23- ¿El zorro es amable?

La tormenta de la noche anterior culminó de manera lenta, aún la nevaba se hallaba fuerte, pero a través de las nubes lograba colarse la luz solar.

«Al menos ya no hace tanto frío como anoche.» Meditó April.

Gracias al gran ventanal del cuarto dónde pasó la noche, se podía apreciar como la nieve volvía a revestir las casas que los habitantes de Bluesnow habían limpiado.

La semana del feriado recién empezaba, y con más energía y alegría de lo usual, April se levantó de la cama. Claro con la precaución de no despertar a su compañera de habitación. No quería que se enojara o algo parecido.

“Buenas noches, Pigmeo”. Las palabras de Alexia resonaron en la mente de April. Ocasionando que se frustrara.

—¡A-Ash a esa mujer le gusta ponerme nerviosa! —gritó.

Al darse cuenta de lo que había hecho se cubrió la boca mirando fuera del baño con miedo de despertar a Alexia. No le importa perturbar su descanso, solo no quería tener que lidiar con su presencia desde temprano.

—No pude dormir en toda la noche por su culpa espera, ella no me pone nerviosa. ¿O sí? —dijo mientras apretaba sus dientes.

Sin darle más vueltas al asunto. Se dirigió a la ducha, tendría 2 semanas de vacaciones, así que las aprovecharía al máximo.

—No tengo un inventario para hoy Justin quizá ni me responda el celular.
Intentaría entrar en calor con un poco de agua caliente, mientras se creaba una lista de las cosas que podría hacer.

—¿Tía? ¿Estás aquí? —murmuró al ver a la que era su niñera durmiendo de manera plácida.

«¿Qué ocurrirá?» Pensó April.

—Sobrina ¿Qué pasa?

Por un momento se asustó, Coraline se había callado de repente. Lo que hizo que su ansiedad despertara y sus alarmas se tomanran el control de la situación .

—¿Está todo bien? —volvió a preguntar.

Al salir del baño (casi tropezando con una madera que se había levantado) envolvió su cuerpo con una toalla y con ojos de sorpresa observó cómo la niña la miraba con una sonrisa, (parecía querer burlarse).

—¿Qué tramas? Pequeña diablita —preguntó apuntando con un dedo al aire, pero su rostro expresaba diversión.

No es que desconfiara de ella, solo quería verla sonreír. Y logró el objetivo, en realidad no confiaba en el hombre que se hacía llamar su padre.

—Papá dice que si está en lo posible de que me cuides junto a Alexia. Al oír aquellas palabras con frustración se llevó los dedos de su mano derecha al puente de su nariz.

—¿Y no te gustaría que hiciéramos algo tú y yo solas?

Coraline sonrió y negó, desde hace tiempo ella quería iniciar con la lectura. Sabía leer a la perfección, pero en su casa no había acceso a libros, su padre no disponía de tiempo de llevarla, así que la última opción era su niñera.

—Yo estuve esperando mucho, por favor —suplicó.

Para sus gustos, esto no podía ir peor de lo que ya estaba, ¿verdad? Y tal parecía que a su hermano por lo visto le encantaba dejarla varada entre la espada y la pared.

—Pero podríamos ir al cine, es más divertido. Tú y yo.

Coraline vio por la ventana de la habitación donde se quedó su tía. Pensó en la propuesta que le habían hecho, pero no se retractó de su plan inicial.

—Yo enserio quiero ir a la biblioteca, Alex trabaja en la que está acá en el pueblo, y dijo que me llevaría cuando quisiera, si papá me daba permiso, anoche mi padre me lo concedió que también debías ir con nosotras, que tenías que pasar tiempo conmigo.

El corazón de April comenzó unos latidos tan rápidos que pensó que se saldría de su pecho, respiró profundo y fingió una sonrisa. Salir con Alexia no era una idea que le encantara del todo, pero se notaba la fascinación en el rostro de la infanta.

—Bueno, entonces hay que esperar a que ella se despierte.

Intentando disimular, Alexia con lentitud se puso boca arriba y estiró los brazos fingiendo que recién se despertaba. No quería que se viera exagerado, pero tampoco que se notase la mentira. Aunque ella no era de las que abría los ojos, apenas despuntaba por la mañana, esa vez tuvo las ganas de hacerlo, pero a su parecer nadie debía enterarse. Menos April. Tal vez la niña y su tía se habían dado cuenta de su mala ejecución de escena, lo importante en sí era hacerse notar.

Luego de un estiramiento dio un largo bostezo y abrió los ojos, la luz aturdió su vista y casi de inmediato, así que los volvió a cerrar (al menos una reacción había sido genuina) y con cautela se sentó.

—Buenos días —farfulló Alexia frotando sus ojos con algo de brusquedad.

Al quitarse la manta con la que cubría su cuerpo de un salto bajó de su aposento. Una vez abajo saludó a Coraline con un beso en la coronilla y a April bueno, a ella solo le estrechó la mano.

—Cuando están acá casi nunca conversan. ¿Por qué? —preguntó Coraline haciendo que las adultas de la habitación se miraran.

No sabían qué excusa podrían darle, no podían llamarse amigas (no habían dialogado lo suficiente como para portar ese título), tampoco decir que ellas preferían estar lejos una de la otra.

—Eso no te incumbe querida sobrina, ve a comer.

Ambas suspiraron cuando la niña se fue saltando y tarareando en busca de su padre. April recordó que aún se situaba en la habitación y solo una toalla envolvía su cuerpo y sonrojada a más no poder, corrió al interior del baño ocasionando que Alexia estallara en fuertes risotadas.

—Qué niña más preguntona, bueno, mejor esperaré a que ella salga de ahí para irme a cepillar los dientes —susurró Alexia con una sonrisa.

30 Minutos, en los que April transformó el baño en un escenario del cual era cantante. Algunas de las canciones que aun al otro lado de la puerta podía apreciar se hallaban siendo interpretadas en Yiuckano.

De forma indirecta descubrió uno de los gustos musicales de April así que se apresuró a buscar su libreta para anotar aquel dato.

—Hey Pigmeo, no quiero arruinar tus sueños de ser cantante, pero necesito hacer pipí.

April al darse cuenta de que su plan de ser famosa fue derrocada, refunfuñó.

«Su voz suena bastante sexy, recién levantada, espera ¡¿Por qué estoy opinando así de ella?! No, en definitiva, eso fue un pensamiento intrusivo. O algo así, tú no puedes pensar así de esa chica, ni de ninguna otra April.» Se regañó mientras escuchaba los fuertes sonidos de su corazón.

Y girando sobre sus talones, volteo a ver el reloj cucú alarmándose en el proceso, el desayuno había pasado y seguro Juan Carlos estaría de mal humor.

—No puede ser —susurró April—¡Ya salgo!

Al abrir la puerta, pudo apreciar a Alexia ahí de pie tratando de abotonar su camisa. Se veía que batallaba, así que con vergüenza April le brindó su ayuda. No usaba navieros de ese estilo, pero se le facilitaba abotonar, así que no le llevó mucho tiempo.

—Oh, gracias ahora sí, déjame pasar porque está que se me revienta la vejiga.

Ambas hicieron sus necesidades y se vistieron comenzando a salir de la alcoba y bajando a dónde se ubicaba el comedor.

—¡Hasta que por fin se les ve! Pensé que tendría que ir a buscarlas.

Juan Carlos se notaba que estaba de mal humor, tanto que April pensó que el hombre les negaría el desayuno.

«Ese tono, cuando se enoja no lo notas, pero seguro que ahora lo está. No creo que nos mande a comer fuera, aunque cuando no se es puntual con la hora de algo tan importante siempre lo hace.» Supuso April.

Sin embargo, su hermano esta vez no lo hizo, y sin protestas las invitó a cenar y una vez más April casi tropezaba, pero por suerte Alexia tenía buenos reflejos y la tomó en brazos antes de que tocará el suelo.

Las chicas no dijeron nada referente al tema, solo se acomodaron y se acercaron a la mesa comiendo en silencio lo que se les había servido. Cómo en el día anterior Alexia hacía un gran esfuerzo para no hacer una mueca.

—Chicas, ya Coraline les debe haber dicho. Pero yo se los quiero repetir. Al decir esas palabras hizo una pausa terminando sus alimentos y miró al frente de él prosiguiendo.

—Bien, el itinerario para hoy sugerido por mi hija: Deben ir a la biblioteca. Las tres.

—Bueno señor, yo no tengo problema.

Después de terminar de comer todos se levantaron de la mesa y mientras los adultos lavaban los platos, Coraline se preparaba para salir.

Este plan repentino, aunque a Alexia le agrada bastante, a April no lo hacía ni un poco.

La emoción dominaba el cuerpo de Coraline así que estuvo lista mucho antes de lo imaginado y las tres emprendieron camino.

—Bien, ¿por dónde debemos ir?
Alexia no dijo nada y solo hizo una señal para que la siguieran y eso hicieron. La niña durante todo el camino realizaba muchas preguntas, logrando sacar varias risas de las adultas.

—¿Ya llegamos?

—No, mi niña aún falta, apenas vamos a atravesar el puente.

Las tres caminaban por la nieve con cautela. Coraline iba saltando y jugando.

—Mmm, ¿Ya llegamos?

—No Coraline, aún falta —respondió April soltando el aire.

Mientras pasaban el puente, la niña de vez en cuando le hacía bromas a April. Quien se hallaba asustada su sobrina no paraba de moverse y sentía que si seguía así caerían.

—¡Sobrina! ¡¿Acaso no sabes quedarte quieta?! —gritó con tal fuerza que hasta Alexia se asustó.

La niña no sabía si debía llorar, cómo nunca o reír por la reacción de su tía, qué también se hallaba con las mejillas pintadas de rojo por la vergüenza. Pero por si acaso, Alexia sacó su lado protector y se preparó para abrazarla.

—¡Es una niña! ¡Déjala en paz! —gritó Alexia.

Su corazón saltó al oírla defender la travesura de la infanta, a April le resultó lindo que lo hiciera, se disculpó, pero eso no significaba que estuviera feliz, y comenzó a dar pasos largos. Exagerando su dramatismo.

—¿Seguimos caminando? Aún falta demasiado.

Alexia tomó a Coraline en brazos y asintió, ya no les faltaba mucho, April solo estaba exagerando.

Podrían ir en silencio. Pero a la nena no le pareció buena idea, así que durante los 25 minutos que les tomaría estar frente a las puertas de la biblioteca iba conversando de forma animada.

—Bueno, ya hemos llegado.

—Weltmy Glikchą. Mundo Celestial, que raro nombre para una biblioteca, ¡entremos ya! —Coraline exclamó. Y se puso feliz de que, por fin, podría vivir un sueño.

Por fuera se veía sencilla, pero una vez se ingresaba, todos sus alrededores te sorprendían con lo gigante y también poseía un estilo medieval maravilloso. Su gran espacio serviría para resguardar a todo el pueblo de una catástrofe.

—Buenos días, señora Gilderberg.

—¡Alexia! Pero qué sorpresa, ¿no recibiste el mensaje?

—Sí, sé que me dijo que no viniera, pero la niña a la que cuido quería que la trajera. Y justo para hoy le dieron permiso, puesto que no tendría que ir a estudiar.

La señora asintió y con una sonrisa dejó que las 3 siguieran su camino buscando libros que fueran aptos para la niña.

Caminaron por varios pasillos, veían libro por libro aunque ninguno lograba capturar la atención de Coraline.

—Encontré uno, se llama el viaje de la gatita. Se ve lindo.

—Vamos a sentarnos ahí.

La primera en tomar el turno de lectura sería April, no poseía el ángel que Alexia tenía al leer, pero le gustaba la lectura.

—Había una vez en un remoto pueblo, una hermosa gatita llamada Luna, quien se encontraba junto a sus 5 hijos en busca de un refugio para resguardarse del frío invierno que se aproximaba.

El cuento había comenzado, y Coraline prestó atención, no deseaba perderte ningún detalle.

—Su pelaje bicolor brillaba bajo la luz del sol mientras caminaban por los densos bosques, con determinación en sus ojos y esperanza en sus corazones.

La niña se sentía tranquila y emocionada a la vez, amaba que Alexia le contará los cuentos, su linda voz hacía que quien la escuchase se viera dentro de la lectura.

—Con cada paso que daban, se cruzaban con una variedad de animales que intentaban disuadir a Luna de continuar su búsqueda.

Cómo siempre, la niña no hacía preguntas, pero hoy había algo diferente. Y no solo se refería a la sonrisa en su rostro, se notaba en sus pupilas cierta diversión.

Quizá fue un error de percepción, pero pareciera como si esa pequeña cabecita tuviera un plan macabro.

—Un zorro astuto trató de convencerla de quedarse en su guarida, prometiéndole comodidad y seguridad. Sin embargo, Luna agradeció al zorro por su amabilidad y siguió adelante, sabiendo que su destino se hallaba más allá de aquellas tierras conocidas.

—En su travesía, se encontraron con una marmota sabia que les advirtió sobre los peligros que les aguardaban en el camino desconocido.

—Pero la valiente Luna, con sus instintos maternales que la guiaban, decidió seguir adelante, confiando en su intuición y en el amor que sentía por sus cachorros.

—A medida que avanzaban, se enfrentaron a desafíos y adversidades, pero también encontraron ayuda inesperada en el camino. Un grupo de ardillas les enseñó a cruzar un puente frágil.

—Un mapache les brindó refugio durante una tormenta y un búho les mostró el camino más seguro a través del bosque encantado.

—Y después de superar todas las pruebas, Luna y sus pequeños llegaron a un lugar mágico donde el invierno no era tan cruel y donde podrían establecer un nuevo hogar.

—Los animales del bosque los recibieron con alegría y Luna supo que habían encontrado su destino, un lugar donde podrían crecer juntos en paz y armonía.

—Así, la historia de la valiente gatita y sus hijos se convirtió en una leyenda en aquellos bosques, recordada por generaciones como un ejemplo de determinación, coraje y amor inquebrantable.

Alexia cerró el cuento y se levantó para devolverlo a su estantería. Miró a la niña indicando que iría a buscar otro cuento.

—Te quedas aquí, no te vayas a ir lejos.

—Está bien Alexia, Tía, ¿puedes ir con ella? —April le miró con sorpresa a su sobrina y vio todas las estanterías, provocando que de inmediato se negara—. Por favor, seguro que las dos encuentran una fábula preciosa.

April quedó entre la espada y la pared. Su sobrina estaba decidida a estar sola. ¿Acaso planeaba algo? ¿Pero qué? Sin darle más vueltas al asunto, le hizo caso y acompañó a Alexia.

—Hay mucho silencio, ¿no crees?

—Estamos en una biblioteca, aquí siempre tenemos que hacer silencio.
Alexia se quedó en silencio unos segundos mientras veía todos los libros de cada estantería.

—April, tengo una duda, está bien si no la quieres responder —susurró Alexia cerca de ella para que la escuchara.

April la observó con los ojos chicos, al parecer la pelinegra no comprendía lo que conllevaba estar en un lugar como ese.

«Aunque.» Pensó viendo sus pies.

—¿Podrías quedarte callada? Aquí las personas vienen a leer.

Si no hubiera sido porque April se volteó a ver a su acompañante, tal vez su rostro no habría impactado en el suelo y para mayor vergüenza, todas las personas a su alrededor voltearon. Era el centro de atención en el momento.

—¿Estás bien?

—Sí, ¿qué no ves? —respondió April.
Por lo general su carácter no era ese, pero quería que se notase lo enojada que se hallaba.

—Ven te ayudo.

Antes de que su cuerpo pudiera reaccionar, Alexia se situaba a su derecha en cuclillas y sin previo aviso la tomó del brazo y la levantó del suelo con cuidado.

El contacto fue mínimo, aun así logró que el corazón de April palpitara a un ritmo anormal, uno que parecía que sacaría a dicho órgano de su lugar.

—Suéltame, yo puedo sola —susurró entre dientes.

Alexia no dijo nada y solo la soltó, claro que primero se aseguró de que no estuviera lastimada.

—Un gracias no le hace daño a nadie.
April no mencionó nada referente a esas palabras, y solo la miró con indiferencia, asintiendo hizo comprender que estaba todo menos agradecida.

A pesar de esas palabras, no dijo nada. April quería que el contacto y palabras entre ellas fuera lo más escaso posible.

—Ay vamos, no me puedes aplicar la ley del hielo para siempre.

Y aunque le costara aceptarlo, le gustaba que Alexia intentara hablar con ella.

Por un instante, y sin quererlo, recordó todo lo que pasó en su adolescencia con sus amistades que eran de la comunidad.

«Alexia me cae bien. Quisiera que fuéramos amigas, pero es algo que no se va a poder.» Analizó.

Eugenio y Federica habían hecho mucho daño. Ahora no podía pensar en la idea sin alarmarse con cada escenario que cruzaba su mente.

¿Darse la libertad de tener ese estilo de convivencia? Lo consideraba, la voz de sus padres resonaba en su cabeza torturándola, quizá sería algo que pasaría. O no, pero por el momento prefería mantenerla alejada.

No lo quería admitir, pero sentía una extraña conexión con aquella persona que se parecía mucho a la chica que estuvo navegando en sus sueños y pesadillas durante 3 años.

—¿Por qué nunca me quieres tener cerca?

Esa pregunta tomó por sorpresa a April que se atragantó con su propia saliva. Pero de todas maneras se decidió por responder, aunque fuera una mentira blanca.

—No me das buenas vibras, ¿feliz?

—¿Yo? ¿No te doy buenas vibras? ¿Entonces por qué aceptaste salir conmigo? O sea, sé que somos amigas. Pero esto parece una de esas historias de romance dónde primero te juzgan y critican, pero luego se enamoran de ti.

«¿Qué fue lo que dijo?» Se preguntó April.

Bueno, no es que le importara, solita se había puesto entre la espada y la pared y no sabía cómo podría salir de ahí. Pero ella tenía razón, si se supone que no le daba buena vibra, ¿por qué se encontraba ahí, a su lado?

—Bueno, yo ¿Sabes? Mejor agarremos los libros y vamos que mi sobrina se quedó sola ya mucho tiempo.

Alexia la miró y se paró recta frente a ella, no creía que la chica de verdad tuviera esa personalidad que le resultaba tan despreciable.

—Pero necesito que me des una razón de porqué no debemos ser amigas, se sincera no entiendo si es por prejuicios o en serio no te interesa mi amistad. Y eso me estresa.

—Yo.

—Entonces. ¿Por qué no me quieres cerca? ¿Qué tengo de malo?

¿Ahora qué le diría? No tenía nada planeado que la pudiera convencer. Y decirle la verdad tampoco es viable, desconocia si se le iba a tomar en serio al confesar lo de sus padres, April estaba segura de que recibiría burla por parte de Alexia.

—Solo ellos no nos pueden ver juntas —susurró April.

—¿Quiénes?

Con cada pregunta que salía de los labios de Alexia, April sentía que quedaba más atrapada.

—La gente.

—¿Está mal que seamos amigas?

—Si, eso es lo que dije ahora ven, vamos a apurarnos.

Si creía que se salvaría estaba cometiendo un grave error, no era suficiente con que solo diera esa respuesta tan vaga.

—En serio, ¿hay algo malo conmigo? —indagó Alexia con una expresión triste y sonrisa amarga.

—Eso ya lo preguntaste, no seas tan redundante.

Por lo general, su paciencia tenía un límite y en esa mañana Ferdom estaba logrando rebasarlo. Nada más se aguantaba de no estallar porque el lugar en el que se situaban no era el adecuado para esa conversación.

—¿Por qué no te vas a otra estantería y buscas libros que le podamos leer a Coraline?

Alexia lo había decidido, no se iba a mover. No al menos que recibiera respuestas. Lo que incrementó la frustración y nervios de April ocasionando que sus manos comenzaran a temblar, tal vez estaba siendo demasiado exagerada. Tal vez no iba a ser tan malo, ya era una adulta y podía elegir con quién juntarse (de manera amistosa) y con quién no, pero sus padres le habían sembrado tanto pánico que veía la situación como algo nuevo. Lo que hacía que tuviera miedo a cambiar su entorno.

—No comprendes Coolyn —mencionó mientras mostraba una sonrisa con notorio sarcasmo.

—No, no logro entender qué es lo que te pasa, te ofrezco solo mi amistad sin ninguna segunda intención y aun así me dices que no. Que porque no nos pueden ver juntas, ¿qué prohíbe que dos mujeres sean amigas?

En definitiva, no iba a salir vencedora, Alexia era una chica perseverante y decidida. No tenía como ganar por esa vez.

—¿¡Crees que puedo elegir como vivir!? ¡No! ¡Ellos jamás me dejarían! —gritó April, su voz sonó fuerte, pero a la vez se notaba quebrada.

¿El reloj de arena se habría agujereado? Sí, el tiempo que sus demonios pasaron sujetos con cadenas había expirado, gracias al estrés que manejó durante años.

—¡Desde que me adoptaron! ¡Han! ¡Manipulado mi vida!

Claramente se encontraba enojada, pero no con la persona frente a ella, eso sería absurdo. Se hallaba molesta con sus padres, con su “hermano” que desde que la sacaron de vivir con las perfectas no hizo más que volverle de cuadritos la vida.

—No puedes pretender que todos en el mundo van a ser tus amigos, desconoces cómo es su vida. Y menos acercarte con tu sonrisa de par en par, Eso es un descaro.

¿Sus ojos? Vidriosos a causa de las lágrimas que amenazaban ferozmente con salir. ¿El pecho? Lo tenía  tan apretado que se asustó. Le dio la sensación de que una boa constrictora la había atrapado y ahora sería la comida principal.

—No sé qué tanto daño te hicieron, pero mi intención jamás fue lastimarte.

Por un momento April se sentó, sentía su garganta cerrada y con desespero se agarró. Lo que alarmó a Alexia.

—No, no puedo respirar. ayuda.

Sus pulmones no estaban recibiendo el oxígeno suficiente, su mente maquinaba a mil por hora, y su corazón no se quedaba atrás. Se sintió estúpida al notar que frente a ella Alexia la veía con preocupación.

—Tranquila, siéntate mejor, perdón ¿Si?

Pero lejos de creerla patética o algo parecido, sintió pena. Alex que hace un tiempo  había sufrido un cuadro de ansiedad, sabía cómo tratarlo gracias a Andrés que le había explicado paso a paso lo que debía hacer así que ejecutó todos los pasos, ahora solo tocaba esperar. En la biblioteca muchos las miraban mal, pero en ese momento era lo que menos importaba.

¿Las manos de April? Ahí estaban rojas de tanto que las frotó buscando entrar en calor. Aunque a su vez sudaban demasiado. ¿El nudo en su garganta? Cada vez se hacía más grande y fuerte. Tanto que le costaba respirar cada vez que intentaba.

Alexia la quería calmar y tal vez lo estaba consiguiendo, pero al parecer solo las palabras no eran suficientes. April necesitaba algo más, y fue ahí cuando no le importó que la vieran destruida. Con los ojos rojos de tanto llorar con sus extremidades temblando.

Con pánico cayó al suelo y tomó una posición fetal, aún con la atenta mirada de Alexia. Trató de sonreír aunque solo logró mostrar una mueca.

—No me mires  —susurró en un tono inaudible.

—Ly' jefigor, de verdad no tenía ni idea de que te podrías alterar así.

Luego la chica, dueña de esos rizos locos hizo algo que, dejó un pequeño cortocircuito en la pelinegra. Y es que la había abrazado, algo digno de atesorar. Alexia tampoco quedaría atrás así que le devolvió el gesto haciendo que el corazón y la mente en el cuerpo hicieran las paces.

—Hola chicas.

—Señora Gilderberg, perdón por el escándalo y le prometo que no volverá a pasar.

—Tranquila, vengo a verla, ¿está bien?

—Si, estoy mejor gracias por preguntar —respondió April.

—Bueno, creo que, deberían mejor ir a ver a la niña con la que llegaron.

—Si, es cierto muchas gracias.

No volvieron a tocar el tema, en su lugar tomaron algunos libros, bastante llamativos y regresaron sobre sus pasos encontrándose con la niña que pintaba un libro de manera animada.

—¡Volvimos!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top