7- Cita cancelada y noche de copas
Los días pasaron volando y la cita ya se encontraba a la vuelta de la esquina y el tictac anunció la cuenta regresiva.
—Debería ir a bañarme, me hace falta ya.
Quería que todo saliera perfecto así que comenzaría a arreglarse desde temprano no quería que Ciro llegara y ella no estuviera lis.
La emoción era un torbellino que la arrastraba sin piedad. Su corazón palpitaba como un tambor, y sentía una energía electrizante recorrer cada célula de su cuerpo.
La anticipación había crecido dentro de ella como una tormenta en ciernes, y ahora, con el primer rayo de sol que se filtraba por la ventana, estalló en una explosión de alegría. Saltó de la cama de un brinco, sus pies apenas tocando el suelo antes de que su cuerpo se pusiera en movimiento.
Sus pensamientos daban vueltas como una rueda de la fortuna, cada uno más emocionante que el anterior. Era como si el mundo entero se hubiera detenido, y solo existiera este momento, este instante cargado de promesas.
—Ardillita ¿puedo saber a dónde vas? ¿Para quien es tanta belleza?
La voz del chico la sobresaltó, no esperaba que estuviera despierto. Desde el día que ella había encontrado a su amigo en la sala todo lleno de sangre, él no se despegaba de ella y la llevaba y la buscaba. No era necesario que lo hiciera, pero desde que comenzó a asistir a un psiquiatra le recomendó mantenerse ocupado así que eso lo transformó en su rutina.
—Hoy es mi cita con Ciro, te hablé de él. ¿Recuerdas? ¡Estoy demasiado emocionada! —Justin no dijo nada y solo sonrió.
No le importaba el hecho de que la cita fuera en la noche, ella se iba a adelantar para no estar en una carrera después.
Compitiendo con su amigo para quien se ganaba la ducha movió sus pies con toda la velocidad posible y cuando llegó, se despojó de su ropa y dejó que el agua tibia llenara la bañera.
De a poco fue ingresando y la piel de April fue acariciada con cierta dulzura como una madre. Cerró los ojos y dejó que la sensación la envolviera por completo. Sus dedos trazaron patrones sobre su cuerpo, como si intentara borrar las marcas invisibles del pasado. Recordó las noches frías en el orfanato, cuando el agua de la ducha era un lujo escaso.
Ahora, con cada chorro de agua, sentía cómo se liberaba de las tensiones acumuladas. Se imaginaba que cada gota arrastraba consigo una preocupación, una duda, una lágrima. Se concentraba en la sensación del agua deslizándose por su cabello rizado, en el aroma del champú que utilizaba. Era su pequeño ritual, su momento de paz en medio del caos.
April se encontraba bajo la cálida agua de la ducha, el vapor empañando el espejo. Sus dedos recorrían su piel con extrema suavidad, como si intentara borrar las marcas invisibles del pasado. Recordaba las noches frías en el orfanato, cuando el agua de la ducha era un lujo escaso. Suspiraba.
«—April, ¿por qué estás tan triste? — preguntó una voz suave en su mente. Era la voz de la pequeña niña que había sido, ojos llenos de miedo y anhelo.
April sonrió con tristeza. Porque te extraño, pequeña. Te extraño a ti y a esa niña llena de esperanza.
—¿Por qué te sientes así? ¿No eres feliz ahora? —preguntó la niña.
—Soy feliz, sí. Pero a veces echo de menos lo simple que era todo entonces. No tenía que preocuparme por nada.
—Pero ahora eres fuerte, April. Puedes hacer cualquier cosa que te propongas".
April asintió. —Tienes razón. Soy más fuerte de lo que creía. Y tú también lo eres".»
Mientras aplicaba el acondicionador a su cabello, continuó la conversación.
«—Sabes, pequeña, alguna vez odié mis rizos. Pensaba que eran feos.
—Pero ahora los amo —respondió la niña con orgullo.
—Sí, ahora los amo. Son parte de lo que me hace única.»
Al terminar de ducharse, April se envolvió en una toalla y se miró en el espejo. Vio a una mujer fuerte, independiente y llena de vida. Y vio a la pequeña niña que había sido, siempre a su lado.
—Gracias, pequeña —susurró—por recordarme quién soy.
Con una sonrisa, salió del baño, lista para enfrentar el día. Se miró en el espejo empañado. Sus ojos, antes llenos de miedo, ahora reflejaban una fuerza que la sorprendía. Había recorrido un largo camino desde aquellos días oscuros. Y aunque las cicatrices del pasado aún estaban presentes, ya no la definían. Era hora de mirar hacia adelante.
April se pasó las manos por el cabello, frustración pura reflejada en su rostro. Nada de lo que sacaba del armario le parecía lo suficiente como para resultar atractiva. Porque sí, ella quería resultar sexy para él chico. Pero por lo visto eso no se iba a poder.
¿Cómo era posible que tuviera tanto y nada le sirviera? Se sentía como una niña pequeña buscando un disfraz para Halloween, pero sin encontrar nada que la hiciera sentir segura de sí misma. Cada prenda parecía acentuar sus inseguridades. ¡Y justo hoy, cuando tenía una cita con Ciro! La idea de quedar en ridículo la hacía querer encerrarse en su habitación y no salir nunca más.
Justin que de casualidad pasaba por ahí se llevó la mano al pecho, jamás creyó que vería tanta ropa junta en una habitación, pero cuando vio el estado de su amiga supo que algo no andaba bien.
—¿Estás teniendo problemas de autoestima de nuevo? Veamos, cuéntame. ¿Qué es lo que sucede?
—No pasa nada, todo está de maravilla —April se acomodó en la cama de modo que quedase frente a Justin.
—No te atrevas no me vuelvas a mentir, te conozco y sé que algo te pasa.
—Yo… ¡Ay por favor! parezco adolescente enamorada, ¿me veo patética?
El chico no respondió, pues asumió que su amiga hizo una pregunta retórica así que solo le mostró una sonrisa.
—¡Y lo sé a la perfección! Sé que no te puedo mentir, pero desconozco qué hacer en estos casos, ¿y si me equivoco? ¿Y si no es el correcto? —dijo dándole un abrazo a su amigo mientras lloraba.
Justin sonreía ante la vista confusa de la muchacha, se notaba la frustración en sus ojos. Sabía que tener una cita no era algo fácil, pero le sorprendió que su amiga le dijera la palabra “enamorada”.
—Para empezar. Quiero que seas lo más sincera posible —lo murmuró con tanta seriedad que logró asustar a la chica—¿te gusta ese muchacho? —cuestionó.
—No, digo si, ash la verdad no sé qué es lo que siento. Él es bastante guapo. Pero tengo dudas.
Las palabras que llegaron a los oídos de Justin fueron la alerta para que ayudara a su amiga.
—Ah, mira ardillita el amor siempre es complicado, se como te sientes y sé que es complejo de entender —April oyó eso último con temor y quitó las manos de su rostro.
Tomó una pausa larga, logrando que el pulso de la morena se acelerase, pero pudo calmarse cuando él mostró su blanca dentadura y la tomó de la cintura acercandola a su cuerpo
—Deberías analizar la situación, si estás tan insegura, no deberías aceptar salir con él. Debes comunicarselo, estoy seguro de que lo entenderá, por lo que me has contado se ve que es buen muchacho —dijo Justin mientras la veía con cariño.
April observó al dueño de esos ojos grises le dió un abrazo brindándole una gran sonrisa y se levantó, lo pensaría mejor no quería rechazar a Ciro. Solo se encontraba teniendo una pequeña crisis por no encontrar qué ponerse.
—Muchas gracias muscules, eres el mejor amigo que he tenido. Ahora Shu. Tengo que pensar con claridad —dijo mientras se tapaba con las pocas sábanas que tenía en las manos. Recién se acordaba que estaba desnuda. Y frente al muchacho.
Justin sonrió ante la acción de la muchacha, él era gay y su amiga era consciente de eso, pero siempre le enseñaron que frente al único hombre que debía estar como vino al mundo era su novio o su esposo. ¡Y ese momento le daba mucha vergüenza!
—¡Eso no vale! ¡Yo quería ver! —refutó él mientras reía con ganas.
Por reflejo ella cubrió su cuerpo, aunque ya la había visto en varias ocasiones sentía que frente a él debía tener pudor.
—¡Pues no será hoy muchachito! —respondió con una sonrisa.
April y Justin reían, la muchacha tenía una baja estatura y luchaba por sacar a su amigo del cuarto.
—¿Ya acabaste de desperdiciar tu oxígeno tratando de empujarme? Sabes que soy pesado para ti —April lo miró con mala cara e infló los cachetes.
—¡Ya salte! —gritó con molestia fingida.
Entre risas Justin salió para que su amiga pudiera drenar su frustración y pensar en lo que habían conversado.
Luego de que April se quedase observando a la nada se levantó y salió de su habitación.
Ya casi llegaba la hora de su cita y por más que lo había meditado aún no se decidía. La quería cancelar, pero necesitaba un consejo antes de hacerlo o por lo menos cómo.
—Muscules…
Al asomar la cabeza por un lado de la puerta y acabó cerrándola de golpe. La escena que tuvo al frente hizo que sus mejillas tomaran un leve tono de rosa por la vergüenza del momento.
Lo había visto sentado en el medio de su cama con la ropa fuera y su expresión demostraba el placer que sentía en ese instante desplazando su mano de arriba abajo encima de su marcada erección.
—¡Lo siento! —exclamó alarmada—. Debí tocar —murmuró cubriendo sus ojos como si aún tuviera la escena frente a ella.
—Ardillita ya, ya puedes pasar —exclamó con respiración cortada.
«¡¿Por qué este tolete no cierra con seguro?!» Pensó. «le ví su, ay no que horrible.»
—¡Ardillita! ¿Todo bien? ¿Qué necesitabas? —dijo frente a ella, ya estaba vestido así que rió cuando su amiga volteó aún cubriendo su rostro. Pero al oírlo burlarse quitó sus manos.
—Es respecto a mi cita con él... Me da miedo como reaccione —mencionó la morena.
Al April confesar que no sabía cómo rechazar a Ciro.Justin con dificultad se levantó de la cama. Aún tenía un poco de dolor en esa zona aunque no se podía apreciar un bulto.
«¿Me podré mover ya? Que terrible que tenga que parar así. Pero me dio tanta vergüenza también» Pensó Justin. «Pensándolo bien. ¿Por qué siempre tengo que ser yo quien la saque de apuros?»
—Vamos a ver april, por lo visto no irás a la cita ¿Ya la cancelaste? —cuando ella negó el chico suspiró con pesadez—¿Y a qué hora te dijo que vendría por tí ? —susurró.
—Según yo, en una hora y media.
—¡¿Estás de broma?! ¿Cuándo lo piensas cancelar? —gritó asustando a la muchacha.
La verdad, esa reacción del chico se la esperaba. No le gustaba que la regañara, pero eso es lo menos que se merecía por no hacer las cosas a tiempo. Quizá el chico ya estaba por llegar o estaría abajo y no se merecía que le hicieran perder el tiempo.
—Lo lamento, es que… me da miedo como vaya a reaccionar —dijo con lágrimas en sus ojos.
«Ay no. ¿Es en serio que me va a salir con esa?» Pensó Justin.
—No, April por favor no llores, lo siento mucho por perdón no era mi intención, pero en serio debes llamarlo —habló entre dientes abrazándola. Casi no salían sus palabras, pero April no le prestó atención.
April sorbió su nariz y luego se alejó de él y lo miró, mientras sonrió.
—No creo ser capaz.
—Si que lo eres. A ver, dame tu teléfono, yo le llamo y tomas la llamada.
Justin le repicó desde el teléfono de April y cuando el muchacho contestó puso el altavoz para que April hablara.
April
Hola Ciro, oye esto me da mucha vergüenza, pero tengo que rechazar la cita.
Ciro
Hola florecita, ¿qué ocurre? Ya iba llegando, pero no hay problema.
April
Q
uería decirte, que se me presentó un inconveniente. Y no podré salir contigo.
Ciro
Comprendo, entonces será la próxima.
April
Disculpame por hacerte perder el viaje hasta aquí se que no es fácil venir
L
uego de que dijo eso el chico con una risita colgó, April pudo respirar con normalidad y con una sonrisa miró a su amigo.
—Gracias te quiero mucho —susurró cuando Ciro colgó.
—Listo, ¿ves que no fue tan difícil?
—Fue fácil, pero creí que me iba a morir de nervios.
—Si, ahora tú y yo vamos a por los licores.
—¿No era que no tomabas? —preguntó con una sonrisa.
—Eso era cuando estaba con Damon, ahora estoy feliz y soltero así que nos podemos embriagar.
April lo miró y la sonrisa de su amigo la convenció de sentarse con él y tomar unas cervezas. Hace mucho que no lo hacía así que esperaba no ser mala copa.
April no sabía si por la emoción. O por qué podía ser, pero al ver a Justin se dio cuenta de la expresión de su amigo. A Pesar de la fecha en la que estaban, el rostro de justin tenía cierta luz. Se notaba bastante alegre.
—Juss de casualidad, ¿esperas a alguien? Porque yo no, de eso estoy segura —preguntó mirando a la entrada de la casa.
—¿Por qué según tú? —dijo sabiendo que su amiga se había dado cuenta del timbre.
—Me pareció oír el timbre —dijo April sacando una bebida desconocida para el chico.
—¡Cierto! ¡Ya va! Te voy a presentar a alguien —dijo Justin fingiendo sorpresa y gritó lo más alto posible.
El muchacho se dirigió a la puerta y cuando la abrió, ingresó una muchacha de cabello liso, largo y negro como la noche; sus ojos violeta hipnotizaron a April haciendo que la nueva invitada se pusiera nerviosa.
—April espero que no te moleste que la haya invitado.
—Mmmm, no tranquilo. Por cierto mucho gusto, mi nombre es April Maldufes.
—El placer es mío, me llamo Alexia Ferd… ¡Coolyn! Alexia Coolyn.
«¿Coolyn? ¿Por qué se apellida igual que Andrés y sus hermanos?» Pensó April. «Ellos no tienen una hermana, hasta donde sé.»
April sin darle más vueltas a ese asunto, puso una copa más en la mesa para servirle a Alexia.
Después de presentarse los tres fueron a la sala de estar de April la atmósfera se sentía como un abrazo al alma por la cálida luz de la tarde. En el sofá, Alexia y Justin conversaban de manera animada, sus risas llenando el espacio. April los observaba desde la cocina, sirviendo las bebidas. Sus ojos se posaron en Alexia, y por un instante, el tiempo pareció detenerse.
Alexia tenía una sonrisa radiante que iluminaba su rostro, y sus ojos, de un gris azulado intenso, parecían mirarla a través de ella. Era como si estuviera viendo a la chica de sus sueños, aquella que había aparecido en sus fantasías durante los últimos tres años. La misma melena negra azabache, los mismos hoyuelos cuando sonreía.
April sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. ¿Era posible que estuviera frente a la mujer de sus sueños? Pero rápidamente negó con la cabeza. Era absurdo. Seguramente era solo una coincidencia, un juego de su mente.
Con un esfuerzo, apartó esos pensamientos y volvió a la cocina. Cuando regresó con las bebidas, trató de actuar con normalidad.
—Aquí tienen —dijo, entregándoles los vasos—espero que les guste, siendo sincera, es la primera vez que preparo un trago.
Alexia la miró y sonrió. A su parecer, ese era el trago más rico que había probado. Nadie tenía la capacidad para hacer uno así; con ese sabor chispeante, pero a la vez se sentía tan suave como el beso de un ángel.
—Está delicioso, April. Gracias.
April sonrió a su vez, pero por dentro estaba revuelta. Quería decirle a Alexia lo que sentía, lo mucho que se parecía a la mujer de sus sueños, pero temía arruinar su amistad. Decidió que era mejor mantener esos sentimientos para sí misma.
A medida que la noche avanzaba, April se esforzó por concentrarse en la conversación, pero sus pensamientos seguían volviendo a Alexia. Cada vez que la veía reír, cada vez que la escuchaba hablar, sentía una conexión profunda e inexplicable.
—Salud —exclamaron al unísono.
Cada trago era una dosis de adrenalina que los impulsaba a seguir. Uno, dos, tres... la cuenta se perdía. Las risas resonaban en la habitación, entrelazándose con la música que pulsaba en sus oídos y la realidad se desvanecía poco a poco. Sus cuerpos exultantes pedían un descanso, pero la tentación de seguir viviendo ese momento llegaba a ser demasiado grande.
—Sho… tengo algo que decirles, chicas —confesó atropellando las palabras.
El estado de ebriedad al que se sometían era tan grande que lo hizo cometer muchas cosas de las que seguro que se iban a arrepentir en la mañana.
Y entre todas las cosas, una de ella fue que a petición de Justin Alexia y April se habían besado. El terminó llamando a su ex. Mejor dicho fue una de esas noches de la que era mejor olvidarse.
—¿Qué? —preguntaron las chicas haciendo un esfuerzo para hablar.
—Ustedes se ven bien… juntas —susurró para después echarse a reír. Aunque no se notara que ese que hablaba lo más probable es que no fuera el Justin de siempre. O quizá sí. Pero con unas copas de más.
Ellos no medían las acciones ya para ese instante, por lo menos April y Alexia no controlaban sus manos ni sus bocas. Para cuándo amaneciera, era posible que no recordarán lo que pasó. Pero de cierta manera esas acciones eran las que sus corazones anhelaban.
La noche era una explosión de risas y camaradería. Cualquier cosa, por insignificante que fuera, era motivo de carcajadas contagiosas. Desde una broma fuera de lugar hasta un simple gesto, todo se convertía en un motivo para desternillarse.
Cómo una especie de juego, los chicos se pasaban las botellas como si estuvieran jugando a: la papa se quema. Gracias al estado en el que se hallaban, varias veces intentaron ponerse en pie, pero no lo conseguían.
Con cada trago, la euforia aumentaba. Ya no sabían si reían por lo que decían o por el placer de compartir ese momento con sus amigos.
Las horas se alargaron como un chicle, no supieron cómo llegaron a los lugares cómodos de la casa, pero no le dieron atención, las copas habían hecho su efecto y la noche estuvo movida.
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