso Carolina—. Esas alimañas aparecen cuando menos te lo esperas.

—Entendido —respondí.

Seguimos avanzando, pero de pronto un grupo de seres sobrenaturales se posaron enfrente nuestro.

Aquel grupo, avanzó de forma intermitente hacia nosotros, y dijeron algo imaginable:

—¿En su grupo tienen a una chica llamada Alexandra?

—No, aquí no hay ninguna chica llamada así —respondió Carolina firme y sin titubear.

—Nos pareció que si, disculpen la molestia —dijo una chica de estatura mediana, con cabello verdoso y ojos azules.

¿Será posible que yo los... conozca?

Y fue entonces que, Carolina me puso contra su cuerpo de forma protectora.

—Ya pueden irse —dijo Carolina.

Y justo cuando creí que todo terminaría, ví esos ojos azules magnéticos mirarme a la lejania de nuevo.

—¡Está con ellos chicos! —informó esa chica. 

¿Pero quién rayos es esta chica?

—Estas equivocada si piensas que te la daremos —repondió Carolina con firmeza, apuntando con su arco a la frente de esa chica de ojos azules.

—¡Estás cometiendo un grave error! —alzó la voz, aquella chica.

—¡No! —repuso Carolina. —¡Los que están cometiendo un grave error son ustedes!

—¡¿Le has preguntado siquiera que es lo que ella quiere?! —inquirió esa chica.

—¡No hace falta! ¡Ella está bien con nosotros! —respondió Carolina, protegiéndome.

—Alexandra... —susurró ella.

Sentí una opresión en el pecho cuando ella me llamo.

—¿Quiénes... Quiénes son ustedes? —pregunté tímida, y por si no bastaba, mi voz sonaba insegura.

—¿No nos recuerdas? —preguntó un chico de cabello azul.

—No... Nunca los había visto —respondí insegura.

La mirada de aquella chica de ojos azules, fue de dolor. Y me dolió mucho verla en ese estado.

Y no sabía porque.

—¿Tú quieres estar con ellos, Alexandra? —me preguntó esa chica de ojos azules eléctricos.

—N-No lo sé...

¿Por qué siento esta opresión en mi pecho?

La tensión en el aire era palpable, y mis manos temblaban. La chica de ojos azules, cuya mirada me traspasaba, bajó lentamente sus manos en señal de paz.

—Alexandra, por favor... —suplicó con su voz quebrándose.

Carolina tensó aún más la cuerda de su arco, lista para disparar.

—¡Basta! —grité de repente, sorprendiendo a todos, inclusive a mí misma.

La chica de ojos azules me miró esperanzada, mientras que Carolina mantenía su posición, desconfiada.

—No quiero que nadie salga herido —continué hablando, mi voz estaba temblorosa pero firme—. ¿Podemos hablar de esto?

—Alexandra, no tienes que escucharla —dijo Carolina, sin bajar el arco—. No sabes quiénes son.

—¡Pero tampoco sé quiénes son ustedes! —respondí, sintiendo la confusión crecer dentro de mí—. Necesito... necesito respuestas.

El chico de cabello azul dio un paso al frente, levantando las manos también.

—Estamos aquí para ayudarte, Alexandra. Ellos te han estado engañando —dijo con seriedad—. Tienes que recordarnos.

—¡Ustedes no saben nada! —interrumpió Carolina, su voz llena de urgencia y miedo—. ¡Le están mintiendo!

Mi mente estaba en un torbellino de pensamientos y emociones. Sentí una fuerte punzada en la cabeza, como si algo estuviera tratando de salir a la superficie. Imágenes fragmentadas pasaron por mi mente: risas, lágrimas, rostros conocidos y desconocidos.

—Por favor, Alexandra... —dijo la chica de ojos azules y cuando una lágrima cayó por su mejilla, tuve un deja vu—. Recuerda quién eres realmente.

Mi visión se nubló por un momento y caí de rodillas, sujetándome la cabeza con ambas manos. Sentí un torrente de recuerdos inundarme, y todo se volvió claro por un instante.

—¡Alexandra! —gritó Carolina, corriendo hacia mí, pero la chica de ojos azules fue más rápida, colocándose a mi lado y abrazándome con fuerza.

—Estás a salvo ahora, Alexandra. Te prometo que siempre lo estarás —dijo con suavidad.

Abrí los ojos lentamente y vi su rostro, sus ojos llenos de determinación y amor. Sabía, en lo más profundo de mi ser, que podía confiar en ella.

—Yo... yo confío en ti —murmuré, sintiendo que una gran carga se levantaba de mis hombros—. Lo siento... Carolina, pero tengo que saber la verdad.

Carolina bajó el arco, derrotada, y asintió con lágrimas en los ojos.

—Está bien, Alexandra. Pero, volvamos a nuestra base para hablar.

—De acuerdo —dijo la chica que me estaba sosteniendo.

Me levanté con la ayuda de la chica de ojos azules y el chico de cabello azul. Mientras sentía dentro de mi, que estaba dando el primer paso hacia descubrir mi verdadera identidad y la verdad detrás de todo.

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