17- Reflejo y biblioteca
Al otro día, el 27 de febrero, un lindo amanecer hizo acto de presencia. La cuenta regresiva había comenzado, ya casi se acercaba la primavera, Alexia no es que se hallara emocionada por ese hecho, pero no tenía de otro que aguantar hasta que volviera el invierno.
Los abrigos de lana eran fastidiosos. Lo aceptaba, pero detestaba la primavera. Le gustaba que con el clima helado no sudaba y no tenía que andar bañándose casi cada rato. Cómo ya no haría frío, sus labios dejarían de agrietarse y eso sería una ventaja, pero de igual manera deseaba que el invierno durara todo un año.
Desde la madrugada, 3 AM, para ser exactos, se encontraba despierta, aún metida entre sus sábanas por la flojera de levantarse. Aunque sabía que debía ir a la biblioteca para ayudar a la señora Gilderberg no le gustaba quedar mal ante cualquier compromiso. Ese era su trabajo los fines de semana y no lo podía perder.
¡Pipi! ¡Pipi! Sonó el despertador de Alexia. Anunciando el comienzo de la alborada. Se escuchó una y otra vez, pero parecía que ella no tenía la más mínima intención de despertar.
«Ya empezó con su sonido estresante, ¿tan rápido amaneció? Pensé que tardaría más.» Meditó. «No dormí nada. ¡¿Dónde se apaga?!»
«¡¿Por qué mierda lo compré?! Esa maldita alarma me está hartando» Se cuestionó Alexia aún con los ojos cerrados. «Cómo quisiera que no me tocará trabajar, pero no fui la elegida.»
Su despertador siguió haciendo aquel bullicio. Se repetiría hasta que Alexia se dignara a abrir los ojos, o que encontrase el botón de apagado. ¡Pipi, pipi! Se oyó por última vez antes de ser golpeado.
—¡Sí, sí! ¡Ya te oí despertador! Qué puntual. Agradece que sigas funcionando, eres un fastidioso me duele la cabeza —dijo con aparente mal humor aprisionando su rostro con la almohada.
A los segundos con pereza dejó la comodidad de su cama y comenzó a hacer su rutina de estiramiento. Luego se dirigió al baño, debía si o si darse una ducha, o si no, no sería capaz de salir.
—Debo ir a la biblioteca Luego voy corriendo a la casa de Juan Carlos para ir a cuidar a Coraline.
El agua se hallaba a una temperatura perfecta. Ni demasiado fría ni para desplumar aves. Con paciencia se acercó a la tina y la puso a llenar mientras ella se desvestía.
Al pasar al frente de su espejo, sintió frustración, le daba repulsión de solo ver su reflejo. Tenía muchas cicatrices, desde hace años Alexia había pensado en cubrirlas con tatuajes, pero en ese tiempo, que mantenía una amistad con Justin. La hizo desistir de la idea durante años.
Porque en realidad no se los estaría haciendo por gusto. Si no por la necesidad de volverlas “invisibles” al ojo humano. Aquellas heridas ocasionadas por el maltrato de su familia. Las que muchas veces dieron como resultado qué sus relaciones amorosas durarán hasta el momento que las chicas se enteraban de que su piel había sido marcada por el maltrato.
—Tanto daño que me hicieron por años. Aunque esta es la más fea —mencionó mientras recogía su cabello y una gran hendidura se apreciaba en la parte de atrás de su cuello.
Sin más distracción preparó su baño aplicando unas cuantas esencias y aceites al agua y procedió a meterse. No debía tardar mucho, así que trató de salir lo más rápido posible, ella era la encargada de abrir, así que no debía retrasarse.
40 minutos más y ya se encontraba hurgando entre las cosas de su armario. El clima aún está frío, así que se pondría un jersey con un pantalón largo y botas hasta la rodilla. Alexia no era mucho de usar colores, pero desde que cuidaba a la niña les agarró un poco de gusto a todos en círculo cromático. Más el rojo, le gustaba como se veía en algunas prendas.
Se terminó de acicalar el cabello. O bueno para ella solo desenredarlo y poner una diadema o hacerse una coleta, eso era arreglarlo. Bajó a la cocina y cómo había quedado un poco de mezcla de los panqueques que había hecho ayer para que su primo llevase en el viaje, la terminó de usar. Después de hacer su desayuno, comió y agarró un pequeño morral junto a sus llaves, salió.
Se iría caminando desigual, quedaba lejos, aprovechó que pasó por un lugar de sándwiches, así que compraría uno para la señora con la que trabajaba. Le quería demostrar el aprecio que le tiene, ¿y qué mejor que con la comida?
—Puff llegué a tiempo, vamos a abrir esta cosa, a ver cómo es. Siempre tengo problemas con ella —susurró.
Alexia logró que la puerta se abriera y justo llegó su jefa.
Una señora de 70 años, bastante pintoresca, le gustaba vestirse de colores alegres, arreglar su imagen. Para ella eso era importante.
—Buenos días, Alexia linda siempre puntual.
—¡Hola! ¿Cómo amaneció? Sabe que no me gusta venir tarde jamás, mire aquí le traje un sándwich, es vegano
Con una sonrisa, la mujer agradeció el lindo gesto e ingresó al establecimiento, siendo seguida por Alexia, quien luego de dejar su mochila en un lugar que le permitían guardar sus cosas, se dirigió al escritorio de la señora Gildenberg. Quién le pidió que la ayudara a poner los libros de fantasía oscura en el estante que correspondía.
Después procedieron a llevar los demás libros a dónde debía, cuando por fin acabaron. Comenzaron a llegar personas, desde mayores a niños, los cuales correspondía a Alexia ayudarlos.
—Buenos días, ¿llegaron los libros que le comenté hace unos días?
—Oh, por supuesto April, Alex, mi amor guíala a los libros de medicina.
—Está bien, sígueme —pronunció en un susurro.
«¿Medicina?» Pensó Alexia sonriendo para sus adentros. «¡¿Es doctora?! Que linda profesión.»
«¿Por qué no estudié eso?» Meditó. «Ah, cierto mis padres no pagaron mis estudios.»
—Oye enana —April la miró, no dijo nada y solo adelantó el paso.
April hizo oídos sordos, le resultaba desagradable que le dijeran así. Era consciente de su baja estatura, así que solo apresuró el pasó. Caminaron por varios pasillos, Alexia intentaba hablar con April, pero ella la ignoraba. Hasta que Alexia la acorraló.
—¿Me puedes oír? Por favor—farfulló en voz baja.
A pesar de las súplicas, April seguía obtusa, no haría nada de lo que le pidiera Alexia, en eso sí se hallaba equivocada. Así que luchó hasta que se pudo liberar del encierro.
—En serio april, deja de actuar como una adolescente y hablemos como adultos.
—¡¿Pero?! —susurró exaltada, mostrando frustración—¡¿Qué es lo que quieres!?
—¿Podemos tener un diálogo normal?
—Ya conversamos hace tiempo, ¿qué más quieres?
—La vez que lo hicimos no fue completo, sabes que aún hay muchos temas de los que debemos hablar.
—¿Qué sería? Según tú.
—Para empezar, ¿por qué me odias tanto?
April no encontraba las palabras correctas, a pesar de que tenía la respuesta y eso la frustraba.
—Eso no es de tu incumbencia, ahora llévame a dónde están los libros de medicina por favor.
—Primero quiero que me respondas, me odias ¿Sí o no?
—Mira, no tengo tiempo para tus niñerias Indícame por dónde debo ir.
—¿Qué es lo que sientes? Porque no es normal que siempre que me ves me quieras estar evadiendo, ¿sabes que tu sobrina es preguntona?
—No puede ser —dijo llevándose las manos al rostro con frustración—¿Qué te ha dicho mi sobrina?
La mente de April andaba dando tantas vueltas como un trompo, su corazón se encontraba tan acelerado que parecía querer salir corriendo. Estaba acorralada por los brazos de Alexia y eso no ayudaba mucho a que sus nervios se mantuvieran a raya.
—¿Por qué le dijiste que somos amigas?
—No sé de lo que me estás hablando, ahora por favor guíame a los libros de medicina que estoy apurada.
Lo sabía a la perfección, pero no lo iba a admitir, le daba vergüenza, por lo que seguro pensaría Alexia.
—Claro que sabes ¿O por qué la niña dice eso?
—Yo ¡Estaba nerviosa! ¿Sí? Ella me decía muchas cosas y no supe qué responderle.
Alexia se rió cuando una señora un poco mayor regañó a April por el ruido, lo que ocasionó que la chica la mirara feo.
—¡No es chistoso! ¡Fue tu culpa! —exclamó en un susurro.
—Yo no te dije que gritaras enana, tu sola lo hiciste.
—Deja de decirme así —habló entre dientes mostrando su enojo.
—Pero bueno, aún estoy esperando tu respuesta, ¿por qué le dijiste eso? Quieres que seamos amigas ¿O algo más?
—¿Cómo así? —dijo nerviosa.
—No sé, tú dime —respondió con una sonrisa algo seductora.
—Mira Alexia, será mejor que no te acerques o
—Vaya se enojó Pigmeo, ¿qué me harás? Por qué un ósculo de ti, ambas en lo oscuro, eso sí lo recibo con mucho gusto ¿Quien sabe? Puede que te gu
—¡Oye! ¡Ya te dije que no me gustan las chicas!
Y una vez más la mandaron a guardar silencio, una más y estaría fuera del establecimiento.
Pero Alexia lograba alterarla, no solo subir su tensión o dopamina, tenerla al frente susurrando la ponía demasiado nerviosa.
—Ay vamos, solo bromeo cosita —confesó con una sonrisa socarrona—. Te ves adorable inflando las mejillas.
—Ash, eres demasiado insoportable
—Si me respondes el porqué me odias tanto, me voy y no te molesto más.
Claro que no la odiaba, pero debía fingir que sí, sus sentimientos no eran correctos o quizá sí, pero a ella le asustaban.
—Es que.
—¿Qué pasó?
—Es que ¡No puedo! ¿Sí? Quiero tenerte lejos, porque sé que
—Sabes que soy lesbiana, ¿Justin te lo dijo cierto? ¿A qué es lo que le tienes miedo? ¿Por qué? No tendrías por qué, soy impulsiva lo admito, pero tampoco pego porque sí.
—Ah, no es eso.
—¿Cuántos prejuicios tienes en ese cerebrito?
—¿No dijiste que si te lo decía te ibas a ir?
—Este es un tema que merece ser hablado.
—Eres una tramposa —dijo volteando los ojos.
—Sí, lo sé —mencionó tomando una pausa para luego sonreír—. Bien, explícame tu problema conmigo o con mi orientación.
—Mi mejor llévame a dónde necesito.
Para sorpresa de April, Alexia la tomó de su mano y la guío con rapidez por varios pasillos hasta que llegaron a dónde estarían diversos libros de medicina.
—Listo te traje, ahora yo quiero saber cuál es el problema conmigo.
—¿Siempre eres así de pesada? Que terrible, pobre la chica que salga contigo.
—Siimpri iri isi di pisidi —remedó Alexia en un tono burlón mientras reía—sé cocinar y soy buena en la cama, con eso basta para que amen estar conmigo. Sé escuchar a las personas, querer bonito —pronunció en un susurro con un tono de voz seductora.
—¿Quieres saber mi lío contigo? Bien, te lo diré, el simple hecho de que seas lesbiana, me disgusta, no soporto tenerte cerca.
—¿Por qué?
—¿Es necesario que lo diga? Es antinatural que siendo mujer te atraiga una mujer.
—Según tú, ¿eso qué tiene de malo?
—No es la ley de la vida, la mujer debe estar con el hombre y viceversa no mujer con mujer o hombre con hombre
—¿Y te dices ser la mejor amiga de Justin? Que horror.
—Eso es distinto, él me quiere y vela por mí sí, es mi mejor amigo.
—Para ti somos como bichos raros.
—Es que, mira solo mantente alejada de mí.
—¿Te pongo nerviosa? ¿Es por eso que ni me miras?
—No, pero no estimo tenerte cerca, eres una desviada.
—Mmm, es cierto lo que dicen: tener amigos gays no te salva de ser homofóbico.
—¿Qué buscas decir con eso? No entiendo tus cosas raras.
—Ash, estas mujeres de ahora.
April no tocó más el tema, quería deshacerse de Alexia de forma rápida.
Luego de un rato, Alexia se marchó y April se quedó ahí, parada en medio del pasillo, rodeada de libros, pero sin ganas de leerlos. Se quedó ahí estupefacta de la información recibida, todo en menos de veinte minutos. No sabía qué hacer con todo lo que habían conversado, pero estaba segura de una cosa. Trataría de no toparse con Alexia. Al menos hasta que su corazón dejara de latir por esa muchacha cada vez que la tenía cerca. Sin más espera, se fue.
—Señora Gildenberg, ya debo irme adiós y feliz fin de semana —habló Alexia.
—Está bien querida, ten cuidado por ahí —respondió con una sonrisa.
Alexia ya se encontraba yendo a la casa de Juan Carlos para cuidar a la nena, sus pensamientos estaban a mil. A pesar de todo lo que había hecho para olvidar lo sucedido, aún la torturaba el recuerdo de lo que le había dicho April por la mañana. Se sentía mal, tanto que no pudo probar ni un taco de pan tostado antes de salir de la biblioteca.
«Como quisiera que todos se fueran al carajo y ser feliz contigo, pero ni siquiera me dejas ser tu amiga.» Pensó mientras tomaba su sien. «¿En serio va a ser tan difícil acercarse a ti?»
—¡Alexia!
—¡Ángelo! ¿Qué sucede?
—Quería saludarte y preguntarte cómo estabas, pero Miguelito me dijo que ya estabas trabajando con su abuela, así que iba para allá.
—Oh, estoy bien ¿Y tú?
—Bien ayer fue una noche loca, ¿verdad? No puedo creer que aún exista gente así.
—Coincido, ¿y qué has hecho? ¿Has conseguido un trabajo?
—No, ando en eso, ¿Ahorita a dónde vas? ¿Tienes tiempo para ir a tomar algo?
—No, debo ir a cuidar a la niña de la que te hablé.
—Oh, comprendo, tu no dejas de trabajar ni un sábado
Alexia lo único que hizo fue ver de reojo al chico, era verdad, ella solo pensaba en trabajar, pero debía ahorrar para su vejez, seguro que no tendría a alguien que la acompañara.
—Oye, debo apurarme, mañana podemos ir a ver una película, después de ir con la abuela de Miguelito no tengo nada que hacer.
—Está bien, entonces te espero mañana en la salida de la biblioteca.
Sin más los amigos separaron los caminos, Alexia cada vez se encontraba más cerca de su destino y se alegró cuando vio al padre de Coraline.
—Juan Carlos perdóneme por demorar tanto es que salí un poco tarde del trabajo.
—Descuide Alexia, de igual forma aún no me voy, aquí tiene las llaves de la casa, yo debo ir a la farmacia para comprar algo para la fiebre de Coraline.
Tomó las llaves que le ofrecía el hombre y se apresuró a llegar si se lo había encontrado por el camino, eso solo quería decir que la niña se hallaba sola en esa casa.
—¡Coraline! ¡He llegado!
—¡Alexia! ¡Mi papi no me deja pararme de la cama!
Ante esas palabras la muchacha subió y cuando se dio cuenta de que alguien se le había atravesado ya era tarde, ya se encontraban en el suelo.
—¡¿Tú otra vez?! —escuchó Alexia, que aún se encontraba en el piso.
«Va a ser una tarde difícil.» Pensó Alexia. «¿April se irá a quedar mucho tiempo?»
—Hola April —pronunció con una sonrisa—. Ven te
—No es necesario, yo puedo hacerlo sola.
«Qué mal humor. ¿No le agrada verme?» Se cuestionó. «¿Cierto?»
Ambas se pusieron de pie cuando escucharon que la puerta estaba siendo abierta. Se sacudieron la ropa a pesar de que no se habían ensuciado porque el suelo estaba limpio.
—¿Qué les pasó chicas? —murmuró el hombre.
—No, nada, solo que chocamos y nos caímos al suelo —Juan Carlos las miró y asintió—¿trajiste los medicamentos que te indiqué para Coraline?
El hombre dejó en manos de April la medicina que debía darle a su hija y se fue, se había retrasado más de lo debido y ya se hallaba de mal humor.
—Bien ¿Cómo hay que darle esto a tu sobrina? —preguntó Alexia tomando en sus manos el frasco del jarabe para la tos.
—Yo me encargo, hoy me quedaré con ella —respondió April mirando su teléfono.
—Que raro, el señor Juan Carlos no me dijo nada.
—Eh, bueno tal vez se olvidó de decirte, cuando se estresa es así —susurró nerviosa.
—Eso es extraño, él siempre me avisa cuando no es necesario que venga
—Es que mi hermano a veces es olvidadizo, además viste que andaba estresado.
Alexia, sin ánimos de protestar y mucho menos de discutir, subió con cautela a la habitación de Coraline, si la muchacha les hablaba con la verdad, no le gustaban para nada los niños. Lo que pasaba con la nena que cuidaba es que con el tiempo le agarró cariño. Aparte de que podía aprovechar de ver a April de vez en cuando.
Al llegar a su destino, saludó a la niña que se hallaba en su cama envuelta en una frazada mirando una película, Alexia no la conocía, aunque el hecho de que fuera para infantes ocasionó que despertara su interés.
Tal vez eso ocurría por qué en su infancia los adultos que vivían a su alrededor no la dejaban tener ese tipo de distracciones y siempre pasaba estudiando o cuando llegó a la adolescencia tenía que esconderse de sus padres y abuelos.
«Maldito diario, ¿por qué escribí todo eso? ¿Acaso si o si debía hallarlo mi madre? Cuál era la necesidad, que tú destino hicieras eso.» Pensó sintiendo como comenzaban a correr lágrimas por sus mejillas. «Esas estúpidas páginas le dieron inicio a mi pesadilla.»
—¿Alexia te encuentras bien? ¿Cómo te sientes? Si quieres traigo a mi tía para que te revise —preguntó la niña con curiosidad.
—No pequeña, yo estoy bien, voy por un poco de agua, espérame aquí tranquila.
—Bueno, pero vienes rápido y quiero jugar a las muñecas.
Lo que nadie imaginaba era que el destino tenía algo distinto en sus planes. Alexia bajó los escalones que la guiaban a la sala y se encontró con April.
—Ah, pensé que te habías ido. ¿Mi sobrina se durmió?
—¿Cómo crees que me iría sin que llegara el padre de la niña? Y en respuesta a tu pregunta, aún sigue despierta.
—Perfecto, ¿La podrías traer? Por favor, hay que darle el almuerzo y la medicina —Alexia obedeció sin más.
Había olvidado que se dirigía a tomar agua, Coraline era más importante en esos momentos. Debía cuidarla bien, no quería que Juan Carlos se enojara porque era seguro que la despediría.
—Oye pequeña, debes ir a almorzar. Tu tía te está esperando.
—¡Hurra! ¡Cocinó la tía! —gritó alegre—¿vas a comer con nosotras Alex? Mi tía hace comidas ricas.
«Yo también ¿O no? Bueno que le guste la comida de su tía es normal, a mí siempre me dice que cocino rico, pero se le nota especial alegría de que April haya hecho hoy la comida.» Pensó Alexia. «¿Ahora qué le digo?»
—Tú también haces cosas muy ricas, ¡pero tienes que probar la comida de mi tía!
No perdía nada por probar, pero le daba vergüenza pedir algo de comer, más si tenía que hablarle a April.
—Oh, nena, gracias, pero ya comí antes de venir.
—Se nota que no has comido ¡Tía!
—¡¿Qué ocurre mi niña?! —respondió desde la sala de estar de la casa.
—¡Sírvele de comer a Alexia por favor!
«Va a comer acá de mi comida ¡Qué nervios! ¿Le va a gustar?»
Se preguntó April. «Bueno, pongamos otro plato.»
Alexia tomó con cuidado la pequeña mano de Coraline y bajaron para comer mientras la niña tarareaba una canción
—Haber sobrina, tú te sientas aquí Alexia vas de este lado, ya les traigo la bebida, Alexia, ¿te gusta el jugo de manzana?
—Sí, muchas gracias April —April acabó de servir la bebida y se sentó justo al frente de Alexia. Aunque no lo expresara en ese momento le importaba mucho la opinión de quién tenía enfrente.
«Hace muchos gestos extraños.» Pensó April mirando con discreción a Alexia. «¿Le estará gustando?, ¿por qué no dice nada? ¡¿el jugo estará insípido?! ¡¿o algo malo pasó con la comida?! Seguro que quedó salada. ¡Qué vergüenza!»
—¿Y? ¿Te está gustando el almuerzo Alex? —preguntó Coraline sonriente.
—Mmmh sí, me gusta. Está delicioso. ¿Me pasas la receta April?
—Claro, te la paso después de comer —respondió escondiendo con su mano una sonrisa.
Comieron en silencio, al menos por intervalos de 5 segundos, puesto que a Coraline le daba por sacar conversación de vez en cuando.
«Se ve preciosa.» Pensó April. «¿Su cabello será así de negro o se lo teñirá? Es tan oscuro como la noche, es hermoso.»
—Bueno, sobrina, ten tu medicina y vas con Alexia hasta tu cama a tomar una siesta
—Alexia terminó de comer y después de limpiarse las manos junto a la boca y con una sonrisa tomó a la niña en brazos. Ya casi se quedaba dormida, así que no la haría caminar.
—Bueno, princesita, descansa un rato y más tarde te vengo a buscar para merendar.
—¿Podrías hacerme el helado que me gusta? El que es verde.
—Tu papi dijo que no debes comer helado no se puede desobedecer lo que él diga, porque si no imagínate, me echan del trabajo y ¿Quién te cuida después?
—¡Por favor Alexia! No le diré nada —exclamó Coraline alargando la o en su súplica, mientras hacía ojitos de cachorro regañado.
«No puedo decirle que no a esta niña.» Pensó Alexia mientras tomaba sus mejillas con frustración. «¿Tendría que pedirle permiso a April? Ella es la doctora aquí. ¿No? O a su papá.»
Terminando de conversar con Coraline salió de la habitación de la pequeña, se dirigió de nuevo a la planta de abajo.
—Listo, por fin se durmió. Son las 1 de la tarde
—Qué bueno y una pregunta Alexia, ¿a qué hora debes irte?
—Cuando tu hermano llegue y por si me preguntas cuánto es lo que falta para eso. La respuesta es: mucho.
—¿En serio? Que molesto —se escuchó que salió de los labios de April en forma de susurro. Las palabras fueron audibles para Alexia, que de inmediato cubrió con una de sus manos la sonrisa que se le escapó.
—Tranquila no me quedaré mucho tiempo, las horas seguro pasan volando.
Cada una de las muchachas tomó asiento en diferentes extremos de la casa.
De vez en cuando Alexia miraba a April sin que ella se diera cuenta y viceversa.
April sentía una extraña necesidad por acercarse, algo en Alexia le atraía le daba miedo esas nuevas emociones. Pero por más que lo intentó no lograba apaciguarlas.
—April, ¿me podrías prestar el cargador de tu teléfono? Tenemos el mismo teléfono, es que me estoy quedando sin batería y se me olvidó mi cargador —preguntó Alexia con una sonrisa.
«¿Qué se supone que haga o le diga?» Se cuestionó April. «No puedo decirle que no lo traje, eso sería mentir y soy mala para eso, pero lo que menos deseo es dirigirle la palabra.»
«La tengo demasiado cerca. Recién me he dado cuenta de ese detalle.» Analizó. «Bueno, soy más baja que ella y estoy sentada, solo quiere asegurarse de que la estoy oyendo. ¿No? ¿Por qué está susurrando? Me está poniendo nerviosa.»
Aunque por un rato vaciló un poco, terminó por acercarse hasta su bolso y sacar el cargador de su caja y se lo extendió a Alexia.
—No te olvides de devolverlo, ¿sí? Es que no tengo repuesto —mencionó April tropezando las palabras. Alexia asintió tomando el cargador buscando un tomacorriente.
Las horas pasaron, Alexia había terminado de cargar su teléfono y se acercó a April con la intención de regresarlo.
—Muchas gracias por prestármelo. Oye, ¿podemos hablar? Me gustaría aclarar lo de la última vez.
—De nada y la respuesta sigue siendo no, ahora permíteme que tengo que ir a darle la medicina a Coraline.
—¿Por qué me sigues evadiendo? —preguntó Alexia.
—No estoy haciendo tal cosa como evitarte son imaginaciones tuyas.
¿A quién creía April que podía engañar diciendo eso? Era más que obvio que eso hacía.
—Ahora mismo estás caminando en círculos y no me miras.
Los nervios se podían palpar en el ambiente, aunque no lo quisiera admitir, para April se volvía algo complicado, no podía estar así por mucho, pero hasta que pudiese lo negaría.
—Eso no quiere decir que no te quiera hablar.
—¿Entonces? Podrías dejar de correr y explicarme.
—Y tú ¿Eres tan amable de dejar de acosarme?
—Háblame ¿Sí? De verdad que me gustaría que al menos intentemos ser amigas.
—Ash qué mujer, en definitiva me odias mucho universo, ¿que te he hecho?—susurró.
Para April la situación era confusa y complicada. No quería evitarla, pero había algo dentro de ella que la lleva a cumplir esa acción. No se sentía extraña, de forma mala sino más bien Algo desconcertada.
«Ya para qué me esfuerzo, si ni yo me entiendo.» Pensó mientras la veía de reojo. «Pero no puedo dejarla así, tampoco es justo para ella, no cuando no ha hecho nada malo.»
—¿Qué problema tienes conmigo?
«Ni yo misma lo sé, solo sé que tus labios son hermosos» Meditó April. «¡Qué mierda estoy pensando! Ojalá Justin estuviera acá.»
—Será mejor que te alejes de mí.
—¿Por qué? Dame una razón válida y no me vengas con “porque sí”
—Yo ¿Sabes qué? A ti no te debo explicaciones.
Luego de unos minutos en los que April intentaba huir de Alexia ingresaron a un cuarto de poco espacio, no sabían cómo, pero la puerta se había trabado. Quizá cierta chica de pelo rizado fue la culpable.
«Todo por culpa de April.» Pensó Alexia. «Esto no hubiera pasado si ella no hubiera andado de rebelde.»
Y no podían avisar a nadie porque uno: April había dejado su teléfono en el comedor y dos: Alexia de nuevo no tenía batería. Intentaron llamar a Coraline, pero la nena al parecer no las podía oír.
—¿Cómo es que tu teléfono se descargó si solo han pasado como máximo unos 30 minutos desde que estamos acá?
—Es reparado, creo que ya se volvió a dañar.
«¿Debería regalarle un móvil nuevo?» se preguntó April. «No, mejor no porque seguro después va a pensar que estoy ligando con ella.»
—Oye Alexia, me gustaría preguntarte algo
«Ella quería hablar hace rato, ¿no?» Pensó April. «Creo que este es un buen momento.»
Sus manos temblaban y su corazón parecía querer salir de su pecho.
Tucu - Tucum
Tucu - Tucum
«Esos ¿Esos acaso son mis latidos? ¿Solo lo estoy oyendo yo? Cierto» Meditó April. «Sería vergonzoso que ella lo oyera.»
Aunque Alexia no lo expresara, ahora mismo tenía un alto nivel de cortisol en su cerebro. Estaba enojada porque por culpa de April seguro perdería el trabajo.
Pero no podía negar lo alegre que se encontraba de que la muchacha por fin le estuviera dirigiendo la palabra.
—Oh, ahora sí me hablas, que lindo de tu parte —masculló con un poco de molestia fingida.
Su teléfono no funcionaba, así que tendría que estar quién sabe cuántas horas encerrada en esas cuatro paredes.
«Si hubiera aceptado ir con Ángelo.» Meditó. «Esto no me habría pasado. Pero seguro que perderé mi trabajo.»
Moría de hambre, era la hora de la merienda, pero al parecer ni la niña de la casa se percataba de eso.
—Ay, vamos, algo debemos hacer mientras estemos juntas aquí, mi hermano tardará en llegar —respondió April.
—Bueno, ¿qué es lo que quieres saber? —preguntó Alexia soltando un suspiro.
—¿Cómo se conocen tú y Justin? Él me dijo que fueron pareja un tiempo, pero no me contó más.
«Oh, empezamos suave, al menos.» Se percató Alexia. «¿Por qué de repente si me habla?»
El cómo conoció al muchacho era una historia graciosa y le gustaba recordarla de vez en cuando, le llenaba de felicidad.
—Juss lo conocí en una feria, yo tenía miedo de subir a la rueda de la luna y él me animó —relató.
—Oh, qué lindo, él siempre ha tenido un gran corazón, si está en sus manos brindar ayuda, lo hará.
—Sí, nos hicimos amigos al instante, me contó que a él lo habían adoptado junto a su hermano, pero que los otros hijos de los que lo adoptaron lo mataron unos hijos de puta. Perdón por la expresión.
—Si él la pasó feo durante un largo tiempo.
—Pasaron los años, se fueron casi volando y cumplimos 13 el me confesó que yo le gustaba, siempre supe que me gustaban las chicas pero
—¿Entonces por qué aceptaste salir con él?
— No quería romper sus ilusiones, sé que estuve mal, es que en mi casa no sabían de mi orientación y tenía miedo de que si lo rechazaba me fueran a descubrir.
En realidad, esa había sido la etapa más complicada en la vida de Alexia, puesto que tuvo una infancia algo caótica.
—Pero eso no fue justo para él.
«¿Quién decretó lo contrario?» Meditó Alexia. «Pero él se enamoró primero, y yo no fui capaz de romper su corazón.»
—Lo sé, pero tampoco fue fácil para mí. ¿Comprendes? —mencionó Alexia viendo el suelo—. Es obvio que no eres heterosexual, ustedes no entienden esas cosas.
Claro que no, sin embargo, lo intentaba. Sin explicación alguna su corazón dolió. Aquellas palabras de Alexia le habían dolido, para ella fue como si la tratase de estúpida o algo por el estilo.
—No debe ser tan difícil; puede parecerse a cuando eres niño y no quieres que tus papás descubran la travesura que hiciste.
Tal vez era una comparación algo infantil, pero no podía imaginarse bien lo que pasan o pasaban las personas como Justin o Alexia. No le había tocado aún.
—Es algo así, creo que sí, supongo que esa comparación podría funcionar en este caso; sin embargo, esto es un poco más grave que una travesura.
—¿Cómo? No entiendo.
—Tu forma de pensar en cuanto a la comunidad LGBT, es algo ambigua.
—Es lo que se nos ha enseñado siempre.
—Si, pero hay antiguas historias sobre personas LGBT.
April parecía haberse interesado en el tema, lo que sacó una sonrisa en Alexia.
Sin alterar el momento apreció los ojos de April. Parecían los de una nena de la edad de su sobrina.
—¿Podrías explicarme sobre eso?
«¿Escuché bien?, ¿quiere que siga hablando?» Pensó Alexia. «Hace meses ni me dirigía la palabra.»
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