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Gulf siempre se preguntó cómo luciría el niño de aquella noche helada, pero jamás, ni una sola vez imaginó cómo sería su cara. Tenía una quijada cuadrada, labios delgados y una nariz poco común en asiáticos. Mew, a pesar de su antipática coraza, también se preguntaba qué le habría pasado al niño de esa noche. No le veía futuro en esa entonces y sigue sin verle futuro ahora. —Quítate. — Refunfuña y apenas Gulf se aleja, con la mano herida envuelta por la otra, Mew se da cuenta de que lo protegió.
Pero se niega a tragar su orgullo. —Vayamos a otra cafetería. Ese chico siempre trae mala suerte. — Él se retira del lugar junto con el cliente -que se disculpa- y Gulf ignora las miradas de todos. Se levanta sin ayuda de nadie y recoge la libreta de apuntes.
—Dime que pediste disculpas. — Implora la mánager, frustrada.
—No fue mi culpa, un perro me empujó–
—¡Gulf! Gulf, Gulf. Tú eres un empleado. Eres parte de la imagen de esta cafetería. Tu trabajo es disculparte aunque no haya sido tu culpa. ¡Ya sabes para la próxima!— Reprende en bajo. Le sonríe a todos mientras se aleja, aparentando ser un ángel.
El hada vuelve a detenerse en el hombro de Gulf. Vuela hacia su mano y le da un besito. —¿Duele menos?
—Mucho menos. — Él confirma y ella se esparce en cenizas de oro. Gulf continúa trabajando. —Al menos ese ignorante está bien. — Busca el lado positivo de las cosas para seguir adelante.
•••
Luego de terminar con el cliente, Mew vuelve a casa. Donde una niña vestida de princesa toca el piano hasta mirar sobre el hombro. —¡Tío, llegaste! — Ella corre hacia él y él se arrodilla para recibirla en sus brazos.
—¡Ophelia! ¿Qué haces aquí? — Él ríe.
—No me digas que lo olvidaste, tío. — La niña se apena.
—¿Olvidar qué, cariño?
La hermana de Mew se para detrás de Ophelia cruzada de brazos con ojos amenazantes.
—Hoy es mi cumpleaños, tío. ¡Cumplo nueve años! — La niña celebra.
—¡Oh! — Mew se queda sin palabras. Por supuesto que lo olvidó. Ahora no tiene un regalo para la niña. —¡Feliz cumpleaños, Ophelia! Claro que te tengo un regalo. Hoy… Hoy –
—Tu tío te llevará a ver el live action de Barbie. — La hermana lo salva de los aprietos, otra vez. Sin embargo Ophelia no parece contenta con la selección de la película. —Mami, tío, será mejor que veamos otra. Ayer me salieron reseñas muy malas sobre esa película. Dicen que no es para niños.
—Ah, ¿Qué tal Las Tortugas Ninja?
—¡Sí, ellos son mejores!
La niña ríe mientras que Mew le hace cosquillas en los costados. Con Ophelia distraída, comparte una humilde y apologética mirada con su hermana, quién se encoge de hombros.
….
—Ustedes adelantensen, yo los alcanzaré. Iré a comprarle algo a Ophelia. — Mew le comunica a su hermana en los escalones de la mansión. El concuñado asegura el cinturón de Ophelia en los asientos traseros.
—Cómo quieras. Sólo no te tardes. Ophelia estaba ansiosa por verte, qué mal que tenga un tío de mierda.
—Qué mal que a su madre le importe más la herencia de un museo que el amor de la familia. Yo ya he intentado complacerte, Mauricia, pero nunca estarás satisfecha hasta arrebatarme mi lugar. Yo ya soy el CEO del museo, conformate con ser la secretaria. Sé agradecida de lo que padre y yo te dimos.
Ella bufa una sonrisa. —Ok, hermanito, tú no eres el que está casado ni tiene una boca extra que alimentar.
—Vaya, pues yo pensaba que sí.
La mujer rueda los ojos e ingresa al asiento del conductor. Con un acelerón de ruedas, quedan fuera de vista. Mew entra al auto después de arreglar su traje a los laterales. Zarpa al cruce de luces, por dónde mismo camina Gulf para llegar a su casa, pero ninguno se ven. Mew lo pasa de largo en la luz verde. Gulf, presintiendo su cercanía, levanta el rostro. Sin embargo, se fija en el extraño motociclista q pareciera alguien contratado para matar. No le da vueltas al asunto y le resta importancia.
Mew nota que un hombre en motocicleta lleva tras él un buen rato. Alarmado, no se detiene en la luz roja, recibiendo una orquesta de claxons, y desvía el auto a una esquina. Al mirar por el retrovisor, no hay más hombre en motocicleta.
Sonríe entusiasta cuando el hombre aparece de frente, apuntándole un arma. Mew grita y entra al césped del lado. El carro se vuelca por la velocidad entonces él queda boca abajo con un punzante tajo en la sien. Ve borroso y el doble. Pero lo único que tiene por seguro es que el motociclista se acerca a él.
«Entonces así es como se siente saber que vas a morir. Aún no puedo asimilarlo y no me parece justo. Ya no me quedan fuerzas para moverme. Quiero pelear, ¡es mi vida! ¡Reacciona, cuerpo, es nuestra vida! » el hombre le desabrocha el cinturón, lo arrastra hacia afuera entonces lo carga sobre un hombro y los aleja de ahí.
Mew apenas es consciente de lo que pasa. Pero siente como lo tira al vacío infinito, permitiéndole ver la silueta del motociclista mientras cae. Ve ladrillos. Montones de ellos. —¡¡NOOO!! — El agua del lugar lo envuelve en su frío manto. Acallando los gritos del exhausto CEO. Él sale afuera adquiriendo una bocanada de aire. Se mantiene a flote con los brazos, pero nota que está en un pozo. En un maldito pozo. Y el motociclista retrocede la única soga que puede sacarlo con vida. Mew se aferra a la soga con ambas manos. Jalando con fuerzas. Pero el motociclista tira, raspando las manos del CEO y se va.
—¡¡NO ME DEJES AQUÍ!! NO. — Mew golpea la pared de ladrillo. —¡AYUDA! QUE ALGUIEN ME AYUDE. POR FAVOR.
El CEO no era un hombre suplicante, él prefería ser suplicado. Sin embargo, situaciones extremas requieren medidas extremas.
…
Gulf sigue adelante cuando el motociclista lo pasa de largo. Lo encuentra raro, pero lo peor es encontrar la van de hace rato volcada fuera de la carretera. Escucha la súplica entonces corre al pozo y mira adentro. —¡Oh por Dios! — Grita.
—Al fin. Alguien. Por favor, tira la soga que está ahí. Así podré subir.
—Soga. Ok. — Gulf tira la soga. —Llamaré a la ambulancia.
—No, descuida, nadie puede saber de esto.
Gulf le pregunta el por qué, pero cuánto más ese hombre intenta subir la soga, más la luna lo esclarece. —Un momento. Eres tú otra vez.
—Tú. — Mew también se impresiona al notar quién es.
—Ja. Mira quién salva a quién. — Gulf le sonríe mezquino. —Por eso hay que ser amable siempre. Nos encontramos dos veces en el mismo día, ¿coincidencia o destino?
Mew logra escalar con un rostro malhumorado y Gulf le ofrece la mano buena. Mew la acepta y se sienta al borde del pozo. Ya no tenía sangre, pero el tajo seguía ahí.
—Estás herido. Deberías de ser atendido en el hospital. — Gulf acuna sus mejillas sin previo aviso, revisando el corte. Mew lo mira como a un loco por tocarlo sin permiso, pero responde la pregunta anterior.
—Es solo coincidencia. Por alguna razón siempre coincidimos. Gracias por salvar mi vida, atenderé mi herida sin armar escándalo. No puedo preocupar a padre y tampoco puedo dejarle saber a mi hermana que estoy vivo. Estoy seguro de que esto fue obra de ella.
—Para ser millonario llevas una vida horrible.
—Todo mal viene del dinero.
—Jum.
El CEO le pregunta por la mano herida y Gulf dice está bien.
—Sabes, puedes pasar la noche en mi casa. Si quieres.
—... Hoy es el cumpleaños de mi sobrina. Intentaron matarme en este día.
—Lo siento. ¿Tenías un regalo para la niña?
—Eso es lo peor: iba a comprarle uno antes de ser atacado.
—¡Oh! Tengo un viejo amigo que trabaja en dejar cosas. A ver si lo consigo. Puedo decirle que le compre un peluche a la niña y darle la dirección para que se lo deje.
—¿Puede hacer todo eso?
—¡Mjm! — Gulf llama a su amigo para hacerle la orden especial. Se sonroja mientras habla con el amigo y da mil vueltas en un solo sitio, contestando «sí» a todo o «sé que ha pasado mucho tiempo», hasta finalmente ordenar y agradecer para terminar la llamada. —¡Son cuarenta dólares!
—Oop– hay un problema. Creo que el teléfono… — Mew lo saca del bolsillo y este chorrea agua incluso por el agujero de la batería. —se dañó.
—¡¿QUÉ?! — Gulf grita, pero seguido le da la espalda y teclea en su teléfono.
—¿Qué haces–?
Gulf le muestra el teléfono sin voltear. Mostrando un recibo digital dónde ha pagado la orden especial.
—¡Oye, no tenías por qué… ! Te pagaré--
—Vámonos a casa, Mew. — Gulf sonríe al voltear. La voz con la que lo dijo fue tan armoniosa que el CEO regresó a esa noche helada, a ese sentimiento de esperanza.
—Sí. — Él responde.
En el humilde apartamento de Gulf, Mew está sentado en la la cocina mientras que Gulf le pone ungüento con un algodón. Mew mira alrededor con los ojos. Está muy vacío. Sabe que se mudó recientemente. Ni siquiera tiene televisión.
—¿Cuando saliste del hospital psiquiátrico?
Gulf se congela por breves momentos, pero sacude los malos recuerdos y vuelve a sonreír. —Salí hace un mes. El director me aceptó hasta los treinta años. Vaya, vaya~ cuánto más lo digo más viejo me siento.
—¿Aún piensas en Naradia?
—No hagas preguntas sólo para burlarte de mis respuestas.
—Hablo en serio esta vez. No me reiré de ti. Perdón por eso.
—Sólo sientes lástima porque te salvé dos veces.
—Si siguieras la corriente no me sentiría tan incómodo y humillado, por favor.
—Mi amigo viajó a Canadá y dijo que lo vió. Encontró Naradia. Estoy trabajando para ir allí.
—... Vamos juntos. — Mew detiene su mano con cuidado. Ambos se miran a los ojos mientras que la luna los ilumina en su máximo esplendor. Los copos de polvo flotando detrás de ellos y las hadas afuera de la ventana observando con sonrojo, maravilladas por la propuesta.
—Sólo estás bromeando.
—Lo digo en serio. Vamos juntos. Vamos a ver a Naradia de una vez por todas. No sé si lo notaste, pero en ninguno de estos años olvidé el nombre.
Gulf busca el fraude en sus ojos, pero no lo encuentra. Esta vez habla en serio. Realmente quiere encontrar a Naradia. Con una sonrisa pregunta, —¿cuándo vamos?
—¡Mañana a primera hora!
—¿Eh?
Exactamente mañana a primera hora Gulf anda en un jet privado acompañado de Mew y un guardaespaldas leal. Mew está completamente relajado usando gafas de sol y su vestido platinado, ha comprado un nuevo teléfono y anda cruzado de piernas.
Gulf está nervioso mirando a todos lados y apretando la correa.
—¿Qué te pasa, Gulf?
—Nada, nada.
—Es evidente que algo te está pasando.
—Nunca había estado en un avión--
—Vamos a despegar. — Comunica una azafata.
Gulf presiona los ojos cerrados. Mew busca su mano buena con los ojos y entonces la toma. —Puedes apretar tanto como necesites. Todo estará bien.
Gulf aprieta su mano fuertemente y asiente nervioso. Surcan los cielos y todo tiembla, pero ambos se mantienen tomados de la mano. Mew acaricia su mano con el pulgar.
Allá vamos, Naradia.
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