5- Una tormenta y otra casa.

«3:40 AM»

El amanecer comenzó a aparecer pintando la mañana con un hermoso tono violeta; rojo, anaranjado y amarillo, apenas el sol dio en su ventana, April tuvo que despertar.

—¡Buenos días, chicos! ¿Cómo están?

—Hola ardillita, ya está listo el desayuno.

April le pidió un cepillo de dientes a Damon y se dirigió al baño, quería darse una ducha. Pero no deseaba abusar de la confianza del muchacho. Hizo sus necesidades y al acabar de ponerse su uniforme bajó. El sol aún no había alcanzado su cénit, pero la cocina estaba

inundada de luz. Sobre la mesa, un despliegue de alimentos invitaba a ser degustado.

Damon, con la delicadeza de un jardinero cultivando una flor rara, presentó a April un abanico de opciones para el desayuno. Su pregunta, "¿Té o café?", era tan solo el comienzo de una sinfonía de sabores que prometía despertar sus sentidos.

April, con la tranquilidad de un sabio eligiendo un libro, seleccionó tostadas con yogur natural y una taza de té de manzanilla. Su elección. Tan sencilla y poética.

Desencadenó en Damon una reacción inesperada. Susurrando como si compartiera un secreto con un confidente, reveló una dinámica oculta entre ellos y un tercero. Su novio, según él, era un defensor acérrimo de lo convencional, un paladar tan rígido como una regla de hierro. El yogur natural, en su simplicidad, representaba todo lo que rechazaba: lo diferente, lo auténtico, lo que se salía de lo establecido. La elección de April, en ese contexto, se convertía en una pequeña rebelión, una afirmación de su individualidad y un desafío a lo convencional.

Ella comía enfocada, pero observó a su amigo con una mezcla de asombro y diversión. ¿Quién diría que el siempre distraído Justin ahora se había aficionado a la lectura? Con una ceja arqueada, dirigió su mirada hacia Damon, buscando una explicación. Y con una sonrisa enigmática, le indicó con un gesto sutil que se acercara.

Le confesó que fue un pequeño experimento, constaba solo de dejar el periódico a su alcance. April escuchó con atención y, aplaudió la sutileza de su estrategia. A veces, los cambios más significativos surgían de las acciones más pequeñas. April tenía sueño, habían sido días difíciles en el hospital. Pero pensar en su vejez la animaba a trabajar.

—Oye, ¿te puedo hacer unas preguntas, Damon? —indagó con emoción.

—Claro, reina, ¿qué pasa?

—¿Desde cuándo son novios tú y Justin?

El chico con una sonrisa relató el momento en el que ellos se conocieron, tenían 12 años en ese entonces. La amistad había dado inicio en un otoño. Justin jugaba con las hojas en la plaza como si de un niño pequeño se tratase. Y Damon que tomaba un poco de agua pasaba por su lado y sin querer le cayeron hojas y tierra. Y lo que empezó como un pequeño odio hacia él se transformó en un lindo romance.

—Qué bonita historia… pero ¿Por qué no me contaste antes Juss?

—Estabas trabajando siempre, no quería interrumpirte. Aparte que no sabías tampoco de mi orientación. Ahora come o se te hará tarde.

April se quejó mostrando una morisqueta que la hacía ver tierna y los chicos se mofaron de ella. Al acabar de desayunar, Damon se levantó para recoger los platos.

La mañana se deslizaba con tranquilidad. April, con su habitual entusiasmo, ofreció ayudar a Damon y él, aunque agradecido, se vio en la obligación de negarse, era su invitada ¿Cómo la iba a poner a hacer algo en casa?, pero ante su insistencia, ambos se enfrascaron en una pequeña discusión llena de buen humor. Fue Justin quien puso fin a la disputa, sugiriendo que ella mejor se preparara para ir al trabajo mientras él se encargaba de ayudar en la limpieza de la cocina.

April luego de todo eso fue la habitación y buscó su uniforme, se lo comenzó a poner y cuando acabó se dirigió de nuevo a la sala.

—Ardillita, que bueno que viniste ya, a ver presta atención, te puse más comida aquí por si más de mañana te da hambre y en tu taza de siempre te serví el almuerzo —ella lo miró y con una sonrisa asintió.

April salió de la vivienda jalada por su amigo, casi no agarraba su cartera. Salieron con calma de la casa y subieron a la moto de Justin

—Ten, ponte el casco, no quiero que nos detenga la policía. O que tengamos un accidente —mencionó él repitiendo su acción.

Iban a gran velocidad, el cabello de April bailaba con la brisa ocasionando las cosquillas en su rostro. Después de unos minutos de viaje a lo lejos se apreció el hospital que se alzaba imponente en la penumbra, su fachada de ladrillo rojo combinando a la perfección con los tonos del amanecer.

—Bueno, ardillita, ya llegamos a tu destino. Hoy no te podré buscar, es mi aniversario con Damon —April lo miró reprimiendo una sonrisa.

Los amigos se despidieron y Justin anunció que no podría venir a buscarla porque ese día saldría con su pareja para celebrar su aniversario. April asintió con una sonrisa y dándole un beso en la mejilla, Harry llegó al rato presentándose ante el chico y caminó a paso rápido junto a April, sus talones resonando en el pavimento frío. El pelirrojo preguntó que si Justin tenía pareja y la morena lo miró con los ojos chiquitos, como acusándolo y le respondió que sí y le recordó que de su propio noviazgo con Ricardo. Rieron por un rato hasta que divisaron al artefacto que registraba su llegada. El chico anunció que le dolía la cabeza y le preguntó a April que sí traía un poco de café. Pero ella negó y eso ocasionó que se decepcionara.

«Bueno, ahora vamos al consultorio.» Pensó. «Wow, hace demasiado frío, y eso que hay calefacción.» Analizó.

—¡Maldufes! ¿¡Por qué no se reportó!? —dijo Tunsdel en un tono alto.

«Ash, pero que malgeniado que es. ¡¿Y cómo que no lo hice?!» Pensó.

—Usted se equivoca si marqué mi llegada. Si quiere le puede preguntar a Harry el de emergencias, tal vez la máquina se averió —respondió viendo a una de sus pacientes.

Su supervisor se disculpó por el mal entendido y dijo que la mandaría a revisar para ver qué ocurría

«¡Ay!  ¡es Susy!» Pensó con una sonrisa interna.

—¡Doctora! —gritó la niña desde su asiento.

April se acercó a la chiquita y luego se puso de cuclillas a la altura de su paciente.

—Hola pequeña, ¿qué haces acá? —preguntó con sorpresa.

—Me insistió en que la trajera. Me costó que me dieran una cita, pero se logró —contestó el padre de la infanta.

«La veo en perfectas condiciones. ¿Qué pasará?» Pensó. «Bueno, aprovecharé de revisarla.»

—¿Sucede algo Susy? ¿Te has sentido bien?

—Sí, solo quería traerle esto —dijo mientras extendía un pastel de zanahoria.

Harrison miró a April que no había quedado convencida, así que el hombre con un parpadeo le hizo señas para que la revisara y se levantó del suelo y agarró la mano de la niña y la llevó dentro de su consultorio.

En un momento apreció una voz grave y prestó atención en dirección de dónde venía y pudo divisar a un hombre joven, como de unos 28 años, que se quejó de la secuencia que ella quería seguir al atenderlos a ellos primero. Pero lo que le enojó fue la mentira que el señor había dicho. Su hijo, que necesitaba atención con urgencia, se veía bastante bien y sin ningún malestar. Con paciencia explicó que por favor esperara que no le quitará más tiempo y que si era una emergencia debió ir al área correspondiente. El hombre sin rechistar fue hasta su asiento y todo volvió a su flujo normal.

—Bueno, vamos a revisarte, ¿Te has sentido bien pequeña?

—Ha tenido fiebre, no sé por qué. Le doy los medicamentos, pero no funcionan.

Susy se retorcía en el sillón, tratando de evitar el otoscopio. Entre risas refutó. La morena, con una sonrisa paciente, la tranquilizaba mientras examinaba sus oídos. Sin embargo, la preocupación de Susy pronto se trasladó a su fiel compañero, Serafín, el oso de peluche. Extendiendo el suave juguete, preguntó con voz preocupada si también lo revisarían.

April, conmovida por su gesto, aceptó de inmediato. Al examinar al osito, elogió a Susy por cuidar tan bien de su amigo peludo, notando cómo había seguido al pie de la letra las indicaciones para administrar los medicamentos. La niña, alentada por los cumplidos, sonrió con orgullo. La consulta se convirtió así en un espacio donde la salud y el cariño se entrelazaban, demostrando la importancia de cuidar tanto de uno mismo como de aquellos a quienes queremos.

Antes de que Susy se fuera, la morena se dirigió a su padre y le explicó que su hija tenía los oídos sanos, pero que era importante que continuara limpiando con extrema delicadeza pasando una toalla húmeda después del baño. Y que si volvía a sentir molestias, no duden en traerla.

Un paciente tras otro, hasta que por fin April quedó sola en su consultorio. Se reclinó en su silla, cerrando los ojos. La luz del atardecer se filtraba por la ventana, creando un ambiente cálido y acogedor en su consultorio. Hoy fue un día conmovedor. Uno de sus pequeños pacientes, un niño de apenas seis años, le hizo una pregunta interesante. ¿Por qué la gente se enamora? Sin embargo, no encontró como responder.

«Los niños. Son una cosa sería.» Pensó, «tienen una forma de ver el mundo tan pura y sincera. No sé encuentran contaminados por las experiencias y las expectativas que nosotros, los adultos, hemos acumulado con el tiempo.» Recordó.

Otro infante le preguntó si existía la posibilidad de que los animales tuvieran sentimientos entre ellos. Y a una niña que le confesó que estaba enamorada de una compañera de su clase de piano.

«A esa pupila de seguro le espera una gran charla.» Analizó. «Quizás nosotros, los adultos, somos difíciles en el amor», reflexionó. «Lo hemos convertido en un concepto abstracto, lleno de reglas y expectativas. Los niños, en cambio, lo viven de forma más sencilla, más auténtica.»

Se preguntó, sí, al intentar argumentar respecto a lo que es el amor. ¿Estarían haciendo más que confundirlos? ¿Cómo explicar la complejidad de las emociones humanas con palabras simples?, ¿Hay una manera fácil para poder transmitir la idea del amor romántico sin idealizar?

«Tal vez la mejor forma de enseñar a los niños sobre ese sentimiento es a través de ejemplos.» Pensó. «Mostrándoles cómo amamos a nuestras familias, a amigos, a nosotros mismos. Y permitiéndoles experimentar el amor en todas sus formas, sin juzgar.»

Al final del día, April se sintió agradecida por su trabajo. Los niños le recordaban la importancia de la sencillez, la autenticidad y el asombro ante el mundo. Y le habían enseñado una lección valiosa sobre el amor: a veces, las preguntas más difíciles son las que hacen los más pequeños.

Casi llegaba su hora de salida y al llevar su vista a la ventana su preocupación aumentó.

«Está nevando mucho, ¿cómo es posible que me esté pasando esto?» Pensó. «Olvidé el abrigo.»

—Justin no vendrá por mí —susurró.

—¡Florecita! —la repentina aparición de Ciro asustó a la muchacha —. Ly’ jefigor.

—Ya no pasa nada, está nevando a cántaros. Y no tengo abrigo.

—¿Cómo no lo trajiste? Qué irresponsable —dijo Ciro haciendo sonreír de manera “inocente” a la chica.

Sin esperar que la muchacha reaccionara, la agarró del brazo y la cubrió con su saco y la arrastró hasta su auto.

—¿Qué haces?

—Llevarte a tu casa, ¿qué no ves?

April se acomodó en el asiento del copiloto y Ciro subió al otro lado.

—Bueno, ¿dónde vives?

—Está cerca de aquí ¿Seguro que tu auto va a pasar por la nieve? Esto de a poco se convierte en una tormenta.

—Sí, tú quédate tranquila, ¿en qué dirección tenemos que ir? —volvió a preguntar con una sonrisa.

—Vamos a la avenida central de la calle dirtyent dónde está el lago kenneth por favor —dijo con una sonrisa avergonzada.

Ella tomó con discreción un poco del pastel que le habían dado y le ofreció un trozo a Ciro. El chico se negó y explicó con paciencia que no consumía dulce y April entendió la información y no insistió más.

—Ya nos falta poco para llegar, ¿vives varios pisos arriba? —preguntó.

—Tengo que subir al 16. Espero que haya ascensor.

—Ve, aquí me quedo te puedo acercar a un hotel si no tienen el elevador funcionando.

La muchacha se fue en dirección al edificio y como si los pensamientos hubieran salido de una burbuja, el hombre que cuidaba el edificio anunció que el ascensor aún se encontraba averiado. Así que regresó con su compañero.

—¿Hotel? Supongo.

—Si por favor.

Ambos dieron vueltas por un rato, pero por más que buscaban. En cada hotel que pisaban les decían lo mismo: «No hay habitaciones.»

—Las personas que fueron víctimas de los derrumbes en Bluesnow siguen pasando el reposo acá en la ciudad y ningún hotel está recibiendo gente, ¿ahora? ¿Qué voy a hacer?

—Cierto. Mmmm podrías no sé escribirle a tu mejor amigo o algo.

—Él está en una cita con su novio, aparte de que, pues, no tiene casa propia por el momento. Por eso vive conmigo.

—Entiendo. Te podrías quedar en mi casa. ¡Eh solo si quieres! —exclamó Ciro.

April lo observó con una ceja levantada, la cara del chico era un poema.

—¡¿Qué?! ¿Cómo crees que me aprovecharé de eso? ¡No! ¡Yo jamás!

«¿Por qué detectar si es que me está mintiendo?» Analizó. «Es raro este hombre.»

Ambos se quedaron en silencio el resto del camino. Contemplando las calles de la ciudad.

—Maldufes llegamos a mi casa —anunció el chico saliendo del auto— dame la mano —avisó cuando abrió la puerta de la muchacha.

—Está casi a las afueras de Froeglosa, ¿a qué hora despunta el amanecer para ti? —dijo con una voz que demostraba sorpresa.

—salgo de aquí a las 3:50 de la mañana sí, casi no duermo, lo sé, pero al menos tengo un trabajo y siempre tomo atajos para llegar pronto a casa.

—Es la misma hora en la que me levanto a veces y por cierto, eres un maldito conformista —dijo en un susurro inaudible. O eso creyó ella.

Cuando el chico le hizo señas para que ingresara, aun con un poco de vergüenza puso un pie dentro del departamento y pareció pensar antes de meter el otro.

—Bien, voy a hacer algo de cenar, creo que está sonando tu teléfono.

«Me está marcando Justin.» Pensó mientras se preparaba para responder. «¿Qué querrá?»

April

Muscules ¿Qué pasa?

Justin

¡Gracias al universo! ¿Dónde diantres estás? Llevo una hora llamándote y hasta vine al hospital a ver si estabas aquí. Anunciaron una tormenta de nieve.

Al otro lado de la línea se escuchó al otro lado de la línea con notoria preocupación.

April
T

ranquilo, estoy con Ciro, vine con él a su departamento, es que él se ofreció a llevarme al edificio, pero cuando estuve allá resulta que no había ascensor y pues no quería subir tantos pisos.

Justin

Al menos sé que estás bien, mañana no tienes que trabajar así que supongo está bien que te hayas quedado por allá.

Cuando April le colgó a su amigo, ella se dirigió a la cocina. Sin querer pasó por la habitación del chico y se vio tentada a husmear.

—Wow qué ordenada, qué rico huele su ropa, ¿qué fragancia usará? ¿O con qué jabón se lavará?

La muchacha se encontraba tocando cada prenda del muchacho con la yema de sus dedos.

—Flor ¿Qué haces? —dijo mientras la veía como si fuera un objeto de extraña procedencia y sin ningún vacile, April escondió sus manos detrás de su espalda.

—Nada —murmuró tropezando las palabras—¿Qué pasa Ciro? —preguntó.

—Venía a avisarte de que ya está lista la cena.

—Está bien, ya voy y perdón por hurgar tus cosas —confesó bajando la mirada y pasando a su lado.

—Descuida, oh, también preparé una cama para ti —anunció sonriente.

—Bueno, buen provecho, muchas gracias —dijo en un susurro.

April no esperó respuesta y se dispuso a comer, no había dicho nada, pero se moría de hambre.

—Oye, ¿puedo preguntarte algo? —April lo miró y solo asintió.

—En realidad ya lo estás haciendo.

El chiste de April los hizo reír, luego ambos comieron en silencio, Ciro quería preguntar sobre sus actividades favoritas, pero no quería verse desesperado, así que guardó silencio.

Antes de acostarse, debía asearse, acostumbraba a hacerlo para no levantarse tan a prisas, pero con ella ahí le daba vergüenza irse y dejarla sola.

—Gracias Ciro, ¿te han dicho que cocinas delicioso? —mencionó con una sonrisa.

—No, nunca, pero gracias por el halago.

«Ya casi es nuestra cita.» Pensó. «¿Qué me pondré? Tengo que ir de compras, hoy tengo tiempo libre, puedo aprovechar.»

—Mañana no tienes que trabajar, ¿verdad? —preguntó.

—Por desgracia sí, y no quiero, pero no tengo opción —respondió el muchacho.

1 hora más tarde, April se mostraba desnuda frente al espejo del baño. Ella no le pidió a Damon usarlo, él mismo se la ofreció, y con alegría encendió el agua caliente y se dio una ducha corta. Al salir aunque el chico dejó una toalla para que se secara, decidió no usarla.

«Ropa calentita.» Pensó. «Es de hombre, es obvio que es de Ciro.»

—Bueno a dormir, descansa, Florecita —anunció, apenas la vio salir del baño de invitados.

—¿Dónde me voy a acostar? —indagó viendo al chico.

—Cierto… en esa cama —señaló a su derecha.

«Justo al lado de la de él.» pensó. «Ojalá que mis ronquidos no me avergüencen esta noche.»

—Duerme bien.

—Gracias florecita.

Pasada como máximo 3, quizá 4 horas, su sueño se vio perturbado por el sonido de una alarma. Pero sin abrir los ojos, se volteó y puso una almohada en su rostro.

—Florecita, te dejé el desayuno encima de la mesa, al lado de la puerta pondré una copia de llaves para cuando quieras irte —escuchó aun sin abrir los ojos.

«¡Ay que lindo! Qué atento es, ¿por qué no tendrá novia? ¿O si estará con alguien?» Pensó. «Mejor no le daré tanta vuelta a ese asunto. Dormiré más, seguro que es de madrugada.»

En cuestión de segundos se durmió de nuevo y se levantó al despuntar la mañana, con el cantar de las aves.

«7:00 AM, es bastante temprano, pero al menos no tengo que trabajar.» Pensó. «Me está rugiendo la panza, voy a desayunar.»

Apenas salió de la cama, se arrepintió, el suelo se hallaba frío, pero sonrió cuando en el piso divisó unas pantuflas con una nota que decía: “Úsalas ♥”.

—Tengo 2 mensajes de Justin y otro de Ciro.

Justin:
Hola ardillita, buenos días ¿Vendrás a desayunar conmigo?

Justin:
Es temprano, supongo que aún duermes y no comiences la hibernación, por favor.

Hace 5 horas fueron esos mensajes, ¿qué estaría pensando el muchacho? Él sabía a la perfección que su amiga jamás se levantaba tan temprano y menos un día que tuviera tiempo libre.

April:
Hola muscules, buenos días, Ciro me hizo desayuno, pero en un rato voy a hacerte compañía.

Justin:
Te espero entonces, buen provecho, Damon hará el almuerzo hoy.

Apenas terminó de conversar con su mejor amigo, se salió del chat y se dirigió a abrir el de Ciro.

Ciro:
Florecita, te puedes llevar la llave que te dejé, está debajo del tapete.

April:
¿Y cómo te las doy después?

Ciro:
Mañana paso por ti en la noche por tu área. Vas a ir a trabajar ¿No?

April:
Sí, me toca ir, está bien, te esperaré entonces, por cierto, gracias por el desayuno.

Luego de alimentarse se dirigió a buscar su uniforme y ponérselo, era lo único que tenía en ese momento, pero solo iría a su departamento, así que no le importó.

—Bueno, veamos cómo son estas llaves —murmuró.

25 minutos en los que aún no había podido salir de la casa. No traía cargador. Así que no tenía la posibilidad de avisarle a Ciro.

«¿Y ahora que voy a hacer?» Pensó. «Y él llega de noche.»

¿Quedarse ahí hasta que el muchacho estuviera presente? Era una opción; sin embargo, no la tomaría.

«Aún hay algunas llaves. » Cuestionó. «Puedo seguir intentando.»

«1:30, esta casa es hasta más grande que mi departamento.» Pensó. «¿Ciro vivirá solo?»

Su hora del almuerzo había pasado, tenía hambre, pero en casa de su amigo no consiguió algo que pudiera hacer. Ni nada hecho.

«No lleva comida, ¿comprará allá?» Pensó. «¡Bingo!»

Se alegró muchísimo cuando escuchó que a la puerta se le quitó el seguro, así que con energía y una sonrisa la abrió y salió volviendo a cerrar cada una de las chapas.

—¿April? ¿Qué haces acá? —habló una voz bastante conocida para ella.

—La verdadera pregunta es: ¿Tú no deberías estar en Bluesnow?

—Me estoy quedando acá mientras tomo el reposo que me dijo el doctor. ¿Cómo conoces a Ciro?

—Cierto, estuviste en ese accidente Y si lo conozco no tiene por qué interesarte.

—Claro que sí, es obvio que me interesa, ¿por qué preguntaría si no? Aparte de que eres mi hija —confesó con una sonrisa cínica.

Esas últimas palabras enojaron a April de manera descomunal, ¿Cómo se atrevía a decir eso cuando ni siquiera estuvo presente en su primer cumplemes. Y ni hablar de los cumpleaños.

—¿Ahora resulta que si te importo? ¿¡Después de 23 años!?

—April, tienes que oírme.

—¿¡Según tú!? ¿Por qué? Todo está más que claro —exclamó la morena haciendo un esfuerzo para que su voz no se quebrara.

—Tranquila por favor, si tan solo pudiéramos charlar con calma, tuve mis razones.

—¿De qué quieres hablar? Ah, y ahora resulta que para hacerle daño a un niño desde que nace, se pueden tener argumentos.

—Bueno es que, tu padre —intentó decirle la mujer.

—No, a él no lo metas en esto por favor, él ni llegó a conocerme, así que lo que digas de él no lo tomaré en serio porque, no sale de su boca así que validez no tiene —mencionó mirando a los ojos de la mujer.

—Él me embarazó sin siquiera preguntarme si yo deseaba un bebé.

—Eso no te da el derecho de dañarme cómo lo hiciste. ¡Si no hubiera sido por los Coolyn me matabas! Ellos me rescataron y me dejaron en el orfanato de Bluesnow.

—Hija.

—Ya debo irme, adiós Aileen.

—Hablemos por favor, hay mucho que explicar.

—¿Qué me dirás ahora?

—Cuando me enteré de que estaba embarazada, quise tomar una pastilla, pero mi madre no me dejó, hizo un trato con ese hombre de que si yo le daba un sucesor o una heredera él ayudaría con los gastos de la casa.

—¿Y? ¿Esperas que te crea? Mira, ya se pasó la hora del almuerzo y de verdad que no tengo ganas de conversar.

En ese momento la chica tomó el mismo pasillo por el que había ido el día anterior, se detuvo frente al elevador y lo llamó. Cuando llegó ingresó y oprimió el botón que la dejaría en el hall del edificio.

«Tomaré un taxi, no quiero que después me agarre la noche por ahí.» Pensó. «Tengo 5 nowmonis, espero que me alcance.»

Cuando salió, y divisó su alrededor se sorprendió, la tormenta de nieve había cubierto todo lo que estuviera a su paso.

—Mierda, ¿y ahora cómo me voy?

—Señorita ya van a despejar el camino, mire ahí están las máquinas, solo nos falta esta calle —respondió un hombre de traje.

—Bueno, puedo esperar más, no tengo problema.

Luego de otras horas más, vio la gloria cuando los taxistas comenzaron a parar en su calle y logró subir a uno de los autos.

—Lléveme a la avenida central antes de llegar a la dirtyent, dónde está el lago kenneth por favor.

—Para ese sitio serían 3 nowmonis señorita.

«Al menos me alcanzará.» Pensó. «Espero que Justin me guarde algo.»

April le indicó al hombre que podía seguir, gracias a la espesura de la nieve que aún rondaba por las calles el taxista tomó varios “atajos” aunque eran un poco más largos el señor aseguró que no afectarían el precio que había dicho con anticipación.

—Llegamos —anunció.

—Tenga, quédese con el cambio —dijo bajando.

«¿Mis llaves? ¡Victoria! Espera no estas no son, ¡Eureka!» Pensó. «Ahora solo falta ver si sirve el elevador.»

—¡Ardillita! Iba a buscarte. ¿Por qué no me contestabas?

—Perdón, se me apagó el celular.

—Ya, no importa vamos a qué comas —dijo el chico mientras metía a su amiga al elevador.

—¿Damon está contigo?

—No, se fue hace rato, él quiso esperar a que llegaras, pero cuando se dio cuenta de la hora se fue.

«5:00 PM qué terrible, ya es momento de la cena ni pude ir de compras.» Pensó. «Bueno, tengo ropa aún nueva de ahí sacaré algo para mi cita del domingo. Justin está raro, ¿O serán ideas mías?»

—Vamos —pronunció en un susurro cuando se dio cuenta de la escena que presentaba su novio al lado.

Justin se dio cuenta de la intención de April de preguntar algo al respecto, así que de un jalón la metió al departamento.

—Damon se está besuqueando con la vecina, ¿y no le vas a reclamar? Justin, hey ¿Vas a dejarlo así?

—No, no le diré nada y tú tampoco, ven a cenar por si acaso lo hice yo. Él nunca se apareció aquí, ya veo porque.

April se encontraba bastante molesta, su amigo se veía feliz con él, y Damon tuvo el descaro de engañarlo.

—Por cierto pagué la luz, llegó un recibo en la tarde, la iban a quitar si no se pagaba.

«¿Qué fue lo que dijo?» Pensó April con angustia. «Pobrecito, él casi no gana, se lo pagaré.»

—Estuvo delicioso, gracias por guardarme. Por cierto ten, lo necesitas.

—De nada, ¿qué? No ardillita no te lo dije para que me dieras el dinero. Solo para que no pagarás doble me estás dejando vivir contigo es lo menos que puedo hacer —anunció mientras la arrastraba desde la cocina al sofá.

Luego de discutir por una hora, cómo era ya costumbre se quedaron hasta tarde viendo películas, escucharon la puerta en varias ocasiones, pero ninguno abrió. Tal vez era Damon y ni Justin ni April deseaban verlo.

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