4- Dejando atrás las sombras
Al amanecer April Intentó hacer el menor ruido posible, mientras iba de puntillas al baño. No quería despertar a su amigo que aún se veía cansado. Algo que por lo visto no funcionó. Pues todo se jodió cuando se dirigió a la cocina para preparar el desayuno.
Las ollas cayeron al suelo y el escandaloso estruendo se apoderó del hogar; y el eco aumentó el bullicio. Justin pegó un brinco, al abrir los ojos se tranquilizó, pero aún le resultaba raro los fuertes sonidos así que salió a revisar a ver qué pasaba, y se posicionó ahí en medio del pasillo. Y no se lo creía cuando la vio, su amiga
—¿Ardillita? ¿Te encuentras bien?
—¡Buen día! Yo bien, mira perdón por el ruido. No sé, solo no podía dormir.
El chico observó a la muchacha con una mezcla de confusión y preocupación. ¿Qué había sucedido para que estuviera tan distante? Recordó la última vez que la había visto. Llena de vida y risas. Ahora, su mirada era vacía y sus gestos mecánicos. Intentó buscar en su memoria alguna pista que le permitiera entender su comportamiento, pero todas sus preguntas quedaban sin respuesta. Con un suspiro, se acercó a ella y la abrazó con fuerza, esperando que el calor de su cuerpo pudiera derretir el hielo que la rodeaba.
—Oye, reina, ¿sabes que me puedes contar lo que quieras? —dijo Justin con una sonrisa tratando de reconfortarle.
La muchacha lo observó y mostró los dientes en una expresión algo infantil. No es que le gustara contar sus cosas y él lo sabía a la perfección. Así que no insistió en el tema.
—Lo sé, pero no me sucede nada de verdad.
El chico asintió y después ambos se sirvieron el desayuno y comieron en silencio, pero una incógnita cruzó la mente de la morena.
—¿De casualidad hoy no tienes que trabajar? —preguntó con voz tranquila.
—No, ardillita. Tengo vacaciones por el invierno.
—Cierto. ¿Y qué harás durante todo ese tiempo?
—No lo sé, hace poco salí del armario con mi familia y por allá no me quieren ver. Eso es seguro.
—Oye —susurró—¿por qué no me habías dicho? Lo siento por no estar contigo —mencionó April abrazándolo.
—Estabas en Freliz en ese momento, no quería molestarte con mis cosas, debías trabajar —susurró con voz ahogada.
—¿Te acuerdas de la promesa que hice hace 13 años?
Y como si las palabras fueran mágicas, el chico en sus recuerdos viajó a la habitación que era suya en el orfanato, con sus paredes de un color melón en un tono pastel y sus mesas de madera caoba. Tenía vista al jardín donde él junto a April habían cultivado su amistad. La compañía de ella sembró en su corazón las semillas de una promesa eterna. «Contra el viento y la marea, siempre estaré contigo». Le susurraba cada día la niña que en ese momento tenía un aproximado de 11 o 12 años, logrando regar esa semilla con su sonrisa cálida.
—Y las promesas se cumplen, lo lamento por preocuparme solo por el trabajo. Debí estar más atenta —continuó ella luego de eso.
—Éramos demasiado pequeños cuando hicimos esa promesa. Fueron niñerías, y tranquila ardillita primero van las responsabilidades. ¿Sabes que te quiero?
—No lo son. La rompí y me siento mal por eso. Y sí, me lo dices siempre.
—Ya pasó, no es nada —murmuró él.
La taza de té que April tenía entre sus manos cayó al suelo, esparciendo su contenido sobre el mantel blanco. La joven observaba los fragmentos de porcelana con una mirada vacía, mientras las lágrimas empezaban a deslizarse por sus mejillas. Oía a su acompañante relatar un suceso que fue cómo la gota que derramó el vaso. Los hijos de las personas que lo adoptaron, mataron a golpes lo único que le podía recordar a su progenitora. Hicieron algo que él jamás les perdonaría. La escena se repetía en su cerebro en un bucle infinito.
Y años después, que salió del closet como un chico gay, su “familia” dejó una herida abierta que se negaba a cicatrizar. Se sentía solo y abandonado, como si el mundo entero se hubiera vuelto en su contra. Los recuerdos de su infancia, cuando soñaba con un futuro al lado de alguien que lo amara, lo atormentaban. Ahora, esos sueños se habían convertido en cenizas, dispersadas por el viento de la adversidad.
—En unos días es el aniversario de la muerte de tu hermano, ¿vas a ir al cementerio cómo siempre?
—Si, después o al otro día quizá haga otra cosa, estarás conmigo no?
—Si, prometí estar contigo en las buenas y malas.
El hermano de Justin, fue asesinado de la manera más cruel posible por los hijos de la pareja que los había adoptado. Esa era una herida que le quemaba cada enero.
—¿Querés ver alguna serie?
El protagonista, un detective privado torpe y vanidoso, perseguía a un astuto ladrón a través de una antigua tienda de antigüedades. Con una torpeza digna de un payaso, tropezó con un delicado biombo de porcelana, haciendo añicos la frágil pieza. El ladrón, aprovechando el caos, se escondió hábilmente detrás de una cortina de terciopelo. Sin inmutarse, el detective sacó una lupa de bolsillo y comenzó a examinar de manera meticulosa los fragmentos de porcelana. Con una expresión de profunda concentración, murmuró para sí mismo: 'Hmm, interesante... una grieta en forma de corazón. En definitiva, un mensaje secreto'. Justin y April, sentados en el sofá, no pudieron contener la risa ante la evidente falta de habilidades deductivas del detective y su exagerada reacción ante un simple accidente.
April sin querer empezó a bostezar y Justin aunque su amiga le refutara la alzó y con cuidado la llevó hasta su cama y la cubrió con la manta dejándola dormir un rato.
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